martes, 3 de diciembre de 2019

EDITORIAL (Magazine No. 612)


Nei-Waijia Venezuela les desea a todos sus alumnos, profesores, colaboradores con el Magazine y lectores del boletín, así como al público general, unas muy Felices Navidades y un Venturoso Año Nuevo 2020.

Este número del Magazine Nei Dan es el último por el año 2019. Volveremos con ustedes la primera semana de febrero 2020, cuando se publique en el Blog el boletín No. 613.

En nuestras secciones quincenales, presentamos "365 Meditaciones Tao", de Ming Dao Deng, con el texto "División". En la sección "Pensamiento", ofrecemos un proverbio del pueblo Akán (África Occidental). Ya el año que viene comenzaremos con la sección "Humor", en sustitución de "Pensamiento".

En este número del boletín Nei Dan, traemos, nuestras secciones mensuales, que además de videos y música, trae también reseña de libro.
Videos (colaboraciones), Música y Reseña de Libro:

-Videos (Colaboraciones): "Elvis Presley - Houng Dog (1956)" / "Discurso sobre los animales" / "Jim Carrey Maharishi".
-Música: El Kora (África Occidental): "The Mande Variations", Toumani Diabaté / "New Ancient String", Ballaké Sissoko y Toumani Diabaté / "Tunga", Mamadou Diabaté.
-Reseña de Libro:  La biología de la creencia (Bruce H. Lipton).

En nuestras Secciones de Autor traemos la sección Caleidoscopio (Yilda Conquista), con la décima entrega de "¿Es posible desranchificarnos?" (Yilda Conquista y Roberto Chacón).

En la sección "Artículo" les ofrecemos el artículo "Los significados simbólicos de los nombres  de las posturas de Tai Chi" (Ray Wood).

También les traemos hoy, en nuestra sección "Artículos del Archivo Nei Dan" el texto "Ópalo" (Anuchy Ulloa).



NOTICIAS NEI-WAIJIA Y MÁS (Magazine No. 612)

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LECTURA DEL I CHING Y CARTAS ASTRALES: HERIBERTO STARS AND CHANGES


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ARTÍCULO (Magazine No. 612)


LOS SIGNIFICADOS SIMBÓLICOS DE LOS NOMBRES DE LAS POSTURAS DE TAI CHI*

Gran Maestro Yang Chengfu: Látigo Simple.

1. Comienzo: Deriva del Hexagrama 35. Al comenzar el día, el sol se mueve lentamente más alto y más alto sobre la tierra. Esta postura representa progreso y el desarrollo de la virtud.

2. Asir la Cola del Gorrión: Deriva del Hexagrama 1. La mano izquierda se mantiene al nivel de la barbilla, como si agarrara la cabeza del ave, la mano derecha al lado de la cadera, como si acariciara ala cola del pájaro. El pájaro es un símbolo de conocimiento, aire, espíritu y aliento.

3. Presionar: Las manos, cuando avanzan presionando, representan el paso de la luna nueva a la llena. La naturaleza fluye cíclicamente, cuando la luna se llena y luego comienza a menguar. Por lo tanto, al separar las manos y descansar hacia atrás (retirarse), se indica la luna menguante.

4. Empujar: Las manos paralelas frente al cuerpo es un símbolo de fortaleza externa y vacío interior. El acto de empujar recuerda al arco del sol que cruza los cielos.

5. Látigo Simple: Deriva del Hexagrama 49. El cielo y la tierra revolucionan, y el ciclo de las cuatro de estaciones se completa. El cuerpo se voltea, con los brazos todavía paralelos, en un movimiento fluido como un viento ligero. Los dedos se juntan para formar el pico de un pájaro.

6. Tocar la Guitarra: Deriva del Hexagrama 17. Alegre rasguear del antiguo laúd Chino llamado Pipa (un instrumento ovalado de cuerdas, con caja de madera). La postura requiere que firmeza, el pie se levanta, tocando ligeramente el piso, presto a patear. Rasguear el laúd significa: estar despojado de ambición y deseos mundanos, para poder disfrutar de la naturaleza. Uso de las piernas, brazos, manos y dedos.

Gran maestro Zheng Manqing


7. Retroceder el Hombro: Deriva del Hexagrama 34. La postura sugiere una cabra, o un animal similar, excitado como un trueno, con mucha fuerza, avanzando para embestir una cerca.

8. La Cigüeña Abre sus Alas: Deriva del Hexagrama 22. Significa gracia y belleza en el movimiento. Imagine un ave acuática salvaje, blanca, que vuela al borde de un lago del bosque, con un ala en alto (colocada sobre la altura del ojo) y otra baja. También simboliza longevidad, comunicación con la divinidad, y el concepto de libertad para la búsqueda del “Tao”.

9. Cepillar la Rodilla: Deriva del Hexagrama 18. Significa trabajar en lo que se ha dañado y remover la fuente del deterioro. Ilustra una persona que camina hacia adelanrte y suavemente empuja (como sopla el viento a través de las ramas un sauce) contra una montaña.

10. Paso adelante, Desviar, Esquivar y Golpear: Deriva del Hexagrama 16. La postura fluye como la agua y es suave. Sin embargo, el golpe es lanzado como una flecha desde un arco contraído, poderoso como el trueno. La flecha se dirige al corazón.

11. Empuje y Cierre Aparente: Separa manos y empuje como si usted cerrara una puerta.

12. Cruzar las Manos: Derivan del Hexagrama 36. Significa el sol hundiéndose detrás de la tierra y marca el fin de cada sección.

13. Abrazar al Tigre y Regresar a la Montaña: Deriva del Hexagrama 52. El tigre simboliza poder y flujo de energía. Es también una figura semi-mítica que custodia sepulturas, ahuyentando espíritus malignos. Los pulmones y la respiración son importantes, pues la postura simboliza al tigre siendo abrazado (llevado) y relacionado (devuelto) a la montaña. La montaña es el lugar de la veneración, la quietud y del reposo. Entregamos la energía vital a la inmovilidad, donde permanece, hasta que estemos listos para empezar nuevamente.


14. Puño Debajo del Codo: Deriva del Hexagrama 27. Ilustra un tigre, con valor insaciable, espiando con ojos aguzados. La postura indica un movimiento simultáneo de pies, manos y dedos. El espíritu de la forma sugiere una atención escrupulosa a los movimientos del adversario, mientras el combatiente aguarda para lanzar un repentino  (sorpresivo) golpe con el puño o el pie.

15. Retroceder y Rechazar al Mono: Deriva del Hexagrama 33. El mono duende, en la mitología China, representa la naturaleza humana, la cual es básicamente buena, pero que se inclina a la tentación fácilmente. La mente del mono brinca de un lado a otro, sin control ni objetivo. La postura implica la suave aplicación de la energía. El éxito está en retirarse porque rehusamos utilizar la fuerza contra la fuerza. Retroceda y espere por el tiempo correcto para contra atacar.

16. Vuelo Inclinado: Deriva del Hexagrama 59. Un polluelo, volando bajo en una posición inclinada hacia las riberas de un río, que son inclinadas, continúa su trayectoria hasta que encuentre suelo plano para aterrizar, o se ahogará. Cuando el pájaro mágico se levanta sobre una pata y extiende sus alas, está pidiendo lluvia.  El movimiento implica un golpe al oído o a la sien del oponente.

17. La Aguja al Fondo de Mar: Deriva del Hexagrama 62. Indica un lago de profundidades insondables, que sube hasta cubrir los árboles. Las ondas no cesan de batir. Implica una aguja de oro (metal), recta y larga, una varilla mágica. Cuando se saca la aguja del fondo del mar, supone una transformación de destino humano. Se encuentra la fuente de la sabiduría y la inspiración creativa.

18. La Espalda se Abre como abanico: Deriva del Hexagrama 26. El abanico es símbolo de inmortalidad, y se le cree capaz de revivir las almas de los muertos. La postura le da sustancia a la imagen de un abanico chino. Un abanico plegable puede ser pequeño o grande. Las manos se mueven ascendentes hacia el cielo. El movimiento puede ser también considerado como el lanzamiento de una flecha, significando el llevar el trabajo creativo hasta el nivel consciente.

19. Volverse, Quitar y Golpear: Deriva del Hexagrama 28. La postura evoca la imagen de una persona que se voltea y lanza un golpe (puño) hacia atrás, a la cabeza del adversario. El puño cae como lluvia.

20. Mover las Manos como las Nubes: Deriva del Hexagrama 3. Las manos pasan por delante del vientre moviéndose (ondulando) pacíficamente como nubes, flotando en el cielo. No hay principio ni final. La imagen de la dificultad inicial, la cual trae orden desde la confusión. La posición de las piernas sugiere un jinete.

21. Avanzar y Golpear con el Puño: Deriva del Hexagrama 15. Denota el llevar al inconsciente tratando las sensaciones desagradables. La postura representa un puño y el área genital. De que el movimiento sea avanzar dando un paso y golpear el bajo abdomen.

22. Golpear al Tigre: Deriva del Hexagrama 42. Denota diversos significados, como: aumento, apostura, tigre, el templo, y la zona de costillas del cuerpo. Los golpes se dan suavemente, un puño golpea la sien (temple while) mientras el otro ataca las costillas.

23. Golpear los Oídos del Adversario con Ambos Puños: Deriva del Hexagrama 21. Los movimientos del tigre se conectan con la posesión del control de uno mismo. El significado de la postura es un mordisco mediante. Los dos puños paralelos muestran la imagen de golpe al oído o a la frente. El cuello de la persona está sujeto a la madera de un cangue (un antiguo dispositivo para el castigo, que consistía en dos pedazos de madera que aprisionaban el cuello de modo que los oídos [orejas] desaparecían).

24. Separando la Crin del Caballo Salvaje: Tratando de acercarse a un caballo salvaje.

25. La Bella Joven Trabaja con la Lanzadera: Deriva del Hexagram 60. La muchacha de Jade trabaja con la lanzadera porque ella era una criada que servía a los Inmortales taoístas. Los chinos creían que la tierra era cuadrada y que los cielos estaban sostenidos por las cuatro de patas de una tortuga.  La cuatro patas representan los cuatro puntos cardinales, como los cuatro esquinas del mundo. Esta secuencia está conectada también con la teoría de los Cinco Elementos. Las cuatro esquinas de la tierra son representadas por cuatro animales míticos: Sur-Rojo-Pájaro-Fuego; Este-Verde-Dragón-Madera; Oeste-Blanco-Tigre-Metal; Norte-Negro-Serpiente-Agua.  La Tierra está en el centro. La Bella Dama mueve la lanzadera de madera con suaves giros de su cuerpo, una y otra vez como un molino de agua. Hay cuatro giros, el número de estaciones del año. Cuando se usa en auto defensa, una mano bloquea en forma ofensiva y la otra mano empuja.

26. La Serpiente se Arrastra: Deriva del Hexagrama 7. La postura sugiere una serpiente se arrastra sobre la tierra o sobre el agua. Cuando se ejecuta el movimiento el cuerpo baja para que el vientre esté cerca de las rodillas. Ante un enemigo superior, contra el cual sería infructuoso pelear, una retirada ordenada es el procedimiento correcto, pues así se salva al ejército de la derrota y la desintegración. No es de ninguna manera un signo de coraje o fortaleza insistir en una lucha sin esperanzas. No importa cuáles sean las circunstancias. El propósito de la retirada consiste en ser capaz de avanzar luego con más éxito.

27. El Gallo de Oro se Sostiene Sobre una Pata: Deriva desde Hexagrama 61. El conocimiento y el aprendizaje son representados por la serpiente, quien también es el símbolo de la renovación perpetua. Durante la postura “La Serpiente se Arrastra”, uno abandona en el agua el conocimiento y el aprendizaje. De las profundidades del agua el “El Gallo se Oro” nace. Este es un movimiento ofensivo: una pierna se levanta para golpear con la rodilla y el otro se planta firmemente sobre el terreno como una montaña.  Las manos se mantienen sobre la pierna.

28. Paso Adelante a Las Siete de Estrellas: Deriva del Hexagrama 55. “Siete de Estrellas” significa renacer en un plano superior. La Estrella Polar se encuentra entre un grupo o constelación de siete de estrellas. El sol es la estrella del sistema solar. La postura representa el sol al medio día (dos de puños cerca de la mitad del pecho), cuando comienza a ponerse.

29. Retroceder para Montar al Tigre: Deriva del Hexagrama 53. El lograr “montar al tigre” significa que se ha logrado el perfecto control sobre uno mismo.

30. Voltear el Cuerpo y hacer el Barrido Flor de Loto: Deriva del Hexagrama 64. Brotando del cieno la flor de Loto abre todos sus pétalos, a medida que gira hacia el Oeste, hacia el ocaso. Todo el cuerpo gira como una rueda. Hay un choque al dar una patada a la sección media del cuerpo del adversario. El riñón es conocido en el Taoísmo “Territorio del Diablo”.

31. Tensar el Arco y Disparar al Tigre: Deriva del Hexagrama 40. Se cree que todos tenemos dos almas. La pobre alma del cuerpo se hunde en la tierra, convirtiéndose en un Kuei o fantasma; siendo Hun el alma espiritual que se convierte en Shen. El Shen, con el tiempo llegará a ser uno con el Tao. La imagen del movimiento es la de disparar a un tigre con un arco y flecha. El puño avanza y se dirige a la sien o a las costillas del adversario.

32. Conclusión: El descenso del sol al final del día.  La conclusión. El gran final.

Autor: Ray Wood

*Los nombres de las posturas aquí expuestos pertenecen al estilo Yang. Muy probablemente en la versión del gran maestro Zheng Manqing (Cheng Man-ching). Nota del Editor.




ARTÍCULOS (ÍNDICE)

CALEIDOSCOPIO Yilda Conquista (Magazine No. 612)

¿ES POSIBLE DESRANCHIFICARNOS? (X) 

“Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial
es invisible a los ojos.
Antoine de Saint-Exupéry
El principito

“Se vuelve médico sólo aquél que conoce
aquello que es innominable,
invisible e inmaterial, y sin embargo eficaz.”
Paracelso

Se hace así visible lo invisible que
 hace posible la visibilidad.
Entrevemos entonces lo visi-invisible.
Daniel Medvedov

Los grandes géneros del academicismo venezolano, el histórico-épico y el retrato de próceres y jefes de Estado, forman la nuez del arte plástico al servicio del proyecto de nación Estado. Todo pro-yecto (del latín proiectus: arrojado adelante, al futuro), presupone una “imagen del mundo” en el sentido heideggeriano (mucho más que una “visión”: weltanschauung) y, por ende, una teleología, una finalidad a ser alcanzada. En tanto ese “proyecto” ha sido encomendado a las artes plásticas (pintura y escultura esencialmente) como parte del proceso de la creación y consolidación de una nación Estado moderna (unidad política que se comienza a globalizar con las guerras independentistas de América –Siglos XVIII y XIX), esto presupone un arte que es interpretado desde el horizonte de la estética, respondiendo a la expresión de una determinada vida humana (la del “venezolano”), de su historia oficial y de sus supuestas “vivencias” (1) particulares como “pueblo”.

Pero los academicistas -Tovar y Tovar, Herrera Toro, Michelena y Cristóbal Rojas- también cultivaron géneros menores, según la estimación de la Academia, como el paisaje y las naturalezas muertas (bodegones). Habían quedado en el aire las interrogantes sobre si nuestra pintura academicista sólo respondía al proyecto de mitologización de la historia en pos de construir las imágenes eidéticas de la nación Estado y su “pueblo”, o, si podíamos encontrar en aquellos artistas académicos vislumbres de un pensamiento trágico y de un arte del habitar.

Si entendemos por “espacio público” el lugar (real y/o metafórico) dónde converge un pueblo, donde encuentra el sentido de su existencia, ese “espacio” corresponde, desde el paleolítico, al sitial sagrado de la comunidad. Hasta el advenimiento de las civilizaciones tradicionales, los lugares sagrados constituían en esencia el espacio público. En la Grecia arcaica, los ágoras estaban en estrecha conexión con los santuarios. Pero ya en la misma antigua Grecia, el espacio público como ágora (ἀγορά) o lugar de reunión de los ciudadanos de la polis, comenzó a situarse en la ciudad baja (en un comienzo la plaza del mercado), diferenciándose de los templos y palacios de la acrópolis, síntoma del proceso de distanciamiento entre lo sagrado y lo político.

En nuestro mundo moderno, desacralizado, parece que la ruptura de lo sagrado y lo político es absoluta. Medios de comunicación y redes sociales, opinión pública, publicidad comercial, y relaciones públicas, parecen constituir el difuso “espacio público” del que gozamos hoy. Este parece gravitar principalmente en torno al Estado y sus instituciones, los partidos políticos y otras organizaciones (sindicatos, colegios profesionales, etc.), y las grandes corporaciones comerciales.

Michel Foucault dice que el “proceso de creación política” de las personas, fue “confiscado desde el siglo XIX por las grandes instituciones políticas y los grandes partidos políticos”. De modo que la reducción del espacio público en cuanto a participación real y creativa de la ciudadanía (aunque aparezca como gigantesco a la imaginación dados los vastos sistemas que lo componen y el alcance de lo que informa), va de la mano de esa “confiscación”.

Pero ese espacio público moderno, al estar desacralizado, carece del sentido fundante para una convergencia de las almas y los corazones de los miembros de una población. De ahí que una nación Estado moderna no constituya necesariamente un pueblo histórico (que no significa un pueblo en la historia, por supuesto). Sólo el arte, que “nombra lo sagrado”, hace converger a las personas involucradas en una circulación compartida del sentido. El artista logra hacer escuchar al “ángel dar más puro sentido al habla de la tribu”, según el verso de Mallarmé (La Tumba de Edgar Poe). Las explicaciones racionales de los “ciudadanos”, como el saberse sujetos a la mismas leyes o tener derechos y deberes iguales, sólo refuerzan esa circulación de sentido fundadora, sacra (no necesariamente religiosa).

De modo que el espacio público moderno es traspasado por las mil imágenes eidéticas y las innumerables moralinas, en una busca interminable de sustitución artificial de la circulación del sentido esencial. Así nacen los patriotismos, los nacionalismos, los himnos y las banderas, y las glorificaciones historicistas.

Aún el arte moderno puede jugar un papel fundante del espacio público, aunque nombre lo sagrado con galimatías, acertijos absurdos o silencios inquietantes, puesto que así crea enigmas sobre lo sacro (o sobre su ausencia), glifos arcanos sobre lo sagrado. Las obras modernas son como la piedra que arroja d’Arrast en el hogar de una casa, según el cuento de Albert Camus, La piedra que crece (El exilio y el reino).

Al final de la narración del cuento señalado, el ingeniero francés d’Arrast, al ver que su amigo el cocinero no va poder cargar una enorme piedra hasta la Iglesia durante una procesión religiosa donde todo el pueblo participa, para pagar una promesa hecha al Buen Jesús, decide cargar él mismo la roca relevando a su amigo. Pero no la deposita en la Iglesia, sino en el fuego central de la casa del cocinero, el hogar. Los habitantes de la casa llegan y se sientan en círculo en torno a la piedra. Entonces el cocinero le dice a d´Arrast, quien permanece de pie: “Siéntate con nosotros”.

Como dice Heidegger, el arte nos concierne debido a su importancia ontológica. Todo lo demás (hasta llegar a la reducción estética), son ecos de este hecho primordial. Y por esa razón está íntimamente relacionado con la libertad humana, de la creatividad de las potencias y fuerzas que parten de su cuerpo (Dasein, como tal, un hecho radicalmente ontológico).(2) El arte es político en un sentido profundo, ético y poiético, de crear los gérmenes de sentido de nuevas formas de vivir y relacionarse, y a la vez, de conectarnos con los orígenes.

Como palpamos en el cuento de Camus, el arte –la “piedra que crece”- hace posible el espacio público porque también se abre la posibilidad del habitar un mundo sobre la tierra, de convocar al hogar. Ese sentido fundante que convoca, y sigue circulando y resonando entre los convocados, posee esa conexión vital con el misterio de la convocatoria a la existencia, del sentido del por qué estamos arrojados a ésta, bajo el horizonte de la mortalidad.

Desde el advenimiento de los despotismos agrarios o civilizaciones tradicionales, ese poder de convocatoria, de sentido fundante (sobre el abismo mismo) del arte, fue inmediatamente utilizado por los poderes como dominio despótico para proyectarse en el tiempo y el espacio. Ahí comenzó la perversión del sentido circulante que convoca, del arte, para su uso como propaganda. Así apareció “lo enorme”, según las palabras de Nietzsche: un arte de propaganda destinado a provocar estupefacción, temor y admiración servil entre los súbditos. Pero la misma pretensión de este arte, carente de la necesaria mesura y donde los títulos del déspota no permitían escuchar el nombre sagrado, no sólo alejaban al arte y al artista de su misión auténtica, sino que cerraban toda posibilidad de espacio público y, a la vez, las posibilidades mismas del habitar.

Cuando lo enorme es vencido por la belleza, aparece el “gran estilo”, nos dice Nietzsche. Aquí lo que “vence” es la voluntad de poder del artista, alcanzando la cima más alta de la misma entre los seres humanos. La voluntad de poder debe entenderse como la potencia de armonía y unidad creadora, que hace posible el advenimiento de la creación como excelencia plus, la obra como forma. La excelencia más lograda de la forma es la belleza. La belleza es el delicioso juego de las proporciones donde la fuerza creativa más poderosa ha sido mesurada, convertida en delicadeza, para agregar al mundo algo digno de ser contemplado.


La pugna entre lo bello y lo enorme, en el arte, es histórica pero no sigue una linealidad temporal, y menos aún una “dialéctica”. Mientras vemos aparecer lo “enorme” con Ramsés II, en el Antiguo Egipto, aunque seguramente comenzó con el nacimiento mismo de los despotismos agrarios; lo bello aparece casi con el advenimiento del Homo Sapiens. Recordemos a La Dama de Brassempouy, estatuilla con el delicado rostro de una joven, tallada en marfil de mamut, realizada en el paleolítico superior, hace 24.000 años como mínimo.

La Dama de Brassempouy

Pero según Denis Dutton (Una teoría darwiniana de la belleza), las hachas de mano Achelenses, realizadas como objetos “decorativos” (no utilitarios) (3), se remontan al Homo Erectus o Ergaster, y por tanto, son anteriores a la aparición del lenguaje y del hombre moderno.

Hacha de mano achelense

Cuando Nietzsche dice que el “gran estilo” en el arte nace cuando lo bello obtiene la victoria sobre lo enorme, resalta que, llegado un momento, el artista cobra consciencia de la vital importancia de su papel respecto a destino del hombre (recuerda quién es), de modo que tratará de no servir más (de escapar) a los poderes instituidos -cuyos encargos siempre tenderán a la exaltación de los poderosos y sus instituciones (a través de lo monumental –enorme y duradero, lo pomposo, lo exagerado, lo terrible, etc.) y la minimización simbólica de súbditos y enemigos-, abocándose enteramente a lo “bello”, lo que patentiza la armonía de lo que surge por sí mismo (con resonancias “cósmicas”), sin un “por qué” (Heidegger), y que puede ser des-cubierto en lo más insignificante, efímero y pequeño.

Al decir de Heidegger, gracias a la poesía el Ser del ente (cosa) se “aviene a lo permanente de su aparecer”, siendo lo que llamamos belleza esa re-velación del Ser del ente (Alethiea: des-ocultamiento en el ocultarse). Escribe Heidegger sobre la belleza y la verdad:

“La verdad es la desocultación del ente en cuanto tal. La verdad es la verdad del ser. La belleza no ocurre al lado de esta verdad. Cuando la verdad se pone en la obra se manifiesta. El manifestarse es, como este ser de la verdad en la obra y como obra, la belleza. Así pertenece lo bello a la verdad que acontece por sí. No es sólo relativo al gusto y únicamente su objeto. La belleza descansa sin embargo en la forma, pero sólo porque la forma se alumbró un día desde el ser como la entidad del ente.”

Entonces, es posible que nuestros artistas plásticos decimonónicos, a la sombra de los géneros menos ponderados por la Academia, y poco apreciados por los gobernantes en tanto poco sirven al proyecto de nación Estado, puedan haberse abierto a perspectivas distintas sobre el país y sus pobladores. Insinuando con ello posibles derroteros para un pensamiento trágico y un arte del habitar, que incluiría también las posibilidades del “espacio público”, el gran hogar de la comunidad. Puede que gracias a ese “arte menor” atisbemos por un momento un destello sobre la verdad de nuestra alma, que hemos dejado caer en el olvido.

De Martín Tovar y Tovar nos llama la atención El loco, que apareció en la revista El cojo ilustrado (año XII, 15 de marzo de 1903). El loco y el bobo son personajes recurrentes de nuestra Venezuela rural de antaño. Son el polo opuesto de los grandes próceres, con los cuales todos los pobladores del país querían tener lazos de sangre. En la vieja Venezuela, el loco y el bobo revelaban problemas genéticos por endogamia y otros males hereditarios. Un sino trágico para muchos linajes, como lo vemos al final de Cien años de soledad. La Tierra de Gracia y Macondo son como las dos caras de la moneda de nuestra realidad hasta bien entrado el siglo XX, y siguen estando a la sombra de muchos acontecimientos superficialmente “modernos” (como las “revoluciones”).

Martín Tovar y Tovar: El loco.

La obra de Herrera Luque está basada en gran medida sobre la “mala sangre” heredada, por la cual convertimos la Tierra de Gracia en Tártaro de titanes, locos, centauros y homicidas. Pero, aparte del recurso de la psiquiatrización del problema, engañosamente anti-trágico, el problema nuestro no está en la sangre (aunque Herrera Luque tampoco se lo achaque únicamente a los genes). Lo que heredamos está en nuestra psique, en nuestro inconsciente, en el imaginario colectivo, pero también en lo que consideramos nuestros rasgos identitarios (comportamiento, costumbres, etc.), en nuestro patrimonio artístico y cultural, y paradójicamente, en muchas cosas que no consideramos nuestras pero que nos atañen y nos poseen. Nudo Gordiano éste que hay que ir desenredando con mucha paciencia, delicadeza y precisión, ya que tienta, de lo enredado que es, a cortarlo a machetazos, como han intentado muchos.

Herrera Toro: El patio interior

Sobre el arte de habitar, Herrera Toro nos invita a mirar lo acogedor de nuestras antiguas casas en El patio interior (1902). En las pinturas de grandes batallas y otros acontecimientos históricos sobre los que la nación se siente “fundada”, sólo aparecen hombres, grandes personajes históricos, militares y políticos. Pero los patios interiores, los centros de nuestros hogares, las matrices de nuestra habitabilidad, pertenecían a las mujeres. La feminidad criolla que tan bien nos re-vela Teresa de la Parra, está ligada a esos patios interiores, a esos oasis de habitabilidad en medio de una sociedad y una naturaleza con aristas muy peligrosas. Carlos Raúl Villanueva fue uno de nuestros arquitectos que trató de que la modernidad arquitectónica acogiera esos espacios para la interioridad, pero muy pocos le han seguido en esta vena.

Esa pintura trae a mi mente esta reflexión de Osho:

“El amor, la compasión, la piedad, la amabilidad, todas estas grandes cualidades tienen una fragancia femenina. También hay cualidades masculinas: las cualidades del guerrero, el valor. Son cualidades duras, hay que ser como el acero. Porque las cualidades del hombre se han desarrollado a través de la guerra, y las femeninas se han desarrollado en casa con el marido y los niños […]. El mundo ha vivido dividido en dos partes. Por un lado, el hombre ha creado su mundo, mientras la mujer, a la sombra, ha vivido y ha creado su propio mundo. Esto es una contrariedad, porque para ser completos, enteros, tanto el hombre como la mujer deben tener las cualidades del otro. Tanto el hombre como la mujer deberían ser tan delicados como el pétalo de una rosa y tan fuertes como una espada; ambas cosas juntas, y así poder responder siempre que se presente la ocasión o lo exija la situación.” (Osho. Bienestar emocional). (4)

De los pintores académicos del siglo XIX, Cristóbal Rojas fue el que más se aproximó a una ruptura con la Academia y el romanticismo, como lo hicieron en su momento los franceses Gustave Courbet (1819-1877) y Jean-François Millet (1814-1875), entre otros, en lo que se denominó el realismo pictórico. Ante los pomposos temas históricos o mitológicos del clasicismo y los temas exóticos del romanticismo, los realistas proponían temas basados en la realidad cotidiana.

Cristóbal Rojas: Las ruinas de Cúa después del terremoto de 1812 

En Cristóbal Rojas, el realismo se abrió paso entre sus encargos académicos, pintando un país menos glorioso, más bien arruinado y empobrecido. Llama la atención sus cuadros sobre ruinas, como Las ruinas de Cúa después del terremoto de 1812 (dos cuadros) y Las ruinas del convento de Las Mercedes, también destruido por el terremoto de 1812. Todas datan de 1882, ochenta años después de aquel desastre natural. Nos hace recordar lo que decía Enrique Bernardo Núñez, de que lo que más resaltaba del paisaje venezolano eran las ruinas. Esas ruinas como paisaje las volveremos a encontrar más adelante, en obras como El arte en la historia, de Héctor Poleo.

Esta aseveración de Núñez no debe entenderse como si ponderara un carácter pintoresco de nuestro paisaje, como las ruinas de la Antigüedad que aparecen en las pinturas del francés Pierre Patel (1605-1676). Mientras las ruinas de la Antigüedad clásica recuerdan a los europeos su vasto pasado, pero también el auge civilizatorio indetenible de los tiempos modernos, las ruinas en Venezuela revelan, entre otras cosas, la involución que sufrió el país después de la Independencia. Una cita de Canaima, de Rómulo Gallegos, puede dar idea de lo aquí planteado:

“Por ahí, más adentro, estaban las ruinas del convento, pero ya no queda nada.
Todas estas casas de por aquí están pavimentadas con ladrillos sacados de esas ruinas, que por eso los llaman fraileros. Unos ladrillos que duran siglos, que ya no saben fabricarlos nuestros alfareros. Como todo lo bueno de antes, que se ha perdido.”

Cristóbal Rojas: Las ruinas del convento de Las Mercedes.

Por supuesto, el terremoto de 1812 vino a redoblar los destrozos y muertes que el huracán revolucionario y la guerra por la independencia de 20 años, causaron al país. Bolívar, cuya casa de piedra fue la única que se mantuvo en pie enteramente en Caracas el día del terremoto, dijo entonces su famosa frase voluntarista: “¡si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca!”, replicando con ella a los clérigos realistas. Pero, no fue sólo la naturaleza física la que se opuso… ¿O, pudiera ser, que había un quantum contra natura, en el proyecto bolivariano? Recordemos que la guerra de independencia fue, sobre todo, una guerra civil.

En todo caso, el “arruinamiento” del país, algo trágico dice no sólo de su naturaleza, sino sobre su historia y los hombres que la hicieron. Tomando en cuenta especialmente que a la guerra de independencia, con su “guerra de colores”, “guerra a muerte” y emigración a Oriente, siguieron largas “réplicas” (usando un término sismológico): casi cien años de guerras civiles y gobiernos autoritarios. Guerras civiles donde los partidarios del progreso, como señaló Teresa de la Parra, confundieron desgraciadamente “progreso” con destrucción.

A las ruinas de las guerras, los terremotos y la desidia de los hombres, hay que agregar la de los pueblos fantasmas, ya sea por la incidencia de enfermedades, como el paludismo, o por la devaluación de algún producto de exportación cuyo auge los había creado y/o hecho prósperos, y cuya posterior falta de demanda o la caída de sus precios internacionales los condenó a la ruina y el abandono.

Cristóbal Rojas: Naturaleza muerta con libro abierto.

Otro grupo de pinturas de Rojas a tomar en cuenta son los bodegones y afines. Hay algo en la atmósfera de Naturaleza muerta con libro abierto (1885), Naturaleza muerta con lámpara y Naturaleza muerta con paños (1887), que entronca directamente con Las cafeteras de Otero. Junto con Estudio para balcón (1889) y Mimosa (Sillón con flores / 1890), hacen las veces de pequeños ensayos sobre cómo nos relacionábamos con las cosas en aquel mundo de la Venezuela de aquel entonces, que debía bastante a lo que había podido salvarse de la Venezuela colonial, y también, sobre los matices de nuestra intimidad. Esa que ha sido matriz de tantos de nuestros poetas, y donde, por ende, chisporrotean las posibilidades de habitar estas tierras.

Cristóbal Rojas: El faisán.

El faisán (1889) es quizá la más “chardiniana” de nuestras pinturas decimonónicas, junto al Bodegón de Michelena (1891). Por ende, nos insinúa la posibilidad de un arte de vivir, de una cotidianidad poetizante. El hecho de que esta pintura este sepultada bajo nuestra obsesión por las pinturas de batallas importantes, ilustración de fechas patrias y retratos de héroes y políticos, dice mucho del poco cuidado que hemos tenido con nuestro legado de vida, con la porción de “lo pequeño es hermoso” que nos tocó en suerte.

Aparte de estas obras, hay que detenerse en otra serie de pinturas importantes de Rojas. Éstas tienen que ver con una condición que la Venezuela petrolera olvidó con demasiada facilidad: la miseria que asoló nuestro país desde las guerras de independencia hasta los primeros años del siglo XX. Destaca entre esas pinturas La miseria (1886). Esta puede ser acompañada por El plazo vencido (1887), El violinista enfermo (1886), Orfandad (1885) y Estudio para una primera y última Comunión. Aunque La miseria fue realizada en Francia, seguro lleva el sabor de la miseria que campeaba por estas latitudes.

Cristóbal Rojas: La miseria.

Esa “miseria” que vivimos en nuestros “cien años de soledad” decimonónicos, quizá ha quedado prendada de nuestra alma, de una manera tal que la riqueza petrolera no pudo siquiera maquillarla. Hugo Chávez, gran conocedor del imaginario venezolano, tal vez haya reconocido esta llaga de nuestro psiquismo colectivo, al recomendar la lectura de Los miserables de Víctor Hugo. Aunque con ello daba una interpretación anti trágica, “socialista” (colectivista), al asunto.

Tampoco olvidemos que los territorios de la actual Venezuela nunca fueron particularmente ricos en algo, ni en tiempos prehispánicos (donde no se levantó ninguna civilización indígena), ni en tiempos coloniales, donde éramos los parientes pobres de los grandes virreinatos.

Cristóbal Rojas: El purgatorio.

Estás “pinturas negras” tiene como culminación El purgatorio (1890). Como realista, Rojas ha debido entrever que Venezuela no era ningún Jardín del Edén, que había en ella demasiados “pecados y maldiciones heredados” (Lezama Lima dixit), que debían ser purgados para acceder a la posibilidad del habitar. Quizás el pintor estaba más claro que nosotros sobre cuáles de esos pecados y maldiciones debíamos deslastrarnos.

Lo cierto que esa imagen de la Venezuela-Purgatorio es la puerta de entrada para un pensamiento trágico, aunque esa puerta sea muy pequeña, como la que encontró Alicia en el Salón de las Puertas, donde hay que volverse muy pequeño para poder entrar. El Purgatorio es un pasaje temporal, donde terminan de purificarse las almas que van al Cielo, pero, ¿y si ese estado se hace permanente, infernal, como el laberinto sin salida de Macondo? ¿Es nuestra maldición una purificación sin fin, y sin sentido? Imaginemos todos nuestros desarrollismos y delirios vernáculos flagelándonos maniáticamente en pos del sueño utópico de cada quién, perpetuando así la sempiterna purga demencial.

Arturo Michelena, el autor de Miranda en La Carraca, es de los pintores académicos el más tentado por el romanticismo pictórico. Sin embargo, también tiene una obra a la manera de las pinturas realistas de Rojas, La caridad (1888), obra también realizada en París.

Los autorretratos de nuestros pintores académicos parece que poco dicen de ellos. El de Michelena (1890) nos lo muestra como un joven y dedicado pintor, con paleta y pinceles en las manos. En el de Cristóbal Rojas (1887) vemos la imagen de un artista que se afirma como tal. No son los pinceles y la paleta los que nos dicen su profesión, sino su boina roja de pintor decimonónico. Su rostro mira al espectador, revelando un lado luminoso y otro sombrío, un alma en claroscuro. Un decir de la gente de antes reza así: “Venezuela: luz pa’ fuera y oscuridad pa’ dentro”.
  


Autorretrato de Arturo Michelena


 Autorretrato de Cristóbal Rojas

 De Martín Tovar y Tovar no tenemos autorretrato. Pero su retrato por Herrera Toro (dos pinturas / 1887), nos revela un hombre quizá severo, con autoridad, y, ciertamente enigmático. Ninguno de los retratos revela su oficio de artista. Herrera Toro si se retrató a sí mismo, dos veces también. En el primero de sus autorretratos (1880), observamos un joven de mirada algo inquietante. En el segundo (1895) lo podemos apreciar como un hombre aburguesado de la época. En ambos autorretratos tampoco se revela poco o nada de su carácter de artista, aunque puede suponerse que el lugar donde realizó el primero haya sido su estudio.
  


Retrato de Martín Tovar y Tovar


Autorretrato de Herrera Toro

Existe una distancia apreciable entre estos pintores, tal como revelan sus imágenes, y un pintor-chamán como Reverón. Ellos representan hombres modernos, por lo menos en lo visible inmediato, ya sea como artistas o gentilhombres con algo de bon vivant. ¿Modernos aquejados del mal de Saturno? ¿Cosmopolitas expatriados en su propia tierra? ¿Centauros heridos intentando sanarse a través del arte o de la buena vida (en Caracas o en París)?

Mientras la modernidad artística llega a París desde Edo (Tokio), Shanghai, y Saigón, revelando al ojo impresionista maneras inéditas de mirar, nuestros académicos se atrincheran dentro de los postulados de la Academia, y si acaso recibirán tardíamente las influencias del romanticismo, el realismo y el impresionismo. No se trata sólo de una escogencia determinada por las circunstancias o la comodidad. El impresionismo es una pintura que trata sobre el tiempo, más que sobre la luz. ¿Esa temporalidad diferente –moderna- existía en Venezuela? ¿Podía ser comprendida fuera de París, Londres o New York, en una “periferia” todavía altamente ruralizada? ¿Cómo podía calzar esa “modernidad” del mirar en el proyecto “ciclópeo” de nación Estado esbozado fundamentalmente bajo el aliento ilustrado y revolucionario del siglo XVIII? En algunos de nuestros pintores académicos se puede ver alguna influencia tardía del impresionismo, pero, al igual que en nuestros músicos, servirá para dar un toque modernizante, bastante superficial, a un material basado en viejas temáticas recurrentes: históricas, religiosas, paisajismo “doméstico”, etc.

En la historia de la plástica en Venezuela, el paisajismo le debe más a los denominados “pintores viajeros” (artistas extranjeros que nos visitaron), a los que llamaba inmediatamente la atención nuestra naturaleza exuberante, que a nuestros académicos decimonónicos. Si el paisajismo responde a un asombro ante la naturaleza, y también a una proyección de lo que quisiéramos, como cultura, que la naturaleza fuera o lo que representa en el marco de nuestros valores, los paisajes de nuestros académicos poco dicen al respecto.

El proyecto de nación Estado parece que encarnaba en la historia, sobre todo el período independentista, pero no en la historia natural. ¡Qué diferencia con la Escuela del Hudson de los estadounidenses! Estos pintores no se cansaron de pintar lo que ellos denominaron “el país más hermoso del mundo”. Así, se distanciaban de los paisajistas europeos, que hacían énfasis o en las ruinas de sus viejas civilizaciones, o en el paisaje rural cultivado. Los pintores de la Escuela del Hudson pintaban una naturaleza agreste, salvaje, pero imponentemente hermosa, sacralizándola. Ellos siguieron a los cazadores y tramperos que sustentaban el rico comercio de pieles de los siglos XVII y XVIII, y que abrirían camino a los colonos que marcharon hacia el Oeste en el siglo XIX.

Albert Bierstadt (1830-1902): En las montañas de la Sierra Nevada en California (1868).

 Los paisajes preferidos por nuestros pintores del siglo XIX serán recurrentes en el paisajismo del siglo XX, debido, en parte, al centralismo caraqueño: el Ávila y la Silla de Caracas, Macuto, y zonas rurales aledañas a la ciudad, la mayoría de ellas hoy urbanizadas. Pero, por ejemplo, el Macuto de Tovar y Tovar o el de José María de las Casas (ya a principios del siglo XX) poco tiene que ver con el de Reverón, por lo menos en cuanto a intensidad de la luz. Así como el Ávila de Tovar y Tovar no nos parece tan imponente y colorido como el de Cabré. (5) Todavía, en aquel entonces, el Ávila no era nuestro Olimpo, ni Macuto la playa predilecta de nuestro Ponto.
   


