miércoles, 4 de marzo de 2020

EDITORIAL (Magazine No. 613)



Este número del Magazine Nei Dan, boletín No. 613, es el primero por el año 2020. 

En nuestras secciones quincenales, presentamos "365 Meditaciones Tao", de Ming Dao Deng, con el texto "Mudo". En la sección "Humor" ofrecemos un chiste japonés. 

En este número del boletín Nei Dan, traemos nuestras secciones mensuales, que además de videos de Taijiquan, trae también reseña de película.
Videos de Taijiquan (Empuje de Manos) y Reseña de Película:

-Video de Empuje de Manos: Empuje de Manos de Chen Taijiquan. Master Feng Zhiqiang.
-Video de Taijiquan colaboración: Combate de Taijiquan Estilo Sun.
-Reseña de Película:  Monsieur Chocolat (Roschdy Zem).

En nuestras Secciones de Autor traemos la sección El sanador interno (Adaliz Buitriago), con el texto "La medicina del Ave Fénix", y en la sección "En modo Ch'i" (Josnil Rojas) traemos el escrito "Tai Ch'i, Chí Kung y cáncer" (I).

En la sección "Artículo" les ofrecemos el texto "¿Qué es vivir poéticamente?" de nuestro eximio poeta Armando Rojas Guardia.

También les traemos hoy, en nuestra sección "Artículos del Archivo Nei Dan" el texto "El proyecto de ser alguien es la manera más segura de no sentirse nunca como una persona" (Thomas Moore).



NOTICIAS NEI-WAIJIA Y MÁS (Magazine No. 613)

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LECTURA DEL I CHING Y CARTAS ASTRALES: HERIBERTO STARS AND CHANGES


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ARTÍCULO (Magazine No. 613)



¿QUÉ ES VIVIR POÉTICAMENTE?

Armando Rojas Guardia

Armando Rojas Guardia
La premisa de la que parten las palabras que voy a pronunciar hoy ante ustedes puede formularse de la manera siguiente: escribir poesía en muchos sentidos representa un hecho coyuntural y, hasta cierto punto, accidental; lo de verdad trascendente y crucial es vivir poéticamente.

En efecto, escribir poesía no le es dado a todos los seres humanos: ello depende de determinadas disposiciones psíquicas, de una específica historia individual y, en definitiva, de una circunscrita vocación. En cambio, todo hombre y mujer está llamado, por el solo hecho de serlo, a vivir poéticamente. Recordemos el precioso verso de Holderlin, del cual extrajo Heidegger una imperecedera lección filosófica: “poéticamente habita el hombre sobre la tierra”.

Nadie negará que la palabra poeta constituye, en esta hora civilizatoria y en nuestro contexto nacional, una palabra devaluada.  Vivimos dentro de una sociedad que se quiere a sí misma productivista y económicamente competitiva, regida por la entronización de la mercancía, en medio de la cual la palabra poética no es rentable, no se traduce en dividendos lucrativos, habla desde una esfera cualitativa que no se deja reducir a lo empíricamente cuantitativo y verificable, escapa de los alcances de la mera racionalidad instrumental y técnica. Pero, además, ¿cómo no va a ser marginal el poeta en un país que, pese a contar con una de las tradiciones líricas más importantes de la lengua española, paradójicamente no propicia, como paisaje existencial y cotidiano, estados profundos de conciencia donde se haga posible la experiencia poética?

No obstante, si el hombre y la mujer de esta hora y nacidos en este contexto societario no desean renunciar a las seriedad y la responsabilidad que implica la existencia humana (seriedad y responsabilidad incomprensibles para la cultura de la banalidad y el pasatiempo en la que hoy nos hallamos inmersos); si no optan por trivializar la vida, aunque sea grande la dosis de humor que quepa en ella, se hace indispensable que ellos −ese hombre y esa mujer descubran, o eventualmente recuperen, la noción experiencial de lo que llamo vivir poéticamente, la cual es una categorización antropológica que excede la actividad vocacional de escribir poesía. Noción experiencial que me voy a permitir desglosar, de manera sintética y breve, ante ustedes.

Vivir poéticamente es vivir desde la atención: constituirse en un sólido bloque sensorial, psíquico y espiritual de atención ante toda la dinámica existencial de la propia vida, ante la expresividad del mundo, ante la sinfonía de detalles cotidianos en los que esa expresividad se concreta (ello implica un refinamiento orquestal de la vida de nuestros sentidos y un esfuerzo consciente por aquilatar nuestra percepción de los objetos que pueblan nuestro entorno).

