martes, 1 de octubre de 2019

ARTÍCULO (Magazine No. 608)

¿POR QUÉ LEEMOS POESÍA EN LAS CLASES DE TAIJI-QIGONG? (y Fin)

Poiesis y poesía en una época impoética

“El Tai Chi Chuan
es a las artes marciales
lo que la poesía
es a la literatura.”
Tomado de “Chi Kung Hilos de Luz”


“El Wushu es la poesía en movimiento,
es el alma de un artista
con la disciplina de un atleta.”
Tomado de “Centro de Entrenamiento Personalizado”

En Chenjiagou, la aldea de la familia Chen, donde se inició el Taijiquan hace más de 500 años, para los estudiantes de Chen Taijiquan, como parte esencial de su formación, se imparten también clases de caligrafía y de teatro. No se trata de estudios para “culturizar” a los artistas marciales (más preocupados en romper tablas con la cabeza que en hacer poesía, según Dave Landsberger), sino estudios esenciales para desarrollar el arte marcial. El cultivo de la caligrafía enseña la espontaneidad del gesto y la continuidad del trazo. En el teatro se trabajan las actitudes y sus “energías” (estados de ánimo), la improvisación, el escuchar al otro (diálogo) y el sentido que se revela en la voz poética.

Gran maestro Chen Xiaowang haciendo caligrafía en Chenjiagou.

Los artistas marciales chinos, a lo largo de la historia, siempre estuvieron en contacto con la ópera china, aportando a la fusión de poesía, música y teatro propios de la ópera, la coreografía marcial y la acrobacia. En esto podemos ver la imbricación y correspondencias de las artes chinas, en cuyo universo, regido por la poesía, tiene un puesto relevante el arte marcial.

A propósito de la MTC y la poesía, el maestro Nan Lu dice:

“La MTC es un subproducto de una práctica espiritual. Los antiguos médicos chinos tenían que ser maestros de alto nivel de Qigong. Su comprensión espiritual del Qi, sus talentos y habilidades contribuyeron a muchas formas de arte. Culturalmente, todas las bellas artes de China: pintura, escultura, caligrafía, literatura, poesía, danza, teatro y más están arraigadas en la expresión de Qi o espíritu. Muchos practicantes de la medicina tradicional china de hace mucho tiempo tenían el talento para crear una hermosa poesía para promover su medicina. Más que libros u otras formas literarias que requieren muchas palabras para transmitir conocimiento, los poemas concentran el significado, evocan emociones y transmiten espíritu. Detrás de cada oración hay una imagen. La gran poesía puede conmovernos de maneras profundas.” (1)

Por eso he insistido en esta serie de escritos en hablar de Tai Chi Chuan como una “poética” y de las artes marciales chinas (Kungfu/Wushu) como un compendio de Ars Poética. En nuestro fragmentado mundo impoético, signado por el nihilismo, tendemos a reducir todo lo corporal a lo biológico (cada vez más restringida a la bioquímica genética) y a la mecánica (etimológicamente: la técnica para construir una máquina), las leyes causales que rigen el orbe de los objetos inanimados. En ese mundo cartesiano, la psique, reducida a res cogitans (intelecto o “sustancia mental”), está totalmente separada, inconexa, con el mundo corporal.

El Tai Chi Chuan es entonces descrito reductora y unidimensionalmente en términos “bio-mecánicos”. Aún en el caso de que se haga una crítica de la biomecánica clásica a través de de la biotensegridad, por ejemplo, siempre vamos a caer en las trampas de la causalidad, el mundo objetual enfrentado a lo subjetivo, la legitimación cientificista, etc. En pocas palabras, vamos a convertir a Tai Chi Chuan en una práctica artística reducida a nada, movilizada y consumida, por la metafísica occidental.

Como ya expuse en mi ensayo Cuerpo e idea del cuerpo, parte esencial del trabajo en el aprendizaje del Taijiquan es, dicho en términos actuales, deconstruir la idea (Eidos) del cuerpo. Jan Diepersloot lo dijo de un modo más poético –de manera que resalta la poiesis implícita en toda deconstrucción verdadera-, cuando dijo “que tenemos que considerar lo físico como una metáfora de nuestra presencia en el mundo”, palabras que constituyen el epígrafe de todo este ensayo.

