martes, 8 de noviembre de 2016

EDITORIAL (Magazine No. 552)



Para abrir esta sección, traigo un poema del escritor venezolano Santos López (1955-), muy apropiado para el tiempo de merma que hoy vivimos en nuestro país:

RITUAL DEL HAMBRE

Con este velón en el río
ilumino los cuatro vientos
y las dos personas que soy

la noche es decir

bebo la palabra
rincón de muelas       salivas y vientos
(cuatro vientos son un río)

hablo de no sé      no sé

Orejas       oír entonces
un       do      ma      siete
entonces la boca sonaba entonces

algo de algún terror me anima

me espanto o paro
eso estoy pensando

volver a oasis muertos
vida enferma sobre climas

de noche mis uñas salen a comer
costra profunda que no toco




Hoy traemos, en nuestra sección Videos de la Quincena: Cómo no todo es Tai Chi: Colaboraciones: Take Five - Al Jarreau 1976 / "Caminar: un pasatiempo de vagos y maleantes" (corto) / "Van Gogh en movimiento". Música: Caludio Monteverdi: Madrigales. Libro IV, V y VI (II parte) de madrigales.

En la sección "Caleidoscopio" (Yilda Conquista) traemos la antepenúltima parte del texto "La importancia de la casa, según Lin Yutang (VII)".

En la sección "Artículos" les traemos el escrito del Shifu Javier Vásquez: "Chen Jiagou: lugar de todo lo posible". En este texto, Javier nos cuenta sobre su última visita a Chen Jiagou, la villa de los Chen, lugar donde nació el Tai Chi Chuan, el Campeonato Élite de Chen Tai Chi de Chen Jiagou, y su encuentro con el Gran Maestro Chen Zhenglei y sus hermanos discípulares.

También les traemos hoy, en nuestra sección "Artículos del Archivo Nei Dan" el texto "Los celos son una emoción humana natural y creativa que puede escaparse de nuestro control" (Thomas Moore).


ÍNDICE EDITORIALES

NOTICIAS NEI WAI-JIA Y MÁS (Magazine No. 552)

RECOMENDACIONES DEL MAGAZINE:

CINE:
  • La delgada línea roja (Sean Penn, Adrien Brody, James Caviezel, George Clooney y John Cusack / Dir.: Terrence Malick / TV Filme / HBO)
  • Dos días y una noche (Marion Cotillard , Fabrizio Rongione y Catherine Salée / Dir.: Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne / TV Filme / ISAT)
  • Desayuno en Tiffani’s (Audrey Hepburn y George Peppard / Dir.: Blake Edward / TV Filme / Fox Classics)


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ARTÍCULOS (Magazine No. 552)

CHEN JIAGOU: LUGAR DE TODO LO POSIBLE


Wenxian, Chen Jiaguo, China.
-Septiembre 29 a Octubre 10-
Definitivamente Chen Jiaguo es un sitio de experiencias de todos los estilos, colores y sabores. Mi travesía inicia desde mi casa, Tenerife, hasta Chen Jiaguo, haciendo dos vuelos relativamente cortos, dos horas y media y otro de dos horas. Tenerife-Madrid-Frankfurt y uno de larga distancia Frankfurt-Beijing, en un gran Super Jumbo 380- 800, con capacidad para transportar 800 pasajeros. Me impresiona sobre manera los inmensos avances de la ingeniería aeronáutica. Y a ello hay que agregar un viaje en tren de alta velocidad desde la ciudad de Beijing hasta la capital de la provincia de Henan, Zhengzhou, fue un recorrido de 700 kilómetros en 2 horas 20 minutos.


Desde la ciudad de Zhengzhou, personalidades de la organización me esperaban para llevarme en un coche privado hasta la ciudad Wenxian, a 10 minutos de Chen Jiaguo. Muchas horas de viaje, pero sin perder la emotividad que me mantenía con la mente viva y vibrante para tomar parte en este gran encuentro de discípulos y estudiantes. Describo esto de manera asombrosa ya que me siento bendecido por este universo que nos cobija a diario y que no deja de sorprenderme a mí mismo…¡uuufff!


Al fin arribé al hotel y ya tenían todo preparado. Solo tenía que estampar mi firma, hacer una transferencia de fondos, recoger el material y algunos obsequios que me darían una huella más de inspiración a la continuidad de mi labor, y muy sonriente me dirigí a mi habitación a dejar todo para ir a cenar. En el salón comedor estaban mis amigos y hermanos de Manchester-Inglaterra, Roma-Italia, USA, Singapur, Korea del Sur, Kazakhstan y otros países más. Una inmensa sonrisa y enorme fraternidad entre todos por estar unidos, hermanados y con la mente llena de buenos recuerdos. Al rato todos nos propusimos ir al descanso, luego de tantas impresiones.


El nuevo día empezó con un gran amanecer y un inmenso cielo azul muy despejado, muchas sonrisas y un cálido desayuno. Ya en disposición, nos llevaron en autobús a la entrada del museo de la familia Chen donde estuvimos en espera de la organización. Al llegar nos ubicaron para entrar al recinto y contribuir con el saludo respetuoso a los ancestros que nos han dejado este legado y, a continuación, la gran foto unifamiliar. Ya hecho todo esto como parte protocolar, nos llegó el mediodía en el que retornamos a nuestro sitio de partida para prepararnos en la tarde (14:00) como evaluadores y observadores de todo el Campeonato Élite de Chen Taiji de Chen Jiaguo, el cual tuvo una duración de dos días intensivos.