La atención esta orgánicamente entrelazada con el evento físico, psíquico y espiritual de estar conscienteEn una palabra, con el despertar. Una milenaria tradición religiosa identifica el despertar, el hecho de estar despierto, con el arranque mismo de la vida del espíritu. Tanto el budismo como el cristianismo son enfáticos en señalar el estado de vigilia como el símbolo más adecuado de ese momento existencial en el que se inicia, `para el hombre, la aventura de la conciencia. Todo consiste en despertar para siempre de la somnolencia maquinal y gregaria dentro de la cual pernocta la mayoría de los seres humanos. Es sabido que la palabra buda significa, en sáncristo, precisamente el despierto. Pero también en el evangelio de Marcos, en su capítulo 13, se lee: “¡Atención estén despiertos…!” (Mc 13,33). En el castellano peninsular la taxativa indicación evangélica (Mc, 14,38) ostenta una fuerza inusitada: “Velad”. Despertar y velar  constituyen, pues, tanto en la tradición budista como en la cristiana, el fruto obvio del esfuerzo espiritual por estar atentos al mundo. Porque, en efecto, la atención, como el primer eslabón de la existencia consciente, consiste ante todo en percibir la realidad que nos envuelve y de la que formamos parte en toda su prístina y concretísima verdad, deslastrada de los prejuicios, los estereotipos y clisés instalados en los más inapresables  intersticios de nuestro propio psiquismo, los cuales nos vetan la posibilidad de conectarnos con la carne misma de la realidad, tal como ella resplandece desnudamente desde sí misma ante la atención acrisolada del hombre.

Después de asentada la denominada primera noble verdad,  la de la omnipresencia universal del sufrimiento, el budismo postula la segunda, según la cual ese totalizante sufrimiento tiene como causas la ignorancia, el deseo y el apego. Esta ignorancia no es la de asuntos y cosas trascendentales, sino ante todo la de la realidad del mundo, tal como ella es y que sólo se devela a la percepción atenta.

Sabemos que la modernidad, al instaurar el predominio del valor de cambio sobre el valor de uso, ha convertido la carne concreta del mundo en una verdadera eidosfera donde los objetos pierden entidad, peso específico y consistencia para transformarse en meras mercancías intercambiables. Así, la relación con el cosmos se alambica y artificializa, se vuelve abstracta: nada hay más abstracto que el dinero. Además, el universo mental moderno gira en torno a la autonomía de la conciencia individual y, consecuentemente, a la entronización absolutizada de la autoconciencia. De esta forma dentro de la mentalidad moderna el mundo, lo que he nombrado la carne concreta del mundo se metamorfosea en el escenario cada vez más evanescente, cada vez más evaporado de esa avasalladora autoconciencia. Ni Edipo, ni Antígona, ni Orestes son personajes autoconscientes en el sentido y a la manera estentórea en que lo es, por ejemplo Hamlet. No resulta casual que Hamlet sea junto con El Quijote, El Don Juan y el Fausto, uno de los cuatro mitos básicos del mundo moderno. Esta hipertrofia de la autoconciencia, este exceso de lucidez hipercrítica, a los cuales se sacrifica la rotunda materialidad del universo, y nuestro contacto orgánico con ella, pueden y deben ser superados por aquella atención que nos despierta a la inmediatez de la realidad cósmica: la atención más y más adiestrada por el ejercicio consciente, que le prestamos a la evidencia deslumbrante  de lo que nos rodea y envuelve, más allá de nuestras pantallas mentales afantasmadas por nuestra voluntad patológica de abstracción.

He querido hablarles con mayor detenimiento de esta primera caracterización de lo que entiendo es vivir poéticamente porque todas las demás brotan de ella y sin ella no se comprenden. Nunca insistiremos bastante en el hecho fundamental de que el vivir poético es un vivir atento. Como les dije hablaré seguidamente, y de modo mucho más breve, de las otras notas que para mí distinguen esta manera alternativa de vivir.