Si a la poesía le es esencial el ritmo, el complemento de éste no es otra cosa que la imagen. Pero la imagen poética es algo totalmente ajeno al Eidos (idea platónica), que es su remedo hiperbolizado. Según la poetiza María Fernanda Palacios:

“[…] la imagen […] en el contexto artístico, no tiene el sentido que normalmente le damos, de representación visual. Significaría, más bien, la tensión dinámica donde se le des-oculta la ‘verdad’ –profunda e inmediata- a cada hombre, que posibilita y modula su experiencia con el mundo, rigiendo sus transformaciones”. (María Fernanda Palacios: Saber y sabor de la lengua).

Para Lezama Lima, la imagen poética tiene más que ver con la verdad como el “velarse” u “ocultarse” del ser en su de-velamiento (Aletheia), en la escucha de las resonancias de la “oscuridad audible” (el magma poiético). En esa esencial operación metafórica, sólo pueden surgir figuraciones temporales, o, mejor dicho, tiempo figurado, cuerpos (mortales).

“Ya la forma no puede ser definida como la etapa última de la materia, sino como el momento más eficaz para que el movimiento pueda ser captado sin ser detenido”. (Lezama Lima, J . 2009. Tratados en La Habana. La Habana: Editorial Letras Cubanas.)

En comparación con la imagen como copia sensible de un Eidos –imagen metafísica-, la imagen de Lezama danza, baila, es rítmica y eurítmica. Como su maestro el gran poeta Mallarmé dijo: “los puros motivos rítmicos del ser, que son sus reconocibles signos; me place por todas partes descifrarlos”. (2) Por eso Nietzsche dirá que sólo creería en un dios que supiera bailar.

Es aquí donde entendemos un poco más el dicho heideggeriano de que la poesía nombra lo sagrado. Y escribe Sarduy sobre el tema (recordando las palabras de Diepersloot):

“[…] en oriente encontramos, en el centro de las grandes teogonías –budismo, taoísmo-, no una presencia plena, dios, hombre, logos, sino una vacuidad germinadora cuya metáfora y simulación es la realidad visible, y cuya vivencia y comprensión verdadera son la liberación”.

En ese sentido, la poesía, el arte (poiésis), no sólo nos hace recordar lo originario, sino que en sí mismo es origen.

“La palabra origen mienta el hacer brotar algo, el traerlo hacia el ser en el salto fundador desde la fuente esencial.[...] Esto es así, porque el arte es en su esencia un origen: una manera excepcional como la verdad llega a ser, esto es, como deviene histórica”. (Martín Heidegger. El origen de la obra de arte. Cursivas nuestras).

Por ser origen la poesía des-pliega el ser como tiempo y sentido. Nos hace memorar y al mismo tiempo es oracular, profética. La poesía verdadera actúa como los semasiogramas del lenguaje “escrito” de los alienígenas heptápodos (la escritura “Heptapod”), de la película La llegada (Denis Villeneuve): los ideogramas circulares donde el sentido y el tiempo están unidos inextricablemente, y donde el sendero de la vida aparece enteramente como un Uroboros, una serpiente que se muerde la cola, órbita, anillo, toroide: el camino de retorno (el eterno retorno de lo mismo).

El lenguaje (la escritura) es la casa del ser (Heidegger). El cuerpo, a su vez, es el hogar del lenguaje. Me-morar al ser (poetizar) es habitar su casa, y encender los fuegos de su hogar, para que los dioses moren en sus santuarios. Me-morar el ser significa también una aptitud para el olvido, el dejar que el pasado se convierta en inconsciente, para que pueda transmutarse en imagen.

La lengua es el centro de toda cultura (Cadenas) y sólo en cuanto a conversación es esencial el lenguaje (Heidegger). La conversación, hoy un arte perdido (según Stephen Miller [3]), es esencial porque configura el intento humano por armonizar y re-armonizar su cosmos. La conversación llegó a su cenit poiético en la Atenas de Pericles (Siglo V a. C.), durante el califato de los Abasidas (Siglo VIII d. C.), la dinastía Tang China (618-907 d. C.), el Renacimiento italiano (Siglos XIV y XV d. C.), el Imperio Mogol de la India durante los reinados de Abkar, Janhagir y Shah Janan I (desde 1550 aprox., hasta 1666 d. C.), y la ciudad de París entre los años 1860 hasta los años treinta del Siglo XX (La Belle Époque y el período entre guerras). Los momentos de mayor creatividad durante la historia humana, también fueron los de la más plural y abierta conversación entre creadores. (4)

“El poetizar es el originario dejar habitar”, nos dice Heidegger (…Poéticamente habita el hombre…). Sólo podemos habitar desde el origen, fecundando nuestro hábitat con lo más originario. El Tai Chi Chuan en particular, y las artes marciales en general, son artes aplicadas, poéticas del combate que se constituyen en caminos para habitar el cuerpo, el primer sitial sagrado que hemos de memorar durante nuestra estancia en la existencia.