Para este campeonato habían 1.200 participantes inscritos y 800 de ellos estarían presentes en los diferentes cursos que se darían a partir de que se terminara el mismo. La competición mostró todas las características del Estilo Chen: Ejecución de Manos libres, Espada, Sable, Guandao, Lanza, Bastón, Doble Espada y Sable y Empuje de manos. Para finalizar hubo exhibición de parte de algunos de los alumnos más aventajados del gran master como: Wang Hai Jun, Fu Nen Bin, Chen Ton Sien, Zhan Dong Wu y otros. Fue un momento de gran interés poderles ver en vivo y saber que tenemos la posibilidad de estar y entrenar junto a ellos.


La última gran exhibición fue a cargo de nuestro respetado maestro Chen Zheng Lei. Impresionante verle demostrar tanta gentileza y maestría de movimiento. Cada expresión suya es digna de aplausos, su fajín es muy suave, sutil y, a la vez, es como la imagen y cualidad del viento, suave y penetrante.

Después de tantas emociones por las actividades y actuaciones anteriores tocaba respirarlo todo.

Llega el amanecer y con él un encuentro con una nueva luz. Un inicio de clases para los Bai zi, Discípulos, del gran master Chen Zheng Lei. Reunidos todos en un gran pabellón, temprano en esa mañana, donde nos mirábamos haciéndonos preguntas y recordando disimuladamente nuestros movimientos. Otros caminaban y se frotaban las manos de la incertidumbre que vivían. Luego de unos minutos aparecieron nuestros maestros y guías del entrenamiento que eran 5 maestros ayudantes del gran maestro Chen Zheng Lei. Cada día daban el calentamiento general al cual el gran maestro se unía a nosotros a hacerlo también. Cuando terminaba esta primera parte, para entrar en calor, hacíamos las estructuras: Laojia Yilu, Xinjia Yilu y Xinjia Er Lu. Al terminar esta fase nos íbamos a hidratar nuestras emociones, pensamientos y cuerpo. Retomando la actividad, tomaba el espacio el maestro Chen, nosotros nos sentábamos para escuchar sus comentarios, y decía: DEBEMOS ENTENDER ALGO SOBRE EL PROGRESO PERSONAL...El maestro es un apoyo, un guía, una parte fundamental para crear la base y, sobre esa base, estimular el crecimiento personal, cultural, social y espiritual. El maestro te propondrá vías y caminos hacia donde puedas marchar, pero el estudiante deberá disponer el cómo iniciar sus propósitos de crecimiento. Saber cómo llegar a tu esencia. Siempre hablamos de ENERGIA pero nos movemos incorrectamente, pensamos en la cordura y no saciamos nuestro equilibrio. ¿Hacia dónde caminaremos en este sendero?


El maestro Chen Zheng Lei, contó que su hermano, Chen Xiao Wang, se le acercó un día y le comentó lo siguiente: “he llevado a algunos alumnos a un encuentro de Taichi y Tuishou, y decidí hacerlo puesto que me preguntaban que si era posible y al ver tanta necesidad de mostrarse a otros. Al final de la competición, uno de ellos, quien mostraba más atrevimiento y petulancia, no tuvo el éxito que esperaba y empezó a decirles a todos que su Shifu no le había enseñado bien.” Entonces, el maestro Chen Xiao Wang dijo, que difícil es ser profesor…… lo das todo por un grupo de personas-alumnos, para que ellos comprendan el buen hacer del camino hacia donde la vida misma nos conduce…


Nuestro gran maestro Chen Zheng Lei, cada día en la mañana y al reiniciar en la tarde y previo al calentamiento, nos hacía leer unas páginas del libro DI ZI GUI, “EL MEJOR ALUMNO”. Libro que se hizo muy importante en la antigua China, pues contiene escritos extraídos de las Analectas de Confucio. Este libro es imprescindible tenerlo y ponerlo en práctica en cada momento. Los estudiantes deben encomendar sus tareas a la buena disposición moral, cultural y social para ejercitar el buen ejemplo a nuestra sociedad, y de eso se trata. Nuestro entrenamiento pasa por distintos modelos en los cuales debemos atender como discípulos y personas de juicio. Hemos entrenado las estructuras de la familia CHEN, su Empuje de manos, diferentes paradigmas del entrenamiento y percepciones de las que cada uno se revitalizaba por recomponer su estatus personal y humano. Cada día era una prueba interesante donde se mostraba el ego, la ambición y, en otros, la pura concepción de la realidad binaria, la ruta del equilibrio. Finalmente reímos, nos miramos y escuchamos abriendo más nuestros orificios para que se inundasen de un nuevo manjar, por saber más del ser y estar.


