¡Yo
no soy nadie! ¿Quién eres tú?
Emily Dickinson
EL PROYECTO DE SER ALGUIEN ES LA MANERA MÁS SEGURA DE NO
SENTIRSE NUNCA COMO UNA PERSONA
Un viejo chiste judío: un rabino levanta sus manos
en ferviente plegaria. “No soy nadie” proclama impetuosamente. Un estudiante
presencia el rezo y se postra, levanta los brazos y con fuerza dice “No soy
nadie”. El que limpia el templo los ve, cae de rodillas, agita los brazos y
grita “No soy nadie”. El rabino lo mira y le dice al estudiante “Él, ¿quién se
cree que es?”.
El secreto es que cada uno de nosotros es alguien
desde el nacimiento. Somos originales porque tenemos un alma. Al comienzo, no
somos, como el pensamiento moderno nos ha hecho creer, una tabula rasa, una pizarra
en blanco. Somos personas a quienes nos ha sido ofrecida la experiencia de
nuestra individualidad, a lo largo de toda nuestra vida, no importa cuanto
dure. Pero hoy hemos olvidado el alma, que el la fuente de la personalidad. Al
nacer nos vemos como botellas vacías y primorosamente limpias que quieren ser
llenadas.
Es el alma la que nos ofrece un sentido de
identidad, y es el daimon, el otro sí
mismo, en palabras de Yeats, lo que nos lleva hacia la posesión total de
nuestra capacidad como un ser. Al no apreciar al alma profunda que contiene
nuestro sentido de nosotros mismos, lo buscamos en los lugares errados y lo
imaginamos en la forma equivocada. Este sí mismo no es algo que pueda
fabricarse mediante logros, astucia, ejercitación o aprendizaje. No es el
producto de auto análisis o comprensión. Es un don, esperando ser aceptado y
alimentado en su desenvolvimiento.
No tenemos que merecernos ser una individualidad,
pero podemos perder esa consciencia a través de una visión sesgada de la vida.
Entonces nos sentimos inseguros y nos esforzamos en recobrar lo que asumimos
nunca tuvimos desde el primer momento. Algunos están fuera de sintonía con el nadie que los liberaría del proyecto de
ser. Ser la quintaesencia de lo ordinario nos ayuda a encontrar el umbral en
donde el ser alguien y el ser nadie se encuentran, donde desaparece el peso de
tener que tener una personalidad. El narcisismo es una profunda incertidumbre
sobre si podemos soportar el no ser alguien, pero el vivir con el pleno
reconocimiento del alma nos otorga una sólida identidad sin importar lo que
esté sucediendo en la superficie.
Ya tarde en la vida me convertí en una suerte de
alguien. En los limitados círculos de los que leen libros serios acerca del
espíritu y el alma, yo era una personalidad. Pero encontré muchas goteras en
este reconocimiento. Una vez estaba siendo entrevistado en un programa de radio
que me gustaba, y el muy dotado y talentoso anfitrión me dijo que él no había
tenido tiempo de leer mi libro porque tenía que estar preparado para otro
entrevistado que era más alguien que yo. Otra vez, estando sentado en la mesa
de autor de una librería en California, autografiando libros, en el medio de
mis quince minutos de "autor firmando libros", el encargado rompió mi
foto y el cartel, preparando el lugar para la próxima celebridad. Descubrí la
crueldad que encierra la jerarquización debida al status para los que no sean
alguien.
Ser alguien es también difícil para algunas personas
que me rodean, las cuales se vuelven nadie cuando el foco de la atención está
puesto sobre otra persona. También he estado en el otro extremo de la
desatención. Comía una vez con el actor André Gregory en un restaurante que él
frecuentaba en Greenvich Village. El propietario vino varias veces a nuestra
mesa para ver que todo estuviera en orden, y todas las veces, le hablaba a
André, sin siquiera dirigirme una mirada. Dentro del resplandor del “alguien”
de mi amigo actor, yo no existía.
Ser alguien también nos expone a ser atacados por
las mismas personas, que aún reconociendo nuestra individualidad, lo resienten
o nos envidian. Porque eres alguien, se sienten celosos y te achacan diversas
faltas. Una persona prominente está muy a mano para desplazar la culpa.
Muchos quieren ser alguien y ese apetito
probablemente sea natural y esté bien, pero igualmente puede distraernos de la
rica vida a nuestro alcance, a medio camino entre ser alguien y no ser nadie.
Podríamos pensar que nos gustaría saborear la celebridad, pero aquellos que la
tienen, aún cuando disfrutan los tiempos de pavonearse, también sienten sus
desventajas y peligros, los obvios, pérdida de la privacidad, crítica pública,
y, los menos obvios, los desengaños acerca de que el ser una celebridad pueda
resolver el enigma de la vida. Podríamos sorprendernos al saber que el hambre
de sentir la propia substancia no muere sino cuando finalmente se desvanece en
el fulgor de no ser nadie.
Puede ser que lo que anhelamos no sea la celebridad
literal, sino el sentir que la vida tiene sentido, que pertenecemos a esta tierra,
que contribuimos y que somos apreciados. Ser una celebridad no garantiza esas
necesidades y en verdad, puede ser una profunda desilusión con respecto a
nuestras expectativas. Pero ser una celebridad es sólo un síntoma, una
evidencia, del poderoso sentimiento de ofrecernos a nosotros mismos, con
nuestra pasión y substancia real, y por el cálido y verdadero reconocimiento de
los seres que nos rodean.
Thomas Moore
(Traducido de su obra Original Self)
Nei Dan Magazine No. 251 (06-10-09)
Sección: "Del diario de Nani"
(María Margarita López)
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