martes, 27 de junio de 2017

EDITORIAL (Magazine No. 579)


En nuestras secciones semanales, presentamos "365 Meditaciones Tao" de Ming Dao Deng, con el texto "Comunicación" y en la sección "Cuento": "Los brahmanes y el león" (cuento hindú).

En este número del boletín Nei Dan, traemos, en nuestra sección Videos de la Quincena: Tai Chi:  "When Tai Chi Met Butterly lovers" (coreografía en pareja). Colaboraciones: Chen Tai Chi Chuan vs. Muay Thai.

En las secciones mensuales traemos: la sección "Del diario de Nani" (María Margarita López), con la parte final del texto "Los celos y la envidia" de Thomas Moore.

En la sección "Artículos" les ofrecemos el escrito "El paisaje a tinta en las cuatro estaciones" (Li Chipang).

También les traemos hoy, en nuestra sección "Artículos del Archivo Nei Dan" el texto "Senderos espirituales" (Adaliz Buitriago).


ÍNDICE EDITORIALES

NOTICIAS EI WAI-JIA Y MÁS (Magazine No. 579)

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NOTICIAS NEIWAIJIA VENEZUELA

NEI WAI JIA VENEZUELA

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HORA: 9:00 a.m. a 12:00 m.

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Más información: 0416 8132769 / wuxingchuan@gmail.com

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Horario: 2:00 a 3:00 p.m.

Día: Domingo

Lugar: Jardines de PDVSA La Estancia

Costo: GRATIS

Más información

  • 0412 9838183 (Roberto Chacón)
  • robertochikung@yahoo.com 
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ARTÍCULO (Magazine No. 579)

EL PAISAJE A TINTA EN LAS CUATRO ESTACIONES


Li Chipang
Desde nuestros comienzos como revista nos hemos sentido muy afortunados por contar con la colaboración del conocido pintor cantonés Li Chipang, que en los últimos cuatro números ha creado para nuestros lectores cuatro paisajes que muestran cada una de las estaciones. Durante la charla que mantuvimos en su estudio y que reproducimos a continuación, el Sr. Li describió el proceso creativo mediante el cual plasma el espíritu de aquello que retrata, y analizó los rasgos principales que deberían estar presentes cuando se pintan las cuatro estaciones con tinta china y técnica de pincelada libre.

Naturaleza y mente
Los pintores tenemos un dicho: nuestro maestro es la naturaleza y por eso un buen pintor debe estudiarla cuidadosamente. Algunas personas saben pintar pero no observan bien y, aunque tengan una buena técnica, es difícil que puedan llegar a mostrar el espíritu de lo que pintan. Toda la pintura china, no sólo el paisaje, brota desde nuestro interior y, para lograr que una obra tenga sentido o espíritu, antes tenemos que observar muy bien y reflexionar después.

Desde pequeños aprendemos a pintar utilizando el cerebro para construir la imagen de lo que deseamos plasmar, que es algo muy distinto a reproducir simplemente lo que vemos. Si empleamos la técnica de pincelada libre pintaremos toda la obra en el mismo instante, aunque hayamos pensado la pintura durante un año entero, como ocurre a veces. En nuestro estilo, si la composición o la esencia de un trabajo es óptima entonces surge enseguida, como cuando una persona escribe un poema en el mismo instante en que le llega la inspiración. Sin embargo, para crear una composición realmente buena, la mente del pintor tiene que formar la imagen durante mucho tiempo.


Al enseñar a los alumnos cómo pintar paisajes, a veces estudiamos lo que queremos hacer observando hojas de dibujos o fotos hechas en la naturaleza. Aun así, al realizar una composición de calidad, evitamos copiar el modelo y nos guiamos por una imagen distinta, construida con anterioridad en nuestro interior. Debido a esa visión interna, la obra, una vez terminada, no reflejará ningún paisaje que exista en la realidad, aunque algunas de sus partes sí que sean reales y puedan reconocerse por separado.