Sólo desde el habitar puede levantarse una auténtica paideia, una cultura formativa, una cultura poetizante, poiética. La cultura implica no sólo una amplia y sugestiva conversación con nuestros contemporáneos, sino también con nuestros antepasados. Al contrario de lo que cree el hombre moderno, destruir el pasado nos condena a la barbarie nihilista, puesto que echaríamos al olvido todo el acervo cultural de la humanidad. La cultura es una herencia y la tradición es lo que nos vincula a los orígenes, nos recuerda Hannah Arendt.

Bruce Lee, en tanto hombre moderno, creía poder prescindir del acervo marcial, de la tradición:

“Estilísticamente, Lee estaba junto a sus compañeros de los años 60 y 70. Quería destruir tradiciones, formas y estilos. Lee se entristeció al ver filas de hombres jóvenes siendo taladrados por opresivos sensei en movimientos que no hablaban más que de repetición y conformidad. ‘El estilo concluye. El hombre crece’, dijo Lee famoso. ‘El hombre, el ser humano, es más importante que cualquier estilo"’. Esto también fue un principio fundamental de Jeet Kune Do. Si tu oponente te agarra del cuello, no le quites la mano. Dáselo, ya lo tiene. Solo golpéalo en la nariz.” (Dave Landsberger, Op. Cit.)

El ir contra formas y estilos está en la raíz de nihilismo, y revela lo que se esconde tras la busca de “liberación” moderna. Para Nietzsche, “voluntad de poder” significa que las diversas tendencias que pueden aparecer en determinado ser, son domeñadas y armonizadas en pos de la unidad y consolidación de ese ser. El tigre, por ejemplo, lo que quiere en primera instancia es ser más y mejor tigre.

El impulso más alto y refinado de la voluntad de poder es el arte. (5) La forma artística no es otra cosa que el ejercicio más puro y delicado (en el sentido de Michel de Onfray: contraponer a lo vulgar y ordinario, la belleza y la elegancia) de la voluntad de poder. Por eso, el primer indicio del rechazo metafísico del arte es contraponer forma a materia, esto ya implica una incomprensión y una depreciación del sentido verdadero del término “forma”. Lo que Nietzsche llama “gran estilo” es el logro más elevado del arte como voluntad de poder: “Lo que hace el gran estilo: convertirse en amo tanto de la propia dicha como de la propia desdicha”.

De ahí que la poesía trágica sea el modo más elevado de arte, para el filósofo alemán. El hombre moderno es impoético y anti trágico. Su repulsión por las formas y estilos nos habla de una voluntad de poder enferma; más que de un psiquismo o cuerpo enfermo, indica un daño profundo en su vitalidad. Sus instintos están mermados y es incapaz de soportar el dolor de vivir, así como de sublimarlo y transfigurarlo a través del arte. No nos extrañe entonces que el Tai Chi Chuan y el Chi Kung (Arte del aliento), artes de la vitalidad, hayan venido al encuentro del hombre moderno desde el orbe casi extinto de la China tradicional.

El arte marcial es arte de vida porque impone a la violencia una forma, y ésta, como cúspide de la voluntad de poder, la transfigura en excelencia, Gongfu (Kungfu). Se trata por ende de un arte trágico, que al horror de la violencia humana sobrepone hermosas imágenes. Las imágenes sublimadas que produce el arte (poiésis), conforman el más poderoso estimulante que el hombre ha creado para poder vivir y no optar por el suicidio (la verdadera cuestión filosófica, al decir de Camus).

El arte conforma la esencia formativa de toda cultura. La alquimia trágica trata de la transmutación del sufrimiento en virtud (excelencia). El arte trágico y el pensamiento que le es inherente consiguen hacer del sufrimiento intrínseco a nuestra condición, la fragua donde se templa el alma de los hombres, donde los hombres pueden ser formados a cabalidad.