Llego nuestro último día de despedida, entrenamos con el maestro, hicimos una buena práctica variada y nos nutrimos de buenos augurios de su parte y luego nos dirigieron a otro lugar, un espacio en donde tuvimos un gran almuerzo, un gran e inmenso salón de actos donde solemos congregarnos cada vez que se hace una convocatoria de este calibre. Fue la oportunidad de hablarnos, comer y enzarzarnos en nutridas y agradables conversaciones, brindar con la Shimu, mujer del maestro, el gran maestro Chen y los alumnos más aventajados.


Nos despedimos con las ansias de que nuestro próximo encuentro y que no tengamos que esperar tanto para poder vernos y disfrutar de una hermandad tan sin igual como la vivida ahora. Y el tiempo nos va diciendo y guiando hacia un buen y esperanzado nuevo amanecer. Será hasta la próxima, cuando Chen Jiaguo vuelva a ser nuestro sitio de reunión como asiduos investigadores en el arte del Chen Taichi Chuan.

Shifu Javier Vásquez



CALEIDOSCOPIO Yilda Conquista (Magazine No. 552)

LA IMPORTANCIA DE LA CASA, SEGÚN LIN YUTANG (VII)

En el llano, del desierto seco y polvoriento pasamos sin transición, con el “invierno”, al tremedal y el estero. Los llanos bajos se inundan en época de lluvias y la fauna de los grandes ríos aprovecha para ingresar a estas sabanas inundadas. Al caracterizar las aguas estancadas, Bachelard dice, hablando de Edgar Alan Poe, que el contemplarlas es desanimarse, disolverse, morir. Recuerda el fenomenólogo de la imaginación, que para Heráclito “el oscuro”, el agua era la muerte misma. Baco (Dioniso) es llamado el señor de todas las humedades, y, para Heráclito, Dioniso es otro nombre de Hades.

Sobre este tipo de agua “muerta”, Enrique Bernardo Núñez escribió: “Desdeñaba al pasar el agua verde, fangosa, dormida entre la vegetación, agua redonda que centellea en la espesura como ojo de fiera en acecho.” (La galera de Tiberio). Un poeta chino de la dinastía Tang, Chan Jian (Ch’ang Chien), escribió estos versos: “Una diminuta barca que se deslizaba / a través del lago / impulsada, como el humano destino, sobre / Un mundo de ocultos peligros.”


Pero la muerte que prefiguran las aguas estancadas en el llano tiene un simbolismo redoblado por la naturaleza atroz que pulula en los esteros y caños: caimanes y babas, anacondas, sierpes venenosas, pirañas (¡caribes!), tembladores y rayas, infectan las aguas cenagosas. Leemos en Doña Bárbara:

“Ya el estero está lleno, porque el invierno se ha metido con fuerza. Un día asoma a flor de agua la trompa negra de una baba. Ya aparecerán también los caimanes, pues los caños se están llenando de prisa, y en la llanura por todas partes se va a todas partes. Los caimanes también vienen desde lejos, del Orinoco muchos de ellos; pero nada cuentan, porque todo el día se lo pasan durmiendo o haciéndose los dormidos. Y mejor es que se estén callados. No podrían contar sino crímenes. […]
 Con el alba comienza la recolecta. Los recogedores salen en curiaras, pero terminan echándose al agua, y con ella a la cintura, entre babas y caimanes, rayas, tembladores y caribes, desafían la muerte gritando o cantando, porque el llanero nunca trabaja en silencio. Si no grita, canta.” 
Y en otro libro interesante, Llanos: tierras brutales, de la francesa Jeaninne Fiasson:

“Tierras brutales, en donde los juegos consisten en el dominio de toros salvajes, atados a la cola de los caballos, tierras de hombres solos en donde se intercambian apuestas insensatas, a golpe de machete, alrededor de gallos que manan sangre de los combates. Tierras de contrastes en donde los jinetes que doman sus caballos atraviesan a nado los ríos al lado de su montura, espantada por los caimanes, los caribes, las rayas y los tembladores; ¡que luchan con una lanza contra un jaguar, que voltean al toro, acostándose sobre él para desequilibrarlo y que tiemblan frente a un fuego fatuo que corre sobre las hojas podridas del suelo del bosque!”

Pero estas aguas fangosas tienen un poder aún más letal que su terrible fauna: la plaga, la fiebre. El paludismo y la fiebre amarilla, entre otras pandemias, configuran la terrible arma biológica del llano en contra de la humanidad.

“¡Llueve, llueve, llueve! Y se desbordan los caños, y se inundan los esteros, y empiezan a caer los hombres, fulminados por la «calentura», tiritando de frío, castañeteando los dientes, y se ponen pálidos y se van volviendo verdes, y empiezan a nacerle cruces al cementerio de Altamira, que es apenas un pequeño rectángulo cercado de alambre de púas en medio de la sabana, porque al llanero, hasta después de muerto, le basta con estar en medio de su sabana.” (Doña Bárbara).

Otra polaridad complementaria señala Bachelard, que puede servir para entender la estepa sudamericana y a sus habitantes: lo húmedo y lo caliente. Su mezcla, la humedad caliente, según algunas cosmogonías, anima la tierra inerte y hace surgir la vida. El calor seco del verano es propio del colérico, según la teoría antigua de los humores. Mientras que el calor húmedo favorece al sanguíneo. En estos dos humores encontramos esbozados las polaridades del temperamento exterior del llanero; aquel que recubre el fondo oscuro del melancólico, del hombre del elemento tierra y la bilis negra.


