En nuestras secciones semanales, presentamos "365 Meditaciones Tao" de Ming Dao Deng, con el texto "Habilidades" y en la sección "Cuento": "Reencuentro" (Luis Fayad).
En este número del boletín Nei Dan, traemos, en nuestra sección Videos de la Quincena: Como no todo es Tai Chi:Colaboraciones: Raga Bhimpalasi - K. Chakraborty / Ego y ser (corto de animación) / "Drogba: un futbolista que detuvo una guerra civil". Música: Louis Armstrong: The Hot Fives & The Hot Seven: tres álbumes.
En las secciones mensuales traemos: la sección "Tai Chi Soul" (Roberto Chacón), con la segunda parte del texto "Una artista del Zhan Zhuang". En la sección "Palabras y reflexiones" (Diana Albornoz, ofrecemos el escrito "Cumpleaños".
En la sección "Artículos" les ofrecemos el escrito "Theodor Adorno y su apología del tiempo libre" (Faena Aleph).
También les traemos hoy, en nuestra sección "Artículos del Archivo Nei Dan" el texto "Soplo de vida" (Florencia Jacquot).
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Esta es la sutil y radical diferencia entre tener un hobby y ejercer
libremente el tiempo libre.
En el lenguaje coloquial muchas veces confundimos
un “hobby” con tiempo libre. Un hobby, según parece de
primera intención, es precisamente algo que hacemos durante nuestro tiempo
libre, una actividad, un aprendizaje o un tipo de entretenimiento al que
reservamos una parte del tiempo que no utilizamos en trabajar o estudiar (es
decir, en participar en el circuito de producción de capital). Pero esta
semejanza entre los hobbies y el tiempo libre no sólo es
aparente, sino que no resiste un análisis directo.
El filósofo de origen alemán Theodor Adorno
consagró su pensamiento a la sociología, la psicología y la estética; su
crítica al tiempo libre pone
de relieve de qué manera el capitalismo o las estructuras de poder dominantes
de las sociedades regulan increíblemente nuestro uso y aprovechamiento del
tiempo libre, para concluir que, de hecho, la promoción de hobbies es
contraria al ocio mismo y en cierto sentido, incluso a la libertad.
Adorno se desmarca muy pronto de una posible
acusación de “workaholismo” afirmando que incluso las actividades que
realiza fuera de su profesión son tomadas “todas ellas, sin excepción, muy
seriamente”. Por ejemplo, “hacer música, escuchar música, leer con toda mi
atención, estas actividades son parte y parcela de mi vida; llamarlas hobbies sería
burlarme de ellas.”
“I take
them all, without exception, very seriously” “Making music, listening to music,
reading with all my attention, these activities are part and parcel of my life;
to call them hobbies would make a mockery of them.”
Sin embargo, Adorno es consciente también de que en
su caso se trata de un privilegio, pues aquello que le da placer a sus horas de
esparcimiento puede terminar formando parte de su actividad crítica y
académica, al no poder dividir con toda propiedad las actividades destinadas a
la producción de saber y el tiempo libre como tal.
En un escrito de fines de los 60, Adorno opone a la
noción de tiempo libre la de “industria del entretenimiento” [leisure
industry], la cual, como toda industria, se organiza en torno a la
ganancia. Actividades aparentemente tan libres como hacer excursiones de
campismo o ir de vacaciones no responden tanto a necesidades específicas de la
gente, sino que crean esas mismas expectativas de disfrute, pues, “de acuerdo
con la ética laboral predominante, el tiempo libre fuera del trabajo debería
ser utilizado en la recreación del poder laboral gastado”. Aun más, la gente no
parece ser capaz de tomar sus propias decisiones acerca de qué hacer con el
tiempo fuera del trabajo, pues al vivir en una repetición de rutinas
interminables lo que se produce es aburrimiento. “El aburrimiento”, dice
Adorno, “es el reflejo de la monotonía objetiva. Como tal, ocupa una posición
similar a la apatía política”.
