Debido principalmente a problemas con Internet y, en general, a la situación país, no pudimos publicar el Magazine Nei Dan en el mes de Mayo. Pedimos excusas a nuestros lectores por este inconveniente.
En Nei Wai Jia Venezuela estamos desarrollando el Proyecto
«Diarios de los Danzantes de la Energía», en los próximos días crearemos la entrada correspondiente en el Blog "Tai Chi para Todos", está abierto a que participe cualquier practicante de Tai Chi Chuan, no importa su escuela, estilo, etc.
En
diversas ocasiones hemos establecido paralelismos entre la escritura, el Tai
Chi Chuan y el Chi Kung. También he insistido en la necesidad, desde el punto
de vista del trabajo interno, de llevar un diario relativo a las experiencias
que se tienen en las prácticas, personales y grupales, de Tai Chi y/o Chi Kung.
Con
vistas a incentivar esta vía de canalizar la exploración de sí mismos, estamos
creando el proyecto «Diarios de los Danzantes de la Energía». El mismo
consistirá en lo siguiente:
-Puede
participar en el mismo cualquier persona perteneciente a Nei Wai Jia Venezuela
y, en general, practicantes de Tai Chi y/o Chi Kung que escriban sobre sus
experiencias en estas artes, lleven o no un diario sobre el tema.
-En
el Blog “Tai Chi para Todos” abriremos una entrada por mes donde iremos publicando los
textos que nos envíen con tal fin. Estos textos tendrán las siguientes
características:
1.
Fecha de realización
2.
Pueden o no ir firmados por el autor (es decir, pueden ser publicados como
anónimos, si el autor así lo desea)
3.
El máximo permitido será de una cuartilla de 26 líneas a doble espacio. Letra
tipo Times New Roman 12.
4.
La temática del texto tiene que circunscribirse a las experiencias y vivencias
relativas al Tai Chi y/o Chi Kung, y a sus resonancias en la vida. Deberá
evitarse el estilo sentencioso o de consejo moralista típico de memes.
En nuestras secciones quincenales, presentamos "365 Meditaciones Tao", de Ming Dao Deng, con el texto "Disonancia". En la sección "Poema" traemos un texto del poeta de Nei Waijia Caracas, Pablo Gonzáles: "A Las Corocoras".
En este número del boletín Nei Dan, traemos, en nuestra sección Videos del Mes: Como no todo es Tai Chi:
-Colaboraciones: "Alice Keys Whitney Houston's funeral" / "Cómo nace el fanatismo" / "Cuando la vida se enamora de la muerte". -Música: Dafnis Prieto: Mother Nature / About The Monk / Blah Blah.
En las secciones de autor traemos: "Tai Chi Soul" (Roberto Chacón), con la tercera parte del escrito "La paz sea contigo". En esta serie de escritos, nos interrogamos por el sentido de la paz, tanto por ser el Taijiquan un arte marcial de paz, como por la situación socio política de Venezuela. Nuestro país vive en un estado psíquico de guerra civil no declarada que nos afecta a todos. En esta guerra los propios ciudadanos del país son los enemigos, siendo este sentimiento fratricida, de "guerra a muerte" entre paisanos, impulsado principalmente por el Estado y su aparato de propaganda. Las consecuencias de esta política extremista es la exclusión, la persecución y encarcelamiento, y el exilio por motivos políticos; desafueros que esperamos no sean la antesala de la guerra declarada y el exterminio. En algún punto esto debe detenerse, empezando en el corazón y ánimo de cada uno de nosotros, de manera que volvamos a ver a nuestros conciudadanos como personas, y no como enemigos, traidores o apátridas.
En la sección "Artículo" les ofrecemos "Qigong, ejercicio para el despertar (y Fin)" (Hu Yue Xian).
También les traemos hoy, en nuestra sección "Artículos del Archivo Nei Dan" el texto "La turquesa" (Anuchy Ulloa).
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Coloca
las manos sobre la cara, con los dedos medio, anular y meñique juntos sobre la
nariz, los índices en el ángulo externo de los ojos y los pulgares junto a las
orejas. Frótate la cara de abajo arriba y de arriba abajo nueve veces.
Ejercicio nº 7
Frótate
nueve veces las orejas, tanto por la cara exterior como por la interior.
Ejercicio nº 8
Golpea
suavemente con los dedos nueve veces la zona detrás de las orejas, en los
huesos temporales. Para preparar la percusión, el dedo medio se monta sobre el
índice, formando una tijera que se abrirá al golpear.
Ejercicio nº 9
Haz
chocar los dientes 36 veces. Haz nueve círculos con la lengua hacia la
izquierda y seis hacia a la derecha presionando con ella los labios desde
dentro.
Ejercicio nº 10
Frota
circularmente 100 veces en sentido contrario a las agujas del reloj el centro
de la planta de cada pie (punto Yongquan) con el centro de la palma de la mano
contraria (punto Laogong).
Ejercicio nº 11
Frótate
cada pierna nueve veces desde el tobillo a la rodilla, empezando de abajo
arriba, primero la cara interna y después la externa.
Ejercicio nº 12
Lanza
cada pierna nueve veces con fuerza como si dieras una patada con el talón.
La
doctora Hu Yue Xian se inició en el Qi Gong y la Medicina Tradicional
China a través de su padre, Hu Yao Zhen, gran artista marcial versado en las
prácticas taoístas y budistas y eminente doctor en Medicina China. Ha dirigido
varios hospitales en China y ha sido invitada a ejercer su profesión en otros
países como Italia, Libia y Brasil. Actualmente tiene su consulta en Barcelona,
donde también enseña la práctica del Qi Gong.
Traducción:
Luis Roncero Revista TAI CHI CHUAN, No. 1, otoño 2004
Algunos críticos
describen el tipo de improvisación de Peace
Piece como “pastoral”. Esto en el jazz de la época (años cincuenta) era muy
raro, debido a la influencia que todavía significaba la revolución be-bop y su
sonoridad frenética y nerviosa.
Dizzy
Gillespie – Bebop
La palabra
“pastoral” nos hace recordar la Sexta Sinfonía de Beethoven, y otras piezas del
repertorio clásico-romántico cuyo sonido evoca la naturaleza y una vida
sencilla al aire libre.
Sinfonía No. 2 en Do Mayor Op. 73, de Johannes Brahms, llamada "Pastoral". Berlín Philharmonic Orchestra. Dirige Karl Böhm.
Una pieza de
Debussy, de su “Children’s Corner”, The
Little Sheperd, también nos puede dar otra perspectiva, quizá menos
grandilocuente y más íntima, de la atmósfera sonora del tipo “pastoral”.
Claude Debussy: The
Little Shepherd. De la Suite para piano The Children’s Corner. Interpreta Sakiko
Matsui.
Pero el mismo
Poe señala que:
“Si yo fuera un
misántropo –dijo mi amigo- ese lugar me convendría. (1) El absoluto
aislamiento, la reclusión y la dificultad para entrar y salir serían en ese
caso el encanto de los encantos; pero todavía no soy Timón. (2) Deseo la
serenidad, pero no la opresión de la soledad. Debe quedarme cierto dominio
sobre el alcance y la duración de mi reposo. Habrá momentos frecuentes en que
necesitaré la simpatía de espíritus poéticos hacia lo que he realizado. Buscaré
entonces un lugar no alejado de una ciudad populosa, cuya vecindad, además me
permita ejecutar mejor mis planes.” (“El dominio de Arnheim o el
jardín-paisaje”)
Este texto
perecería escrito contra la idea de la “isla-paraíso” de Melville. Cosa que
habría que matizar, puesto que esa “isla”, de la que hablamos en la primera
parte de esta serie de anotaciones, expresa una idea-raíz arquetipal con
relación a la paz.
Se cuenta que
Evans se negó a tocar en vivo Peace Piece,
argumentando que se trataba de la irrepetible inspiración de un momento, que no
podía volver a recrearse. Sin embargo, tocando con su trío en una discoteca, se
decidió a interpretarla. Una vez finalizada, un adolescente se precipitó
extasiado hasta el piano donde estaba Evans, y le dijo que cuando escuchó la
pieza, sintió que estaba completamente solo en la ciudad de New York, la
megalópolis por antonomasia. Esta historia es citada para ilustrar la profunda
soledad que inspira la escucha de la obra de Evans de la que hablamos.
Ciertamente.
Interpreto Peace Piece una vez más.