Es obvio, por lo antes descrito, que la polaridad “sequedad caliente” y “humedad caliente” se da en forma demasiado extrema en el llano colombo-venezolano. De manera que un exceso de vitalidad, de naturaleza ponzoñosa y letal, anima en demasía la llanura inerte y reseca, una vez llegadas las lluvias. Una humedad caliente que parece resucitar al “mundo perdido”, el reino de los anfibios, los reptiles arcaicos y los pantanos de los períodos carbonífero y pérmico (paleozoico). Del que surge no el aliento vivificador que los chinos ven en todas las cosas animadas y en las mutaciones cíclicas del cosmos, sino un aliento de muerte, pestífero, exterminador.

O. V. de L. Milosz escribe que estamos hechos de arcilla y de lágrimas –recuerda Bachelard: “Un déficit de penas y de lágrimas y el hombre es seco, pobre, maldito. Demasiadas lágrimas, falta de coraje y de rigidez en la arcilla da otra miseria: ‘Hombre de arcilla, las lágrimas han ahogado tu cerebro. Las palabras sin sal corren por tu boca como el agua tibia.’”

Bachelard también señala un punto importante sobre el barro y la arcilla, la pasta, la unión de la tierra y el agua. Esta pasta es un esquema perceptual fundamental del materialismo, pues la pasta “libera nuestra intuición  de la preocupación por las formas”. Este barro llanero, tan presente en El hombre y su verde caballo, quizá haya aportado un materialismo primigenio y telúrico al ser del llanero que lo preservó de lo que Rafael Argullol llama la mayor herida recibida por la consciencia humana, causada al concebirse abstractamente un Dios infinito y omnipresente como la vastedad del desierto, inimaginable e irrepresentable, tal como le ocurrió al pueblo judío. Pueblo que se define por la religión monoteísta que profesa. Tengamos en cuenta que en la América pre-colombina, los guaraníes, habitantes del chaco y del norte de la región pampeana, habían caído, conducidos por “profetas”, en una agitación migratoria, parecida a la búsqueda judía de la “tierra prometida”. El llanero, más cercano a la migración belicista y rapaz de caribes y conquistadores, no tendrá en la religión una motivación para levantarse en armas y cabalgar en pos de tropelías, violaciones y saqueos.

“Los dos hermanos trabajaban en organizar un ejército, recogiendo a los descontentos, enviando emisarios bien provistos de patrióticas mentiras para el pueblo y de promesas de saqueo para los llaneros salvajes.” (J. Conrad. Nostromo)

Pudiéramos hablar del paisaje como la “madre-paisaje”. Por eso Lezama habla del paisaje americano como un espacio gnóstico que “esperaba una fecundación vegetativa, […], esperaba que la gracia le aportase una temperatura adecuada, para la recepción de los corpúsculos generatrices.” (Sumas críticas del americano).

La misma naturaleza es maternal, de ahí la expresión “Madre Naturaleza”. De sus elementos constitutivos, el agua es el más femenino y maternal, al punto que Bachelard señala que el agua es el único elemento que acuna.

La triple Diosa o Diosa Madre neolítica, tiene tres representaciones: la madre, la doncella o virgen, y la vieja (muerte). Ella es más cruel y generosa que todos los dioses patriarcales que históricamente superpusieron sus cultos a los de la Diosa.

Venus Neolítica

Es evidente que María Lionza pertenece a un culto de la doncella tipo Artemisa, diosa de las tierras vírgenes y de la naturaleza salvaje. Su apellido, león-onza, es bien específico al respecto y se la representa cabalgando una danta (en otros relatos, cabalga una onza). De Artemisa se decía que era “señora de los animales”. Su nombre, María, enfatiza los aspectos virginales. A su vez, Artemisa era triple, como en la mitología griega, donde junto con Selene (celeste) y Hécate (inframundo), forman la trinidad lunar.

Sabemos por el mito de Acteón, lo cruel que puede ser Artemisa. Acteón la vio desnuda por casualidad, y la diosa, ofendida, lo transformó en ciervo y lo hizo devorar por sus propios perros. Artemisa aparece también en el mito de Ifigenia. Agamenón mató un ciervo sagrado y, en castigo, Artemisa calmó los vientos que iban a llevar a la flota griega a Troya. Para apaciguarla, Agamenón sólo podía hacer una cosa: sacrificar a su hija Ifigenia. Se dice que Artemisa sustituyó a Ifigenia por una cierva, y se la llevó a Táuride, en Crimea, para que fuera su sacerdotisa. Esta filiación entre Artemisa (María Lionza) e Ifigenia (María Eugenia Alonso) pudiera ayudar a establecer esas conexiones entre esas imágenes caras al inconsciente colectivo nacional, entre la atávica Doña Bárbara y la moderna María Eugenia Alonso. Tomemos en cuenta que según el mito, María Lionza también era una niña que iba a ser sacrificada al dios de las aguas, el Gran Anaconda.

Artemisa representa una autonomía con respecto al mundo de los hombres, y hasta una actitud de frontal rechazo respecto a éstos. Por otro lado, la Triple Diosa como diosa de la fertilidad, la agricultura y la maternidad (Deméter, por ejemplo), está fuertemente encontrada con nuestro ser histórico nacional, según leemos en el ensayo “El miedo”, de María Margarita López.

Si la naturaleza maternal, como el agua del paisaje llanero, está estancada o, como a principios de la temporada de lluvia, baja en torrentes y crecidas que barren con todo, comprendemos que ese aspecto se halle debilitado en nuestro imaginario. Ambos tipos de aguas, muy peligrosas, abismales, como dirían los chinos, no pueden concebirse como susceptibles de acunar a nadie. El estancamiento cenagoso tendría que ver con la imagen de la muerte, como ya hemos indicado. La fuerza de las crecidas, con el poder destructor de la naturaleza.

En el mito vernáculo, María Lionza se hace diosa de las aguas (manantiales, lagunas, arroyos, ríos), porque su consorte místico, el dios de las aguas -Gran Anaconda-, crece a tal punto que estalla provocando una gran inundación, al intentar el padre de la doncella separarles.


Las aguas estancadas reforzarían lo que dijo el psicoanalista Rafael López Pedraza, de que el psiquismo del indio (del indio interior que todos los americanos, mestizos o no, llevamos en nuestro inconsciente) es un inmovilizador del alma, del desarrollo del psiquismo. Ese estancamiento sería concomitante con el silencio del indio: “El silencio del indio es un estado del alma. Un estado del alma que duraba siglos”, escribe Enrique Bernardo Núñez en La galera de Tiberio.

A ese estancamiento vegetativo y ponzoñoso del estero inundado, se le contrapone el agua de la crecida y el torrente que irrumpe con el sonido de un trueno. Siguiendo a Bachelard al referirse a las investigaciones sobre mitología de Charles Ploix, está característica del enfado y el poder de la Triple Diosa, es usurpado por un dios patriarcal celeste (del cielo nublado, encapotado): Poseidón (Neptuno). Este sería el “dios de las aguas dulces” y de la vegetación, primeramente, antes que de los océanos.* También, por ende, es un dios de la lluvia y de los nubarrones. También es el dios de las fuentes, su parte masculina.

Poseidón es, arquetipalmente hablando, un dios de los instintos básicos, de las emociones más elementales, viscerales. Su fuerza destructora puede arrasar con todo, y no deja nada incólume al pasar, incluyendo a las mujeres. Se le considera un dios pasional, regido por el cerebro reptil. Es turbulento, agitado, vengativo y rencoroso. Tiene muy poco contacto con lo femenino o Yin. La ira y la rabia (voluntad de dominio), son las emociones que privilegia. Por ende, le atrae el poder. Es exuberantemente fálico (tridente) y promiscuo. Sus símbolos son el caballo (la parte inferior del centauro) y el agua que cae o corre, o se mueve, es decir, la energía del agua. También es el dios de los terremotos, seguramente por asociación con el trueno que hace temblar la tierra (como dice el I Ching) y con el tronar de las crecidas torrenciales. También se le asocia con trastornos psíquicos, como la epilepsia.

Por esa energía bestial de Poseidón, en la mitología griega este dios es responsable de varias violaciones. Una de ellas es la de Deméter, quien huyó de él transformándose en yegua, pero el dios la forzó convertido en caballo. El resultado de esta unión forzosa fue Arión, un caballo que hablaba. También violó a Medusa en un templo consagrado a Atenea, y por ello la Diosa Atenea la convirtió en monstruo. Un hijo de Poseidón es el cíclope Polifemo.


Ahora veamos algunas resonancias históricas. Herrera Luque señala que nuestro mestizaje comienza con la violación masiva que de las mujeres indígenas capturadas hicieron los conquistadores españoles. También señala que éstas quedaron atrapadas por la sexualidad de los españoles, que les gustó, cosa que muchos consideran una contradicción. Pero éstos no han tomado en cuenta psicopatologías como el síndrome de Estocolmo, donde la víctima de rapto y violación desarrollan una fuerte afectividad por sus captores y violadores.

Tomemos en cuenta otro hecho acaecido en la Venezuela precolombina: los pueblos de lengua arawak (arahuacos) que habitaban el territorio en tiempos del descubrimiento de América, sufrieron la embestida de los caribes que venían del sur, los cuales practicaban la exogamia. En el caso de los arahuacos, los caribes practicaron la exogamia forzada, matando a los hombres arahuacos y quedándose con sus mujeres. El lenguaje de muchas etnias arawak sobrevivió porque a la llegada de los conquistadores, había mujeres de los caribes que todavía lo hablaban. Se considera que los pueblos arawak eran culturalmente más avanzados que los caribes, los cuales, además de su legendaria ferocidad, ni siquiera habitaban en poblados que pudieran llamarse tales. Carlos Fuentes dice que ante la manía de idealizar a todos los indígenas americanos, hay que recordar el comportamiento extremadamente cruel de naciones como los aztecas con sus pueblos vecinos, o, en nuestro caso, el de los caribes con otras etnias indígenas.

