martes, 20 de noviembre de 2018

DEL DIARIO DE NANI María Margarita López (Magazine No. 599)

SOBRE LA RELACIÓN ENTRE LOS PÁJAROS Y LOS ESPÍRITUS DE LOS MUERTOS (y Fin)

Por Christopher M. Moreman
Universidad de California, East Bay


Sostengo que esta última incertidumbre es, de hecho, la más profunda de toda la humanidad. Que los pájaros puedan saber lo incognoscible, puede ser la base de la primera de las tres asociaciones con la muerte, descritas antes. Si sus vuelos les permiten acceso a información de los mundos desconocidos,  esa posibilidad de acceso puede llevar a que se piense que pueden también llevar las almas a esos lugares.

Sin embargo, ni las experiencias fuera del cuerpo, ni los vuelos shamánicos, incluyen la posibilidad de ser llevados por un pájaro, de modo que la conexión permanece en nivel simbólico.

Dar un salto, hasta asumir que el alma se convierte en un pájaro, supone que debemos aceptarlo sólo como una metáfora de la habilidad del alma de volar, o quizás de que uno tiene la sensación de tener una que puede hacerlo. La mujer mencionada al comienzo de este ensayo no me preguntó si el pájaro representaba simbólicamente el espíritu de su padre, sino que expresó que había sentido que el pájaro era su padre, de la misma manera en que el folklore y las tradiciones son tenidas como ciertas y no como metáforas.

Tiene que haber algo más en la relación pájaro-muerte de lo que ha sido mencionado, para que una persona experimente esa conexión como más que simbólica. La importancia puede encontrarse en una exploración más profunda del simbolismo de los pájaros en el contexto, no sólo de la muerte, sino también de la vida.

Uno de los arquetipos centrales de Jung es el del renacimiento. Jung lamenta que la mente moderna ha olvidado esas viejas verdades que hablan de la muerte de un viejo y de la hechura de uno nuevo, del renacimiento espiritual y similares antiguos “absurdos místicos”. El instinto humano, sin embargo, emerge del inconsciente colectivo individual en momentos de necesidad emocional, como cuando uno es confrontado por el hecho de la mortalidad personal. El arquetipo del renacimiento incorpora los elementos de transcendencia de la vida y de transformación personal. Esos elementos son ambos necesarios para evitar caer en un vacío de desesperación acerca de nuestra inevitable extinción.  

Acerca de la Conexión Simbólica entre los Pájaros y la Vida
Un área final de importancia central es la conexión pájaro-vida. Es exactamente esta conexión la que mejor ilumina el arquetipo pájaro-muerte.

Los pájaros migratorios están asociados con el ciclo de las estaciones. Algunas veces se lamenta que causen el invierno, como sucede con el ampelis suizo ya citado, pero más a menudo son celebrados como anuncio de la primavera, como las cigüeñas, las garzas o los cucús (que regulan las estaciones hasta el punto de haberse convertido en ubicuos guardianes del tiempo). Los patrones migratorios, como otras explicaciones naturalísticas, no pueden explicar todo, sin embargo, porque no todos los pájaros tienen migraciones relacionadas con las estaciones.

El vibrante colorido de algunos pájaros, la fuerza de sus cantos y la rapidez de sus vuelos sugieren fortaleza y vigor vitales. El signo mayor del carácter generativo de los pájaros, sin embargo, está es sus huevos. Los huevos son centrales en los mitos de creación del mundo, por todas partes. El dios egipcio Seb puso un huevo que produjo el sol; los dioses creadores indios y chinos (Brahma y P’an lu, respectivamente) nacieron de huevos cósmicos y el Dogon africano describe cómo Amma, el dios creador, se fertilizó a sí mismo en la forma de un gran huevo. Los huevos son también considerados como afrodisíacos. Por extensión, los pájaros también influyen en el lenguaje del sexo y la fertilidad con varias palabras relacionadas con los pájaros que transculturalmente tienen un doble sentido. Los pájaros claramente ejemplifican el vigor de la vida de muchas maneras, pero queda sin explicación por qué también comparten una asociación con la muerte.

La asociación, prácticamente universal, entre pájaros y por igual vida y muerte, nacen de una tendencia humana muy arraigada de negar la mortalidad personal. No pretendo implicar que la mujer con cuya mención comencé este ensayo estaba metida en alguna forma de auto engaño acerca de la muerte de su padre; ella estaba perfectamente consciente de que su padre había muerto y que el pájaro, físicamente, no era él.

A pesar de este conocimiento sin embargo, ella (alineada con la larga tradición global de asociación de los pájaros con los muertos) también sintió que el pájaro era la persona. Para explicar esta paradoja, retorno a los arquetipos de Jung.

