EL ZORRO Y EL CENTAURO (II)
Pero
la campaña de Francia de 1940 sólo fue el comienzo de la leyenda de Rommel, que
se forjaría completamente cuando en 1941 recibe el mando del Afrikakorps, la unidad alemana que debía
ayudar a los italianos que luchaban en Libia contra el ejército británico. Rommel
nunca fue muy apreciado por sus pares de Wehrmacht,
entre ellos otros famosos comandantes de panzertruppe,
como Karl Heinz Guderian, Hermann Hoth y Paul Von Kleist, quienes criticaban su
excesiva temeridad y el uso desmesurado que hacía de sus dotes de improvisador
en el campo de batalla.* Tampoco sus subalternos inmediatos lo querían mucho,
por su forma de mandar dura y exigente. Pero en África, no sólo consiguió que
lo veneraran sus hombres, la tropa de alemanes e italianos bajo su mando, sino
también sus enemigos, los soldados aliados (neozelandeses, australianos,
canadienses, indios, sudafricanos, rodhesianos, franceses y británicos) que
combatían en la Fuerza del Desierto Occidental, lo que más tarde sería el VIII
Ejército británico, al punto que durante buena parte de la campaña del Norte de
África, cuando se les preguntaba a los soldados aliados por cuál comandante
querían ser dirigidos, contestaban sin pensarlo dos veces: Erwin Rommel.
En
aquellos días aciagos, Rommel capturó la imaginación del público occidental
(aliado, neutral y del Eje), que siguió atentamente y con admiración la saga
del “Zorro del Desierto”, al punto que hasta Sir Winston Churchill, anti nazi a
más no poder, tuvo que confesar en la Cámara de los Comunes, su admiración por
el general germano. Son varios los factores que convergen en la leyenda de
Rommel y el Afrikakorps. La primera
es la humanidad que exhibieron durante la contienda. A diferencia del frente
ruso, donde se libraba una guerra de exterminio, racial e ideológica, sin
cuartel, la guerra en el desierto fue denominada una “guerra de caballeros”.
Rommel era el primero en acudir a saludar a los prisioneros aliados capturados
y rendirle honores al valor mostrado en batalla, cuando así lo merecían.
Siguiendo el ejemplo igualitario de Paul Emil Lettow-Vorveck, Rommel repartía
iguales raciones de agua y comida para sus prisioneros, fueran blancos,
indostanos o negros, que las que recibían sus hombres y él mismo. Rommel, fiel
a sus antecedentes de insubordinación, se negó a seguir las directrices
políticas nazis, como hacer redadas de judíos en territorio ocupado, fusilar
soldados judíos, o discriminar prisioneros según su raza. De más está decir,
que el desierto, con sus temperaturas extremas, donde todo lo necesario para vivir
y combatir había que traerlo desde bases situadas a miles de kilómetros,
constituía un escenario inhóspito y terrible que hermanaba extrañamente a los
bandos rivales.**
Rommel
con la XV panzerdivision
También
estaba la disparidad de las fuerzas enfrentadas. El Afrikakorps, formado principalmente por la XV panzerdivision, la V ligera (transformada luego en la XXI panzerdivision) y la XC ligera, rara vez
llegó a desplegar a la vez más de 25 mil hombres, poco más de una división
alemana con sus efectivos completos. Sólo en la fase final de la campaña
africana, Rommel desplegaría una mayor cantidad de tropa. Pero ya era demasiado
tarde para que dichos refuerzos compensaran en algo la superioridad en
efectivos, armamento y suministros de los aliados.
El grueso de las tropas del Eje en el sector
lo formaba el contingente italiano, muy mal entrenado y equipado, y peor
dirigido y motivado. De las divisiones italianas, Rommel destacaría a la
División acorazada Ariete (que se
sacrificó en El Alamein para salvar los restos del Afrikakorps), la motorizada Trieste,
y los paracaidistas de la Folgore.
Sus rivales británicos no sólo tenían más hombres, cañones y tanques (en El
Alamein tendrían un cuarto de millón de hombres), sino la disponibilidad de
reservas abundantes, mejores bases de apoyo en Egipto, y superiores recursos
logísticos, contando además con el dominio de la Royal Navy en el Mediterráneo.
Sin
embargo, el Afrikakorps era el vivo
ejemplo de que un contingente pequeño pero rápido y bien organizado, puede ser
superior a un ejército mucho mayor pero lento y poco coordinado. Los soldados
de Rommel eran expertos en la blitzkrieg
(guerra mecanizada de movimientos), y las tropas aliados tardaron en aprender,
tras duras lecciones, como pelear este tipo de guerra. Por ejemplo, los
británicos tuvieron en muchas oportunidades, más tanques y en gran medida hasta
mejores que los de Rommel.*** Pero no se trataba de la calidad ni la cantidad,
sino de cómo eran utilizados en el campo de batalla. Los ingleses buscaban
siempre una especie de “gran batalla naval” entre tanques, para aprovechar su
superioridad numérica y dirimir a su favor la contienda. Rommel, que apreciaba
sus escasos panzers, no los utilizaba
para eso. Su táctica preferida era la del “escudo y la espada”: detenía y
mermaba los tanques británicos con baterías de cañones anticarros y luego
mandaba sus panzers intactos, a toda
velocidad hacia la retaguardia enemiga, en pos de sus vulnerables zonas de
aprovisionamiento, dejando al ejército enemigo sin recursos para proseguir la
batalla. De ese modo se produjeron derrotas humillantes, como la caída de
Tobruk en 1942, donde 33.000 soldados británicos y de la Commonwealth, se
rindieron ante 15.000 alemanes.
Pero
por sobre todas las cosas, en el mito del “Zorro del Desierto” y su Afrikakorps estaba el carisma y
liderazgo de Rommel. Debido a su visión táctica de que debía estar a la cabeza
de sus tropas para tener información de primera mano sobre lo que pasaba en el
campo de batalla y así poder decidir con rapidez, Rommel se destacaba no sólo
por su arrojo y coraje, sino por la calma que mantenía bajo fuego enemigo. Esto
hizo que muchas veces quedara expuesto a ser capturado o se encontrara
temporalmente tras las líneas enemigas, cosa que ya le había sucedido en la
campaña de Francia. En las frías y estrelladas noches del desierto, los
soldados –aliados y del Eje-, en torno a sus fogatas o acurrucados en sus
trincheras, se contaban una y otra vez, llenos de admiración, las anécdotas de
guerra del valeroso “Zorro del Desierto”, de como se había salvado de tal o
cual peligro, de sus gestos caballerosos y compasivos para con sus contrarios,
o como se había burlado de sus rivales con tal o cual estratagema. Por ejemplo,
una vez Rommel visitó un hospital de campaña neozelandés, y prometió enviarles
equipo médico que necesitaban. Resulta que el hospital estaba tras las líneas
aliadas, pero nadie hizo nada por capturar al general germano. Y tiempo
después, éste mandó al hospital lo prometido.
El
apodo de “Zorro del Desierto”, dado por los ingleses, le fue puesto por la
astucia, audacia y el oportunismo que extensamente desplegaba en cada batalla,
sorprendiendo siempre a los lentos comandantes británicos que, en lastimosa
sucesión, intentaron oponérsele.
Se
dice que muchas de sus tácticas poco convencionales las había aprendido
estudiando las campañas de otro legendario comandante, nada menos que del
mexicano Pancho Villa (1878-1923) y su División del Norte. Esto se considera un
mito, aunque no sería nada extraño que las tácticas de Pancho Villa fueran
estudiadas por militares europeos unas décadas después de terminar la
Revolución Mexicana, en el siglo XX, si ya en el siglo XIX, un mariscal ruso
había estudiado las campañas de George Washington, ocurridas casi treinta y
cinco años antes, a finales del siglo XVIII.
Mariscal Mijail
Tujachevski
Así
como el francés Charles de Gaulle y el ruso Mijail Tujachevski (y más tarde, a
partir de ellos, Karl Heinz Guderian), visionarios de la guerra de movimientos
mecanizada, llegaron a sus propuestas innovadoras estudiando las campañas de la
Revolución Rusa (donde se destacó el ejército de caballería bolchevique de
Budionni) y, sobre todo, observando la guerra polaco-soviética (1918-1921), con
los rápidos y profundos movimientos de los ejércitos de caballería de ambos
bandos; de un modo semejante, es posible que Rommel haya estudiado el otro gran
escenario de guerra de movimientos del siglo XX: los desiertos y planicies del
norte de México durante la primera revolución social de la centuria, la
Revolución Mexicana; donde combatió uno de los mayores ejércitos de la historia
de latinoamericana, la División del Norte, que comandó el general Pancho Villa.
Si
esto no fue así, entonces es sorprende los paralelismos entre las estratagemas
usadas por el Centauro de Norte y el Zorro del Desierto, en sus respectivas
campañas. Quisiéramos creer que es así, que Rommel estudió las campañas de
Villa, pues no está mal que, de vez en cuando, América tenga algo que enseñar a
los maestros europeos, como humildemente hizo Kutuzov, vencedor de Napoleón,
con George Washington. ¿Por qué no?
Ahora
bien, la mayor parte del repertorio táctico de burla y decepción del enemigo
exhibido por Villa, provenía de los tiempos en que había sido guerrillero,
trasladándolos luego a una guerra más convencional, conforme su guerrilla se
transformó en un ejército propiamente dicho. Muchas de esas estratagemas
provenían de los apaches chiricahuas, que habían combatido a los mexicanos, y,
también, convivido con ellos, en la frontera norte del país.
Paradójicamente,
Rommel, un militar de carrera, era contrario a la guerra irregular. Por esa
causa no aprobó el uso de comandos y saboteadores contra las líneas de
suministro británicas hasta que comprobó los excelentes resultados de los
ataques británicos de ese tipo contra su propia red logística.
La
principal estrategia usada por Rommel que lo asemeja a Pancho Villa, fue el que
un ejército debe poder hacerse invisible. En 1916, Villa ordenó una incursión
contra la ciudad fronteriza estadounidense de Columbus. Como resultado de esa
incursión, se mandó una expedición punitiva a México para capturar a Villa. Una
columna de 10.000 hombres al mando del general John Pershing (quien luego sería
comandante de las fuerzas estadounidenses en Europa durante la primera guerra
mundial) persiguió a Villa y sus soldados. La columna era principalmente de
tropas de caballería, pero también iban unidades motorizadas y vehículos
blindados, así como aviones. Acosado por los estadounidenses y los federales
mexicanos, Villa simplemente desapareció junto con sus tropas en las serranías
del norte de México. Entre las estratagemas que se dice uso el Centauro del
Norte para burlar a los gringos, estaba la de hacer caminar a sus caballos de
retroceso, para engañarlos sobre la dirección hacia la cual se movía (también
se dice que ponía las herraduras al revés a sus caballos). Al final la
expedición fracasó, haciendo decir a Pershing: ****
General
John Pershing
“Cuando la historia verdadera sea escrita, no será un capítulo muy inspirador para ser contemplado por niños escolares, o inclusive adultos mayores. Habiendo ingresado raudamente a México con la intención de comernos a los Mexicanos crudos, nos regresamos a la primera repulsa y ahora estamos regresando a hurtadillas a casa, como un can callejero fustigado y con la cola entre sus patas”.
Como
hemos visto, Rommel sabía hacer desaparecer un ejército, en parte moviéndolo a
gran velocidad, y por otra, haciéndose inubicable, tanto por silencio radial
como a través de movimientos inesperados, incluso hasta para su propio estado
mayor y sus superiores. Por supuesto, en el desierto norafricano, a Rommel le
era imposible hacer como Villa, que en caso de extrema necesidad “disolvía” su
ejército entre el pueblo, desmovilizándolo en espera de un tiempo propicio para
volver a llamarlo a las armas, dejando activo, mientras tanto, sólo un pequeño
y móvil grupo guerrillero. Este era el máximo don de prestidigitación del
Centauro mexicano.
Francisco
Villa y sus “Dorados”
Villa
también apreciaba la velocidad, siendo el núcleo de su ejército la caballería,
entre los que se destacaba su guardia personal: “Los Dorados”. Además, tanto
Villa como Rommel gustaban en particular de los ataques nocturnos sorpresa,
ejecutados con rapidez y en el máximo silencio posible.
Otra
de las estratagemas de Villa era la de hacer ver que una pequeña parte de su
ejército era muy grande (mientras ocultaba los movimientos verdaderos de sus
tropas) o que todo su ejército era de mucho mayor tamaño de lo que suponían sus
contrarios. Así, amarró ramas a las colas de sus caballos para luego ponerlos a
correr (para simular grandes movimientos por el polvo levantado); encendía
numerosas fogatas para hacer ver un campamento militar gigantesco; puso
sombreros en hileras de estacas para simular contingentes de hombres
atrincherados; y, para hacer ver que tenía mucha más tropa, ponía a su
caballería a correr en torno a un cerro indefinidamente.
Rommel
utilizó todas estas tretas. Apenas llegó a Trípoli en 1941, hizo un desfile
militar, y puso a sus pocos tanques a darle la vuelta indefinidamente a una
manzana, de modo que la inteligencia enemiga creyera que tenía más armas de las
que realmente habían llegado (este truco también fue utilizado por las S.A. y
su “Marcha de las antorchas” cuando Hitler fue nombrado Canciller en 1933).
Para simular que tenía más tanques o para engañar al enemigo con ataques
falsos, amarró troncos a camiones para levantar grandes cantidades de polvo
(con ese mismo fin uso luego motores de aviones, colocados en la parte de atrás
de camiones), y sobre automóviles de campaña montó falsos tanques de madera y
lona. También desplegó campos de minas falsos para retardar los avances
enemigos, así como trincheras con maquetas de artillería y muñecos vestidos de
soldados, creando falsas posiciones para burlar a la inteligencia aliada.
Pero
la táctica preferida de Rommel y Villa era el ataque simulado, seguido de una
falsa retirada para llevar a los contrarios a una emboscada hábilmente tendida.
En el desierto norafricano, Rommel enterraba sus poderosos cañones antitanque
de 88 mm, cubriéndolos con lonas para que simularan dunas. Desde estas
posiciones camufladas, se infligían enormes bajas a los tanques enemigos que
acudían a las trampas del “Zorro del Desierto”, casi siempre en persecución de
una fuerza de panzers rápidos y falsos
tanques enviada como señuelo.
Otra
táctica dónde Villa era maestro era la del “Caballo de Troya”, disfrazando a
sus hombres de soldados federales o usando trenes del gobierno donde se
escondían unidades especiales de los suyos, para así sorprender al enemigo y
poder abrir una brecha en las defensas contrarias. Rommel adaptó esta táctica a
la guerra del desierto africano, lanzando columnas de ataque a cuya cabeza iban
tanques y vehículos capturados al enemigo, con sus insignias, y con tripulantes
usando uniformes aliados, de modo de confundir las defensas del rival, y así
tomarlos por sorpresa.
Pero
lo que hacía a Villa y a Rommel unos inigualables líderes tácticos era un
especial don de intuición, lo que los alemanes llaman Fingerspitzengefühl: un sexto sentido en la punta de los dedos. El
cual permite “leer” el terreno, las posiciones propias y del enemigo, y también
el nivel moral (el ánimo) de unos y otros. Sobran las anécdotas en ambos
comandantes, donde esa intuición permitió anticipar acciones del enemigo de una
manera tan sobrenatural, que inducía a los hombres bajo su mando a una ciega
lealtad y una admiración sin límite; mientras que en el enemigo provocaba
zozobra y horror. Debido a esa virtud, Villa y Rommel preferían el caos en la
batalla, de donde podían sacar el máximo provecho de su intuición, su don de la
improvisación y audacia, que la disposición concienzuda y el orden táctico que
otros comandantes tienen por ejes imprescindibles de toda acción militar. Esto
no quiere decir que todo lo que hacían estuviese bajo el dominio del desorden y
la desidia. Al contrario, ambos generales se caracterizaron por preparar muy
bien a sus dirigidos, tanto en lo que atañe a disciplina, como a medios
materiales y anímicos. Del mismo modo, sus estratagemas y otras acciones
militares eran preparadas muy cuidadosamente y con la debida antelación.
Además, parte de sus virtudes tácticas provenían de tener excelentes redes de
informantes en el propio campo enemigo, y de manejar magistralmente rumores y
supuestas “fugas” de información, sólo para engañar a sus contrarios. Todo lo
cual necesita tiempo para dar los frutos esperados. Pero todos estos recursos
no eran puestos al servicio de un plan rígido y mecánico, conducido desde un
cuartel alejado del frente, de espaldas al desenvolvimiento de los
acontecimientos, sino que, en sus mejores momentos, la División del Norte y el Afrikakorps, estaban diseñados de la
manera más adecuada para adaptarse lo más rápidamente posible a las
circunstancias cambiantes de la batalla, y responder con la mayor desenvoltura,
fluidez y flexibilidad, a las oportunidades que las mismas brindaban. De modo
que muchas de las estratagemas que Villa y Rommel usaron, fueron creadas para
un momento determinado, improvisadas casi al instante, para transmutar un
problema planteado por el enemigo, en una opción de victoria: recordemos la
Batalla de Ciudad Juárez, donde Villa hace avanzar a sus hombres por el
interior de las casas, demoliendo con dinamita las paredes, y así evitar las
calles y los emplazamientos de ametralladoras federales que las dominaban. En
el caso de Rommel, sus contra ataques envolventes, relampagueantes, realizados
ante una maniobra similar del enemigo (a la cual un general convencional, en su
situación, respondería casi seguramente con una retirada).
(Continuará…)
Notas:
*Estos
tres grandes comandantes de panzertruppe,
entre otros, ya en Polonia y, luego en Francia, tuvieron que hacer frente a
superiores conservadores que les ordenaban detenerse de modo inoportuno. Es
famosa la controversia entre Guderian y su superior Von Kluge, la cual se
agravaría durante la campaña rusa de 1941. Guderian terminó por acostumbrarse a
no obedecer a Kluge. Pero cuando vino la contraofensiva rusa de invierno y
Guderian se vio obligado a retirarse, Kluge lo culpó de la derrota e hizo que lo
relevaran del mando de la II Panzerarmee,
impidiendo así el ascenso a Mariscal de uno de los militares más notables que
ha dado Alemania.
**Una
anécdota que se cuenta sobre Rommel cuando cayó Tobruk: entre las unidades
enemigas capturadas se encontraba una división sudafricana. Los oficiales
blancos sudafricanos pidieron que no se mezclaran blancos con negros en el
campo de prisioneros. Rommel les contestó que todos habían sido capturados como
soldados y como tales serían tratados todos ellos. ¡Imagínense!: un oficial
representante de la Alemania Nazi dándole una lección de igualdad a militares
de una democracia anglosajona occidental…
***Los
tanques Mark III Especial y Mark IV eran superiores a los tanques aliados, pero
nunca llegaron a constituir más del 25%, si acaso, de la fuerza blindada de
Rommel. Durante la mayor parte de la campaña africana, la fuerza blindada a
disposición de Rommel estuvo constituida por un 50% (más o menos) de anticuados
tanques italianos, muy inferiores a los modelos aliados.
****Se
dice que Villa observó a la columna de Pershing cuando se retiraba y dijo:
“Vinieron como águilas y se fueron como gallinas mojadas”. Los partes diarios
de Pershing a su presidente decían: “Tengo el honor de informarle a usted que
Francisco Villa se encuentra en todas partes y en ninguna”. Bajo las órdenes de
Pershing en México estuvieron los futuros protagonistas estadounidenses de la
2da guerra mundial en Europa: Dwight J. Eisenhower y George Patton.
Roberto Chacón
Nei Dan Magazine No. 358 (10-04-12)
Sección: "Artículos"
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