Vivir poéticamente es también vivir a la espera  del momento inspirador, del instante denso, del minuto pletórico de vida en el que se rasgan los velos del entendimiento y accedemos a un estado cualitativamente superior de conciencia. El rapto inspirador que los griegos atribuían a la intervención divina de las musas, nos dice el gran helenista Walter Otto, propiciaba ante todo claridad espiritual. Ellas las musas hacían que el entendimiento permaneciera claro. Esa claridad del entendimiento, producida por el entusiasmo creador, era la primera puerta que franqueaba el canto, la poesía. No hace falta ser un poeta vocacional para conocer y paladear  una súbita clarificación interior a través de la cual miramos al mundo con ojos vírgenes, como si lo viéramos por primera vez. Lo expresa espléndidamente Octavio Paz en El arco y la lira:

A veces, sin causa aparente o como decimos en español: porque sí vemos de verdad lo que nos rodea (…) Todos los días cruzamos la misma calle o el mismo jardín; todas las tardes nuestros ojos tropiezan con el mismo muro rojizo, hecho de ladrillo y tiempo urbano. De pronto, un día cualquiera la calle da a otro mundo, el jardín acaba de nacer, el muro fatigado se cubre de signos. Nunca los habíamos visto y ahora nos asombra que sean así: tanto y tan abrumadoramente reales”.

Estos momentos de epifanía son, por supuesto, gratuitos es la misericordia de la realidad la que nos los otorga pero el vivir poético busca conscientemente merecerlos preparándolos, entrenándose a sí mismo para recibirlos.

Vivir poéticamente es vivir la cotidianidad no como mero tiempo intercambiable y mecánico, sino como mistagogia, es decir como introducción paulatina y autopedagógica en el misterio. A un monje zen le preguntaron un día: “¿Qué es el zen?  A lo cual él respondió: “Cargar la leña y cortar la grama”. El Occidente moderno ha erigido la racionalidad administrativa y burocrática como la única vía de organizar la sociedad. Esa hegemonía de lo burocrático-administrativo, que nadie como Franz Kafka convirtió en imagen simbólica de la condición humana, ha traído  como corolario que la vida cotidiana de nuestras ciudades se transforme en tiempo opaco y sin relieve, sea que lo vivamos de modo utilitario como inversión crematística en forma de horas-hombre laborables, o como diversión pascaliana sumergida muchas veces en el ruido, el ajetreo y el tumulto, en la vocinglería social enemiga del desarrollo interior, de la lenta maduración del alma. La cotidianidad que encara el hecho de vivir poéticamente, siendo mistagógica a la manera en que la vivía Teresa de Lisieux, evoca la del monje zen, quien carga la leña y corta la grama en el umbral permanente de la iluminación.

Vivir poéticamente es cultivar la dimensión simbólica de la conciencia, aprender a adiestrase más y más en una verdadera hermenéutica simbólica de la realidad, para la cual los objetos, las situaciones y los hechos son sacramentos que incesantemente remiten a un orden trascendente (se trata de la sacramentalidad de la realidad creada: los objetos, las situaciones y los hechos, empezando por los más cotidianos, sacramentalizan el orden y la belleza del universo: se vive poéticamente al captarlos de esa manera y encararlos así).

Vivir poéticamente es aprender a vivir estableciendo continuas relaciones analógicas entre los objetos aparentemente más disímiles y entre los más diversos órdenes y planos de la realidad: que el eje de toda la propia actividad psíquica sea esa permanente metaforización (detrás de ésta actúa como postulado ontológico la comprobación, ya postulada, establecida y estudiada por la física cuántica, de que el universo entero es una totalidad orgánica, de que todo está conectado con todo, de que todo interactúa con todo). Para enterarse de cómo funciona en la práctica un activo psiquismo metaforizador conviene leer y releer Las olas, de Virginia Woolf, y la poesía de Eliseo Diego.

Para finalizar, vivir poéticamente es vivir la propia vida como una obra de arte, es un vivir desde lo que clásicamente se denomina el arte de saber vivir. Es un vivir con arte, es vivir-se como el poema existencial y cotidiano que Dios nos posibilita hacer de nosotros mismos. En el Nuevo Testamento, específicamente en la “Carta a los Colosenses”, se afirma que cada ser humano es “un poema de Dios”. Vivir poéticamente es saberse tal. Y obrar en consecuencia.

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Conferencia dictada en la Universidad Metropolitana (UNIMET) el 16-10-2013.



