martes, 20 de junio de 2017

ARTÍCULOS DEL ARCHIVO NEI DAN (Magazine No. 578)

“SOPLO DE VIDA”

“En el espíritu y en el sentido, las  prácticas, del Yoga y del Tai Chi Chuan se juntan”; es lo que nos dice este extracto titulado “Soplo de Vida” de Florencia Jacquot


El Tai Chi Chuan es un arte marcial interno chino que consiste en secuencias lentas y fluidas de movimientos practicados de pie, preferiblemente al exterior. Puede considerarse como un arte, en el mismo concepto que las artes florales o el tiro al arco japonés, ya que el sentido o el objetivo último del ejercicio es la transformación del hombre. Sigue siendo un arte marcial ya que proviene de las artes marciales externas tradicionales como el kung fu, y la intención en los movimientos corresponde siempre a alternancias de ataques y defensas; pero el espíritu en el Tai Chi Chuan es interno: la fuerza no es producida por la energía muscular propiamente dicha (externo), pero más bien por una movilización de la energía interna concentrada en el Tan Tien y en relación con la tierra. "


Por otra parte, la intención marcial en el Tai Chi Chuan no es, en principio, agresiva sino defensiva; la idea es, utilizar la fuerza del otro para neutralizarlo. Absorber su fuerza para devolvérsela.

El Tai Chi Chuan  se basa en el principio Taoísta de las dos energías complementarias yin y yang, y de su alternancia continua, representado por el diagrama del doble pescado, blanco y negro imbricados. “Tài-ji es el principio primero, universal, el omnipresente, el gran juego donde se oponen y se unen yin y yang, la tierra y el cielo, el femenino y el masculino, el descanso y la actividad.  El Yin y yang expresan todos los fenómenos y todas las existencias. La interacción de estas dos energías a la vez antagónicas y complementarias genera a todos los seres. El universo es cruzado por equilibrios dinámicos; nada  es fijo, todo es movimiento, tan imperceptible que sea.”

Contrariamente al Yoga, el Tai Chi Chuan no me permitió ni descubrimiento, ni placer inmediato; ¡los principios son ingratos! Intentar desesperadamente seguir por mimetismo una secuencia de movimientos, en todas las direcciones del espacio, al intentar coordinar las articulaciones de todos los miembros, es por lo menos inusual, y muy duro.  Se tiene la impresión de que hay cien mil cosas para ver y hacer  al mismo tiempo.  Se solicitan todas las articulaciones en movimientos extremadamente precisos en términos de dirección y posición en el espacio. 

“El corazón de acuerdo con la intención,
la intención de acuerdo con la respiración,
la respiración de acuerdo con la energía. La mano de acuerdo con el pie,
el codo de acuerdo con la rodilla,
el hombro de acuerdo con la cadera.”

Contrariamente al yoga que propone una gran variedad de posturas, el trabajo del Tai Chi Chuan consiste en una repetición incesante de las mismas secuencias de movimientos; se pule el gesto, se precisa, como un artesano quien ciento veces vuelve a repasar su obra. El trabajo de coordinación de todas las partes del cuerpo, en particular, demanda mucho tiempo y  aplicación. Y, mientras en esta etapa de aprendizaje no se avance, mientras la técnica no se controle, y el espíritu no pueda liberarse, el trabajo de transformación interno propiamente dicho no puede comenzar de verdad.

Ahí tienes lo que dice Dûrckheim con respecto a la práctica del tiro al arco japonés. Pienso que esto podría también aplicarse al Tai Chi Chuan: “ El principio tarda, por supuesto hay que estudiar la técnica. Pero es solamente cuando se le posee con profundidad que comienza el verdadero trabajo, el incesante trabajo sobre sí mismo. El Tiro al arco, al igual que cualquier otro arte, sólo es para el Japonés una ocasión de despertar al ser, es decir, a su ser esencia. Ahora bien, eso supone que se aprenda a purificarse de lo inútil y de lo ambicioso. El éxito no es entonces el fruto de unos conocimientos técnicos dirigidos por una voluntad ambiciosa, sino el de una transformación del hombre en su ser. El éxito es entonces la manifestación de un estado interior que libera una fuerza profunda, casi sobrenatural, la cual, se podría decir, que produce la perfección sin nuestra contribución consciente. Todo indica pues claramente que el sentido del ejercicio es la transformación del hombre.”



Desde el principio, sentí la complementariedad de dos disciplinas en las cuales me comprometía: El Yoga y el Tai Chi Chuan. Se alimentaron el uno a la otra. El yoga me aportaba una atención a la sensación interna del movimiento, centrado, una capacidad de concentración que pude aprovechar en mi aprendizaje del Tai Chi Chuan, para progresar de manera más rápida e integrada. El trabajo para mi pasaba por el interior creando raíz, lo cual daba una sujeción al mimetismo exterior. El Tai Chi Chuan, practicado de pie y con los ojos abiertos, me permitió por su parte encontrar el arraigo y el contacto con la tierra, a fin precisamente “de guardar los pies sobre tierra”. “La actitud y la posición justos expresan clara y armoniosamente que el hombre tiene sus fundamentos en la tierra y puede conectase al mismo tiempo al cielo, que es llevado hacia una y atraído por otro.” Cuando se practica el yoga, el riesgo siempre me ha parecido ser, el de aislarse en sus sensaciones y no  darse cuenta de lo externo.

Este riesgo existe también con el Tai Chi Chuan, que puede pasar a ser como una danza, bonita pero completamente vacía de sentido, donde el perfecto control de la técnica, puede llevar a reforzar el ego en vez de reducirlo, sobre todo en la práctica de competición. Sin embargo, existe en Tai Chi Chuan un trabajo a dos, el empuje de manos, que permite volver de nuevo inmediatamente a una percepción más objetiva de la exactitud de la práctica. Se trata entonces no de practicar solamente los movimientos “en el vacío”, pero ante un compañero que, al mimetiza los ataques, al empujarte, intenta desestabilizarte. Es imparable: en cuanto no se  encuentra uno completamente centrado en su práctica, en cuanto el gesto ya no se integra perfectamente,  el compañero lo siente y aprovecha este “vacío” energético para desestabilizarte. Este ejercicio permite, muy directamente, probar nuestro arraigo, precisar en gran parte la relación y la sensibilidad al otro (hasta se puede terminar por sentir la intención de movimiento del otro incluso antes de que haya comenzado a efectuarlo), y las emociones que entran en juego en esta relación, así como las reacciones del ego frente a la puesta en evidencia de nuestras lagunas. Aquí, no hay pretexto, el ejercicio te trae inmediatamente a la realidad y permite trabajar sobre la aceptación de lo que es el otro y de lo que somos. “Toda subida espiritual verdadera implica previamente una pendiente en “el centro de la tierra””.

El Tai Chi Chuan, además, es una práctica de relación; esta es la razón por la que se practica generalmente en grupo y al aire libre.  El hombre debe sentarse entre la tierra y el cielo, pero encontrar también el justo equilibrio entre el interior y el exterior, entre él y los otros; su justo lugar entre los hombres y en el universo. Existe una estrecha relación entre los miembros del grupo, incluso concentrados sobre su propia práctica, cada uno debe estar muy atento a permanecer en el mismo ritmo que los otros, para que la alternancia de apertura/cierre, de vacío y  plenitud esté en armonía entre cada individuo y el grupo; es esta armonía la que “lleva” la práctica del grupo. El Tai Chi Chuan conecta también al hombre a todo el universo: cada movimiento de la secuencia lleva un nombre chino poético que recuerda esta conexión entre el hombre y la naturaleza.

El yoga, es una práctica “ciega”, incluso practicado en curso colectivos, permanece para mí una práctica individual, de relación a sí mismo. La relación espiritual a lo que nos sobrepasa, cuando está presente, permanece a pesar de todo interiorizada, como en la base. El Tai Chi Chuan, aunque práctica “muda”, abre la relación sobre el exterior, por la mirada y la sensación física y corporal del espacio que la rodea. El yoga permite encontrar la interioridad, conectarse de nuevo a su energía profunda, primordial. El Tai Chi Chuan permite por su parte poner esta energía en movimiento, hacerla circular, tanto interiormente, que con  el medio ambiente, y de volverla “viva” o utilizable para el ser vivo.

“Si el cuerpo vivo está en su justo centro con el mundo, con los otros, con las cosas, con la naturaleza, quiere decir que  al mismo tiempo que esta “abierto y cerrado”, claramente delimitado y en contacto con el mundo, a la vez separado y conectado. Es como si el cuerpo inspirara el mundo y lo expirara, se entrega a él, traduce la justa relación del hombre con sí mismo, de colocarse a la vez libre, estable y dinámico a la vez tenso y relajado. ”

 No obstante, me parece que, en el espíritu y el sentido, las dos prácticas, el Yoga y el Tai Chi Chuan, se juntan. Se trata siempre de trabajar “para conectarse de nuevo” a su ser profundo, a tomar conciencia en el ejercicio, con el fin de permanecer conectado y utilizarlo en la vida diaria.

“La fuerza otorgada por el arraigo en el centro original es un factor determinante de confianza que el hombre tiene en sí mismo y en la vida.  Además este arraigo representa siempre una potencia elemental que se manifiesta en todas las situaciones de la vida por una fuerza de resistencia, creación y unión.

La fuerza que lo sostiene no procede  del espíritu, pero si del vínculo con las potencias cósmicas. Dispone de una fuente inagotable de renovación y fuerza, tanto en su vida física como psico-espiritual".

Vivo la práctica a veces del Tai Chi Chuan como un verdadero rezo, un acto consagrado. Por esta conexión que experimento con la naturaleza, y por la armonía interna y externa de los movimientos, a veces que tengo la impresión de dar prueba de la belleza y de la perfección del universo. Siento que mi práctica es justa y bonita en estos momentos, cuando ya no llego a crisparme sobre el “hacerlo bien”, todo pasa como si el movimiento se hace a través mi, sin que yo no tenga que intervenir realmente. Un enorme sentimiento de plenitud y gratitud se instala, y es como si se me permitiera el poder compartirlo con los que me rodean.

“El cuerpo se reconoce como el ‘templo del Espíritu’”, San-Paul.

Por Florencia Jacquot

 Traducido por Nunzia Gallo
Nei Dan Magazine No. 270 (16-03-10) y No. 274 (20-04-10)
Sección: "Caminando hacia el Tai Chi" (Nunzia Gallo)


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