Mi ánimo se sumerge en la atmósfera introspectiva de la pieza y lentamente se
va empapando de ésta. El alma se mece suavemente bajo el suave ir y venir de
los acordes y el desgranarse arrullador de las notas melódicas, como si
descansara en los brazos de tenues torbellinos que llevan al corazón de la paz -o
a la paz del corazón (como prefieran).
Al terminar de
tocar, me vino a la mente un muy antiguo poema de la India, que dice así:
“En el intervalo entre
disolución y creación, Vishnú Shesha reposaba en su propia sustancia, luminoso
de energía durmiente, entre los gérmenes de las vidas venideras.” (3)
La psicología de
masas, ensalzada por las ideologías colectivistas dominantes en nuestro tiempo,
nos hace creer que la soledad del hombre, inherente a su condición de mortal
(dado que la muerte de cualquier hombre es un acontecimiento completamente
suyo, único e intransferible), no sólo es moralmente “inapropiada” (como mínimo),
sino prácticamente imposible. Es visto como “egoísta” el desear algo sólo para
uno, pues nada más puede ser bueno lo que se desea para todos. De ahí que hasta
Camus, el mismo que describe al artista como un “solitario-solidario” (Jonás o el artista trabajando), diga con
resignado pesimismo que “ya nunca seremos solitarios”, como si nuestro tiempo
estuviese marcado irreversiblemente por el “espíritu histórico” (la
glorificación del hombre-masa y la exclusión de todo aquel que sea refractario
a la colectivización forzada), reservando sólo para un futuro posible y
promisor, el triunfo de los artistas sobre la “filosofía de las tinieblas” (El destierro de Helena).
La mente
colectiva es el tipo de mentalidad más bajo, es la mente del rebaño humano.
Heidegger la considera un existenciario, es decir, inherente a nuestro “ser en
el mundo”. Pero también es el tipo de mentalidad que, de predominar
absolutamente sobre nuestra existencia, nos convierte en seres
unidimensionales, en el “hombre de la multitud”. Esta mente es la raíz de la
inautenticidad, de la negación de nuestra condición mortal y de sus
implicaciones éticas y ontológicas.
Pero la asunción
de nuestra soledad radical implica el sumergirnos completamente y sin retorno en
la sustancia fundamental del ethos
humano: la soledad como condición esencial del creador y del buscador
auténtico, y la soledad como pasión del alma –siendo el Mal una “pasión del alma
solitaria” (Arthur Machen). Lo primero tiende a ser un fluir reposado hacia las
grutas del ser; lo segundo, un reflujo inquietante que lleva al “corazón de las
inmensas tinieblas”. En la encrucijada de nuestro ser-ahí –estando arrojado al
mundo-, un camino puede conducirnos a donde mora el solitario-solidario o el
santo sin dios de Camus, mientras que otro sendero, en dirección contraria al
primero, parece llevarnos al encuentro con el infausto Fausto o el siniestro
Otto Dietrich Zur Linde. (4)
Y ojalá las
cosas fueran tan fáciles como lo es tomar una ruta en un cruce de dos caminos,
pues la mayoría de las encrucijadas del vivir son dédalos de señalizaciones
engañosas, laberintos con senderos que se bifurcan, calles ciegas y caminos sin
terminar, retornos sin sentido, vías que se yuxtaponen y atajos que sólo
conducen al extravío.
Un texto de Edgar
Allan Poe nos recuerda la esencial convergencia entre soledad y placer
estético:
“Pero hay un
placer al alcance de la humanidad caída, y quizá solo uno, que debe aún más que
la música a la accesoria sensación de aislamiento. Me refiero a la felicidad
experimentada en la contemplación de un paisaje natural. En verdad, el hombre
que quiere contemplar plenamente la gloria de Dios en la tierra debe contemplarla
en soledad. Para mí, al menos, la presencia, no sólo de vida humana, sino de
cualquier otra clase que no sea la de los seres verdes que brotan del suelo y
no tienen voz, es una mancha en el paisaje, está en pugna con su genio.” (E. A.
Poe. “La isla del hada”).
De ahí que, para
Poe, el jardinero-paisajista esté a la misma altura que el poeta y el músico,
en cuanto a una poiesis artística
asistida por la Musa correspondiente. (5) En otro de sus textos, “El alce”, Poe
nos habla de que los “verdaderos edenes de la tierra” están muy lejos de las
rutas trilladas recorridas por las multitudes. Esto, que es cierto a nivel del
paisaje natural, lo es también a nivel metafórico, en cuanto remite a la
contraposición entre la mente colectiva, reproductiva y normalizadora, y la
individuación inherente a toda poiesis
auténtica y a una visión estética de la vida. Por ende, no es descabellado
inferir, como sentencia Camus en El
destierro de Helena, que luchar por la libertad sea combatir, en última
instancia, por la belleza.
En la soledad de
nuestra más profunda intimidad entablamos el diálogo esencial, ese que sólo
puede darse entre el verbo y el silencio, donde la palabra entra en la escucha
de lo sagrado, adentrándose en el ámbito de lo más ajeno al hombre, y por ello,
vital para su existencia sobre la tierra. Ese es el diálogo poiético primordial. En esa conversa
inefable, inexpresable y, sin embargo, donde surge, sugestiva y avasalladora,
una interpelación enigmática que sólo podemos responder con otros acertijos,
seguramente se forjó, a pulso entre cifras y ditirambos, Peace Piece, “Pieza de paz”.
Ese diálogo íntimo
y solitario está tan presente en Evans que hizo tres álbumes como solista
titulados “Conversaciones conmigo mismo”: “Conversations with Myself” (1963),
“Further Conversationswith Myself” (1967) y “New
Conversations” (1978). En los tres álbumes utilizó la técnica de overdubingg, que consiste en grabar la
ejecución de la pieza en varias pistas de grabación, superponiéndolas en la
mezcla final. En el primer álbum señalado, utilizó el piano del gran pianista
clásico Glenn Gould. Este álbum le hizo acreedor de su primer premio Grammy.
Round Midnight de Thelonius Monk. Interpreta
el piano Bill Evans. Álbum “Conversations with Myself”.
Bill Evans era
un melancólico. Su arte, como un cuadro de Dorian Gray inverso, era más excelso
y delicioso mientras más dolor y tristeza arrinconaban y deterioraban al pianista
de jazz. Evans nunca hizo nada por ocultar los defectos de carácter y los
vicios que le aquejaban. Era un genio lacerado por la inseguridad, pues siempre fue el
primero en poner en duda su talento. También sufrió el rechazo racial de
algunos importantes músicos de jazz de color, como fue el caso de Jhon Coltrane
cuando grabaron junto a Miles Davis “The Kind of Blue”.
Pero fueron las
pérdidas de seres queridos las que aportaron las cargas más pesadas de penas y
tristezas para su alma sensible, alimentando su carácter sombrío y melancólico.
Entre las más notables: su novia Ellaine, quien se suicidó lanzándose a las
vías del metro; su compañero de trío más entrañable y compenetrado, el
contrabajista Scott La Faro, quien falleció en un accidente de automóvil, (6)
y, sobre todo, el suicidio de su hermano Harry. Entonces, como dijera su ex
compañera Nenette, él urdió un plan para huir definitivamente del dolor. Se
trataba de un lento suicidio bajo los efectos de la heroína, cocaína y alcohol,
sustancias que, como puede verse en la portada de algunos de sus álbumes,
hinchaban sus manos, y terminarían finalmente destruyendo su hígado y
provocándole una hemorragia interna fatal.
Sigmund Freud
dijo que mientras más perfecto lucía uno por fuera, más demonios se tenían
adentro. Imaginamos entonces que, desde el punto de vista de la relación de la
persona y su arte, también es posible lo contrario. Por eso creemos que muchos
de los demonios de Evans –cuya persona parecía marcada por el estigma del
“juguete roto”- eran más bien daimones (del Daimón de los antiguos griegos),
quizá algo “endiablados” como dejan entrever sus improvisaciones al piano;
estos diablillos, genios y duendes hacían ronda en su espíritu junto a las
musas y los ángeles, señales inequívocas de que lo sagrado irrumpe en el alma
de un mortal.
Heidegger
estableció la relación esencial entre los estados de ánimo del hombre (inherentes
a su carácter temporal) y las modalidades en que nos relacionamos con el ser y le comprendemos, siendo la
angustia el estado de ánimo que nos patentiza la nada. Por su parte, el filósofo japonés, Tetsuro Watsuji, en su
obra Antropología del paisaje,
también establece la relación entre los estados de ánimo y el paisaje.
La isla-paraíso
de Melville es una metáfora del estado de ánimo que nos abre las puertas a un
paisaje interior, en el sentido de un ámbito poiético del alma, el santuario que guarda el pozo del Ser, como
bien supo describirlo María Margarita López en su texto “El jardín interior”.
Debussy, el
maestro de las atmósferas y los ámbitos de ensueño, evoca deliciosamente un
jardín bajo la lluvia en una de sus Estampes
para piano.
Claude Debussy: Jardins sous la pluie. Estampes III.
Interpreta al piano Sviatoslav Richter.
Escribe Michel
Onfray:
“Cuando mi
espíritu divaga y vagabundea porque llueve en mi campiña, acudo a Debussy para
acompañar mis ensueños. Por supuesto, porque en una de sus Estampes hay una pieza titulada Jardins
sous la pluie […].” (Michel Onfray. “Metamorfosis de las aguas”. En El deseo de ser un volcán.)
Mis ensoñaciones
sobre jardines bajo la lluvia prefieren a la exquisita Cloches
à travers les feuilles
(“Campanas a través de las hojas”), la primera composición del Libro II de Images para piano de Debussy. Desde el
ventanal de la sala de mi apartamento, en las Residencias “Venezuela” de Coche,
obra de Carlos Raúl Villanueva, los árboles y arbustos de los jardines
interiores de mi edificio y los aledaños, se superponen de tal manera que las
edificaciones que nos rodean desaparecen. Bajo la lluvia, que aviva el color de
los vegetales y termina por hacer desaparecer de la vista todo rastro urbano,
ese jardín parece un pedacito del Edén perdido en el trópico, confundiéndose en
la ensoñación que sugiere su vista, el sonido de la lluvia con las notas
acampanadas que se desgranan en la obra de Debussy.
Claude
Debussy:Cloches à
travers les feuilles. Images
Libro II. Interpreta al piano Sviatoslav Richter.
Hermann Melville
es el autor de la gran tragedia estadounidense: Moby Dick. Obra que muchos todavía creen un simple relato de
aventuras. Sabía bien Melville lo que significaba esa isla interior, ubicada en
el ojo del huracán de las vicisitudes del destino.
Los
latinoamericanos queremos esgrimir nuestrasangre indígena –real o simbólica- contra la cultura europea, de la que
deseamos ser independientes por heredar justamente todos los complejos
coloniales, no sabiendo hacer de nuestra europeidad fronteriza, con las
excepciones del caso, un fatum y una cultura generosa y hospitalaria, no
resentida. Los anglosajones de América son distintos, han buscado no una
diferencia de sangre con los
europeos, sino una diferencia de “estado de ánimo” y carácter, diferencia que
arraiga en los paisajes primigenios de los Estados Unidos. Henry James es el
gran novelista de esa contraposición entre la inocencia e ignorancia del
estadounidense, y la malicia refinada y mundana del europeo.
LA PAZ DE LAS COSAS SALVAJES
Cuando el temor por el mundo crece en mí
y despierto en la noche ante el menor sonido,
preocupado por qué será de mi vida y de las vidas de
mis hijos,
voy y me acuesto allí donde el pato
descansa en su belleza en el agua, y la garza real
se alimenta.
Entro en la paz de las cosas salvajes
que no ponen a prueba sus vidas con la anticipación
del dolor.
Entro en la presencia del agua quieta.
Y siento sobre mi cabeza a las estrellas ciegas
al día
esperando con su luz. Por un momento,
descanso en la gracia del mundo, y soy libre.
Wendell
Berry (EEUU / 1934-)
Los grandes
ensayistas estadounidenses, como Emerson y Thoreau; sus poetas, como Dickinson
y Frost; incluso E. A. Poe, nos hablan de una naturaleza que puede
purificarnos, entregarnos la inocencia primordial y la posibilidad de un
recomenzar desde lo más prístino y originario, aunque la natura también tenga,
como todo ámbito sacralizado, sus aristas tenebrosas y siniestras. El fotógrafo
Ralph Eugene Meatyard, junto al poeta Wandel Berry, realizó un libro sobre el
desfiladero del Red River en Kentucky, The
Unforeseen Wilderness,
donde fotografió ambientes naturales especialmente lóbregos y amenazantes,
revelando al buen entendedor que la naturaleza debe ser amada también en sus
aspectos sombríos e inquietantes. Y, sin embargo, aún en esos sitiales de
expresiva letalidad, la naturaleza silvestre siempre tiene algo de remanso, reposando
en el silencio y la paz que caracteriza a las “cosas salvajes”.
Fotografía de Meatyard
del desfiladero del Red River en Kentucky.
Evans admiraba los filmes
animados clásicos de Disney. Pero Walt Disney está en las antípodas de Meatyard
y Melville. Disney hace todo lo posible por expurgar lo trágico en el arte que
promueve, especialmente si se trata de la naturaleza. Pero una misma “pasión
americana” por la inocencia pérdida (la “caída” bíblica) y su recuperación
posible –al menos como promesa- en el
contacto pleno con la naturaleza –el Edén reencontrado-, une al productor
cinematográfico, al fotógrafo y al escritor.
He aquí la Sinfonía No. 6 Opus 68
“Pastoral” de Beethoven, obra sobre la cual los Estudios Disney realizaron una animación basada en la mitología griega como naturaleza idealizada en el
filme Fantasía:
En el arte del Tai Chi Chuan
también vemos un movimiento neutralizador
del pathos trágico inherente a todo arte, especialmente al arte marcial. Si el
Tai Chi Chuan es un arte para la paz, lo es porque es una vía de transmutación
de la violencia -la propia, esencialmente-, y, por ende, no parte de su
negación y rechazo, sino, como en la alquimia, de considerar la violencia
inherente a nuestra condición homínida,
como la materia prima para el proceso de sublimación artístico (en el sentido
alquímico de la transformación de la materia a través del fuego del espíritu):
la nigredo, asociada a la
putrefacción y al dios Saturno (Cronos).
Estas vías anti trágicas quieren
expurgar al Tai Chi de sus aspectos marciales. En occidente, la corriente más
poderosa de esta castración del Taijiquan proviene de New Age. Desde esos
predios se ha pretendido lanzar un Tai Chi desprovisto del “Chuan” (boxeo o
lucha), reducido a gimnasia terapéutica y meditación en movimiento, a práctica
favorecida por la “nueva espiritualidad”. La otra corriente, aupada por la
República China, es la conversión del Taijiquan en mero deporte. De ahí que las
formas o rutinas (taolu) creadas con vistas a la masificación deportiva, sean
consideradas por algunos estudiosos del arte marcial como versiones
“descafeinadas”, aunque ellos refieran equívocamente este término más a la
diferencia estilística entre el Tai Chi Chuan continental, signado por la suavidad, contraponiéndolo a las
versiones híbridas del Tai Chi Chuan de ultramar (donde los aspectos marciales
inherentes al Tai Chi se confunden con el de artes marciales de tipo duro), y
no a la crítica fundamental respecto a la conversión deportiva: que la construcción
de las rutinas de Taijiquan de esa vertiente, obedece, la más de las veces, a
aspectos deportivos (más rápido, más alto, más fuerte, y también más
espectacular) y de divulgación (simplificación), que a reales aportaciones
marciales.
C. S. Lewis y R. R. Tolkien
consideraban que Disney era un peligroso corruptor cultural, al simplificar e
infantilizar al extremo los cuentos de hadas, que para ellos simbolizaban
historias iniciáticas y parábolas mistéricas. Disney representa la versión
ingenua y edulcorada –“gringa”, casi kitsch-
de la peligrosa corrupción cultural que de manera más sofisticada e inquietante
representa en la cultura moderna la música de Richard Wagner o el cine de Leni
Riefenstahl.
El problema que la crítica
meramente política a Disney pasa por alto, como en Para leer al Pato Donald (Dorfman y Mattelart), (7) es justamente
el tremendo poder artístico de sus producciones, la seducción sin par que emana
de sus filmes animados, a pesar de estar imbuidos en el “sueño americano”, y
ser portavoces aparentemente inofensivos y encantadores de la weltanschauung del WASP (white,
anglo-saxon and protestant).
Pero así como Nietzsche y Debussy
nunca dejaron de admirar el Preludio de
Amor y Muerte de Tristán e Isolda, de Wagner, y así como Orson Welles se
quitaba el sombrero ante los filmes de Riefenstahl, en especial Olympia y El triunfo de la voluntad, de la misma manera, Tolkien y Lewis, no
dejaron de admirar los no tan escasos aciertos del filme Blanca Nieves de Disney. Todos ellos, artistas y críticos de arte
consumados, sabían que lo verdaderamente peligroso estaba allí, en el arte
genial que hacía invisible e indetectable el veneno cultural, en especial la resolución
anti trágica de los conflictos inherentes a la condición humana.
Evans debe
haber sentido ese conflicto latente en los filmes animados clásicos de Disney, la
irresolución entre inocencia e ingenuidad, sencillez e ignorancia, pureza e
infantilidad. Pero siendo un artista cabal, no tomó una vía crítica doctrinaria
y externa hacia la obra de Disney. Al igual que Picasso, Evans pensaba que no
había nada por encima del arte, razón por la cual quería visitar la URSS, pues
creía poder tender puentes duraderos con su música, allí, donde los conflictos
políticos del momento sólo ofrecían distanciamiento, recelo y discordia con las
personas de su país.
De modo que
Evans hizo, como buen jazzista, una crítica inmanente, en el sentido de una transmutación
del material musical, de por lo menos algunas de las piezas emblemáticas de los
filmes de Disney. En esto daba un paso incluso más allá del que había dado su
amado Debussy, quien también hizo una transmutación artística del Preludio de Amor y Muerte wagneriano en
su ragtime Golliwoog’s Cakewalk, pero
no dejó de caricaturizarlo en el mismo proceso. Lo que Evans hizo con las
canciones de las películas animadas de Disney, fue patentizar la inocencia de
la belleza virginal de éstas hospedándola en medio de la mundanidad y el dolor,
obsceno y sublime al mismo tiempo, que ofrece el jazz, haciéndolos conversar y
danzar juntos gracias a la espontaneidad inherente al género.
When You Wish Upon A Star (de Pinocho).
1962. Quinteto de Bill Evans.
Someday My Prince Will Come (de Blanca
Nieves). 1960. Trío de Bill Evans.
Alice in Wonderland (de la película homónima). 1961. Trío de Bill Evans.
Al arte de Disney lo asiste el ángel, o, al menos, los querubines y
serafines. Vuelan demasiado alto, la más de las veces, para evitar el demonio
que se esconde en los detalles. Representan simbólicamente ese anhelo
estadounidense de ganar las guerras sin despeinarse, asépticamente, desde muy
arriba en el aire, con su fuerza aérea y sus satélites, para después bajar a
ofrecerle curitas a los sobrevivientes bombardeados, como se parodia en Apocalypse Now de Coppola. Evans quería
bajar a esos querubines y serafines rollizos, para ponerlos a dialogar con el
ángel de la melancolía y los ángeles terrenos de Poe, para que también
desciendan al inframundo, junto a Odiseo y Orfeo, y salgan renovados como
Perséfone al volver de los avernos. Así, el “sueño de Disney”, quizá demasiado
yanqui a fin de cuentas, puede ser transmutado en una ensoñación poética
generosa, vital y enigmática, y seguramente más bella, pues lo hermoso se nos
revela mejor y nos alcanza con pasmosa certeza, cuando resalta sobre el fondo
terrible de lo trágico.
Si Peace Piece tiene algo de
“pastoral”, no lo tiene en el sentido cristiano ni en la acepción bucólica que
dicha palabra arrastra, más bien lo tiene en el sentido del poema de Berry, de
la “paz de las cosas salvajes”. Pues sólo los animales salvajes tienen alma
plena, según los hindúes, espontaneidad vital. Siendo el hombre, a fin de
cuentas, una especie no domesticada ni domesticable.
Para Poe, el jardinero-paisajista, en tanto poeta cabal, posee una
particularidad única, pues su trabajo conjuga y armoniza la creatividad humana
con la que es propia de la naturaleza (natura
naturans). En términos chinos (y quizá heideggerianos), este artista
patentiza la necesaria conversación íntima entre el Cielo y la Tierra. Para
ello, siguiendo a Poe, se necesita de intermediarios entre los designios de las
deidades y el arte de los hombres. Dice Heidegger: “En el Cielo los divinos; en
la Tierra los mortales”.
“Supongamos ahora que este sentido del propósito del Todopoderoso descienda un grado, llegue en cierto modo
a una armonía o acuerdo con el sentido del arte humano que constituya un
intermediario entre ambos; imaginemos, por ejemplo, un paisaje cuya amplitud y
limitación combinadas, cuya belleza, magnificencia y extrañeza reunidas provoquen la idea de preocupación, de cultura y
dirección de parte de seres superiores, pero análogos a la humanidad; así se
mantiene el sentimiento de interés, mientras el arte implícito llega a cobrar
el aspecto de un intermediario o naturaleza secundaria, una naturaleza que no
es de Dios ni una emanación de Dios, pero que sigue siendo naturaleza, en el
sentido de una obra salida de manos de ángeles que se ciernen entre el hombre y
Dios.” (E.A. Poe. El dominio de Arnheim o
el jardín-paisaje).
Si esto es cierto para el jardinero-paisajista, lo es aún más para aquel
que, descubriendo el jardín interior que guarda el manantial poiético, el pozo del Ser, se dedica al
cultivo de sus atmósferas y ámbitos de intimidad a través de los ensueños que
evoca su arte. En ese jardín edénico, que recuerda la isla-paraíso de Melville,
el “poeta del piano” que tocaba el alma de sus oyentes, transfiguraba el pesado
ángel de la melancolía a través de lo que Osho llamó “la ley de la Gracia”
“Hay momentos en los que tienes una sensación de ingravidez. Caminas en
la tierra, pero aún así, no te sientes que estás tocando la tierra; estás diez
centímetros por encima. Momentos de alegría, momentos de oración, momentos de
meditación, momentos de celebración, momentos de amor… y no tienes peso, te
sientes elevado.” (Osho. Creatividad).
Michel Onfray lo llama el “principio de delicadeza”:
“Resiste a lo peor con lo mejor: el arte. Esa resistencia exige lo que
llamo el principio de delicadeza, la voluntad de contraponer a la realidad
deletérea, contra viento y marea, a pesar de todo, la elegancia y la belleza,
incluso en medio de las ruinas. […] El principio de delicadeza […]: la dignidad
y el deseo de oponer permanentemente lo celeste a lo terrenal, lo angélico a lo
infernal, la elegancia a la torpeza.” (Michel Onfray. “El principio de
delicadeza. En El deseo de ser un volcán).
Consideramos entonces, que estas palabras que Onfray le dedica a
Benjamín Britten, también se corresponden con el arte de Bill Evans;
“Toda su música es una variación sobre el tema del ángel, forma alada
del principio de delicadeza, cuya etimología nos muestra, como una recurrencia,
su proximidad con lo que se vuelve líquido, lo que fluidifica, vaporiza hasta
el éter. El estilo de […] magnifica el refinamiento sin el exceso de
rebuscamiento, la elegancia sin afectación, la gracia y la sutileza sin
inconsistencia” (M. Onfray, Ob. Cit.)
ENSUEÑO
Para fugarnos de la
tierra
un libro es el mejor
bajel;
y se viaja mejor en el
poema
que en el más brioso y
rápido corcel
Aun el más pobre puede
hacerlo,
nada por ello ha de
pagar:
el alma en el transporte
de su sueño
se nutre sólo de silencio
y paz.
Emily Dickinson
Roberto Chacón
(Continuará…)
Notas:
(1) Una isla
en los Mares del Sur.
(2) Timón de Atenas es una de las tragedias
más pesimistas y amargas de Shakespeare, que a su vez es una parodia de la
misantropía.
(3) En el
hinduismo, Shesha es una serpiente divina, rey de todas las serpientes (nagas),
también es una de las formas de Visnú (Ananta Shesha). Su nombre significa, en
sanscrito “lo que queda” (al final de cada ciclo de creación y destrucción
universal). En el trimurti indio, las tres deidades más importantes del
hinduismo, Visnú (Vishnu) es el “preservador”, mientras Brahmá es el “creador”
y Shiva el “destructor”. A Visnú se le representa acostado sobre Shesha, que
flota enroscada sobre el océano universal que hay al fondo del huevo cósmico.
En el sueño yógico (yoga-nidra) de Visnú, su respiración esparce millones de
partículas de las cuales nacerán los infinitos universos materiales.
(4) Protagonista nazi del cuento “Deutsches Requiem” de J. L. Borges.
(5) E. A. Poe.
“El dominio de Arnheim o el jardín-paisaje”.
(6) A partir
de la muerte de La Faro, Evans estuvo un año sin presentarse en público.
(7) Y en buena
medida lo pasa por alto porque culturalmente esos críticos comparten con el
personaje criticado una visión anti trágica de la vida.