ARTÍCULOS (ÍNDICE)

EL SANADOR INTERNO Adaliz Buitriago (Magazine No. 613)


LA MEDICINA DEL AVE FÉNIX


Adaliz Buitriago.
Al cumplir quinientos años construyó una pira de madera y especias para arrojarse en su interior. La historia cuenta que los rayos del sol encendieron la hoguera funeraria, que el ave mitológica avivó con el aleteo de sus alas para dar lugar a su muerte ritual y posterior renacimiento.

Se trata de la leyenda del Ave Fénix, una historia presente en casi todos los relatos originarios de los pueblos de la humanidad. Se trata de un ser fantástico que es capaz de renacer a partir de sus propias cenizas. Esta característica lo convierte en un símbolo universal de la muerte generada por el fuego, el principio de la resurrección y la inmortalidad.

Otro elemento destacado en esta leyenda es el rol jugado por el sol, nuestro astro rey, como elemento que posibilita la vida y garantiza los procesos de transformación de todas las formas de vida que crecen bajo su cobijo, incluyendo los seres propios de la mitología de los pueblos.

El Fénix contaba además con una cualidad muy poco difundida, y es que era capaz de vivir sólo del rocío, sin lastimar a ninguna criatura viviente para alimentarse, rasgo que lo convierte en símbolo de delicadeza.

La capacidad de resurgir de sus propias cenizas convirtió al Fénix en sinónimo de resiliencia para el ser humano, enseñándolo a través de su historia a contactar dentro de sí con sus fortalezas y cualidades para poder afrontar las situaciones más difíciles que se le puedan presentar a lo largo de su vida.

También presente en la Tradición Judeocristiana
Se dice que esta ave inmortal estuvo presente en el jardín del Edén. Su morada era un pequeño arbusto de rosas que florecía bajo el famoso Árbol del Bien y del Mal. Fue el único de los habitantes del paraíso terrenal que se negó a probar de la fruta del conocimiento, demostrando así la fortaleza de sus principios y su fidelidad a los preceptos divinos.

Cuentan que cuando Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso por comer de la fruta prohibida por Dios, cayó sobre el nido del ave una chispa de la espada de fuego de un querubín, que lo hizo arder al instante.

De esas llamas surgió una nueva ave que sería conocida a lo largo de la historia como el Fénix. Su plumaje era inigualable, con alas de color rojo escarlata en un cuerpo dorado. Por su fidelidad Dios lo premió con cualidades como la fortaleza, el conocimiento, poseer lágrimas curativas y la capacidad de resurgir de sus cenizas.

Una historia para sanar el espíritu
El Ave Fénix tiene una gran historia, llena de significados, que nos ligan a este ícono presente en el subconsciente colectivo a lo largo de la historia, señalándonos un camino para viajar a nuestra interioridad, contactar con la verdad interna para renacer de nuestras cenizas cuando los procesos de aprendizaje, situaciones y ciclos de experiencias en la vida así lo requieren.

El Fénix nos marca con su historia un camino de autodescubrimiento. El hecho de que sus lágrimas se consideraran sanadoras, nos invita a pensar en que muchas veces en nuestro interior tenemos el elíxir de sanación y superación de problemas tanto de salud como de diversos aspectos de nuestra vida.

Finalmente, el ave mágica nos enseña que somos capaces de reinventarnos al final de cada uno de los ciclos que conforman nuestra existencia, mostrándonos que tras los principios de la muerte y el renacimiento está el secreto de la inmortalidad.

Desde una visión muy particular, se podría decir que este ser mitológico nos invita a mirar dentro de nosotros para preparar un elíxir interno que bien podría llamarse la medicina del Ave Fénix.





EL SANADOR INTERNO (ÍNDICE)

EN MODO CH'I Josnil Rojas (Magazine No. 613)


TAI CH´I, CH´I KUNG Y CÁNCER (parte I)


Josnil Rojas
El pasado mes de octubre se realizaron en nuestro país, Venezuela, diversas actividades para concienciar en relación al cáncer de mama, siendo recurrente, año tras año, el llamado a la realización de la pesquisa con fines preventivos. En relación a esto, vale la pena revisar un poco el aporte que la Medicina Tradicional China (MTC) hace a la prevención y tratamiento de esta enfermedad.

Para empezar hay que aclarar que la MTC se basa en la teoría de la energía, la cual es aceptada por la medicina oriental sin cuestionamientos. Esta teoría propone que todos nacemos con una cantidad de Ch´i esencial (energía vital) que a lo largo de la vida sufre variaciones y por lo tanto debemos equilibrar mediante el consumo de alimentos nutritivos, la ingesta de agua, el aire que respiramos, y lo más importante, el estado emocional y las creencias que guían nuestra existencia, pues lo que tenemos en la mente puede afectar nuestra salud,  capacidad para sanar y longevidad.

En la actualidad el Ch´i, como entidad física, no puede ser medido directamente pero si de forma indirecta, revelándose la influencia que el cultivo del Ch´i tiene sobre nuestro organismo; los indicadores se obtienen de los registros de ondas cerebrales, respuesta cardiovascular, respuestas fisiológicas, biomarcadores de la función inmune, medición inflamatoria, estrés, así como cambios estructurales en nuestro cerebro y ADN.

Los avances en el desarrollo de biomediciones de tipo micro eléctricas, magnéticas, vibracionales y con infrarrojo, prometen expandir los conocimientos referidos a los mecanismos de acción del Ch´i kung y el Tai Ch´i. Por otra parte, se han desarrollado abordajes teóricos para comprender la terapéutica de estas prácticas, entre las cuales se mencionan la psiconeuroinmunología, el efecto de la respuesta de relajación, los efectos de la meditación y, la epigenética. Esta última estudia los factores no genéticos de tipo  ambiental, emocional, estilo de vida y creencias, que afectan la expresión genética, activando y desactivando determinados genes. Todas estas explicaciones teóricas tienen en común la aceptación de la relación bidireccional entre cuerpo y mente, además de que ambas forman un continuo; supuestos compartidos por la MTC.

En China, es común que el Ch´i kung sea incluido en los protocolos de cuidados estándar destinados al paciente con cáncer, pues se tienen evidencias indirectas de los efectos positivos que su práctica regular tiene en el aumento del sistema inmune y en la respuesta inflamatoria, dos elementos asociados a la prognosis del cáncer; así como también en la calidad de vida, fatiga, niveles de cortisol y cognición.

Entre la variedad de formas de Ch´i kung destaca el denominado Ch´i kung Guolin, empleado específicamente para el tratamiento oncológico. Se le reconoce por su forma de caminar acentuadamente estilizada, acompañada por un balanceo coordinado de brazos que resulta de la rotación del tronco y la regulación de la respiración. Este ejercicio de caminar es complementado con la ejecución de otras formas básicas, intermedias y avanzadas, con puntos de acupresión auto aplicados, y con orientaciones para una adecuada nutrición y manejo del estrés. 

En el año 2015, Yang, Wang, Ren, Zhang, Li, Zhu, Cheng, Li, Wayne and Liu, examinaron 500 estudios para evaluar el uso y efecto del Tai Ch´i terapéutico. Encontraron que la mayoría de los trabajos se realizaron con pacientes oncológicos y que cerca del 95% de los estudios reportaron efectos positivos en una o más respuestas primarias de salud, sin evidencia de efectos adversos.

Otra forma revisada ha sido el Ch´i kung de los 5 elementos. Sistema desarrollado por el Maestro Binhui He, donde se emplea la meditación Daoista y la visualización para limpiar, energizar, mejorar la respuesta del sistema inmune y purificar el cuerpo. En el año 1996, un grupo de 13 científicos y profesionales médicos, reunidos en la ciudad de Guangzhou (Guandong, China) concluyeron que el éxito de esta terapia anti-cáncer era significativa y debía ser promovida.

La variedad de formas del Ch´i kung que han sido empleadas en protocolos de investigación y que han resultado efectivas en el tratamiento del cáncer es amplia. Entre las formas más utilizadas se encuentran el Ch´i kung médico, el Ch´i kung Guolin, el Tai Ch´i Chih, el Ch´i kung/Tai ch´i fácil™, el Ch´i kung Kuala Lumpur y  las formas 8 y 24 del Tai Ch´i estilo Yang. Es importante aclarar que hasta la fecha, ninguna de ellas ha sido reconocida como superior a otra.

(Continuará...)