Como elementos instintivos de la psique humana, en lo que Jung llamó el inconsciente colectivo, los arquetipos son únicos para cada individuo, y cuando aparecen en nuestras mentes conscientes, nos parecen extraños porque conscientemente no los creamos, y por eso sentimos como si ellos tienen su propio origen. Como mensajeros de nuestras mentes inconscientes, los arquetipos tienen un carácter inherentemente numinoso, residiendo dentro de nosotros y siendo también “otros” para nosotros. Al sentir como si ellos vinieran de alguna parte “otra” con respecto a nosotros, la cualidad numinosa sugiere algo más grande que nosotros, lo que se llama el Otro Total.

Jung explicó cómo los mundos  interior subjetivo y exterior objetivo, se funden en un tipo de “matriz psíquica” ya que nuestra propia comprensión del mundo exterior está limitada por constreñimientos enteramente subjetivos. Lo que uno experimenta o comprende del mundo exterior está realmente basado en una comprensión puramente subjetiva. Una comprensión realmente objetiva permanece inaccesible para cualquier sujeto individual. Una matriz se forma, sin embargo, cuando los contenidos inconscientes en la forma de arquetipos borran la realidad objetiva y aparecen a la mente consciente. De esta manera los contenidos inconscientes se revelan al individuo. Así, cuando uno ve, digamos, un pájaro uno debe reconocer que uno está encontrando, no la totalidad de ese Otro, sino más bien un aspecto de nuestro propio inconsciente reflejado en su lugar. Cuando uno encuentra un Otro, no siempre puede tener una plena, completa y total comprensión, pues nuestra propia experiencia está limitada a nuestra propia perspectiva y a nuestra propia capacidad para comprender. Como tal, la totalidad del pájaro nunca puede ser conocida, pero en su lugar uno puede verdaderamente saber lo que el pájaro significa para el individuo que lo experimenta, o, arquetípicamente, que puede significar el pájaro para la humanidad.

Esto no significa que desde una psicología centrada en el hombre estemos forzados a considerar necesariamente que ella reduce a los pájaros, o a cualquier otra criatura, a ser meros objetos simbólicos. Más bien, el hecho de que elementos de la psique humana puedan ser reflejados en otras criaturas ilustra la interrelación entre nosotros y ellos. Si los pájaros, por ejemplo, tienen tal significación simbólica importante, sus ausencias marcarían una severa laguna en la experiencia de la humanidad. Que ningún otro animal encarne la dualidad vida-muerte tan completa y universalmente como los pájaros, indica la importancia de ellos para la capacidad de la humanidad de entenderse a sí misma y a su lugar en el mundo.

Berger señala un número de puntos importantes en la exploración de los animales como metáforas. Apunta a la misteriosa similitud entre humanos y animales no humanos, notando sus diferencias predominantemente mientras viven, mientras que en la muerte, todos los mortales son lo mismo. Los animales individuales, Berger sugiere, no estaban diferenciados entre ellos, y así, enfrentan la mortalidad en forma diferente a como lo hacen los humanos individualizados. Específicamente, los individuos mueren mientras que las especies siguen viviendo. “La sangre de un animal fluye como la sangre humana, pero la especie sigue viviendo y cada león es el  León y cada  buey es el Buey . Esto, tal vez el primer dualismo existencial, se reflejó en el tratamiento de los animales. Fueron dominados y reverenciados, alimentados y sacrificados. Por supuesto, la continuación de la especie humana, a pesar de las muerte de innumerables individuos se refleja claramente en la asociación entre muerte y renacimiento, y se encuentra más explícitamente en el pájaro.

Berger continúa: “Entre dos hombres los dos abismos (de entendimiento) en principio son conectados por el lenguaje (…). La falta del lenguaje del animal, su silencio, garantiza su distancia, sus diferencias, su exclusión del y por el hombre”. Por supuesto podemos encontrar falta de entendimiento mutuo, aún con la falta de un lenguaje común, así como uno puede no entender a otro aún cuando exista un lenguaje común. Cuando uno acepta que nuestra propia experiencia limita nuestra habilidad para entender plenamente el mundo objetivo, entonces uno debe también que nunca podemos transmitir plenamente nuestras intenciones precisas sin la mediación de un sujeto que las reciba. Berger ofrece la perspectiva de que los animales también deben ser vistos como capaces de tener conocimientos propios y que los humanos fallan en comprenderlos.

Hillman está de acuerdo: “Los animales fueron los primeros psicoanalistas. …Ellos podían hacernos conscientes de nosotros mismos. No necesitan palabras para revelarse mutuamente su naturaleza. Es nuestro deber escucharlos, no con “meros moralismos alegóricos o metáforas… Es necesario redescubrir el ojo animal del cavernícola, frente a la pared de la cueva, esa percepción estética que responde al significado y al poder de la forma desplegada”. Esencialmente, no debemos imponer significados al animal, sino darnos cuenta de que el animal habla, no con palabras sino con los instintos inconscientes comunes a todos los animales. Debemos desaprender una de las lecciones básicas de la subjetividad humana: para ser una persona, no debemos ser un animal” y más bien reconocer el carácter único del animal y del humano.

