martes, 3 de septiembre de 2019

ARTÍCULOS DEL ARCHIVO NEI DAN (Magazine No. 606)

EL ZORRO Y EL CENTAURO (II)

Emblema del Afrikakorps

Pero la campaña de Francia de 1940 sólo fue el comienzo de la leyenda de Rommel, que se forjaría completamente cuando en 1941 recibe el mando del Afrikakorps, la unidad alemana que debía ayudar a los italianos que luchaban en Libia contra el ejército británico. Rommel nunca fue muy apreciado por sus pares de Wehrmacht, entre ellos otros famosos comandantes de panzertruppe, como Karl Heinz Guderian, Hermann Hoth y Paul Von Kleist, quienes criticaban su excesiva temeridad y el uso desmesurado que hacía de sus dotes de improvisador en el campo de batalla.* Tampoco sus subalternos inmediatos lo querían mucho, por su forma de mandar dura y exigente. Pero en África, no sólo consiguió que lo veneraran sus hombres, la tropa de alemanes e italianos bajo su mando, sino también sus enemigos, los soldados aliados (neozelandeses, australianos, canadienses, indios, sudafricanos, rodhesianos, franceses y británicos) que combatían en la Fuerza del Desierto Occidental, lo que más tarde sería el VIII Ejército británico, al punto que durante buena parte de la campaña del Norte de África, cuando se les preguntaba a los soldados aliados por cuál comandante querían ser dirigidos, contestaban sin pensarlo dos veces: Erwin Rommel.


En aquellos días aciagos, Rommel capturó la imaginación del público occidental (aliado, neutral y del Eje), que siguió atentamente y con admiración la saga del “Zorro del Desierto”, al punto que hasta Sir Winston Churchill, anti nazi a más no poder, tuvo que confesar en la Cámara de los Comunes, su admiración por el general germano. Son varios los factores que convergen en la leyenda de Rommel y el Afrikakorps. La primera es la humanidad que exhibieron durante la contienda. A diferencia del frente ruso, donde se libraba una guerra de exterminio, racial e ideológica, sin cuartel, la guerra en el desierto fue denominada una “guerra de caballeros”. Rommel era el primero en acudir a saludar a los prisioneros aliados capturados y rendirle honores al valor mostrado en batalla, cuando así lo merecían. Siguiendo el ejemplo igualitario de Paul Emil Lettow-Vorveck, Rommel repartía iguales raciones de agua y comida para sus prisioneros, fueran blancos, indostanos o negros, que las que recibían sus hombres y él mismo. Rommel, fiel a sus antecedentes de insubordinación, se negó a seguir las directrices políticas nazis, como hacer redadas de judíos en territorio ocupado, fusilar soldados judíos, o discriminar prisioneros según su raza. De más está decir, que el desierto, con sus temperaturas extremas, donde todo lo necesario para vivir y combatir había que traerlo desde bases situadas a miles de kilómetros, constituía un escenario inhóspito y terrible que hermanaba extrañamente a los bandos rivales.**

Rommel con la XV panzerdivision

También estaba la disparidad de las fuerzas enfrentadas. El Afrikakorps, formado principalmente por la XV panzerdivision, la V ligera (transformada luego en la XXI panzerdivision) y la XC ligera, rara vez llegó a desplegar a la vez más de 25 mil hombres, poco más de una división alemana con sus efectivos completos. Sólo en la fase final de la campaña africana, Rommel desplegaría una mayor cantidad de tropa. Pero ya era demasiado tarde para que dichos refuerzos compensaran en algo la superioridad en efectivos, armamento y suministros de los aliados.

 El grueso de las tropas del Eje en el sector lo formaba el contingente italiano, muy mal entrenado y equipado, y peor dirigido y motivado. De las divisiones italianas, Rommel destacaría a la División acorazada Ariete (que se sacrificó en El Alamein para salvar los restos del Afrikakorps), la motorizada Trieste, y los paracaidistas de la Folgore. Sus rivales británicos no sólo tenían más hombres, cañones y tanques (en El Alamein tendrían un cuarto de millón de hombres), sino la disponibilidad de reservas abundantes, mejores bases de apoyo en Egipto, y superiores recursos logísticos, contando además con el dominio de la Royal Navy en el Mediterráneo.

Sin embargo, el Afrikakorps era el vivo ejemplo de que un contingente pequeño pero rápido y bien organizado, puede ser superior a un ejército mucho mayor pero lento y poco coordinado. Los soldados de Rommel eran expertos en la blitzkrieg (guerra mecanizada de movimientos), y las tropas aliados tardaron en aprender, tras duras lecciones, como pelear este tipo de guerra. Por ejemplo, los británicos tuvieron en muchas oportunidades, más tanques y en gran medida hasta mejores que los de Rommel.*** Pero no se trataba de la calidad ni la cantidad, sino de cómo eran utilizados en el campo de batalla. Los ingleses buscaban siempre una especie de “gran batalla naval” entre tanques, para aprovechar su superioridad numérica y dirimir a su favor la contienda. Rommel, que apreciaba sus escasos panzers, no los utilizaba para eso. Su táctica preferida era la del “escudo y la espada”: detenía y mermaba los tanques británicos con baterías de cañones anticarros y luego mandaba sus panzers intactos, a toda velocidad hacia la retaguardia enemiga, en pos de sus vulnerables zonas de aprovisionamiento, dejando al ejército enemigo sin recursos para proseguir la batalla. De ese modo se produjeron derrotas humillantes, como la caída de Tobruk en 1942, donde 33.000 soldados británicos y de la Commonwealth, se rindieron ante 15.000 alemanes.

Pero por sobre todas las cosas, en el mito del “Zorro del Desierto” y su Afrikakorps estaba el carisma y liderazgo de Rommel. Debido a su visión táctica de que debía estar a la cabeza de sus tropas para tener información de primera mano sobre lo que pasaba en el campo de batalla y así poder decidir con rapidez, Rommel se destacaba no sólo por su arrojo y coraje, sino por la calma que mantenía bajo fuego enemigo. Esto hizo que muchas veces quedara expuesto a ser capturado o se encontrara temporalmente tras las líneas enemigas, cosa que ya le había sucedido en la campaña de Francia. En las frías y estrelladas noches del desierto, los soldados –aliados y del Eje-, en torno a sus fogatas o acurrucados en sus trincheras, se contaban una y otra vez, llenos de admiración, las anécdotas de guerra del valeroso “Zorro del Desierto”, de como se había salvado de tal o cual peligro, de sus gestos caballerosos y compasivos para con sus contrarios, o como se había burlado de sus rivales con tal o cual estratagema. Por ejemplo, una vez Rommel visitó un hospital de campaña neozelandés, y prometió enviarles equipo médico que necesitaban. Resulta que el hospital estaba tras las líneas aliadas, pero nadie hizo nada por capturar al general germano. Y tiempo después, éste mandó al hospital lo prometido.

El apodo de “Zorro del Desierto”, dado por los ingleses, le fue puesto por la astucia, audacia y el oportunismo que extensamente desplegaba en cada batalla, sorprendiendo siempre a los lentos comandantes británicos que, en lastimosa sucesión, intentaron oponérsele.


Se dice que muchas de sus tácticas poco convencionales las había aprendido estudiando las campañas de otro legendario comandante, nada menos que del mexicano Pancho Villa (1878-1923) y su División del Norte. Esto se considera un mito, aunque no sería nada extraño que las tácticas de Pancho Villa fueran estudiadas por militares europeos unas décadas después de terminar la Revolución Mexicana, en el siglo XX, si ya en el siglo XIX, un mariscal ruso había estudiado las campañas de George Washington, ocurridas casi treinta y cinco años antes, a finales del siglo XVIII.

Mariscal Mijail Tujachevski

Así como el francés Charles de Gaulle y el ruso Mijail Tujachevski (y más tarde, a partir de ellos, Karl Heinz Guderian), visionarios de la guerra de movimientos mecanizada, llegaron a sus propuestas innovadoras estudiando las campañas de la Revolución Rusa (donde se destacó el ejército de caballería bolchevique de Budionni) y, sobre todo, observando la guerra polaco-soviética (1918-1921), con los rápidos y profundos movimientos de los ejércitos de caballería de ambos bandos; de un modo semejante, es posible que Rommel haya estudiado el otro gran escenario de guerra de movimientos del siglo XX: los desiertos y planicies del norte de México durante la primera revolución social de la centuria, la Revolución Mexicana; donde combatió uno de los mayores ejércitos de la historia de latinoamericana, la División del Norte, que comandó el general Pancho Villa.

Si esto no fue así, entonces es sorprende los paralelismos entre las estratagemas usadas por el Centauro de Norte y el Zorro del Desierto, en sus respectivas campañas. Quisiéramos creer que es así, que Rommel estudió las campañas de Villa, pues no está mal que, de vez en cuando, América tenga algo que enseñar a los maestros europeos, como humildemente hizo Kutuzov, vencedor de Napoleón, con George Washington. ¿Por qué no?

Ahora bien, la mayor parte del repertorio táctico de burla y decepción del enemigo exhibido por Villa, provenía de los tiempos en que había sido guerrillero, trasladándolos luego a una guerra más convencional, conforme su guerrilla se transformó en un ejército propiamente dicho. Muchas de esas estratagemas provenían de los apaches chiricahuas, que habían combatido a los mexicanos, y, también, convivido con ellos, en la frontera norte del país.

Paradójicamente, Rommel, un militar de carrera, era contrario a la guerra irregular. Por esa causa no aprobó el uso de comandos y saboteadores contra las líneas de suministro británicas hasta que comprobó los excelentes resultados de los ataques británicos de ese tipo contra su propia red logística.


La principal estrategia usada por Rommel que lo asemeja a Pancho Villa, fue el que un ejército debe poder hacerse invisible. En 1916, Villa ordenó una incursión contra la ciudad fronteriza estadounidense de Columbus. Como resultado de esa incursión, se mandó una expedición punitiva a México para capturar a Villa. Una columna de 10.000 hombres al mando del general John Pershing (quien luego sería comandante de las fuerzas estadounidenses en Europa durante la primera guerra mundial) persiguió a Villa y sus soldados. La columna era principalmente de tropas de caballería, pero también iban unidades motorizadas y vehículos blindados, así como aviones. Acosado por los estadounidenses y los federales mexicanos, Villa simplemente desapareció junto con sus tropas en las serranías del norte de México. Entre las estratagemas que se dice uso el Centauro del Norte para burlar a los gringos, estaba la de hacer caminar a sus caballos de retroceso, para engañarlos sobre la dirección hacia la cual se movía (también se dice que ponía las herraduras al revés a sus caballos). Al final la expedición fracasó, haciendo decir a Pershing: ****

General John Pershing

“Cuando la historia verdadera sea escrita, no será un capítulo muy inspirador para ser contemplado por niños escolares, o inclusive adultos mayores. Habiendo ingresado raudamente a México con la intención de comernos a los Mexicanos crudos, nos regresamos a la primera repulsa y ahora estamos regresando a hurtadillas a casa, como un can callejero fustigado y con la cola entre sus patas”.

Como hemos visto, Rommel sabía hacer desaparecer un ejército, en parte moviéndolo a gran velocidad, y por otra, haciéndose inubicable, tanto por silencio radial como a través de movimientos inesperados, incluso hasta para su propio estado mayor y sus superiores. Por supuesto, en el desierto norafricano, a Rommel le era imposible hacer como Villa, que en caso de extrema necesidad “disolvía” su ejército entre el pueblo, desmovilizándolo en espera de un tiempo propicio para volver a llamarlo a las armas, dejando activo, mientras tanto, sólo un pequeño y móvil grupo guerrillero. Este era el máximo don de prestidigitación del Centauro mexicano.

Francisco Villa y sus “Dorados”

Villa también apreciaba la velocidad, siendo el núcleo de su ejército la caballería, entre los que se destacaba su guardia personal: “Los Dorados”. Además, tanto Villa como Rommel gustaban en particular de los ataques nocturnos sorpresa, ejecutados con rapidez y en el máximo silencio posible.

Otra de las estratagemas de Villa era la de hacer ver que una pequeña parte de su ejército era muy grande (mientras ocultaba los movimientos verdaderos de sus tropas) o que todo su ejército era de mucho mayor tamaño de lo que suponían sus contrarios. Así, amarró ramas a las colas de sus caballos para luego ponerlos a correr (para simular grandes movimientos por el polvo levantado); encendía numerosas fogatas para hacer ver un campamento militar gigantesco; puso sombreros en hileras de estacas para simular contingentes de hombres atrincherados; y, para hacer ver que tenía mucha más tropa, ponía a su caballería a correr en torno a un cerro indefinidamente.

Rommel utilizó todas estas tretas. Apenas llegó a Trípoli en 1941, hizo un desfile militar, y puso a sus pocos tanques a darle la vuelta indefinidamente a una manzana, de modo que la inteligencia enemiga creyera que tenía más armas de las que realmente habían llegado (este truco también fue utilizado por las S.A. y su “Marcha de las antorchas” cuando Hitler fue nombrado Canciller en 1933). Para simular que tenía más tanques o para engañar al enemigo con ataques falsos, amarró troncos a camiones para levantar grandes cantidades de polvo (con ese mismo fin uso luego motores de aviones, colocados en la parte de atrás de camiones), y sobre automóviles de campaña montó falsos tanques de madera y lona. También desplegó campos de minas falsos para retardar los avances enemigos, así como trincheras con maquetas de artillería y muñecos vestidos de soldados, creando falsas posiciones para burlar a la inteligencia aliada.

Pero la táctica preferida de Rommel y Villa era el ataque simulado, seguido de una falsa retirada para llevar a los contrarios a una emboscada hábilmente tendida. En el desierto norafricano, Rommel enterraba sus poderosos cañones antitanque de 88 mm, cubriéndolos con lonas para que simularan dunas. Desde estas posiciones camufladas, se infligían enormes bajas a los tanques enemigos que acudían a las trampas del “Zorro del Desierto”, casi siempre en persecución de una fuerza de panzers rápidos y falsos tanques enviada como señuelo.

Otra táctica dónde Villa era maestro era la del “Caballo de Troya”, disfrazando a sus hombres de soldados federales o usando trenes del gobierno donde se escondían unidades especiales de los suyos, para así sorprender al enemigo y poder abrir una brecha en las defensas contrarias. Rommel adaptó esta táctica a la guerra del desierto africano, lanzando columnas de ataque a cuya cabeza iban tanques y vehículos capturados al enemigo, con sus insignias, y con tripulantes usando uniformes aliados, de modo de confundir las defensas del rival, y así tomarlos por sorpresa.

Pero lo que hacía a Villa y a Rommel unos inigualables líderes tácticos era un especial don de intuición, lo que los alemanes llaman Fingerspitzengefühl: un sexto sentido en la punta de los dedos. El cual permite “leer” el terreno, las posiciones propias y del enemigo, y también el nivel moral (el ánimo) de unos y otros. Sobran las anécdotas en ambos comandantes, donde esa intuición permitió anticipar acciones del enemigo de una manera tan sobrenatural, que inducía a los hombres bajo su mando a una ciega lealtad y una admiración sin límite; mientras que en el enemigo provocaba zozobra y horror. Debido a esa virtud, Villa y Rommel preferían el caos en la batalla, de donde podían sacar el máximo provecho de su intuición, su don de la improvisación y audacia, que la disposición concienzuda y el orden táctico que otros comandantes tienen por ejes imprescindibles de toda acción militar. Esto no quiere decir que todo lo que hacían estuviese bajo el dominio del desorden y la desidia. Al contrario, ambos generales se caracterizaron por preparar muy bien a sus dirigidos, tanto en lo que atañe a disciplina, como a medios materiales y anímicos. Del mismo modo, sus estratagemas y otras acciones militares eran preparadas muy cuidadosamente y con la debida antelación. Además, parte de sus virtudes tácticas provenían de tener excelentes redes de informantes en el propio campo enemigo, y de manejar magistralmente rumores y supuestas “fugas” de información, sólo para engañar a sus contrarios. Todo lo cual necesita tiempo para dar los frutos esperados. Pero todos estos recursos no eran puestos al servicio de un plan rígido y mecánico, conducido desde un cuartel alejado del frente, de espaldas al desenvolvimiento de los acontecimientos, sino que, en sus mejores momentos, la División del Norte y el Afrikakorps, estaban diseñados de la manera más adecuada para adaptarse lo más rápidamente posible a las circunstancias cambiantes de la batalla, y responder con la mayor desenvoltura, fluidez y flexibilidad, a las oportunidades que las mismas brindaban. De modo que muchas de las estratagemas que Villa y Rommel usaron, fueron creadas para un momento determinado, improvisadas casi al instante, para transmutar un problema planteado por el enemigo, en una opción de victoria: recordemos la Batalla de Ciudad Juárez, donde Villa hace avanzar a sus hombres por el interior de las casas, demoliendo con dinamita las paredes, y así evitar las calles y los emplazamientos de ametralladoras federales que las dominaban. En el caso de Rommel, sus contra ataques envolventes, relampagueantes, realizados ante una maniobra similar del enemigo (a la cual un general convencional, en su situación, respondería casi seguramente con una retirada).

(Continuará…)

Notas:
*Estos tres grandes comandantes de panzertruppe, entre otros, ya en Polonia y, luego en Francia, tuvieron que hacer frente a superiores conservadores que les ordenaban detenerse de modo inoportuno. Es famosa la controversia entre Guderian y su superior Von Kluge, la cual se agravaría durante la campaña rusa de 1941. Guderian terminó por acostumbrarse a no obedecer a Kluge. Pero cuando vino la contraofensiva rusa de invierno y Guderian se vio obligado a retirarse, Kluge lo culpó de la derrota e hizo que lo relevaran del mando de la II Panzerarmee, impidiendo así el ascenso a Mariscal de uno de los militares más notables que ha dado Alemania.
**Una anécdota que se cuenta sobre Rommel cuando cayó Tobruk: entre las unidades enemigas capturadas se encontraba una división sudafricana. Los oficiales blancos sudafricanos pidieron que no se mezclaran blancos con negros en el campo de prisioneros. Rommel les contestó que todos habían sido capturados como soldados y como tales serían tratados todos ellos. ¡Imagínense!: un oficial representante de la Alemania Nazi dándole una lección de igualdad a militares de una democracia anglosajona occidental…
***Los tanques Mark III Especial y Mark IV eran superiores a los tanques aliados, pero nunca llegaron a constituir más del 25%, si acaso, de la fuerza blindada de Rommel. Durante la mayor parte de la campaña africana, la fuerza blindada a disposición de Rommel estuvo constituida por un 50% (más o menos) de anticuados tanques italianos, muy inferiores a los modelos aliados.
****Se dice que Villa observó a la columna de Pershing cuando se retiraba y dijo: “Vinieron como águilas y se fueron como gallinas mojadas”. Los partes diarios de Pershing a su presidente decían: “Tengo el honor de informarle a usted que Francisco Villa se encuentra en todas partes y en ninguna”. Bajo las órdenes de Pershing en México estuvieron los futuros protagonistas estadounidenses de la 2da guerra mundial en Europa: Dwight J. Eisenhower y George Patton.

Roberto Chacón
Nei Dan Magazine No. 358 (10-04-12)
Sección: "Artículos"




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