martes, 6 de junio de 2017

SECCIONES SEMANALES (Magazine No. 576)

RECOMENDACIONES DEL MAGAZINE:

CINE:
  • La ola (Jürgen Vogel, Max Riemelt y Jennifer Ulrich / Dir.: Dennis Gansel / TV Filme / Fox 1)
  • El escritor de cartas (Aley Underwood y Bernie Diamond / Dir.: Christian Vuissa / TV Filme / ISAT)
  • Querido Intruso (Holly Hunter y Richard Dreyfuss / Dir. Lasee Hallström / TV Filme / HBO)


BLOG DE LA SEMANA (Por Katherine Chacón): https://enroquedeciencia.blogspot.com.es/ Blog del profesor Carlos Roque Sánchez sobre todo tipo de temáticas relacionadas con la ciencia.

 Jerzy Kalina (Polonia / 1944- ): Monumento al transeúnte anónimo (Wroclaw, Polonia)

 

365 MEDITACIONES TAO (Ming Dao Deng)

XIX

Iniciativa

No nos confundamos
Con la realidad caleidoscópica.
Usando sabiduría y coraje al actuar,
No sumemos a la confusión.

El mundo es una tormenta de una miríada de realidades, pero no podemos permitirnos ser arrastrados al vórtice. Hacerlo es estar perdidos y perder el verdadero centro, donde vendrá todo entendimiento. Debemos actuar, pero de la forma correcta.

La acción debe ser guiada tanto por el intelecto como la experiencia. Aprendemos de maestros, de los mayores y de los demás. Pero también debemos poner a prueba en el mundo lo que hemos aprendido. No es suficiente simplemente meditar, y no es suficiente sólo tener un conocimiento teórico. Necesitamos ambos para ser sabios.

Sólo cuando se combinan la sabiduría, el coraje, la oportunidad y la perseverancia uno puede tener bases sólidas para la iniciativa. La acción debe ser completa. Debe ser limpia; no puede dejar malas ramificaciones o rastros persistentes. Un acto que deja en su estela destrucción, resentimiento, o desorden es un acto pobre. Entonces la iniciativa es insuficiente y el Tao no ha sido logrado.

MEDITACIÓN: EL ARTE DE RECORDAR QUIEN ERES (Osho)


“Te han enseñado a creer desde la más tierna infancia, la mente de todo el mundo ha sido condicionada para creer: creer en Dios, creer en el alma, creer en esto y en aquello.

Ahora que las creencias forman parte de tus huesos y de tu sangre, aunque siguen siendo creencias: tú no lo sabes y, a menos que sepas, no puedes liberarte.

El conocimiento libera; solamente el saber libera.”


CUENTO

EL MAL DEL GRITO


Hace varios años en un pueblo de Etiopía vivía Abegaz, un hombre solitario y malgeniudo que deseaba casarse. Una mañana, después de tener algunas pesadillas, pensó que no podía esperar más y debía buscar una esposa. En su aldea todas la mujeres ya estaban casadas, por eso montó su burro y se encaminó hacia las montañas. Pero cuando se acercó a éstas escuchó el rugido de una leona. Bajó del burro y corrió muy rápido para huir del peligro.

De repente se dio cuenta de que estaba del otro lado de la montaña y que su fiel burrito lo había seguido hasta allí. Jadeando por el esfuerzo y muerto de sed, se sentó a descansar sobre una roca, desde donde podía verse un prado extenso. En medio de éste se hallaba una hermosa pastorcilla llamada Meseletch y, en cuanto la vio, Abegaz supo que era el amor de su vida. Después de cortejarla, solicitó una cita con su padre para pedirla en matrimonio.

Una semana más tarde ya estaban casados y viajaron a la aldea de Abegaz. La casa estaba reluciente, la ropa, impecable y la comida era deliciosa. Aparte de ser tan bella, Meseletch era diligente y trabajadora. Pero él no la trataba bien, le hablaba a gritos, se quejaba de todo y en más de una ocasión le pegó un sopapo. Una noche Meseletch se despertó y comenzó a gritar como enloquecida.

-Aaaayyy, aaayyy-gemía sin control, como con amplificador.

-¡Cállate bruja o te doy con mi cinto!-la amenazaba Abegaz, tapándole la boca con un pañuelo, pero no conseguía calmarla. Y no lo logró en toda la madrugada, pues Meseletch siguió con sus alaridos hasta el amanecer cuando los animales del corral se contagiaron de su locura. Preocupado porque Meseletch no dejó de gritar en dos días, Abegaz fue a consultar al curandero del pueblo.

-Algo le ocurre a mi señora, no para de gritar-le explicó.

-Puedo ayudarla con una medicina especial para el mal del grito, pero necesito un ingrediente especial. Tienes que subir a la montaña y buscar a la leona que vive allí. Arráncale un pelo de la cola y tráemelo-explicó el curandero.

Abegaz no tenía ni tantitas ganas de volver a casa y escuchar los gritos de una demente. Así que se encaminó al cubil de la leona; varios kilómetros antes de irse, sin que la fiera lo descubriera, Abegaz le dejó un cuenco con leche fresca. Al día siguiente volvió a subir; se escondió detrás de un árbol, desde donde vio cómo se quedaba dormida y, antes de irse, le dejó una buena ración de fruta y queso.

En la tercera visita decidió encararla y le llevó un kilo de jugosa carne cruda. Al verlo venir la leona rugió, pero él le mostró el regalo y el animal se puso contento. Con el tiempo Abegaz y la leona se hicieron grandes amigos. Comían juntos, salían a cazar y dormían muy rico la siesta: eran felices. La leona ya no rugía, ronroneaba mientras Abegaz le cepillaba con cariño. Un día él se atrevió a pedirle el favor.

-¿Puedo arrancarte un pelo de la cola? Necesito curar a mi esposa, que padece mal del grito-le explicó. -Aquí lo tienes, tómalo-le dijo, y ella misma se arrancó el pelo para entregárselo a Abegaz. Con el pelo en la mano, fue con el curandero. -¡Tengo el pelo de la leona!-le anunció-, ¿qué debo hacer? El curandero movió la cabeza y dijo:

-¡Ay, Abegaz! En muy poco tiempo has podido hacerte amigo de la leona feroz y cambiaste sus rugidos por ronroneos. Sin embargo, no puedes vivir en paz con tu esposa… Ve a tu casa y empieza a tratarla con el mismo cariño y atención que le das a tu mascota.

Abegaz se quedó muy pensativo en el camino a casa. Cuando entró saludó con las palabras más dulces a Meseletch, como no lo hacía desde que eran novios. En ese instante ella dejó de dar voces estridentes y maulló dulcemente: se había aliviado del mal del grito.
Cuento etíope




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