miércoles, 4 de marzo de 2020

ARTÍCULOS DEL ARCHIVO NEI DAN (Magazine No. 613)


¡Yo no soy nadie! ¿Quién eres tú?
Emily Dickinson

EL PROYECTO DE SER ALGUIEN ES LA MANERA MÁS SEGURA DE NO SENTIRSE NUNCA COMO UNA PERSONA


Un viejo chiste judío: un rabino levanta sus manos en ferviente plegaria. “No soy nadie” proclama impetuosamente. Un estudiante presencia el rezo y se postra, levanta los brazos y con fuerza dice “No soy nadie”. El que limpia el templo los ve, cae de rodillas, agita los brazos y grita “No soy nadie”. El rabino lo mira y le dice al estudiante “Él, ¿quién se cree que es?”.

Las personas hoy en día tienen un grado tal de incertidumbre sobre el tener una identidad, que hacen del tenerla un proyecto. Quieren crecer y actualizarse a sí mismos. Quieren llegar a ser alguien y le rinden pleitesía fuera de toda proporción a todo aquél que ha llegado a ser un super alguien, una celebridad.

El secreto es que cada uno de nosotros es alguien desde el nacimiento. Somos originales porque tenemos un alma. Al comienzo, no somos, como el pensamiento moderno nos ha hecho creer, una tabula rasa, una pizarra en blanco. Somos personas a quienes nos ha sido ofrecida la experiencia de nuestra individualidad, a lo largo de toda nuestra vida, no importa cuanto dure. Pero hoy hemos olvidado el alma, que el la fuente de la personalidad. Al nacer nos vemos como botellas vacías y primorosamente limpias que quieren ser llenadas.

Es el alma la que nos ofrece un sentido de identidad, y es el daimon, el otro sí mismo, en palabras de Yeats, lo que nos lleva hacia la posesión total de nuestra capacidad como un ser. Al no apreciar al alma profunda que contiene nuestro sentido de nosotros mismos, lo buscamos en los lugares errados y lo imaginamos en la forma equivocada. Este sí mismo no es algo que pueda fabricarse mediante logros, astucia, ejercitación o aprendizaje. No es el producto de auto análisis o comprensión. Es un don, esperando ser aceptado y alimentado en su desenvolvimiento.

No tenemos que merecernos ser una individualidad, pero podemos perder esa consciencia a través de una visión sesgada de la vida. Entonces nos sentimos inseguros y nos esforzamos en recobrar lo que asumimos nunca tuvimos desde el primer momento. Algunos están fuera de sintonía con el nadie que los liberaría del proyecto de ser. Ser la quintaesencia de lo ordinario nos ayuda a encontrar el umbral en donde el ser alguien y el ser nadie se encuentran, donde desaparece el peso de tener que tener una personalidad. El narcisismo es una profunda incertidumbre sobre si podemos soportar el no ser alguien, pero el vivir con el pleno reconocimiento del alma nos otorga una sólida identidad sin importar lo que esté sucediendo en la superficie.

Ya tarde en la vida me convertí en una suerte de alguien. En los limitados círculos de los que leen libros serios acerca del espíritu y el alma, yo era una personalidad. Pero encontré muchas goteras en este reconocimiento. Una vez estaba siendo entrevistado en un programa de radio que me gustaba, y el muy dotado y talentoso anfitrión me dijo que él no había tenido tiempo de leer mi libro porque tenía que estar preparado para otro entrevistado que era más alguien que yo. Otra vez, estando sentado en la mesa de autor de una librería en California, autografiando libros, en el medio de mis quince minutos de "autor firmando libros", el encargado rompió mi foto y el cartel, preparando el lugar para la próxima celebridad. Descubrí la crueldad que encierra la jerarquización debida al status para los que no sean alguien.

Ser alguien es también difícil para algunas personas que me rodean, las cuales se vuelven nadie cuando el foco de la atención está puesto sobre otra persona. También he estado en el otro extremo de la desatención. Comía una vez con el actor André Gregory en un restaurante que él frecuentaba en Greenvich Village. El propietario vino varias veces a nuestra mesa para ver que todo estuviera en orden, y todas las veces, le hablaba a André, sin siquiera dirigirme una mirada. Dentro del resplandor del “alguien” de mi amigo actor, yo no existía.

Ser alguien también nos expone a ser atacados por las mismas personas, que aún reconociendo nuestra individualidad, lo resienten o nos envidian. Porque eres alguien, se sienten celosos y te achacan diversas faltas. Una persona prominente está muy a mano para desplazar la culpa.

Muchos quieren ser alguien y ese apetito probablemente sea natural y esté bien, pero igualmente puede distraernos de la rica vida a nuestro alcance, a medio camino entre ser alguien y no ser nadie. Podríamos pensar que nos gustaría saborear la celebridad, pero aquellos que la tienen, aún cuando disfrutan los tiempos de pavonearse, también sienten sus desventajas y peligros, los obvios, pérdida de la privacidad, crítica pública, y, los menos obvios, los desengaños acerca de que el ser una celebridad pueda resolver el enigma de la vida. Podríamos sorprendernos al saber que el hambre de sentir la propia substancia no muere sino cuando finalmente se desvanece en el fulgor de no ser nadie.

Puede ser que lo que anhelamos no sea la celebridad literal, sino el sentir que la vida tiene sentido, que pertenecemos a esta tierra, que contribuimos y que somos apreciados. Ser una celebridad no garantiza esas necesidades y en verdad, puede ser una profunda desilusión con respecto a nuestras expectativas. Pero ser una celebridad es sólo un síntoma, una evidencia, del poderoso sentimiento de ofrecernos a nosotros mismos, con nuestra pasión y substancia real, y por el cálido y verdadero reconocimiento de los seres que nos rodean.
Thomas Moore
(Traducido de su obra Original Self)
Nei Dan Magazine No. 251 (06-10-09)
Sección: "Del diario de Nani"
(María Margarita López)




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