Nuestra sociedad moderna, la sociedad del cansancio, está enferma de desvitalización, de falta de ánimo, de pérdida de alma. Como la voluntad de poder en las grandes mayorías es declinante (síndromes melancólicos, depresión, ansiedad, angustia, etc.), se ve como una solución colectiva el mercado variopinto de los consuelos, mundanos o trascendentes. Siendo el más atrayente de todos el del poder como dominio. A menos voluntad de poder más se ansía el control, el dominio.

SANACIÓN

No soy un mecanismo,
no soy un conjunto de partes diversas,
ni estoy enfermo porque el mecanismo
funcione mal.

Estoy enfermo de heridas del alma,
hasta el yo emocional profundo.
Las heridas del alma duran mucho, mucho tiempo,
sólo el tiempo las puede curar,
y la paciencia, y cierto difícil arrepentimiento,
largo y difícil arrepentimiento,
y la comprensión del error de la vida,
y la liberación de la eterna repetición
del error que la humanidad
ha decidido santificar.

D. H. Lawrence

De ahí nuestra sociedad fáustica, obsesionada con el dominio del mundo material. Estamos inmersos hasta el ahogamiento en una época nihilista, impoética y anti trágica. Un mundo donde se cumplió el imperativo de La república platónica de expulsar a los artistas de su seno. El “espíritu histórico”, donde el poder remeda la grandeza, producto de una bajeza de ánimo que hace admirar primero a Alejandro y César, y luego a Napoleón y afines (Camus dixit), parece haber triunfado por los momentos sobre el artista, el solidario-solitario que combate por la libertad a través de la belleza.

La victoria temporal del espíritu histórico y el delirio fáustico sobre el arte va más allá de lo que el propio Platón hubiese pensado. El artista, el dador de sentido por excelencia (no hablo de los productores de entretenimiento masivo), está en nuestro tiempo signado por el absurdo, olvidado y excluido por las grandes mayorías; la belleza (no lo “arreglado” o “bonito”, el kitsch), se encuentra exiliada del corazón de nuestros contemporáneos. No la reconocemos como tal, no nos rapta ni nos conmueve. Bajo el dominio de las ideologías de las tinieblas, donde se enmascaran todos los desprecios y resentimientos, ya no se cultiva la excelencia ni nos maravillamos ante la poiésis. Enmascaramos nuestras ansias de control y dominio bajo los imperativos de la eficiencia per se o de una justicia abstracta y desmedida.

Pero el artista, que conoce los límites por su propia naturaleza, por su voluntad de poder saludable y sanadora, verá finalmente el término de la época nihilista. “A pesar del precio que les costará tener las manos vacías, bien podemos esperar su victoria”, nos dice Albert Camus en su imprescindible ensayo El destierro de Helena.

La mayoría de las soluciones que se ofrecen en el mercado de las ideologías –el sustituto moderno de las religiones-, no son otra cosa que postulados tan o más nihilistas que los del status quo imperante. Como señaló Foucault, las resistencias forman parte de los campos de dominio, y si llegan a imperar en un campo tal, no hacen otra cosa que invertirlo, pero conservándolo y profundizándolo en tanto dominio. Las resistencias siempre son reactivas, y el hombre reactivo es lo contrario del artista, el hombre activo por excelencia. La poiésis, el hacer de la nada algo, es la actividad no nihilista por excelencia.

El resentido se destaca por su rechazo del arte y del artista. Su sed de venganza lo castra sensible e intelectualmente para toda posible poiésis, y le niega la serenidad y grandeza de alma necesaria para la contemplación de la belleza, para “perder el control” y ser raptado por ella. Ésta desnuda sus carencias, su alma mutilada y desfigurada. El resentido terminará rechazándola o mancillándola, como hace la soldadesca revolucionaria con la “Venus criolla” (Ídolos rotos de Manuel Díaz Rodríguez).

El Taijiquan nunca opone una fuerza a otra, no hace resistencia, más bien transmuta la fuerza contraria cambiándole el sentido. Así mismo hace el arte ante el poder como dominio. Stalin, el poderoso dictador de la URSS totalitaria, a lo que más temía era a un poema en su contra, sabía que un solo verso podía destruir todo su poderío, como el Rey del cuento de J. L. Borges, El espejo y la máscara, al que un verso lo hace transformarse en mendigo.

Los que practican Taijiquan y Qigong, a su manera, precaria y modesta, ayudan en la larga convalecencia que una humanidad enferma tiene que afrontar para ver el final del “eclipse del alma”. Son artes que nos permiten recordar los primeros gestos sagrados, ciertamente; pero de cara al porvenir, nos ofrecen maravillosas danzas con las cuales celebrar y honrar. Hacer Tai Chi Chuan y Chi Kung, también es poetizar. Y hacer poesía es agradecer.

Nuestro gran poeta Armando Rojas Guardia escribió un maravilloso texto titulado ¿Qué es vivir poéticamente? De ese artículo extraemos los puntos principales de su exposición, la cual se hace tomando en cuenta el verso de Hölderlin: “poéticamente habita el hombre sobre la tierra”.

“Vivir poéticamente es vivir desde la atención: constituirse en un sólido bloque sensorial, psíquico y espiritual de atención ante toda la dinámica existencial de la propia vida, ante la expresividad del mundo, ante la sinfonía de detalles cotidianos en los que esa expresividad se concreta (ello implica un refinamiento orquestal de la vida de nuestros sentidos y un esfuerzo consciente por aquilatar nuestra percepción de los objetos que pueblan nuestro entorno).

Vivir poéticamente es también vivir a la espera  del momento inspirador, del instante denso, del minuto pletórico de vida en el que se rasgan los velos del entendimiento y accedemos a un estado cualitativamente superior de conciencia. El rapto inspirador que los griegos atribuían a la intervención divina de las musas, nos dice el gran helenista Walter Otto, propiciaba ante todo claridad espiritual. Ellas las musas hacían que el entendimiento permaneciera claro. Esa claridad del entendimiento, producida por el entusiasmo creador, era la primera puerta que franqueaba el canto, la poesía. No hace falta ser un poeta vocacional para conocer y paladear  una súbita clarificación interior a través de la cual miramos al mundo con ojos vírgenes, como si lo viéramos por primera vez.

Vivir poéticamente es vivir la cotidianidad no como mero tiempo intercambiable y mecánico, sino como mistagogia, es decir como introducción paulatina y autopedagógica en el misterio. A un monje zen le preguntaron un día: “¿Qué es el zen?  A lo cual él respondió: “Cargar la leña y cortar la grama”. 

Vivir poéticamente es cultivar la dimensión simbólica de la conciencia, aprender a adiestrase más y más en una verdadera hermenéutica simbólica de la realidad, para la cual los objetos, las situaciones y los hechos son sacramentos que incesantemente remiten a un orden trascendente (se trata de la sacramentalidad de la realidad creada: los objetos, las situaciones y los hechos, empezando por los más cotidianos, sacramentalizan el orden y la belleza del universo: se vive poéticamente al captarlos de esa manera y encararlos así).

Vivir poéticamente es aprender a vivir estableciendo continuas relaciones analógicas entre los objetos aparentemente más disímiles y entre los más diversos órdenes y planos de la realidad: que el eje de toda la propia actividad psíquica sea esa permanente metaforización (detrás de ésta actúa como postulado ontológico la comprobación, ya postulada, establecida y estudiada por la física cuántica, de que el universo entero es una totalidad orgánica, de que todo está conectado con todo, de que todo interactúa con todo).

Para finalizar, vivir poéticamente es vivir la propia vida como una obra de arte, es un vivir desde lo que clásicamente se denomina el arte de saber vivir. Es un vivir con arte, es vivir-se como el poema existencial y cotidiano que Dios nos posibilita hacer de nosotros mismos.”

Así que vale la pena leer poesía y tratar de sentir la energía que nos transmiten sus imágenes, sobre todo, cuando portan mensajes enigmáticos provenientes de otras épocas y lugares, como pasa con los clásicos del Taijiquan y del Qigong.

“Descifrar viejos poemas parece ser cosa de los viejos tiempos, una especie de cuento de hadas con viejos maestros sabios hablando en acertijos. Aún así, quitando el folklore, uno puede darse cuenta de que este cambio del acertijo a instrucciones más simples ha vaciado los métodos antiguos de su esencia, cambiando profundamente el enfoque de la enseñanza y creando prácticas completamente nuevas, principalmente centradas en el ocio y la vida civil.” (Frédéric Majid Hrayssi)

El presente escrito fue hecho también para celebrar el tiempo feliz que se vivió en Nei Waijia Caracas durante el tiempo que los poetas Pablo González y Luis Corredor estuvieron juntos con nosotros. Por un breve momento pareció que el antiguo Kwoon y el Gymnasion estaban de vuelta. Esos días felices no han terminado del todo. El poeta Luis sigue participando en nuestras clases, pero el poeta Pablo se encuentra en la isla caribeña de Santa Lucía, y por las circunstancias que vivimos hoy en nuestro país, no se avizora un pronto retorno.

Pablo leyéndole uno de sus poemas a Luis.

La amistad es una virtud, una excelencia, y se establece en el placer de con-versar. Camus dice que “rechazar el fanatismo, reconocer la propia ignorancia, los límites del mundo y del hombre, el rostro amado, la belleza, en fin, he ahí el campo donde podemos reunirnos con los griegos”, y añado, también con los antiguos taoístas: contemplando nubes y jugando al empuje de manos.



A PROPÓSITO DEL MOMENTO

A pesar del contratiempo
Que representa el gobierno,
Todos se ven muy felices,
Hasta envidia me generan,
Haberme perdido aquello
Del cumpleaños postrero,
Junto a la gran comilona,
Pa´ homenajear a Roberto.

Sombreados por las ramas
De ese bello árbol del Parque,
Están quince corazones,
Que laten aquella tarde,
Hernani, con su pasiva,
Aptitud de gran respeto,
Con Joani a su siniestra,
Engalanando la fiesta,
Roberto junto a Marina,
Muy atentos al momento,
Luis pensando en sus poesías,
Aunque pareciera atento,
Walter, Bonny, Hernán, Xiomara,
Pedro, Josnil y Mireya,
Todos ellos muy sonrientes,
Cual si vivieran en Suecia,
Mercedes, Ismenia
y la querida Antonieta,
con la emoción reprimida,
en sus propios pensamientos.
Y todos agradecidos,
A aquel que tomó la foto
Y les grabó ese momento,
Cuando un domingo en Septiembre
Se reunió el marcial grupo
Para homenajear a Roberto.
Yo no pude estar allí,
Estuve en mis pensamientos
Los recuerdo compañeros,
Y disfruto sus momentos,
A veces suelo sufrir,
Igual que el resto del género,
Pues nunca tendré alegrías
Si no tengo sufrimientos.
Pablo González

A PABLO (compañero de letra y artes)

El frío que me despierta
me congela hasta los huesos
dejándome patitieso 
sin poder casi moverme
y queriendo me recuerda
al compañero Pablito
que se encuentra calientito
por allá por el Caribe
disfrutando de las mieses
del coco y las redondeces
de beldades de las islas
y creo que bien merece.

Ludovico Sánchez


El sentido está relacionado íntimamente con el ser, como el Tao. El sentido del Tao es el de encarrilarnos, encaminarnos. Así mismo el ser nos hace converger, nos convoca aquí y ahora, en un reino que tiene por techo la bóveda celeste, y por piso los abismos terrestres. Todo está relacionado con todo y vibra por resonancia. A ese misterio le canta la poesía y le danza el Taijiquan.

“La quietud en la quietud no es la verdadera quietud.
Sólo cuando hay quietud en movimiento puede aparecer el ritmo espiritual que permea el Cielo y la Tierra.”
Ts’ai-ken t’an

Notas:
(1) Extraído de Digesting the Universe, de Nan Lu, OMD (https://www.tcmworld.org/the-poetry-behind-martial-arts/)
(2) Otro discípulo de Mallarmé, Claude Debussy, llevará las resonancias de esa “oscuridad audible” a estructuras compositivas que rompen la narrativa lineal, son discontinuas y obedecen a principios de proporción no lineales, en otras palabras, son estructuras compositivas en continua variación temporal: formas de momento (un mosaico de momentos). La primera de estas formas en una obra plenamente acabada es Jeux (Juegos) de Debussy. Las formas de Taijiquan pueden describirse como “formas de momento”.
(3) Stephen Miller. Conversación. La historia de un arte en declive.
(4) “Con-versar”, hacer versos juntos. En esas cimas poiéticas de la historia humana, la conversación logro alcanzar su raíz etimológica. Pocas lenguas vivas guardan una relación con la poesía propia como lo hace el Suajili, cuyos hablantes tienen por modelo a seguir, la poesía de sus grandes creadores.
(5) El último libro de Nietzsche, que quedaría inconcluso, es La voluntad de poder, y uno de sus capítulos se titula “La voluntad de poder como arte”.

Roberto Chacón


ARTÍCULOS (ÍNDICE)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario