“SOPLO DE VIDA”
“En el espíritu y en el sentido, las prácticas, del Yoga y del Tai Chi Chuan se
juntan”; es lo que nos dice este extracto titulado “Soplo de Vida” de Florencia
Jacquot
El
Tai Chi Chuan es un arte marcial interno chino que consiste en secuencias
lentas y fluidas de movimientos practicados de pie, preferiblemente al
exterior. Puede considerarse como un arte, en el mismo concepto que las artes
florales o el tiro al arco japonés, ya que el sentido o el objetivo último del
ejercicio es la transformación del hombre. Sigue siendo un arte marcial ya que
proviene de las artes marciales externas tradicionales como el kung fu, y la
intención en los movimientos corresponde siempre a alternancias de ataques y
defensas; pero el espíritu en el Tai Chi Chuan es interno: la fuerza no es
producida por la energía muscular propiamente dicha (externo), pero más bien
por una movilización de la energía interna concentrada en el Tan Tien y en
relación con la tierra. "
Por
otra parte, la intención marcial en el Tai Chi Chuan no es, en principio,
agresiva sino defensiva; la idea es, utilizar la fuerza del otro para
neutralizarlo. Absorber su fuerza para devolvérsela.
El
Tai Chi Chuan se basa en el principio
Taoísta de las dos energías complementarias yin y yang, y de su alternancia
continua, representado por el diagrama del doble pescado, blanco y negro
imbricados. “Tài-ji es el principio primero, universal, el omnipresente, el
gran juego donde se oponen y se unen yin y yang, la tierra y el cielo, el
femenino y el masculino, el descanso y la actividad. El Yin y yang expresan todos los fenómenos y
todas las existencias. La interacción de estas dos energías a la vez
antagónicas y complementarias genera a todos los seres. El universo es cruzado
por equilibrios dinámicos; nada es fijo,
todo es movimiento, tan imperceptible que sea.”
Contrariamente
al Yoga, el Tai Chi Chuan no me permitió ni descubrimiento, ni placer
inmediato; ¡los principios son ingratos! Intentar desesperadamente seguir por
mimetismo una secuencia de movimientos, en todas las direcciones del espacio,
al intentar coordinar las articulaciones de todos los miembros, es por lo menos
inusual, y muy duro. Se tiene la impresión
de que hay cien mil cosas para ver y hacer
al mismo tiempo. Se solicitan
todas las articulaciones en movimientos extremadamente precisos en términos de
dirección y posición en el espacio.
“El corazón de acuerdo con la intención,
la intención de acuerdo con la respiración,
la respiración de acuerdo con la energía. La mano de acuerdo con el pie,
el codo de acuerdo con la rodilla,
el hombro de acuerdo con la cadera.”
Contrariamente
al yoga que propone una gran variedad de posturas, el trabajo del Tai Chi Chuan
consiste en una repetición incesante de las mismas secuencias de movimientos;
se pule el gesto, se precisa, como un artesano quien ciento veces vuelve a
repasar su obra. El trabajo de coordinación de todas las partes del cuerpo, en
particular, demanda mucho tiempo y
aplicación. Y, mientras en esta etapa de aprendizaje no se avance,
mientras la técnica no se controle, y el espíritu no pueda liberarse, el
trabajo de transformación interno propiamente dicho no puede comenzar de
verdad.
Ahí
tienes lo que dice Dûrckheim con respecto a la práctica del tiro al arco
japonés. Pienso que esto podría también aplicarse al Tai Chi Chuan: “ El
principio tarda, por supuesto hay que estudiar la técnica. Pero es solamente
cuando se le posee con profundidad que comienza el verdadero trabajo, el
incesante trabajo sobre sí mismo. El Tiro al arco, al igual que cualquier otro
arte, sólo es para el Japonés una ocasión de despertar al ser, es decir, a su
ser esencia. Ahora bien, eso supone que se aprenda a purificarse de lo inútil y
de lo ambicioso. El éxito no es entonces el fruto de unos conocimientos
técnicos dirigidos por una voluntad ambiciosa, sino el de una transformación
del hombre en su ser. El éxito es entonces la manifestación de un estado
interior que libera una fuerza profunda, casi sobrenatural, la cual, se podría
decir, que produce la perfección sin nuestra contribución consciente. Todo
indica pues claramente que el sentido del ejercicio es la transformación del
hombre.”
Desde
el principio, sentí la complementariedad de dos disciplinas en las cuales me
comprometía: El Yoga y el Tai Chi Chuan. Se alimentaron el uno a la otra. El
yoga me aportaba una atención a la sensación interna del movimiento, centrado,
una capacidad de concentración que pude aprovechar en mi aprendizaje del Tai
Chi Chuan, para progresar de manera más rápida e integrada. El trabajo para mi
pasaba por el interior creando raíz, lo cual daba una sujeción al mimetismo
exterior. El Tai Chi Chuan, practicado de pie y con los ojos abiertos, me
permitió por su parte encontrar el arraigo y el contacto con la tierra, a fin
precisamente “de guardar los pies sobre tierra”. “La actitud y la posición
justos expresan clara y armoniosamente que el hombre tiene sus fundamentos en
la tierra y puede conectase al mismo tiempo al cielo, que es llevado hacia una
y atraído por otro.” Cuando se practica el yoga, el riesgo siempre me ha
parecido ser, el de aislarse en sus sensaciones y no darse cuenta de lo externo.
Este
riesgo existe también con el Tai Chi Chuan, que puede pasar a ser como una
danza, bonita pero completamente vacía de sentido, donde el perfecto control de
la técnica, puede llevar a reforzar el ego en vez de reducirlo, sobre todo en
la práctica de competición. Sin embargo, existe en Tai Chi Chuan un trabajo a
dos, el empuje de manos, que permite volver de nuevo inmediatamente a una percepción
más objetiva de la exactitud de la práctica. Se trata entonces no de practicar
solamente los movimientos “en el vacío”, pero ante un compañero que, al
mimetiza los ataques, al empujarte, intenta desestabilizarte. Es imparable: en
cuanto no se encuentra uno completamente
centrado en su práctica, en cuanto el gesto ya no se integra
perfectamente, el compañero lo siente y
aprovecha este “vacío” energético para desestabilizarte. Este ejercicio
permite, muy directamente, probar nuestro arraigo, precisar en gran parte la
relación y la sensibilidad al otro (hasta se puede terminar por sentir la
intención de movimiento del otro incluso antes de que haya comenzado a
efectuarlo), y las emociones que entran en juego en esta relación, así como las
reacciones del ego frente a la puesta en evidencia de nuestras lagunas. Aquí,
no hay pretexto, el ejercicio te trae inmediatamente a la realidad y permite
trabajar sobre la aceptación de lo que es el otro y de lo que somos. “Toda
subida espiritual verdadera implica previamente una pendiente en “el centro de
la tierra””.
El
Tai Chi Chuan, además, es una práctica de relación; esta es la razón por la que
se practica generalmente en grupo y al aire libre. El hombre debe sentarse entre la tierra y el
cielo, pero encontrar también el justo equilibrio entre el interior y el
exterior, entre él y los otros; su justo lugar entre los hombres y en el
universo. Existe una estrecha relación entre los miembros del grupo, incluso
concentrados sobre su propia práctica, cada uno debe estar muy atento a
permanecer en el mismo ritmo que los otros, para que la alternancia de
apertura/cierre, de vacío y plenitud
esté en armonía entre cada individuo y el grupo; es esta armonía la que “lleva”
la práctica del grupo. El Tai Chi Chuan conecta también al hombre a todo el
universo: cada movimiento de la secuencia lleva un nombre chino poético que
recuerda esta conexión entre el hombre y la naturaleza.
El
yoga, es una práctica “ciega”, incluso practicado en curso colectivos,
permanece para mí una práctica individual, de relación a sí mismo. La relación
espiritual a lo que nos sobrepasa, cuando está presente, permanece a pesar de
todo interiorizada, como en la base. El Tai Chi Chuan, aunque práctica “muda”,
abre la relación sobre el exterior, por la mirada y la sensación física y
corporal del espacio que la
rodea. El yoga permite encontrar la interioridad, conectarse
de nuevo a su energía profunda, primordial. El Tai Chi Chuan permite por su
parte poner esta energía en movimiento, hacerla circular, tanto interiormente,
que con el medio ambiente, y de volverla
“viva” o utilizable para el ser vivo.
“Si
el cuerpo vivo está en su justo centro con el mundo, con los otros, con las
cosas, con la naturaleza, quiere decir que
al mismo tiempo que esta “abierto y cerrado”, claramente delimitado y en
contacto con el mundo, a la vez separado y conectado. Es como si el cuerpo
inspirara el mundo y lo expirara, se entrega a él, traduce la justa relación
del hombre con sí mismo, de colocarse a la vez libre, estable y dinámico a la
vez tenso y relajado. ”
No obstante, me parece que, en el espíritu y
el sentido, las dos prácticas, el Yoga y el Tai Chi Chuan, se juntan. Se trata
siempre de trabajar “para conectarse de nuevo” a su ser profundo, a tomar
conciencia en el ejercicio, con el fin de permanecer conectado y utilizarlo en
la vida diaria.
“La
fuerza otorgada por el arraigo en el centro original es un factor determinante
de confianza que el hombre tiene en sí mismo y en la vida. Además este arraigo representa siempre una
potencia elemental que se manifiesta en todas las situaciones de la vida por
una fuerza de resistencia, creación y unión.
La
fuerza que lo sostiene no procede del
espíritu, pero si del vínculo con las potencias cósmicas. Dispone de una fuente
inagotable de renovación y fuerza, tanto en su vida física como
psico-espiritual".
Vivo
la práctica a veces del Tai Chi Chuan como un verdadero rezo, un acto
consagrado. Por esta conexión que experimento con la naturaleza, y por la
armonía interna y externa de los movimientos, a veces que tengo la impresión de
dar prueba de la belleza y de la perfección del universo. Siento que mi
práctica es justa y bonita en estos momentos, cuando ya no llego a crisparme
sobre el “hacerlo bien”, todo pasa como si el movimiento se hace a través mi,
sin que yo no tenga que intervenir realmente. Un enorme sentimiento de plenitud
y gratitud se instala, y es como si se me permitiera el poder compartirlo con
los que me rodean.
“El cuerpo se reconoce como el ‘templo del Espíritu’”, San-Paul.
Por
Florencia Jacquot
Traducido por Nunzia Gallo
Nei Dan Magazine No. 270 (16-03-10) y No. 274 (20-04-10)
Sección: "Caminando hacia el Tai Chi" (Nunzia Gallo)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario