Ahora que te conoces vil,
prostibularia,
porque tanta voluntad ecuestre
se apeó bajo el sol a regatear
y el héroe mercadeó con su bronce
y el oro solemne del sarcófago
adornó dentaduras, fijó réditos,
y no hay toga ni charretera ni
sotana
que te oculten cuadrúpeda,
obsequiosa
por treinta monedas ancestrales,
yo me atrevo a cubrir tu desnudez.
Armando
Rojas Guardia
Patria
Hace pocos días falleció nuestro gran poeta Armando Rojas Guardia. En el Magazine No. 613 publicamos su ensayo ¿Qué es vivir poéticamente? (Sección “Artículo”). Nuestra nación ha sido bendecida con una pléyade de grandes poetas, especialmente en la segunda mitad del siglo XX. En los últimos tiempos, entre los más importantes encontramos los nombres de Eugenio Montejo (1938-2008), Armando Rojas Guardia y Rafael Cadenas. En su Discurso de Incorporación a la Academia Venezolana de la Lengua (texto imprescindible para comprender la tragedia de los últimos 20 años en nuestro país) Rojas Guardia habló de que sufría de cuatro marginaciones: la de ser poeta, la de ser cristiano, la de ser homosexual y la de ser paciente psiquiátrico. Yo agregaría también, la marginación política, la de ser opositor al chavismo, compartiendo este rechazo con sus colegas Montejo y Cadenas.
Si
viviéramos en un país como Rusia, donde un verso remueve de tal manera el alma
del pueblo, que ésta puede convertirse en el terremoto humano que derroque una
tiranía, como bien lo sabía Stalin, hace tiempo los centauros atrabiliarios y
malandriformes que hoy desgobiernan nuestro país hubieran huido con el rabo
entre las piernas, ya que nuestros tres grandes poetas les adversaron con
determinación, y no cesaron nunca de desenmascarar sus facciones grotescas, deformadas
por las mil muecas de la barbarie. Cadenas, el que sobrevive de estos tres grandes poetas, prosigue con esta resistencia profunda, esencial, la de la poesía contra la tiranía, la del artista contra el "espíritu histórico".
El
chavismo (esa horda que gira enloquecida en torno a una torre petrolera),
movimiento precursor de la izquierda intolerante y del revisionismo histórico victimista
y resentido que hoy flagela al mundo con sus iniquidades, dice tener su “poeta”:
Tarek William Saab, al que no se le conoce un solo verso digno de la excelsa tradición
poética de nuestra tierra. Tomemos en cuenta que la revolución independentista tuvo como su más prominente bardo nada menos que a don Andrés Bello. Hoy día el “poeta de la revolución” es el Fiscal de
la Nación, donde seguro sueña, a la manera del Gran Dictador de Chaplin, con
ser como Andréi Vishinsky –el fiscal de los Procesos de Moscú entre 1936 y 1938-
o como Roland Freisler, presidente del Tribunal Popular del III Reich, juez, jurado
y fiscal a la vez durante los juicios contra los acusados del atentado a Adolf
Hitler en 1944-45.
La pianista Alice Sommer (Alice Sommer: Todo es un regalo), quien estuvo confinada en un Campo de Concentración nazi durante la II Guerra Mundial, habla de los alemanes como “el pueblo de Goethe”. Dudo que alguien nos llame alguna vez “el pueblo de Tarek”. En un país donde “Chávez somos todos” y “Jaime es como tú”, el poeta verdadero interpela a cada uno de nuestros corazones solitarios sobre la tarea que queda por hacer: llevar nuestra marginación histórica al centro. Embellecer nuestro destino común, como decían los griegos. Y eso se logra no regodeándose en la marginalidad, usándola desvergonzadamente para reeditar caducas narrativas emancipatorias bajo las cuales se tejen nuevas cadenas y se desempolvan viejos horrores, ni enredándonos en la red de complicidades que llaman ahora “política”, para terminar de saquear las últimas refinerías petroleras, es decir, matar a la gallina de los huevos de oro.
No. No vivimos en los tiempos de Tarek, ni en los de Chávez, su "César". Puede que parezca una época oscura, como se llamó en la Grecia antigua a los tiempos de Homero. Al contrario, debemos estar conscientes de que vivimos una gran época, la alborada de una nueva Era. No sabemos todavía el gran presente que hemos recibido de los dioses, el de haber podido vivir en los tiempos de Rafael Cadenas y de Eugenio Montejo; el de haber vivido en los días de Armando Rojas Guardia.
Todavía nos falta
consciencia de fracaso y de derrota, para vislumbrar siquiera el camino a
seguir, en pos del sol naciente. Todavía hoy la gente presta atención a los mesías populistas que hablan de
victoria en medio de las ruinas de la nación. Pero la voz poética prevalecerá
sobre la cháchara de la horda turbulenta, y algún día nos reencontraremos con
el sentido del camino. En ese tiempo augural por venir, quizá logremos merecer el honor de llamarnos “el pueblo de Armando Rojas Guardia”.
En nuestras secciones quincenales, presentamos "365 Meditaciones Tao", de Ming Dao Deng, con el texto "Pena". En la sección "Humor", ofrecemos una anécdota del humor de Fedora Alemán.
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