El hecho de que muchos habitantes de sociedades
supuestamente democráticas sientan que tienen poca injerencia o capacidad de
decisión en la transformación de sus sociedades parece estar íntimamente
ligado, según Adorno, a la manera en que somos adiestrados para utilizar
nuestro tiempo libre en actividades previamente diseñadas, las cuales
consumimos en forma de productos o servicios, sin cuestionar ni aprovechar el
potencial de “libertad” implícito en la frase “tiempo libre”. Para Adorno, la
poca imaginación para utilizar el tiempo libre está ligada a la falta de
imaginación política generalizada.
A la gente se le ha negado la
libertad y el valor de ésta se ha menospreciado desde hace tanto tiempo, que a
la gente dejó de gustarle. Necesitan el entretenimiento superficial, por medio
del cual el conservadurismo cultural los fomenta y humilla, con el fin de
atraer la fuerza para el trabajo, la cual se requiere de ellos bajo el arreglo
social que el conservadurismo cultural defiende. Esta es una buena razón por la
que la gente se ha mantenido encadenada a su trabajo, y a un sistema que los
entrena para trabajar, mucho después de que dicho sistema ha dejado de requerir
sus trabajos.
Aunque el análisis de Adorno comienza solamente
considerando las diferencias entre el tiempo libre y el hobby, sus
consecuencias son tremendas cuando las sigue hasta sus consecuencias lógicas.
Por lo pronto, podemos comenzar a pensar que el uso que hacemos de nuestro
tiempo libre también es una cuestión y un problema político, en tanto que no
puede existir una verdadera libertad envasada, empaquetada y mercadeada como
uno más de los productos de consumo.
Presentes en cada momento y que
siguen incesantemente:
Esta es la puerta a las maravillas indescriptibles.”
Lao Tsé (Lao Zi)
Tao Té Ching (Dào Dé Jing)
“Pero los más sentimentales no son
verdes,
ni siquiera son árboles
sino hombres […]”
Eugenio Montejo
“Los otros árboles”
Terredad
El arquetipo de las prácticas posturales Zhan Zhuang es la ejercitación
de “Abrazar el árbol”. Cuando comencé a ir al Parque del Este caraqueño, a
mediados de la década de los noventa del siglo pasado, recuerdo que muy
temprano, en los lugares más solitarios del parque, podías ver a personas de
origen chino practicando la postura de Abrazar el Árbol, colocando sus brazos
alrededor de un árbol relativamente joven, de manera que estos no tocaran su
tronco al rodearlo. El observar ese tipo de prácticas me impresionó mucho e
influyó decisivamente en mi posterior interés y dedicación al Zhan Zhuang.
Por esas cosas del destino, mi amiga María Antonieta tuvo sus primeras y
únicas dificultades con el Zhan Zhuang al comenzar a ejercitarse con la postura
del árbol. Con la posición Wuchi (Wuji) o de “vacío” no tuvo el menor problema,
y menos aún con la de “Sostener la barriga”, que es como abrazar el árbol pero con
los brazos frente al abdomen. Pero cuando llegó a la postura de Abrazar el
Árbol empezó a tener molestias en los omóplatos. En aquel entonces simplemente le
dije que la dejará de practicar. Pasó un año antes que le recomendara volver a
ejercitarla, pero que sólo durara haciéndola un tiempo prudencial, que apenas
sintiera que la postura le cansaba dejara de hacerla.
Un buen día María Antonieta anunció que sus problemas con la postura del
árbol habían terminado. Linda Myoki Lehrhaupt narra, en su libro Tai Chi: Un camino de sabiduría para el
crecimiento personal, las dificultades que tuvo para practicar
correctamente la posición Wuchi, los cuales terminaron cuando pudo asentarse en
su propio centro y simplemente reposar sobre éste. De modo semejante sucedió
con María Antonieta y la Postura del Árbol, la cual ha pasado a ser con el
tiempo su ejercitación de Zhan Zhuang preferida.
A veces, uno se queda en el umbral de la “puerta de las maravillas
indescriptibles” porque no está, sencillamente, preparado para traspasarla y
conocer el “otro lado”. Se debe entonces perseverar y esperar el momento
propicio. El Zhan Zhuang, como todo arte, es exigente, y, como señala Camus,
“no hay arte allí donde no hay nada que vencer”. En mi práctica de “Abrazar el
Árbol” no encontré un obstáculo físico específico como le pasó a María
Antonieta, pero existen resistencias de otro tipo, que sólo una práctica cotidiana,
como la gota de agua que horada la roca, logra ir desanudando –desnudando.
“En un primer nivel, si la
postura estática y el Taiji se hacen correctamente, se eliminan los bloqueos
que existen en la estructura corporal, y de esa forma puede llegar a
unificarse. Ocurre algo similar a nivel psicológico una vez que el objetivo no
es sólo buscar un desbloqueo físico, sino vaciar la mente. Cuando la mente está
tranquila tu percepción del mundo y de la gente que te rodea, cambia.”
(Entrevista a Sam Tam y Jan Diepersloot por Teresa Rodríguez. Revista Tai Chi
Chuan No. 6 Invierno 2005)
Si la dificultad inicial de la posición de abrazar el árbol es
básicamente mantener la postura correcta e ir aumentando progresivamente el
tiempo de ejercitación, los obstáculos que van apareciendo más adelante en el
camino del practicante son de otro orden. Yo diría, generalizando, que se trata
de una resistencia a un proceso de transformación que quizá se acerque
demasiado a -inventando un neologismo- la “dendrantropía” (“dendrontropismo”),
es decir, a la transformación del humano en árbol. Así como existe la teriantropía (teriomorfismo), la
transformación de un hombre en animal, también existe la del hombre en árbol, y
como tal aparece en muchas creencias antiguas y mitologías. “Déndron” es la
palabra griega antigua para “árbol”, y “antropos” significa “hombre”.
Los dos cuerpos de creencias más antiguos son el animismo y el
chamanismo, los cuales muchas veces se han presentado -históricamente hablando- superpuestos o yuxtapuestos.
En ambas creencias, el árbol aparece como un elemento de suma importancia. En
el chamanismo,* uno de los componentes importantes de su cosmovisión es el
“árbol de mundo”, que funge de Axis Mundi,
permitiendo el viaje del chamán tanto al inframundo, a visitar el alma de los
muertos, como al cielo, para comunicarse con el “Señor del Mundo”. Es un árbol,
como señala Mircea Eliade, que vive y que hace vivir.
En el complejo cultural animista, los espíritus de los árboles llegan a
tomar tal importancia que pasan a formar parte de los tótems tribales.
Asimismo, cada nacimiento está regido por un animal y también por un árbol u
otro vegetal. Cuando se trataba de un árbol, al morir la persona en cuestión,
se le quemaba con madera de ese árbol, o se le colocaba en las ramas, para que
lo devoraran las aves carroñeras, o se hacía una canoa con el tronco y se le
enviaba por un río corriente abajo. También solía ser enterrado el difunto entre
sus raíces.
Una de las culturas antiguas a la que más se asocia con el animismo
arbóreo es la de los celtas. Aunque, según Robert Graves, todo el mundo antiguo
neolítico, europeo y mediterráneo, adorador de la Diosa Blanca o Diosa Madre,
sustentaba un conjunto de creencias que giraban en torno a calendarios lunares
y calendarios de árboles.**
Gastón Bachelard afirma que los bosques sagrados existieron antes que
los dioses, y podemos decir también que antes del bosque sagrado existió el árbol sagrado. Un árbol sagrado en
particular siempre es investido como tal por ser receptáculo de un espíritu o fenómeno
no perteneciente al mundo ordinario.
Desarrollándose simbólicamente a partir de las matrices animistas y
chamánicas encontramos el “árbol cósmico”, el árbol que es el pilar central del
mundo, como el fresno Yggdrassill de la mitología germánica. También el “árbol
de la vida”, principio vital de regeneración de la vida toda, como el “Soma”
védico o el árbol de la diosa griega arcaica Rhea. Y, finalmente, el “árbol del
conocimiento”, del cual el bíblico “árbol de la ciencia del bien y del mal”
representa una variante.
“Algunos
afirman que el alma se haya entreverada en el todo. Posiblemente por este
motivo es por el que Tales pensó que todo estaba lleno de dioses.”
Esta afirmación de Aristóteles
sobre Tales de Mileto, ya nos señala las pervivencias animistas en una religión
de tipo politeísta, conformada por panteones de dioses y diosas, como lo era la
griega de la época clásica.
La mitología guaraní muestra el paso
de una concepción chamánico-animista del árbol sagrado a su representación como
deidad. Ñamandú, el dios principal de esa mitología, se crea a sí mismo
siguiendo una pauta vegetal: sus pies son raíces, sus miembros ramas, y su
cabeza la copa, irguiéndose finalmente como un árbol.
En la mitología griega
encontramos la asociación de los dioses con determinados árboles: Zeus y el
roble, Poseidón y el fresno, Hades y el mirto, Hera con el manzano (también el
peral y el sauce), Atenea y el olivo, Apolo y el laurel (también la palma, el
tamarindo y el olivo), Dionisos y la vid (también la higuera, el pino y la
hiedra), Perséfone con el álamo (también el sauce), por nombrar las más
conocidas.
Entre las deidades menores, las
Dríades son las ninfas de los robles en particular y de los árboles en general.
Eran muy longevas pero no inmortales. Provenían del “Árbol de las Hespérides”
ubicado en el jardín homónimo, que daba manzanas de oro, y otorgaba la
inmortalidad a quien las consumiera. Las hemadríades son también ninfas de los
árboles, pero están relacionadas con uno en particular, y desaparecen cuando
éste muere.
En la mitología greco-latina encontramos
numerosas metamorfosis de deidades menores y mortales en vegetales en general,
y árboles en particular. En primer lugar, esas transformaciones se producen
como una manera de evadir un gran peligro, de modo que la quietud y la otredad
extrema de lo vegetal ofrecen una “línea de fuga”, como la llamaría el filósofo
Gilles Deleuze, ante la amenaza de violencia o de dominación. De esa índole es
la transformación de Dafne en laurel, al ser perseguida por Apolo; Lauke
transformada en álamo de plata, al ser acosada por Hades; Filira transformada
en sauce, por temor al padre de su hijo Quirón, Cronos; y Siringa, transformada
en cañaveral para poder huir de Pan.
Otras metamorfosis ocurren por
sublimación, digámoslo así: Karia, transformada en nogal por Dionisos, al morir
de pena ante el fallecimiento de sus hermanas; Filemón transformado al morir en
roble por Zeus, e igualmente Baucis en tilo por Hermes. Jacinto, al morir, fue
transformado en flor por Apolo y lo mismo hizo con Acanta, a quien transformó
en hierba solar. Pitis fue transformada en pino por Gea, al ser asesinada por
el celoso Bóreas (o Pan, en otra versión del mito).
Apolo y Dafne
En ambos casos, la transformación
en vegetal no es un castigo sino una vía de escape al seno del mundo natural y/o
un camino de inmortalidad, en el sentido de participación en el principio vital
germinativo de lo vegetal, de la “natura naturante” (Natura
Naturans),
la actividad auto-causante de la naturaleza.
El Zhan Zhang ofrece al buscador, la
experiencia-raíz que colma de sentido esa conexión pluridimensional, pero
radicalmente existencial, con la natura naturante. Pero digámoslo de entrada,
es una experiencia primordialmente “microcósmica”, que comienza en la
austeridad de nuestra condición erguida, con sus limitaciones y especificidades
humanas, signadas por nuestra mortalidad.
En otras palabras, la especial “dendrantropía” que agencia el Zhan Zhuang tiene que ver, en tanto
trabajo interno, con una relación simpática
y alquímica (que abre procesos de transmutación) con el “árbol microcósmico”,
con el “árbol de nuestra vida” y con el “árbol del auto conocimiento”. Solo así
se puede llegar a ser una especie de “Árbol de las Herpérides” taoísta, donde
los espíritus y las deidades que se manifiestan habitan primeramente nuestros
órganos y entrañas, y cada región de nuestro cuerpo.
La ejercitación Zhan Zhuang revela al
practicante algo esencial de nuestra condición que la ciencia ficción, la NASA
y Roscosmos no tomaron en cuenta durante mucho tiempo: nuestro diseño
gravitatorio.***
Cuando algo se me cae desde la
ventana,
Aunque sea lo más menudo,
¡Cómo se precipita la ley de
gravedad,
Fuerte cual el viento del mar,
Sobre cada brizna, sobre cada
baya,
Y las conduce al corazón del
mundo!
Cada cosa está vigilada
Por un hada pronta a volar:
Tal cada piedra, y cada flor
Y cada niño por la noche.
Solamente nosotros, henchidos
de soberbia,
Nos urge abandonar estas
correspondencias,
Para ir al vano espacio de
alguna libertad,
En lugar de entregarnos a las
fuerzas prudentes
Y de elevarnos como un árbol.
En vez de acomodarnos, dóciles
y tranquilos
A las rutas amplísimas,
Nos enlazamos de muchas
maneras,
Y el que se aparta de los
círculos
Queda indeciblemente solo.
Debe aprender entonces, de las
cosas,
A empezar nuevamente como un
niño.
Pues ellas que pendían del
corazón de Dios
De Él nunca se alejaron.
El que osó superar
En el vuelo a los pájaros,
Otra vez una cosa debe saber:
¡caer!
Pacientemente descansar
En la gravedad.
R. M. Rilke
Todo ente terráqueo está signado por
el principio de individuación y por su diseño gravitatorio. Es decir, existen
como entidades unitarias condicionados por el espacio-tiempo. El diseño
gravitatorio establece un “centro de gravedad” (unificador) para todo ente. De
modo que para hundirse hasta el “corazón del mundo” como dice el verso de Rilke,
a la vez hay que dejarse caer sobre nuestro propio centro de gravedad (Dan Tien
o Hara). Si algo hay que aprender de los árboles, es que para poder erguirse
hay que dejarse caer, desde su propio centro, hacia el corazón del mundo: “Pacientemente
descansar / en la gravedad”.
“Descansar”, en chino se escribe así:
休, un hombre recostado de un árbol, o un hombre en intimidad con el árbol, compartiendo su
esencia. Llama la atención que el ideograma no señale un hombre acostado o
sentado, o recostado de una pared o de una piedra. Se trata de un hombre
erguido que descansa sobre sí mismo tal como lo hace un árbol.
Esta alquimia que se cultiva en el
Zhan Zhuang es esencialmente poética (poiesis:
hacer existir, traer a la existencia), tomando en cuenta que siempre la
alquimia superior es la poesía. En un famoso verso del poeta chino Wang Wei (el
“Buda poeta” / 701-761), de la dinastía Tang, analizado por François Cheng en
su libro La escritura poética china, se
describe desde el interior del árbol el florecimiento de la magnolia, habitándolo.
Escribe Cheng:
“El verso se traduce: ‘En la punta de
las ramas, flores de magnolia’. […] Al leer los ideogramas según su orden,
tiene uno en efecto la impresión de asistir al proceso de expansión de un árbol
que florece: primer ideograma, un árbol desnudo; segundo ideograma, algo nace
en la punta de las ramas; tercer ideograma, brota un capullo, pues 艹 es la clave hierba u
hoja; cuarto ideograma, estallido del capullo; quinto ideograma, un flor en su
plenitud. Pero detrás de lo mostrado (aspecto visual) y de lo denotado (sentido
normal), asoma además en los ideogramas, para el lector que conoce la lengua,
una idea sutilmente velada, la del hombre que se introduce espiritualmente en
el árbol y participa de su metamorfosis. El tercer carácter 芙, un árbol que retoña,
contiene también el elemento ‘hombre’ 夫, que contiene a
su vez el elemento 人 ‘homo’. Así, el
árbol de los dos primeros ideogramas está habitado,
a partir del tercero, por la presencia del hombre. El cuarto carácter 蓉 contiene el
elemento 容‘rostro’ (el
capullo se abre en forma de rostro), que contiene el elemento 口 ‘boca’ (‘ello habla’): la eclosión de la flor es la eclosión de
la palabra. Por último, el quinto ideograma 花 la flor en su
plenitud, contiene el elemento 化 ‘transformación’:
el hombre que participa de la transformación universal.”****
La más relevante transformación cíclica de la naturaleza esta signada por la sucesión de las estaciones, que se expresa en el tiempo (clima,
temperatura) y en la vegetación, sobre todo en los árboles. De ahí los
calendarios de árboles sagrados neolíticos. El hombre moderno ha perdido la
percepción de los cambios estacionales, que influyen decididamente en su humor
y estado de ánimo. Pero, según la Medicina Tradicional China, ese “impedimento”
no lo salva de sufrir trastornos de salud que provienen de su falta de
adaptación a los cambios de la temperatura y el tiempo, y, también, del
temperamento.
Las cuatro estaciones. Antonio Vivaldi.
En su libro, El camino de la energía, Lam Kam Chuen expone como el árbol se
adapta a cada estación, sufriendo para ello una mutación. El árbol entonces
funge como arquetipo mutacional para los seres erguidos entre la tierra y el
cielo, el cual puede ser alcanzado íntimamente –dejándonos habitar por él- gracias
al Zhan Zhuang.*****
EL ÁRBOL
EN INVIERNO
“Esta es
la época de la regeneración oculta. […] El árbol está inmóvil. Se alza solo y
tranquilo. […] El árbol está silencioso en la oscuridad como una piedra: como
un pilar en el patio de un templo vacío. […] Un caminante podría preguntarse si
el árbol vivirá en primavera. Pero por debajo del suelo la tierra es cálida. El
peso de todo el árbol desciende a las raíces, que son indiferentes al suelo
helado, crecen hacia el centro de la tierra.”
ÁRBOL EN FLOR
[Primavera]
“[…] El árbol permanece inmóvil, pero
está cambiando. […] Las crecidas raíces del árbol se extienden en la tierra,
llenas de incontables cambios en su mundo oscuro y húmedo. […] En el interior
de su poderoso tronco, la vida se estremece y despierta. Inmenso y solitario,
el árbol está dando a luz.”
EL ÁRBOL EN LA COSECHA
[Verano]
“[…] Es la época de dar fruto. El
árbol se ha transformado. […] La tierra da sus productos, como una ofrenda. […]
Inmóvil, el árbol ha permanecido solitario, rodeado únicamente por el universo.
Ha realizado su trabajo en silencio. Ahora todas sus fibras almacenan la
esencia que tan profundamente ha destilado de la luz solar y el aire.”
Lam Kam Chuen no escribió un texto específico
sobre el árbol en el otoño, quizá porque, al menos de una manera inversa, está
estación sea para el árbol, como otra primavera.
“El otoño es una segunda
primavera, cuando cada hoja es una flor.” (Albert Camus)
Wang Wei expresa una idea similar en
su poema “Noche otoñal en la montaña”:
La lluvia sacude la cañada
en la fresca noche
en que a través del brillo
lunar
y el manantial surgiente entre
los bambúes
caminan alegremente las
lavanderas.
Los sampanes hacen resbalar
las flores de loto mientras
que una fragancia primaveral
inunda todo el lugar, tanto
que los viajeros quieren
quedarse allí
equivocando la temporada.”
No obstante, el árbol en primavera
comienza a retoñar y florece, dando paso a la producción de frutos y semillas
del verano, donde el árbol alcanza su máxima exuberancia. En cambio, el otoño implica
para el árbol el despojamiento de las hojas y la actividad exterior, para
favorecer el recogimiento interior, y el descenso hacia ese “corazón del mundo”
protector, hundiéndose hacia la fragua del centro y la protección del cálido subsuelo,
necesaria para poder sobrevivir al largo descanso invernal, y su cielo oscuro y
helado.
Ese cambio lo insinúa el maestro Lam
Kam Chuen al final de un texto titulado “Estar de pie como un árbol”:
“El viento aumenta y las nubes de
tormenta amenazan lluvia. […] Ahora la lluvia y el viento se apoderan del
cielo. Los árboles, igual que tú, no tienen ningún deseo de escapar. Como tú,
están preparados para notar los más profundos cambios de la tierra.”
El gran filósofo francés Jaques
Derrida escribió un libro hermoso e inquietante titulado El animal que luego estoy si(gui)endo. En éste ofrece al discurrir
deconstructivo los textos claves que han forjado, desde Descartes hasta
Heidegger y Levinas, la separación jerárquica entre hombre y animal,
abriéndonos a la incertidumbre sobre nuestra condición en relación con las
otras formas de vida en nuestro planeta. Ese libro, tomado de una serie de
conferencias, quedó parcialmente inconcluso. Derrida, el “ángel deconstructor”,
murió en el 2004. De modo que es tarea nuestra continuar esa obra, llevar a
cabo una indagación que pudiéramos titular El
vegetal que luego estoy si(nti)endo.
Ha pasado mucho tiempo desde aquellos
experimentos donde por primera vez se tuvo evidencia que las plantas sentían en
una gama perceptiva bastante amplia. En los años sesenta del pasado siglo,
Cleve Backster realizó los primeros experimentos rigurosamente científicos
colocando un polígrafo para detectar las reacciones de las plantas ante
diversos estímulos.
Hoy día, la ecóloga Mónica Gagliano
de la Universidad de Australia Occidental, ha seguido realizando experimentos
con aparatos mucho más sofisticados que el polígrafo. En estos experimentos,
así como los realizados por otros especialistas, pudo comprobarse que las
plantas tienen una especie de sentido del oído por el cual guían sus raíces
hacia fuentes de agua. También tienen memoria y capacidad de relacionar los
diferentes estímulos del ambiente. Entre otras capacidades detectadas, los
vegetales pueden “ver” a otras plantas gracias a sensores infrarrojos, “huelen”
a sus vecinos y enemigos, pueden comunicarse con otras plantas, toman
decisiones respecto a sus posibilidades con respecto al ambiente circundante,
“recuerdan” condiciones climáticas pasadas y ataques de herbívoros, y utilizan
a los animales con fines defensivos y de procreación. Ya no hay duda de que las
plantas tienen inteligencia y que las llamadas superiores tienen más
inteligencia que algunos animales primitivos. El principal problema de estas
investigaciones es que abre campos de estudio inéditos, donde por ahora se
utilizan términos y conceptos “zoocéntricos”, que no dejan de entorpecer, más
que favorecer, los campos de estudio nacientes.******
En su famosa serie documental, La vida privada de las plantas (BBC /
1995), David Attenborough ya destacaba como el movimiento, en múltiples modos,
es inherente a la vida de las plantas, tanto para diseminarse y viajar, crecer,
buscar luz, agua y nutrientes, y para defenderse. Así mismo, mostraba las
diversas estrategias reproductivas de las plantas, las cuales involucran a un
gran número de animales tanto para la dispersión de semillas como para la
polinización. Y, en general, aunque la competencia también forma parte de su
mundo, las plantas prefieren la colaboración y alianza con otras plantas y
animales, al combate para sobrevivir.
Nosotros los humanos consideramos al
mundo vegetal apenas por encima del de las cosas y los minerales. Pero es ese orbe olvidado e ignorado el que ha hecho habitable la Tierra para todos los seres vivos, al
punto que la evolución zoológica y la hominización son impensables sin las
plantas.
“Desde que llegamos a este
planeta como una especie, los hemos derribado, desenterrado, quemado y
envenenado, hoy lo hacemos a mayor escala que nunca. Nuestro peligro ... Ni
nosotros ni ningún otro animal podremos sobrevivir sin ellos ... Ahora ha llegado
el momento de acariciar nuestra herencia verde, no de saquearla, porque sin
ella, ciertamente moriremos”.
David Attenborough, al
cierre de la serie
El Zhan Zhuang conforma una vía
interior de comunión con el universo de las plantas en general, y con los árboles en particular,
pues posibilita el establecimiento de una participación armónica con el mundo
vegetal, siempre y cuando se logre contactar en la práctica aquello de ese orbe
viviente que forma parte esencial de nuestra propia existencia.
Para Gaston Bachelard, la alquimia
fundamental de las plantas, y la alquimia superior de la poesía se fertilizan e
imbrican en el ánima del hombre.
Destaca como una verdad del ánima un dístico alquimista que dice: “Ven y ruega
conmigo, hermana mía, / Para encontrar la vegetal permanencia”. El ánima sería
el principio de la ensoñación del ser (donde el hombre es un ser por imaginar),
de un ser que aspira a la tranquilidad, el reposo y la continuidad. Jung
definió al ánima como “arquetipo de la vida”.
Bachelard pregunta, al hablar del
ánima: “si en nosotros no existiera un ser femenino, ¿cómo descansaríamos?” De
ahí que inscriba todos nuestros ensueños, especialmente los poéticos, bajo el
signo del ánima. “El ánima, principio de nuestro reposo, es la naturaleza que
se basta a sí misma”.
El ánima (yin) no es la contraparte especular, simétrica, del ánimus (yang). Posee una primacía
fundamental, fundacional. El ánima “se profundiza y reina descendiendo hacia la
gruta del ser. Descendiendo, descendiendo siempre se descubre la ontología de
los valores del ánima”.******* Son
obvias las resonancias de estas ideas sobre el ánima, con la teoría de Robert
Graves de que la poesía está ligada esencialmente al culto de la Diosa Blanca
neolítica (de la cual las musas no son sino personificaciones posteriores) y al
lenguaje mágico utilizado en sus rituales, que muchas veces hace referencia a
los calendarios de árboles sagrados.
De ahí que tome un especial sentido en
esta indagación el mito de Pan y Syrinx (Siringa). Pan, el dios de la
naturaleza salvaje, se enamora de la ninfa Syrinx. Ella huye espantada, pero acorralada
por aquel, pide ayuda a sus hermanas las ninfas de los ríos, quienes la transforman en un cañaveral. Pan alcanza a abrazar las cañas mecidas por el
viento, y el sonido que estas producían le agradó de tal manera que construyó con
las cañas la flauta siringa o “flauta de Pan”.
En las imágenes de este mito podemos
ver como la poderosa y avasallante fuerza vital de la naturaleza se conecta por
obra del amor, con los aspectos más vegetales, fértiles y germinativos del
ánima en reposo, de la cual brota fecunda la poiesis artística, el “arte de las musas” (música), único camino
para trasmutar el destino, abriéndolo a sus posibilidades más hermosas y
sorprendentes.
Syrinx, para flauta sola. Claude Debussy. Imágenes de Ryan Larkin.
También una artista del Zhan Zhuang
es musical a su manera: como una cuerda tendida y afinada entre el Cielo y la
Tierra, corda que vibra por
resonancia con la música de las esferas, cuyas notas armoniosas descienden a lo
profundo de la gruta del reposo ser y se elevan desde ahí en busca del infinito
recóndito.
Roberto Chacón
(Continuará…)
Notas:
*El chamanismo se caracteriza por
específicas técnicas de éxtasis (trance) que permiten al chamán -como mediador
que es- viajar y comunicarse con espíritus de la naturaleza, almas de difuntos,
demonios y “señores del mundo”. Ver al respecto El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, de Mircea
Eliade.
**Un desarrollo mito-ficcional del animismo arbóreo son los Ents de J. R. R. Tolkien, los “pastores
de árboles” que habitan la Tierra del Medio.
***Hoy día sabemos que el primer impedimento para la exploración
espacial, que supone largos viajes, es nuestro diseño gravitatorio, que se
descompensa alarmantemente en condiciones de gravedad cero.
****Cursivas
nuestras. El elemento “homo” es sólo la parte inferior del ideograma ren: “hombre”.
*****Ver
especialmente el Capítulo 9: “Ciclos de la vida”. Lam Kam Chuen recomienda la
práctica del Zhan Zhuang desde la niñez hasta la ancianidad. El Zhan Zhuang
constituye un “camino”.