Tovar y Tovar: Macuto


Tovar y Tovar: El Ávila frente a Gamboa

¿Por qué nuestro paisajismo académico no se fue “poseído” (o “revolucionado”) por nuestra exuberante naturaleza? El venezolano de hoy puede que no se exprese del todo bien respecto a su Estado o sus compatriotas, pero pondera en alto grado sus paisajes, especialmente los icónicos: Canaima, las playas del Caribe, El Ávila, Los Andes, etc. Pero al mismo tiempo tenemos dichos antiguos como “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra”. A diferencia de los conquistadores españoles, a los que su ambición los llevó a cruzar selvas y desiertos, escalar cordilleras imponentes y cruzar ríos gigantescos, el venezolano de antaño no desarrolló un especial gusto por el conocimiento y exploración de su paisaje natural. Cuando Humboldt quiso subir a la Silla de Caracas en 1799, no encontró a nadie que hubiese escalado la montaña y le sirviese de guía. Hasta bien entrado el siglo XX, el Ávila selvático será considerado por los caraqueños hogar de tigres (jaguares) y leones (pumas). En los relatos de la emigración a Oriente, leemos que junto a las enfermedades, y los llaneros de Boves que los perseguían, gran parte de la mortandad entre las personas que huían se debió al ataque de fieras.

“Monte y culebra” se refiere a la letalidad de la naturaleza tropical, tanto en selvas, como en llanos y montañas: ríos infestados de lagartos y pirañas, insectos y reptiles de picadura letal, y sobre todo, enfermedades endémicas. En el cuento “La fundación” de Antonio Arráiz (Cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo / 1945), leemos el relato de una familia de colonos que funda un hato en un territorio agreste, pero rico en agua y buena tierra. El hato prospera y la familia crece…, hasta que llega el paludismo. Muerte y decadencia descienden sobre el hato, hasta que finalmente es abandonado por los supervivientes. La naturaleza, entonces, hacía retroceder al hombre y su civilización, que parecía sólo poder mantenerse en ciertos lugares escogidos, como Caracas. “Y si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella…”.

Sin el paisaje algo importante cojea en el proyecto de nación Estado. “La naturaleza es el espíritu visible y el espíritu la naturaleza invisible”, escribió Schelling. En el paisaje, al decir de Lezama, la naturaleza se da como una forma de refinamiento, de delicadeza. Para Michel Onfray, el principio de delicadeza es lo que opone en el hombre, lo celeste a lo terrenal, lo angélico a lo infernal, la elegancia a la torpeza. Ofrece no añadir nihilismo al furor de los hombres, ofrece cultura contra la barbarie, civilización contra el salvajismo, lo humano contra lo inhumano (“El principio de delicadeza”. El deseo de ser un volcán).

Sobre todo, llama la atención cómo históricamente le damos la espalda a la estepa y a la jungla, una cara vuelta (y no un “vuelvan caras”) a los espacios conocidos del oasis civilizado en medio del “mundo perdido”. Si el paisaje es el producto del encuentro entre cultura y naturaleza, la escasa producción de pinturas paisajistas en nuestros academicistas, “forjadores de la plástica nacional”, algo esencial dice sobre ese encuentro o desencuentro. ¿Por qué tarda tanto en darse entre nosotros el diálogo entre hombre y naturaleza que marca “la soberanía del paisaje”. “El hombre, desplazado de su centro, vuelve a él, aunque su paisaje se muestre irreconciliable, ya para siempre lejano” (José Lezama Lima. Sumas críticas del americano).
  


Cascada Gamboa


Cascada de Catuche

En los paisajes de Michelena, como La cascada Gamboa y La cascada de Catuche, entrevemos que aún la naturaleza cercana a la capital tiene un algo amenazador e indómito. Recordemos que, hasta que fueron embauladas, la mayoría de los arroyos que bajaban al Valle de Caracas, se desbordaban en época de lluvias y causaban destrozos e inundaciones en vastos sectores de la pequeña ciudad. Pero tendremos que esperar hasta las obras paisajistas de Elisa Elvira Zuloaga, primera pintora venezolana (1900-1980), para encontrarnos con un paisaje realmente ominoso, trágico.
  
Elisa Elvira Zuloaga: Paisaje de Otoño.


Aunque quizá, ese primer paisaje trágico de nuestra pintura corresponda a Miranda en La Carraca.
“Francisco de Miranda […]. Su paisaje tiene tanta fuerza, para que en cualquier escenario donde se desenvuelva, y abarcó uno de los mayores de su época, vuelva sobre él, lo retome y lo ponga en el centro de un calabozo.” (Lezama Lima. Ob. Cit.) 
(Continuará…)

Notas:
(1) “Vivencia”, en la terminología de Heidegger: apropiaciones sensibles de la subjetividad moderna.
(2) Entonces artes como el Tai Chi Chuan, que enseñan a conocer las fuerzas que surgen del centro del cuerpo (Dan Tien) y el cómo utilizarlas creativamente, son esenciales para una paideia de la libertad como creación (poiésis) política.
(3) Esas hachas de mano no utilitarias, serían “signos de aptitud”, según los evolucionistas.
(4) El gran maestro de Tai Chi Chuan Yang Jun (Guardián del Estilo Yang), dice que en el Tai Chi, el practicante se mueve como una mujer, pero pega como un tigre.
(5) De los pintores academicistas, Martín Tovar y Tovar fue el que más se interesó por el paisaje, sobre todo en sus últimos años, al punto que se le considera un “puente” entre los “pintores viajeros” y los paisajistas del Círculo de Bellas Artes (siglo XX). Ciertamente, un puente colgante en demasía, tendido sobre nuestros abismos, entre el centauro y el cosmopolita (¿cuál es el centauro y cuál el cosmopolita? ¿Y en cuál de las cabezas del puente montan guardia?).
Yilda Conquista y Roberto Chacón






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