Lo cierto es que las madres ancestrales del mestizaje nacional, sufrieron secuestro y violación. Y luego, sin muchas opciones respecto a sus captores, hicieron familia con estos. Lo cual las hizo víctimas, además, de la acusación de malinchismo (de la Malinche, mujer indígena de Hernán Cortés), en el sentido de traicionar a los suyos y preferir a los invasores extranjeros. Algo muy parecido debió ocurrir con las mujeres africanas traídas como esclavas.

Esto debe haber creado, en nuestra psique colectiva, una extrema polaridad antagónica entre nuestros aspectos Yin y Yang, masculino y femenino, lo celeste y lo terrestre, el fuego y el agua (etc.). Los cuales, al decir de los chinos, deberían ser dinámicamente equilibrados, armónicos y complementarios, desde el punto de vista de una cultura sana. Se trataría, entre otras cosas, de un típico síndrome colonial, donde la cultura (el alma de la nación), se encuentra todavía escindida y en conflicto perenne. La sexualidad machista nos da un buen ejemplo de ello, con su afán de posesión –que provendría de la parte que se identifica con los conquistadores-, y el resentimiento hacia la mujer, que vendría de la parte nativa.

La Malinche: Doña Marina

El machismo es una de las taras más profundas que padecemos como pueblo. Como podemos conjeturar, nuestro machismo es altamente “poseidónico”, “neptuniano”. Recordemos que muchos de los episodios de sexualidad de Poseidón se dan en transformaciones animales, y aparte de la conocida práctica de la zoofilia llanera,** esto nos indica, como imagen implícita, la regresión cultural y el comercio constante entre lo humano y lo salvaje. Debido a esto, el amor entre hombre y mujer se ve constreñido a la necesidad de la posesión, y la sexualidad, a la mera genitalidad y el acto de la penetración. Desde este núcleo referencial, se proyecta sobre el cosmos humano y natural esta sexualidad primigenia. En su libro Llanos: tierras brutales, Jeaninne Fiasson relata una anécdota de hasta dónde puede llegar ese complejo psicopatológico popular:

“El viejo Salustiano había sido designado para destruir las hormigas parasol, las fieras bachacas. Estos insectos depredadores salen sólo de noche. En el pesado calor del día permanecen encerrados en sus grutas, pulverizando el follaje arrancado y transportado la noche precedente, formando un tapis, un humus, sobre el cual se forman hongos microscópicos que se desarrollarán y formarán la base de su alimento. Estas hormigas atacan preferentemente los brotes tiernos de los arbustos, haciendo ilusoria toda tentativa de plantación, y reforestación, principalmente.
 Cada mañana Salustiano parte en su expedición, bidón de sulfuro de carbono en una mano y mechero en la otra. Esto viene pasando con normalidad hasta que, lástima, sobre las bachacas también existe una leyenda. Ya en el siglo XVI los habitantes de una isla del Caribe, aconsejados por los monjes, habían escogido a San Saturnino como abogado contra las hormigas parasol. Un día Salustiano se presenta apenado, avergonzado: Mira Doltol, mira Doltol, repite. Yo no puedo continuar con este trabajo. Las mujeres se burlan de mí. Y por qué, pregunta Raymond: Mira Doltol, más apenado aún, se dice que el que mata las bachacas no es más un macho. ¡Vamos! ¿La virilidad está ligada a la vida de las hormigas? ¿Qué hacer? Raymond designa a un muchacho de 15 años en lugar de Salustiano. A la mañana siguiente, la madre del muchacho, ofendida, llega a reprocharle al doctor de querer privar al desdichado muchacho de toda descendencia.”

EL machismo se ve reforzado por el marianismo católico, el cual hace irreconciliables maternidad y sexo. El estereotipo aceptado de la mujer, es la virginidad de la doncella, y luego, la abnegación, la humildad y sacrificio de la madre. Estas virtudes dan una especie de superioridad moral a la mujer sobre el hombre machista, moralmente dudoso, pero al mismo tiempo la ata a los valores patriarcales más retrógrados, impidiendo que la mujer pueda verse y realizarse de otras maneras.

El machismo trae aparejado el temor a lo femenino exterior (las mujeres, la civilización, los símbolos femeninos), pero sobre todo, interior, por ende, es altamente homofóbico. De allí su exageración de todos los aspectos más bastos y bestiales de la sexualidad masculina, caricaturizando y pervirtiendo cualquier posible virtud varonil y viril. Ese temor a la propia feminidad y a la homosexualidad a la que se asocia sintomáticamente, en el hombre machista, proviene de una inseguridad basal, de una desconexión radical con las imágenes arquetipales donde se fundan la masculinidad y la virilidad integrales, la hombría de bien.

Sin embargo, el machismo es, sobre todo, producto de una venganza solapada de las mujeres contra los hombres, o, por lo menos, de una especie de crianza degradada de los varones, con la cual la mujer espera protegerse en alguna medida de las inconveniencias del patriarcalismo: la familia matricentrada, típica de nuestros países. Esta representa la otra cara, y la raíz de una sociedad de valores ortodoxos patriarcales y machistas.

La familia matricentrada es aquella donde la mujer cría a los hijos, sin una figura paterna que sea estable. La madre puede tener varias parejas, pero ninguna de éstas tendrá un peso relevante como figura masculina en la familia. Durante la crianza, esta figura paternal recae en los tíos maternos, casi siempre. La relación afectiva principal de este tipo de familia, es entre la madre y el hijo. La madre enseña al hijo las conductas machistas (promiscuidad, irresponsabilidad paternal, etc.), para que el único vínculo afectivo importante de la vida de su hijo sea con ella. Sin contraparte masculina en el centro familiar, la madre también hace de figura masculina sombría, dado que su visión del hombre es muy exagerada y distorsionada (machista), y esta imagen grotesca es la que termina enseñando a sus hijos varones (consciente o inconscientemente). Esto funciona como una especie de castración simbólica, que hace al hombre totalmente inepto para la intimidad verdadera y para establecer lazos afectivos duraderos con el sexo opuesto. No nos extrañe entonces la afirmación de Fiasson: “el llano, tierra de hombres solos”.

La madre en nuestros países es santificada por el hombre machista, pero en nuestro lado sombra (donde ocultamos lo que no queremos ver ni dejar ver de nosotros mismos) se le guarda un sordo rencor. Al no poder ser llevado a la consciencia sin conflicto, se proyecta ese resentimiento sobre las otras mujeres, la naturaleza y los símbolos de la femineidad.

Ese resentimiento de nuestra alma “nativa”, ese deseo autodestructivo y fratricida de venganza por la propia condición, también está en el núcleo de las pulsiones populistas homofóbicas, xenófobas y anti culturales (völkish) que se encontraban adormecidas –macerándose- durante nuestra colonia, pero que una vez despertadas por las guerras de independencia, no ha cesado de aparecer atávicamente en nuestra historia. Desde Boves y la “guerra a muerte” hasta las revoluciones de último cuño, pasando por las olvidadas tropelías de nuestras guerras civiles, todas llevan la marca de la maldición de Caín, de los “cien años – o más- de soledad”, de los ciclos de venganzas irredentas, que, como la peste que describe Camus, con cada generación, levanta sus ratas y las lleva a morir en medio de una ciudad dichosa. Este sordo rencor está siempre a la espera de que un Poseidón –caudillo virulento, un taita o un “gran anaconda”- irrumpan en la historia para levantar a las vengativas hordas esteparias. El “mar estéril” donde aró Bolívar es ese resentimiento compulsivo y los torbellinos de odio que solivianta. Basta una gota de odio para contaminar un mar de amor, se ha dicho.


Nuestra historia es el intercambio estanco entre víctimas y victimarios, atrapados todos por un destino trágico, como los héroes caídos de la tragedia griega. Los Luzardos se transfiguran en Barqueros y las Marías Eugenias Alonsos en Doñas Bárbaras; los libertadores se truecan en déspotas y los demócratas en dictadores. Condenados sempiternamente a repetir crímenes y a deambular cegados, como Edipo en su destierro, sin modos reales de liberarnos de las violentas compulsiones reiterativas que se han enseñoreado de nuestro ser y hacer. Tratando de olvidar que sabemos con seguridad lo que pasará cuando el destino nos alcance.

Como sabían los antiguos griegos, la venganza es una implacable sentencia que recibe el hombre de hoy y también sus descendientes, por generaciones. Todos compelidos atávicamente a cobrar deudas de sangre (reales y simbólicas), que por ser inconmensurables, son también impagables, de modo que estamos condenamos todos a la desmesura, cosa peor y mucho más terrible que todos los pecados y maldiciones heredados. En eso consiste nuestra deuda endógena, y nuestra tragedia humana.

Bernardo Núñez relata una historia de Von Humboldt:

“Humboldt refiere […] la de la madre que da nombre a una piedra en medio del Atabapo. La piedra de la madre o la guahíba. La madre que separada de sus hijos por una de aquellas expediciones llamadas de conquista espiritual o conquista de almas, atraviesa distancias inmensas cubiertas de selva, a fin de rescatarlos. Para castigar su intento la condenan a ser azotada con varas de manatí sobre aquella roca. Piedra realmente simbólica. La historia de Venezuela tiene ese mismo sentido de maternal heroísmo”. (E. B. Núñez. Juicios sobre la historia de Venezuela).

La sombra de esta narración la encontramos en la leyenda de la Llorona, que está extendida por toda Latinoamérica. En Venezuela, la leyenda dice que el espanto nace cuando una mujer abandonada por su marido, mata a su hija, razón por la cual fue maldecida. Convertida en ser sobrenatural, llama constantemente a su hija, robando a los niños que deambulan solos, especialmente a orillas de quebradas y ríos. Se trata de un espanto que al perder su futuro (su hija), se condena a quitárselo a los demás. Las filiaciones de este mito con el de Deméter y con deidades femeninas acuáticas de diverso origen, es notorio.

En otras versiones se dice que simplemente daba a luz y enseguida mataba a sus hijos. Esto nos hace recordar a las guerreras amazonas, que mataban a sus hijos varones apenas nacían. Una vez que sintió el instinto maternal, esta Llorona enloqueció de dolor, y comenzó a vagar por los campos buscando a sus hijos y asustando a cuanta persona se le atraviese.

Una variante de esta leyenda es la Sayona, quien mató a sus hijos ahogándolos en un río, porque su marido le era infiel. Por eso su alma siempre ronda los ríos, llamando a su progenie. La Sayona sólo se le aparece a los hombres infieles y parranderos, a los cuales vuelve locos o asesina.

Según los estudiosos, existen muchas deidades prehispánicas detrás de la leyenda de la Llorona, todas relacionadas con el inframundo, el pecado y la lujuria. Una que llama mucho la atención es Cihuacóalt, diosa azteca de la tierra, la fertilidad y los partos. También era guerrera y madre de dioses y hombres. Se le representaba como un ser mitad mujer, mitad serpiente, y una de sus leyendas refiere que salía del lago Texcoco llorando por sus hijos, lo cual representaba un presagio de la caída de su pueblo en manos de los conquistadores.

En México se relaciona a la Llorona con la Malinche, doña Marina, quien, convertida en espanto, vuelve llorando por su desgracia (abandonada por Cortés), su traición y sus amores con el conquistador.

La Triple Diosa Madre ha quedado reducida así, a través de estas leyendas, a sus aspectos de Vieja (muerte), o de hechicera del inframundo (Hécate, “reina de los fantasmas”). A estas alturas no nos extrañe que Hécate esté relacionada con los mitos de Ifigenia, y que actúe como vengadora sólo de mujeres heridas. Hécate era la madre (según algunas versiones del mito) de Medea, quien también era su sacerdotisa. Medea, abandonada por Jasón -quien junto con los argonautas obtuvo el Vellocino de Oro (un descendiente de Poseidón en una de sus transformaciones animales) gracias a las brujerías de Medea-, asesina a sus dos hijos, enloquecida por los celos.

Doña Bárbara no es sino una encarnación de todos estos mitos que giran sobre los mismos temas sombríos: amor traicionado, amor-odio por los hijos, resentimiento, feminidad ligada a las aguas, la naturaleza salvaje y las sierpes, deidades femeninas del inframundo, aspectos de víctima y victimario desdoblados en una misma persona, ciclos de venganza no resueltos, pecados heredados y conflicto entre los sexos (en la sociedad y su cultura, y en cada alma).

Una última acotación. Los estudiosos de las mitologías prehispánicas ven una relación entre Yara (María Lionza) y Uyara (o Waiyara), deidad de los tupis del Brasil (originarios de la región amazónica). Uyara en un principio era dulce, pero luego, aquejada de melancolía, se dedicó a atraer a los hombres, satisfacer su lujuria y desecharlos. Se la caracteriza como una “devoradora de hombres”, cuya pulsión dominante es la lujuria. Existen otras afinidades entre la mitología de los pueblos amazónicos y sus deidades de la naturaleza, como el dios Caapora (Cúpira o Kurupira), “dueño de los animales”, que tiene por ayudante a una serpiente de fuego, y cabalga sobre jabalíes, dantas y jaguares, siendo que en muchas regiones es suplantado por su esposa Kaicara.

Según Jung y Kerenyi, la Gran Madre siempre es virginal, además de su aspecto de doncella, puesto que esto simboliza su poder fertilizador independiente de los hombres. Pero, además, también aparece como seductora, especialmente en sus aspectos relacionados con el inframundo, como la famosa hechicera Circe (tía de Medea), de la Odisea homérica. Estos aspectos, unificados en la Gran Madre (así como su generosidad y crueldad), se encuentran separados maniqueamente por nuestros complejos históricos coloniales, apuntalados por el marianismo.

Es más que evidente que Doña Bárbara es la personificación sombría, siniestra, de la Gran Madre en sus imaginarios autóctonos (indígenas y europeos acriollados). Por ende, también simboliza el desencuentro entre el hombre que quiere habitar la llanura (por extensión el país) y el paisaje.

A todo esto se aúna nuestra modernidad. Para Robert Graves, la poesía nació como un lenguaje mágico-religioso vinculado a la Gran Diosa Madre, la cual, con el devenir del tiempo se transformaría en Mnemosyne, la deidad del memorar y la Musa de la poesía. Si nuestro mundo es impoético (Heidegger), lo es en gran medida por el olvido y la violación sacrílega de la Gran Madre, y todo lo que ella simboliza: la naturaleza silvestre y también el cultivo, la cultura, sobre todo en aquello que de delicado tejido y sabor femenino tiene: de maternidad y hogar. También esto pesa sobre el paisaje:

“Después del señor barroco, bien instalado en el centro de su disfrute, el paisaje recobra su imantación más poderosa y demoniaca. El hombre desplazado de su centro, vuelve a él aunque su paisaje se muestre irreconciliable, ya para siempre lejano.” (Lezama Lima. Ob. Cit.).


Notas:
*El Okeanos primordial no sería el mar, sino el Potamos, el reservorio de agua dulce situado en los confines del mundo.
**En la expresión “se le moja la canoa”, que indica sospecha de homosexualidad, el agua es el elemento transformador, pues al entrar en la canoa la “voltea”. Sobre la zoofilia: he escuchado a llaneros que afirman que el sexo con burras es muy superior al sexo con mujeres.