Como tal, el mundo de la experiencia humana puede ser visto como una matriz de sujetos interconectados viendo mutuamente cada uno las reflexiones de sí mismo en otro.

Nadie puede vencer completamente su antropocentrismo pues difícilmente podemos dejar de lado nuestra propia humanidad. Los animales no son cosas que están por ahí en el mundo, dados simplemente a nuestros sentidos. Todas las representaciones de animales son constructos humanos, pero algunos dejan más espacio que otros, para que el animal Otro constituya su propio mundo. Hillman sugiere sin embargo que el antropomorfismo puede liberar a los animales de la condición que desde hace tiempo hemos llamado “muda” (a causa de nuestra sordera) y a liberarnos de la prisión de nuestra subjetividad. El antropomorfismo reconoce que humanos y animales participan en un mundo común de significaciones. El elemento importante para Jung es el juego entre la observación y los contenidos inconscientes. Si los animales no humanos pueden ser considerados agentes conscientes, entonces uno puede asumir que ellos, también, tienen sus propias matrices psíquicas específicas de sus especies, y una especulación más amplia puede llevar a una matriz aún más grande de consciencia transcultural.  

Conclusión
Retornando específicamente al presente ensayo, ya que es durante los estados límites que las fronteras borrosas entre el sí mismo y el otro son más pronunciadas, el carácter intersticial de los pájaros los sitúa aparte como un locus apropiado para esta misteriosa mezcla de opuestos interconectados. En mi historia introductoria, la asociación del pájaro con el padre puede ser visto como una suerte de aparición tranquilizadora, temáticamente, una constante en el folklore mundial, aunque en este caso en forma física, presente, no como una aparición.

La presencia del padre de la mujer sin embargo, fue subjetiva. El aspecto subjetivo de la experiencia es indicativo del arquetipo, por su necesidad del pájaro físico para conformar significado. Como un símbolo de transcendencia, el arquetipo pájaro hace más que simplemente consolar.

Para Jung la “función transcendente de la psique” es la plena realización del ser individual a través de la aceptación del inconsciente por el consciente, en un proceso llamado “individuación”. La interrogante permanece acerca de cuáles contenidos inconscientes deben ser aceptados conscientemente a través del reconocimiento de este arquetipo particular.  

Von Franz concluye; “todos los sueños de las personas que están enfrentando la muerte indican que el inconsciente, es decir, nuestro mundo instintivo, no se prepara para un final definitivo, sino para una profunda transformación y para una suerte de continuación del proceso vital, el cual, sin embargo, es inimaginable para la consciencia diaria”. Es decir, el arquetipo de renacimiento se consolida cuando la mente consciente confronta su propia mortalidad. Como explica Kubler-Ross: “para nuestro inconsciente, la muerte nunca es posible en lo que a nosotros concierne, y sin embargo cada uno de nosotros sabe que moriremos. Uno puede aceptar racionalmente el concepto de mortalidad. Conceptualmente sin embargo, para nosotros nuestro propio final es algo imposible.

El conocimiento paradójico de nuestra propia muerte, coexistiendo con una abierta inhabilidad para concebir este hecho como una realidad, tiene una ventaja práctica importante. Ha sido sugerido que nunca está una persona tan envuelta en sí misma como cuando teme a la muerte. El miedo a la muerte lleva al egoísmo en su forma más profunda, mientra que la sociedad humana requiere una cooperación que no siempre es tan obvio en el mejor interés para cada individuo en un punto determinado En este caso el arquetipo de renacimiento sirve para calmar los temores de la extinción personal a través de la negación inconsciente de nuestra propia mortalidad, por la evocación de sentimientos de transcendencia y transformación, explícitamente en las características repetidamente  mencionadas.

Los pájaros combinan muchos factores que lo hacen el arquetipo por excelencia del miedo a la muerte y del egoísmo resultante. Con su alada rapidez para alcanzar lugares y ver paisajes a los que el hombre atado a la tierra no puede ver, los pájaros son el mensajero ideal, entre los hombres y los dioses o entre el ser consciente y el inconsciente. Los pájaros están asociados con la muerte, no porque algunos sean negros, coman carroña, o tengan hábitos nocturnos, sino porque encarnan la plenitud de la vida. Por lo tanto, si uno siente en un pájaro la presencia de un ser querido fallecido, está oyendo la voz del inconsciente llamando al individuo a vivir plena y generosamente, sin temores por su propia mortalidad individual.
Traducción MM



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