Cuando pienso en abordar una pintura normalmente no realizo pruebas mientras construyo la imagen y, cuando la obra ya está formada en mi cerebro, la plasmo sobre el papel. En general, pinto primero la parte principal cuidando que la calidad de la pincelada sea la mejor posible, y el resto no importa tanto. Si voy a realizar un trabajo de grandes dimensiones puede que haga algunos esbozos para saber más o menos cómo va a ser. Sin embargo, cuando pinto ya no puedo ajustarme al bosquejo porque en el estilo libre si una pincelada sale un poco distinta a la original entonces hay que cambiar todo lo que sigue. El boceto siempre representa tan sólo una idea aproximada de lo que voy a hacer, ya que casi nadie puede llegar a repetirlo con exactitud. Al pintar una obra de gran formato también conservo en mi mente, durante todo el proceso, la imagen de lo que quiero plasmar y voy siguiéndola. Esto es muy importante y difícil para la mayoría de los occidentales debido al tipo de educación artística que han recibido, muy distinta de la nuestra.



Pincelada libre e historia
Aquí la mayoría de la gente piensa que la pintura china se realiza sólo en blanco y negro, pero eso no es cierto. Desde el principio de nuestra historia existía pintura con color que normalmente provenía de los pigmentos de la tierra. En una obra antigua esto hace que, con el paso del tiempo, el tono del papel o de las telas se oscurezca y sin embargo, el color no cambie.

Al principio en la pintura antigua se utilizaba la técnica detallada, es decir, que primero se trazaban las líneas y después se rellenaban las formas con el color. En este tipo de pincelada se enfatiza el trabajo con la línea en detrimento de las técnicas de mancha. En la dinastía Tang, el pintor y poeta Wang Wei comenzó a experimentar con la pincelada libre, siendo uno los primeros en manejarla. Esta forma de pintar adquirió una gran relevancia que perduró hasta el periodo Qing, durante el cual se convirtió en el recurso técnico que la mayoría de los pintores empleaba para expresarse. A finales de los Qing, en Guangdong, al sur de China, surgió una escuela llamada Ling Nan, que comenzó a mezclar la pincelada libre con técnicas de acuarela. En la actualidad, la pincelada libre sigue usándose con más frecuencia que la detallada.


Creo que la pintura china está muy influenciada por las distintas corrientes filosóficas, las religiones y los valores sociales existentes en cada época. Por ejemplo, en la dinastía Tang la gente era muy rica y los pintores se expresaban utilizando mucho color. La Song fue una dinastía de científicos y filósofos, por eso el artista pinta sus temas de forma realista, exacta. Por ejemplo, los pájaros se pintaban como en los cuadernos de campo de los científicos modernos. En la dinastía Yuan el emperador era mongol y por eso la sociedad china sufrió un gran cambio. La gente no tenía tanto dinero como en la época Tang pero sus valores sociales eran más libres. En consecuencia, en aquel tiempo los pintores solían plasmar la esencia de lo que observaban, su sentido. Al final de la dinastía Ming aparece Ba Da (Zhu Da), que pinta todos sus temas de forma muy sencilla y por lo tanto con una gran dificultad técnica.


La práctica: raíces y frutos
Nosotros pintamos la piel, el músculo y el hueso de lo que retratamos, es decir, desde la superficie hasta lo más profundo, pero lo primordial es reflejar su espíritu y su movimiento. Cuando un alumno viene a mis clases de pintura, al principio le enseño cómo hacer las pinceladas de forma casi tradicional. Una vez conoce la técnica y la va dominando, entonces empezamos a trabajar el manejo del pincel de forma cada vez más libre. Si desde el comienzo le pido que pinte algo de estilo abstracto o contemporáneo no podrá hacerlo, porque para llegar a esto hay que ir paso a paso, partiendo de una base sólida y una idea clara de lo que queremos hacer. Eso requiere tiempo y, en mi caso, he empleado muchas horas en copiar la pintura de los antiguos y aprender sus métodos con la idea de hacer después algo propio. Los antepasados son la raíz de un árbol y si no aprendemos sus técnicas es imposible que podamos alcanzar los frutos. Ahora, en pintura, muchos jóvenes quieren aprender directamente los frutos y eso quiere decir que la mayoría no tiene raíz. Cuando lleguen a una edad madura su pensamiento se volverá vacío. Si queremos hacer un abstracto en nuestro estilo de pintura primero buscamos entender lo que vemos y después planteamos su forma y su movimiento y, poco a poco, lo vamos transformando hacia algo cada vez más libre. Algunos pintores modernos no saben ni ellos mismos lo que están pintando, así que les sale cualquier cosa y el público no puede entender su obra. Durante todo el proceso de abstracción es necesario que tengamos presente la imagen del objeto original que queremos pintar. Si no lo hacemos así, la obra estará vacía.


La pintura china comienza a tener valor cuando el artista ha pasado por todo un proceso de maduración que va parejo a las edades de la vida. Por ejemplo, primero un niño pinta con su particular visión del mundo. Cuando llega a los veinte años pinta motivos más ajustados a la realidad. En los cuarenta, su pintura se vuelve más abstracta y cuando va hacia la vejez es posible que su composición se haga más sencilla, la pincelada más experimentada, y también que su obra se vea como la de un niño, pero el manejo del pincel ya es totalmente distinto al principio. El pintor que ha hecho una pintura china valiosa no suele ser joven y además ha logrado reunir dos condiciones esenciales: una, que su pincelada es muy madura, y la otra es que tiene su propio estilo y la capacidad de innovar en su arte. Para conseguir eso es necesario escapar de la jaula de los antepasados y mostrar a nuestra manera lo que pensamos y sentimos.


EL PAISAJE A TINTA DE LAS CUATRO ESTACIONES
Si pintamos un paisaje debemos usar la técnica que más se ajuste al motivo que deseemos plasmar considerando sus características, cambios naturales y la hora del día en que nos situamos. De este modo podremos mostrar el clima que puede darse en ese instante. Si existe mucha humedad cargaremos el pincel de agua y usaremos la técnica de mancha. En el caso contrario, el pincel estará casi seco para que en los trazos aparezcan espacios en blanco. Es importante pensar cómo realizar una composición lógica. Por ejemplo, si pintamos un motivo muy seco situado en el mismo plano o cerca de otro húmedo, la pintura no será natural. Una forma correcta de hacerlo sería pintar la parte principal más seca y después, en otro plano, situar unas montañas más húmedas y difuminadas que expresen lejanía. La nieve se trabaja con el pincel más bien seco, a través de los espacios en blanco que se crean.


Para construir la imagen de estas pinturas me he centrado en el paisaje que suele darse en el sur de China, donde las estaciones son periodos muy distintos entre sí y también del resto del país. Es mucho más difícil pintar las cuatro estaciones con blanco y negro que a color, y por eso necesitamos pensar detenidamente cómo expresar los elementos clave de cada una de ellas. A continuación, veremos algunos de ellos. 

Sobre las hojas
En primavera los árboles tienen nudos y brotes que salen del tronco, ramas u hojas. Como son jóvenes y tiernas, si pintamos hojas serán de un tamaño pequeño, con una pincelada flexible. En verano las hojas se pintan muy grandes y oscuras porque están ya maduras y también reflejaremos su mayor dureza. En otoño caen algunas hojas y por eso en los árboles no pintaremos demasiadas. En invierno vemos que la mayoría de las hojas ha caído y que la nieve cubre las que quedan, así como las ramas. También es posible que exista nieve en los troncos de los árboles que tienen la corteza rugosa, y deberemos colocarla en algunos lugares.

Sobre las montañas
Durante las cuatro estaciones las montañas no cambian pero sí la vegetación que las cubre. Normalmente, en primavera se observa una ligera humedad y frescor, y por eso la montaña aparece suave. En verano la vegetación se ve más abundante, densa y oscura, y lo expresaremos a través de la técnica de mancha. En otoño la espesura comienza a disminuir y en invierno, las cumbres más altas estarán cubiertas de nieve, lo que expresaremos aprovechando el blanco del papel.


Sobre las nubes
En primavera las nubes todavía no son muy húmedas, en verano contienen mucha humedad y entonces se pintan más fuertes y densas. En otoño las nubes son muy ligeras y en la pintura que os he hecho pueden verse más espacios en blanco entre las montañas, que representan las nubes. En invierno las nubes no pueden distinguirse tanto, aunque en el cielo tenemos que reflejar la nevada.

Sobre el agua
En primavera el agua se ve más tranquila y en verano arrastra vegetación y cae en forma de cascadas, por eso se pinta en un tono más oscuro. En otoño el agua apenas puede distinguirse y en invierno tiene hielo encima, por eso es muy importante incluir el reflejo de los árboles o el paisaje en el agua y pensar cómo el sol incide en el hielo como en un espejo.


Sobre el vacío
Es posible que tengamos que estudiar el vacío durante toda la vida, porque en una composición todos los elementos deben estar en su sitio justo. El vacío es una parte muy importante de nuestro arte, hace destacar lo lleno y por eso su función consiste en resaltar la parte del trabajo que dará título a la obra, la más importante, bonita y bien hecha. Tendremos que reflexionar cuidadosamente cómo situarlo para lograr el efecto deseado.

Li Chipang nació en Guangdong (Cantón), China, en 1940. Fue alumno de los ilustres pintores Lai Chin-Cheng y Cheng Man-Ching. Actualmente reside en Madrid y ha sido colaborador de Tai Chi Chuan desde su creación.

Revista Tai Chi Chuan No. 9 Otoño 2006
http://www.taichichuan.com.es/articulos/todos-los-articulos-lista/1108-el-paisaje-a-tinta-en-las-cuatro-estaciones



DEL DIARIO DE NANI María Margarita López (Magazine No. 579)

LOS CELOS Y LA ENVIDIA (y Fin)


La envidia
La envidia, similar a los celos en la forma en que apuñala el corazón, es uno de los siete pecados capitales y, sin lugar a dudas, un importante material de la sombra. Una vez más nos planteamos una difícil pregunta: ¿Cómo cuidamos el alma cuando nos presenta la verdosa supuración de la envidia? ¿Podemos examinar este pecado como una manera imparcial y abierta? ¿Podemos percibir qué es lo que quiere el alma cuando nos desgarra con el anhelo de poseer lo que tiene la otra persona?

La envidia puede ser devorada. Puede poblar con su acritud cada pensamiento y cada emoción. Puede hacer que una persona esté como loca, obsesionada, sufriendo por no tener la vida, la posición y las posesiones de otras. “Mis vecinos son felices, tienen dinero, éxito, hijos…y yo, ¿por qué no? Mi amigo tiene un buen trabajo, es guapo, tiene suerte… ¿Qué hay de malo en mí?” En la envidia puede haber una buena dosis de autocompasión, pero lo más amargo es el ansia.

Aunque pueda parecer que está llena de egoísmo, la envidia no es fundamentalmente un problema del ego. Carcome el corazón. En todo caso, el ego es el objeto del poder corrosivo de la envidia. No, se trata de un exceso de ego; es una actividad del alma, un doloroso proceso que tiene lugar en la alquimia del alma. El problema del ego es cómo responder a la envidia, cómo reaccionar ante los repugnantes deseos que inspira. Frente a ella, nuestra tarea—que a estas alturas ya no debería sorprendernos—es descubrir lo que quiere.

Las compulsiones siempre están hechas de dos partes, y la envidia no es la excepción. Por un lado, es un deseo de algo, y por otro, una resistencia a lo que realmente quiere el corazón. En la envidia, el deseo y la autonegación colaboran para crear un sentimiento característico de frustración y obsesión. Aunque tiene un toque de masoquismo—el envidioso piensa que es víctima de la mala suerte—interviene también una fuerte testarudez, en forma de resistencia al destino y al carácter.

En las garras de la envidia, somos ciegos para nuestra propia naturaleza.

Es obvio que allí donde hay un claro masoquismo, el sadismo no anda lejos. El sádico envidioso lucha fervientemente contra lo que le ofrece el destino. Se siente despojado y estafado. Como está tan desconectado del valor potencial de su propio destino, tiene la rebuscada fantasía de que los demás cuentan con la bendición de la buena suerte.

Lo importante para cuidar del alma envidiosa no es liberarse de la envidia, sino dejarse guiar por ella para volver al propio destino. El dolor de la envidia es como un dolor en el cuerpo: hace que nos detengamos para fijarnos en algo que funciona mal y necesita atención. Lo que funciona mal es nuestra visión de primer plano, que se ha vuelto borrosa. La envidia es una hipermetropía del alma, una incapacidad de ver lo que tenemos más cerca. No llegamos a ver la necesidad y el valor de nuestra propia vida.

Conocí una vez a una mujer que sufrió durante años una aguda, refinada e implacable envidia. Durante todo el día hacía su trabajo en la fábrica, empeñada en mejorar su vida, y por la noche se ocultaba en su casa. Le resultaba insoportable ver la plenitud de la vida que llevaba otra gente a su alrededor. Se sentía inconsolablemente solitaria y del todo desdichada. Una y otra vez, describía detalladamente la felicidad de sus amigos. Se conocía todo lo bueno que les sucedía. Cada vez que se enteraba de algún nuevo éxito o golpe de suerte de alguien, lo sentía como un golpe, como un clavo más remachado en el cofre de pensamientos envidiosos que llevaba consigo continuamente. Sus amigos y amigas tenían dinero, una buena familia, un trabajo satisfactorio, compañerismo, una estupenda vida sexual. Al escucharla se tenía la impresión de que todo el mundo era bienaventuradamente feliz, y ella la única que soportaba la carga de la soledad y la pobreza.

El lado oculto del masoquismo es la tiranía deliberada. La desdicha de aquella mujer disimulaba su rigidez. A esos mismos amigos a quienes envidiaba, los juzgaba sin misericordia alguna. En su propia familia, revoloteaba alrededor de sus hijos, que ya habían pasado de los treinta, e intentaba controlar todos sus movimientos. Parecía que consagrara desinteresadamente su vida al bienestar de sus hijos privándose ella de todo, pero además se complacía en hacerse cargo de las vidas ajenas. Su envidia reflejaba su preocupación por la vida de los demás y la forma en que descuidaba la suya.

La envidia. Grabado de Jacob Matham

Cuando vino a verme para que la ayudara, pensé que podría invitar a su envidia para oír qué era lo que tenía que decir. La paciente, por supuesto, afirmaba que deseaba que yo le encontrara una hábil manera de salir de todo aquello. Pero la envidia es como los celos; el envidioso siente por ella un verdadero apego, y le gustaría que todos los demás se vieran arrastrados hacia ella. Una persona que habla de su envidia es como un misionero que trata de ganar conversos para su religión. El mensaje oculto en el relato de la envidia es: “¿No estás tan escandalizado como yo?” Pero yo no quería dejarme atrapar por esa dimensión del mensaje, sino saber que estaba haciendo allí la envidia, y con qué intenciones.

Era verdad que esa mujer se había criado en una familia que no tenía mucho dinero ni medios suficientes para ellos y sus hijos. Además, su estricta educación religiosa le había dejado muchas inhibiciones referentes a la sexualidad y al dinero, y una serie de ideas fijas sobre la obligación de sacrificarse por los demás. Había pasado por dos matrimonios y los consiguientes divorcios, difíciles y dolorosos. Pero estos hechos no bastaban para explicar su abrumadora envidia. Por el contrario, al recitar su lista de desdichas cada vez que podía, la mujer racionalizaba su estado. Aquellos convincentes argumentos formaban parte de su complejo; le servían para mantener la envidia bien aceitada y en perfecto funcionamiento.

Irónicamente, las coléricas explicaciones que se daba por su mala suerte no le permitían sentir el dolor de su pasado. A menudo, los síntomas son evidentemente dolorosos, pero es probable que al mismo tiempo estén protegiendo de un dolor más profundo, asociado con la necesidad de conocer y afrontar las realidades fundamentales del destino. Era como si su envidia absorbiera dentro de sí misma todo aquel dolor y le proporcionara una extraña manera de no reconocer su pasado.

Empezamos nuestro trabajo pasando revista lentamente a sus muchísimas historias de privación. Yo estaba atento a las maneras que tenía de distanciarse sutilmente del sufrimiento y no tomar conciencia de él. Por ejemplo, buscaba excusas para su familia: “Lo hicieron lo mejor que sabían. Tenían buenas intenciones”. Procuré ir más allá de estas racionalizaciones de modo que ambos pudiéramos sentir la tristeza y el vacío que habían acompañado su pasado, y reconocer además las limitaciones y los fallos de sus padres.

En presencia del sufrimiento que genera la envidia, es fácil caer en la tentación de dar ánimos: “Usted es capaz de hacerlo. Puede tener cualquier cosa que se proponga. Es tan inteligente como cualquier otra persona”.

Pero esta manera de abordar el problema cae directamente en la trampa que tiene la envidia: “Yo intentaré encarrilar mi vida, pero sé que el proyecto está condenado al fracaso desde el principio”. El verdadero problema no reside en la capacidad del individuo para llevar una buena vida, sino en su capacidad para no llevarla. Si evitamos la maniobra compensatoria que representa caer en el pensamiento positivo y de apoyo, podemos aprender en cambio a honrar el síntoma y dejar que sea éste el que nos guíe hacia la mejor forma de cuidar el alma. Si en la envidia la persona lamenta que su vida no sea mejor, entonces tal vez sea buena idea sentir profundamente ese vacío. Los deseos pueden ser triviales instrumentos de represión, que llaman la atención sobre posibilidades superficiales y nada realistas como defensa contra el vacío, que es tan doloroso. Estaba bastante claro que lo que le faltaba a esta mujer era la capacidad de sentir su propio sentimiento de desolación y vacío.

Una vez que empezó a hablar con mayor sinceridad de su vida hogareña y con más realismo de sus amigos, que tenían tanta mala suerte como puede tener cualquiera, el tono quejumbroso de la envidia en su voz cedió el paso a algo más sólido y sobrio. Entonces esta mujer pudo asumir mejor la responsabilidad de su situación, hasta que con el tiempo llegó a mejorarla.

Tanto en los celos como en la envidia, las fantasías son poderosa y totalmente cautivadoras, y sin embargo, flotan en una atmósfera en cierto modo apartada de la vida real. Son ilusiones, imágenes a las que se mantiene a raya para que no puedan afectar directamente a la vida. Pero entretenerse en una vida imaginaria es una manera de esquivar el alma, que está siempre de alguna manera, ligada con la vida. Como síntomas, los celos y la envidia mantienen la vida a una distancia segura; como invitaciones para el alma, ofrecen maneras de adentrarse en el propio corazón allí donde es posible recuperar el amor y el apego.

El hecho de que tanto los celos como la envidia se resistan a la razón y a los esfuerzos humanos por arrancarlos de raíz es una bendición. Así nos piden que nos hundamos más profundamente en el alma, más allá de las ideas de salud y felicidad, en el seno del misterio. Son los dioses quienes se ponen celosos y envidiosos, y sólo si llega a tocar ese lugar profundo de la actividad divina puede el individuo hallar una respuesta que lo transforme, que lo lleve a un lugar desconocido donde se agita el impulso mítico. En última instancia, estas inquietantes emociones nos abren un camino hacia una vida vivida con más profundidad, madurez y flexibilidad.

Nuestra tarea es cuidar del alma, pero también es verdad que el alma cuida de nosotros. De manera que la expresión “cuidado del alma” se puede entender en dos sentidos.  En uno de ellos, hacemos todo lo que podemos por reconocer y honrar lo que el alma nos presenta; en el otro, el alma es la que nos cuida. Incluso en su patología, y quizás especialmente en ella, el alma cuida de nosotros ofreciéndonos un camino de salida que nos aparte de un estrecho secularismo. Su sufrimiento sólo puede ser aliviado por el restablecimiento de una sensibilidad mítica particular. Por lo tanto, su sufrimiento inicia un avance hacía un aumento de la espiritualidad. Irónicamente, la patología puede ser un camino hacia una religión plena de alma.
Autor: Thomas Moore