Fuentes:
-Klein, P. (2017). Qigong in Cancer Care: Theory, Evidence-Base, and Practice Medicines, 4, 2.
-Yang, G.-Y.; Wang, L.-Q.; Ren, J.; Zhang, Y.; Li, M.L.; Zhu, Y.T.; Cheng, Y.J.; Li, W.Y.; Wayne, P.M.; Liu, J.P. (2015). Evidence Base of Clinical Studies on Tai Chi: A Bibliometric Analysis. PLoS ONE, 10.




EN MODO CH’I (ÍNDICE)

ARTÍCULOS DEL ARCHIVO NEI DAN (Magazine No. 613)


¡Yo no soy nadie! ¿Quién eres tú?
Emily Dickinson

EL PROYECTO DE SER ALGUIEN ES LA MANERA MÁS SEGURA DE NO SENTIRSE NUNCA COMO UNA PERSONA


Un viejo chiste judío: un rabino levanta sus manos en ferviente plegaria. “No soy nadie” proclama impetuosamente. Un estudiante presencia el rezo y se postra, levanta los brazos y con fuerza dice “No soy nadie”. El que limpia el templo los ve, cae de rodillas, agita los brazos y grita “No soy nadie”. El rabino lo mira y le dice al estudiante “Él, ¿quién se cree que es?”.

Las personas hoy en día tienen un grado tal de incertidumbre sobre el tener una identidad, que hacen del tenerla un proyecto. Quieren crecer y actualizarse a sí mismos. Quieren llegar a ser alguien y le rinden pleitesía fuera de toda proporción a todo aquél que ha llegado a ser un super alguien, una celebridad.

El secreto es que cada uno de nosotros es alguien desde el nacimiento. Somos originales porque tenemos un alma. Al comienzo, no somos, como el pensamiento moderno nos ha hecho creer, una tabula rasa, una pizarra en blanco. Somos personas a quienes nos ha sido ofrecida la experiencia de nuestra individualidad, a lo largo de toda nuestra vida, no importa cuanto dure. Pero hoy hemos olvidado el alma, que el la fuente de la personalidad. Al nacer nos vemos como botellas vacías y primorosamente limpias que quieren ser llenadas.

Es el alma la que nos ofrece un sentido de identidad, y es el daimon, el otro sí mismo, en palabras de Yeats, lo que nos lleva hacia la posesión total de nuestra capacidad como un ser. Al no apreciar al alma profunda que contiene nuestro sentido de nosotros mismos, lo buscamos en los lugares errados y lo imaginamos en la forma equivocada. Este sí mismo no es algo que pueda fabricarse mediante logros, astucia, ejercitación o aprendizaje. No es el producto de auto análisis o comprensión. Es un don, esperando ser aceptado y alimentado en su desenvolvimiento.

No tenemos que merecernos ser una individualidad, pero podemos perder esa consciencia a través de una visión sesgada de la vida. Entonces nos sentimos inseguros y nos esforzamos en recobrar lo que asumimos nunca tuvimos desde el primer momento. Algunos están fuera de sintonía con el nadie que los liberaría del proyecto de ser. Ser la quintaesencia de lo ordinario nos ayuda a encontrar el umbral en donde el ser alguien y el ser nadie se encuentran, donde desaparece el peso de tener que tener una personalidad. El narcisismo es una profunda incertidumbre sobre si podemos soportar el no ser alguien, pero el vivir con el pleno reconocimiento del alma nos otorga una sólida identidad sin importar lo que esté sucediendo en la superficie.

Ya tarde en la vida me convertí en una suerte de alguien. En los limitados círculos de los que leen libros serios acerca del espíritu y el alma, yo era una personalidad. Pero encontré muchas goteras en este reconocimiento. Una vez estaba siendo entrevistado en un programa de radio que me gustaba, y el muy dotado y talentoso anfitrión me dijo que él no había tenido tiempo de leer mi libro porque tenía que estar preparado para otro entrevistado que era más alguien que yo. Otra vez, estando sentado en la mesa de autor de una librería en California, autografiando libros, en el medio de mis quince minutos de "autor firmando libros", el encargado rompió mi foto y el cartel, preparando el lugar para la próxima celebridad. Descubrí la crueldad que encierra la jerarquización debida al status para los que no sean alguien.

Ser alguien es también difícil para algunas personas que me rodean, las cuales se vuelven nadie cuando el foco de la atención está puesto sobre otra persona. También he estado en el otro extremo de la desatención. Comía una vez con el actor André Gregory en un restaurante que él frecuentaba en Greenvich Village. El propietario vino varias veces a nuestra mesa para ver que todo estuviera en orden, y todas las veces, le hablaba a André, sin siquiera dirigirme una mirada. Dentro del resplandor del “alguien” de mi amigo actor, yo no existía.

Ser alguien también nos expone a ser atacados por las mismas personas, que aún reconociendo nuestra individualidad, lo resienten o nos envidian. Porque eres alguien, se sienten celosos y te achacan diversas faltas. Una persona prominente está muy a mano para desplazar la culpa.

Muchos quieren ser alguien y ese apetito probablemente sea natural y esté bien, pero igualmente puede distraernos de la rica vida a nuestro alcance, a medio camino entre ser alguien y no ser nadie. Podríamos pensar que nos gustaría saborear la celebridad, pero aquellos que la tienen, aún cuando disfrutan los tiempos de pavonearse, también sienten sus desventajas y peligros, los obvios, pérdida de la privacidad, crítica pública, y, los menos obvios, los desengaños acerca de que el ser una celebridad pueda resolver el enigma de la vida. Podríamos sorprendernos al saber que el hambre de sentir la propia substancia no muere sino cuando finalmente se desvanece en el fulgor de no ser nadie.

Puede ser que lo que anhelamos no sea la celebridad literal, sino el sentir que la vida tiene sentido, que pertenecemos a esta tierra, que contribuimos y que somos apreciados. Ser una celebridad no garantiza esas necesidades y en verdad, puede ser una profunda desilusión con respecto a nuestras expectativas. Pero ser una celebridad es sólo un síntoma, una evidencia, del poderoso sentimiento de ofrecernos a nosotros mismos, con nuestra pasión y substancia real, y por el cálido y verdadero reconocimiento de los seres que nos rodean.
Thomas Moore
(Traducido de su obra Original Self)
Nei Dan Magazine No. 251 (06-10-09)
Sección: "Del diario de Nani"
(María Margarita López)




SECCIONES MENSUALES Videos Taijiquan y Reseña de Película (Magazine No. 613)

TAI CHI:

EMPUJE DE MANOS
Chen Tai Chi Pushing Hands Feng Zhiqiang



 COLABORACIÓN:
Sun Style Combat Taijiquan (Cortesía de Hernani Jiménez)



RESEÑA DE PELÍCULA:
Monsieur Chocolat.


Título original: Monsieur Chocolat. País: Francia. Año: 2016.
Director: Roschdy Zem. Protagonistas: Omar Sy y James  Thiérrée.

Película biográfica que muestra un periodo de la vida de Rafael Padilla (Cuba 1868- Francia 1917), un afro-cubano que alcanzó gran fama al convertirse en el primer payaso negro. Durante su carrera artística rompió esquemas dentro de la sociedad francesa, introdujo cambios en la comedia y dio inicio a ciertas estrategias de publicidad.

Su historia dentro del mundo cirquense se inicia desde muy jovencito al desempeñarse como asistente de un payaso inglés, Tony Grice, quien ocasionalmente lo incorporaba en sus actuaciones con el nombre de Monsieur Chocolat. El trato que Rafael recibía de éste no era de su agrado y varias veces intentó alejarse de él. Estas ideas y venidas culminaron cuando encontró la oportunidad de representar el papel de caníbal en el circo Delvaux.

En el circo Delvaux trabajaba un payaso británico de nombre George Footit, quien era presionado por el dueño del circo, Monsieur Delvaux, para que hiciera cambios en su presentación y es así como Footit invita a Rafael a incorporarse a sus números cómicos. El caníbal pasa a ser Monsieur Chocolat.

Esta unión resulta ser un gran éxito y la fama de esta pareja de payasos se extiende por toda Francia. Footit y Chocolat fueron los primeros actores del cine mudo filmados por los hermanos Lumiére, sus show fueron los primeros en ser promovidos a través de anuncios publicitarios. También la imagen de estos payasos fue tomada para crear comics así como juegos y juguetes para niños. Chocolat fue el primer payaso en trabajar en hospitales pediátricos por lo que el gobierno francés le concedió la medalla del mérito republicano.

Esta película forma parte de los esfuerzos que se han hecho en Francia para reivindicar a Rafael Padilla y los aportes que generó su participación en el mundo artístico.