SOBRE LA RELACIÓN ENTRE LOS PÁJAROS Y LOS ESPÍRITUS DE LOS MUERTOS (y Fin)
Por Christopher M. Moreman
Universidad de California, East Bay
Sostengo
que esta última incertidumbre es, de hecho, la más profunda de toda la
humanidad. Que los pájaros puedan saber lo incognoscible, puede ser la base de
la primera de las tres asociaciones con la muerte, descritas antes. Si sus
vuelos les permiten acceso a información de los mundos desconocidos, esa posibilidad de acceso puede llevar a que
se piense que pueden también llevar las almas a esos lugares.
Sin
embargo, ni las experiencias fuera del cuerpo, ni los vuelos shamánicos,
incluyen la posibilidad de ser llevados por un pájaro, de modo que la conexión
permanece en nivel simbólico.
Dar
un salto, hasta asumir que el alma se convierte en un pájaro, supone que
debemos aceptarlo sólo como una metáfora de la habilidad del alma de volar, o
quizás de que uno tiene la sensación de tener una que puede hacerlo. La mujer
mencionada al comienzo de este ensayo no me preguntó si el pájaro representaba
simbólicamente el espíritu de su padre, sino que expresó que había sentido que
el pájaro era su padre, de la misma manera en que el folklore y las tradiciones
son tenidas como ciertas y no como metáforas.
Tiene
que haber algo más en la relación pájaro-muerte de lo que ha sido mencionado,
para que una persona experimente esa conexión como más que simbólica. La
importancia puede encontrarse en una exploración más profunda del simbolismo de
los pájaros en el contexto, no sólo de la muerte, sino también de la vida.
Uno
de los arquetipos centrales de Jung es el del renacimiento. Jung lamenta que la
mente moderna ha olvidado esas viejas verdades que hablan de la muerte de un
viejo y de la hechura de uno nuevo, del renacimiento espiritual y similares
antiguos “absurdos místicos”. El instinto humano, sin embargo, emerge del
inconsciente colectivo individual en momentos de necesidad emocional, como
cuando uno es confrontado por el hecho de la mortalidad personal. El arquetipo
del renacimiento incorpora los elementos de transcendencia de la vida y de
transformación personal. Esos elementos son ambos necesarios para evitar caer
en un vacío de desesperación acerca de nuestra inevitable extinción.
Acerca
de la Conexión Simbólica entre los Pájaros y la Vida
Un
área final de importancia central es la conexión pájaro-vida. Es exactamente esta
conexión la que mejor ilumina el arquetipo pájaro-muerte.
Los
pájaros migratorios están asociados con el ciclo de las estaciones. Algunas
veces se lamenta que causen el invierno, como sucede con el ampelis suizo ya
citado, pero más a menudo son celebrados como anuncio de la primavera, como las
cigüeñas, las garzas o los cucús (que regulan las estaciones hasta el punto de
haberse convertido en ubicuos guardianes del tiempo). Los patrones migratorios,
como otras explicaciones naturalísticas, no pueden explicar todo, sin embargo,
porque no todos los pájaros tienen migraciones relacionadas con las estaciones.
El
vibrante colorido de algunos pájaros, la fuerza de sus cantos y la rapidez de
sus vuelos sugieren fortaleza y vigor vitales. El signo mayor del carácter
generativo de los pájaros, sin embargo, está es sus huevos. Los huevos son centrales en los mitos de creación del mundo,
por todas partes. El dios egipcio Seb puso un huevo que produjo el sol; los
dioses creadores indios y chinos (Brahma y P’an lu, respectivamente) nacieron
de huevos cósmicos y el Dogon africano describe cómo Amma, el dios creador, se
fertilizó a sí mismo en la forma de un gran huevo. Los huevos son también
considerados como afrodisíacos. Por extensión, los pájaros también influyen en
el lenguaje del sexo y la fertilidad con varias palabras relacionadas con los pájaros
que transculturalmente tienen un doble sentido. Los pájaros claramente
ejemplifican el vigor de la vida de muchas maneras, pero queda sin explicación
por qué también comparten una asociación con la muerte.
La
asociación, prácticamente universal, entre pájaros y por igual vida y muerte,
nacen de una tendencia humana muy arraigada de negar la mortalidad personal. No
pretendo implicar que la mujer con cuya mención comencé este ensayo estaba
metida en alguna forma de auto engaño acerca de la muerte de su padre; ella
estaba perfectamente consciente de que su padre había muerto y que el pájaro,
físicamente, no era él.
A
pesar de este conocimiento sin embargo, ella (alineada con la larga tradición
global de asociación de los pájaros con los muertos) también sintió que el
pájaro era la persona. Para explicar esta paradoja, retorno a los arquetipos de
Jung.
Como
elementos instintivos de la psique humana, en lo que Jung llamó el inconsciente
colectivo, los arquetipos son únicos para cada individuo, y cuando aparecen en
nuestras mentes conscientes, nos parecen extraños porque conscientemente no los
creamos, y por eso sentimos como si ellos tienen su propio origen. Como
mensajeros de nuestras mentes inconscientes, los arquetipos tienen un carácter
inherentemente numinoso, residiendo dentro de nosotros y siendo también
“otros” para nosotros. Al sentir como si ellos vinieran de alguna parte
“otra” con respecto a nosotros, la cualidad numinosa sugiere algo más grande que
nosotros, lo que se llama el Otro Total.
Jung
explicó cómo los mundos interior
subjetivo y exterior objetivo, se funden en un tipo de “matriz psíquica” ya que
nuestra propia comprensión del mundo exterior está limitada por
constreñimientos enteramente subjetivos. Lo que uno experimenta o comprende del
mundo exterior está realmente basado en una comprensión puramente subjetiva.
Una comprensión realmente objetiva permanece inaccesible para cualquier sujeto
individual. Una matriz se forma, sin embargo, cuando los contenidos
inconscientes en la forma de arquetipos borran la realidad objetiva y aparecen
a la mente consciente. De esta manera los contenidos inconscientes se revelan
al individuo. Así, cuando uno ve, digamos, un pájaro uno debe reconocer que uno
está encontrando, no la totalidad de ese Otro, sino más bien un aspecto de
nuestro propio inconsciente reflejado en su lugar. Cuando uno encuentra un Otro,
no siempre puede tener una plena, completa y total comprensión, pues nuestra
propia experiencia está limitada a nuestra propia perspectiva y a nuestra
propia capacidad para comprender. Como tal, la totalidad del pájaro nunca puede
ser conocida, pero en su lugar uno puede verdaderamente saber lo que el pájaro
significa para el individuo que lo experimenta, o, arquetípicamente, que puede
significar el pájaro para la humanidad.
Esto
no significa que desde una psicología centrada en el hombre estemos forzados a
considerar necesariamente que ella reduce a los pájaros, o a cualquier otra
criatura, a ser meros objetos simbólicos. Más bien, el hecho de que elementos
de la psique humana puedan ser reflejados en otras criaturas ilustra la
interrelación entre nosotros y ellos. Si los pájaros, por ejemplo, tienen tal
significación simbólica importante, sus ausencias marcarían una severa laguna
en la experiencia de la humanidad. Que ningún otro animal encarne la dualidad
vida-muerte tan completa y universalmente como los pájaros, indica la
importancia de ellos para la capacidad de la humanidad de entenderse a sí misma
y a su lugar en el mundo.
Berger
señala un número de puntos importantes en la exploración de los animales como
metáforas. Apunta a la misteriosa similitud entre humanos y animales no
humanos, notando sus diferencias predominantemente mientras viven, mientras que
en la muerte, todos los mortales son lo mismo. Los animales individuales,
Berger sugiere, no estaban diferenciados entre ellos, y así, enfrentan la
mortalidad en forma diferente a como lo hacen los humanos individualizados.
Específicamente, los individuos mueren mientras que las especies siguen
viviendo. “La sangre de un animal fluye como la sangre humana, pero la especie
sigue viviendo y cada león es el León y
cada buey es el Buey . Esto, tal vez el
primer dualismo existencial, se reflejó en el tratamiento de los animales.
Fueron dominados y reverenciados, alimentados y sacrificados. Por supuesto, la
continuación de la especie humana, a pesar de las muerte de innumerables
individuos se refleja claramente en la asociación entre muerte y renacimiento,
y se encuentra más explícitamente en el pájaro.
Berger
continúa: “Entre dos hombres los dos abismos (de entendimiento) en principio son conectados por el lenguaje (…). La
falta del lenguaje del animal, su silencio, garantiza su distancia, sus
diferencias, su exclusión del y por el hombre”. Por supuesto podemos encontrar
falta de entendimiento mutuo, aún con la falta de un lenguaje común, así como
uno puede no entender a otro aún cuando exista un lenguaje común. Cuando uno
acepta que nuestra propia experiencia limita nuestra habilidad para entender
plenamente el mundo objetivo, entonces uno debe también que nunca podemos
transmitir plenamente nuestras intenciones precisas sin la mediación de un sujeto
que las reciba. Berger ofrece la perspectiva de que los animales también deben
ser vistos como capaces de tener conocimientos propios y que los humanos fallan
en comprenderlos.
Hillman
está de acuerdo: “Los animales fueron los primeros psicoanalistas. …Ellos
podían hacernos conscientes de nosotros mismos. No necesitan palabras para
revelarse mutuamente su naturaleza. Es nuestro deber escucharlos, no con “meros
moralismos alegóricos o metáforas… Es necesario redescubrir el ojo animal del
cavernícola, frente a la pared de la cueva, esa percepción estética que
responde al significado y al poder de la forma desplegada”. Esencialmente, no
debemos imponer significados al animal, sino darnos cuenta de que el animal
habla, no con palabras sino con los instintos inconscientes comunes a todos los
animales. Debemos desaprender una de las lecciones básicas de la subjetividad
humana: “para ser una persona, no debemos ser un animal” y más bien reconocer el
carácter único del animal y del humano.
Como
tal, el mundo de la experiencia humana puede ser visto como una matriz de
sujetos interconectados viendo mutuamente cada uno las reflexiones de sí mismo
en otro.
Nadie
puede vencer completamente su antropocentrismo pues difícilmente podemos dejar
de lado nuestra propia humanidad. Los animales no son cosas que están por ahí
en el mundo, dados simplemente a nuestros sentidos. Todas las representaciones
de animales son constructos humanos, pero algunos dejan más espacio que otros,
para que el animal Otro constituya su propio mundo. Hillman sugiere sin embargo
que el antropomorfismo puede liberar a los animales de la condición que desde
hace tiempo hemos llamado “muda” (a causa de nuestra sordera) y a liberarnos de
la prisión de nuestra subjetividad. El antropomorfismo reconoce que humanos y
animales participan en un mundo común de significaciones. El elemento
importante para Jung es el juego entre la observación y los contenidos
inconscientes. Si los animales no humanos pueden ser considerados agentes
conscientes, entonces uno puede asumir que ellos, también, tienen sus propias
matrices psíquicas específicas de sus especies, y una especulación más amplia
puede llevar a una matriz aún más grande de consciencia transcultural.
Conclusión
Retornando
específicamente al presente ensayo, ya que es durante los estados límites que
las fronteras borrosas entre el sí mismo y el otro son más pronunciadas, el
carácter intersticial de los pájaros los sitúa aparte como un locus apropiado
para esta misteriosa mezcla de opuestos interconectados. En mi historia
introductoria, la asociación del pájaro con el padre puede ser visto como una
suerte de aparición tranquilizadora, temáticamente, una constante en el
folklore mundial, aunque en este caso en forma física, presente, no como una
aparición.
La
presencia del padre de la mujer sin embargo, fue subjetiva. El aspecto
subjetivo de la experiencia es indicativo del arquetipo, por su necesidad del
pájaro físico para conformar significado. Como un símbolo de transcendencia, el
arquetipo pájaro hace más que simplemente consolar.
Para
Jung la “función transcendente de la psique” es la plena realización del ser
individual a través de la aceptación del inconsciente por el consciente, en un
proceso llamado “individuación”. La interrogante permanece acerca de cuáles
contenidos inconscientes deben ser aceptados conscientemente a través del
reconocimiento de este arquetipo particular.
Von
Franz concluye; “todos los sueños de las personas que están enfrentando la
muerte indican que el inconsciente, es decir, nuestro mundo instintivo, no se
prepara para un final definitivo, sino para una profunda transformación y para
una suerte de continuación del proceso vital, el cual, sin embargo, es
inimaginable para la consciencia diaria”. Es decir, el arquetipo de
renacimiento se consolida cuando la mente consciente confronta su propia
mortalidad. Como explica Kubler-Ross: “para nuestro inconsciente, la muerte
nunca es posible en lo que a nosotros concierne, y sin embargo cada uno de
nosotros sabe que moriremos. Uno puede aceptar racionalmente el concepto de
mortalidad. Conceptualmente sin embargo, para nosotros nuestro propio final es algo
imposible.
El
conocimiento paradójico de nuestra propia muerte, coexistiendo con una abierta
inhabilidad para concebir este hecho como una realidad, tiene una ventaja
práctica importante. Ha sido sugerido que nunca está una persona tan envuelta
en sí misma como cuando teme a la muerte. El miedo a la muerte lleva al egoísmo
en su forma más profunda, mientra que la sociedad humana requiere una cooperación
que no siempre es tan obvio en el mejor interés para cada individuo en un punto
determinado En este caso el arquetipo de renacimiento
sirve para calmar los temores de la extinción personal a través de la negación
inconsciente de nuestra propia mortalidad, por la evocación de sentimientos de
transcendencia y transformación, explícitamente en las características
repetidamente mencionadas.
Los
pájaros combinan muchos factores que lo hacen el arquetipo por excelencia del
miedo a la muerte y del egoísmo resultante. Con su alada rapidez para alcanzar
lugares y ver paisajes a los que el hombre atado a la tierra no puede ver, los
pájaros son el mensajero ideal, entre los hombres y los dioses o entre el ser
consciente y el inconsciente. Los pájaros están asociados con la muerte, no
porque algunos sean negros, coman carroña, o tengan hábitos nocturnos, sino
porque encarnan la plenitud de la vida. Por lo tanto, si uno siente en un
pájaro la presencia de un ser querido fallecido, está oyendo la voz del inconsciente
llamando al individuo a vivir plena y generosamente, sin temores por su propia
mortalidad individual.
Traducción MM
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