365 MEDITACIONES TAO (Ming Dao Deng)
III
DEVOCIÓN
Enderezar lo torcido,
Hacer fluir lo recto.
Reunir agua, fuego y luz.
Traer el mundo a un solo punto.
Si
tenemos devoción fe total y dedicación a nuestro sendero espiritual- nuestra
determinación naturalmente construirá momentum. Se nos presentarán menos y
menos obstáculos. Nuestro sendero se vuelve como uno torcido hecho recto. No
importa qué trate de alejarnos de nuestro propósito, no seremos desalentados.
La
adecuada devoción no se halla simplemente en seguir de cabeza un curso. También
requiere fortaleza. Nuestros cuerpos, nuestros corazones y nuestros espíritus
deben estar totalmente concentrados en lo que queremos. Sólo uniendo todos
nuestros elementos internos podemos tener devoción plena.
Si
vemos nuestro sendero con claridad y nuestra personalidad está completamente
unificada, no hay distinción entre el mundo externo y el interno. Ya nada es
remoto, nada está no abierto a nosotros. Por eso se dice que el mundo es como
un solo punto: Tan fuerte es la devoción que no hay nada que no sea parte de él.
MEDITACIÓN: EL ARTE DE RECORDAR QUIEN
ERES (Osho)
“El
sexo es la forma natural de la meditación; es un regalo de la naturaleza para
continuar recordándote que es posible. La mente, el tiempo, el ego, todos ellos
pueden desaparecer; si pueden desaparecer durante un simple momento, ¿por qué
no para siempre?
El
sexo es una ventana natural hacia Dios, pero solamente una ventana.”
CUENTO
EL ESPIRITU DEL ARBOL
Había
una vez, una muchacha cuya madre había muerto y que tenía una madrastra que era
muy cruel con ella. Un día en que la muchacha estaba llorando junto a la tumba
de su madre, vio que la tierra de la tumba salía un tallo que había crecido
hasta hacerse un arbolillo y pronto un gran árbol. El viento, que movía sus
hojas, le susurró a la muchacha y le dijo que su madre estaba cerca y que ella
debía comer las frutas del árbol. La muchacha así lo hizo y comprobó que las
frutas eran muy sabrosas y le hacían sentirse mucho mejor. A partir de
entonces, todos los días iba a la tumba de su madre y comía de los frutos del árbol
que había crecido sobre ella.
Pero
un día, su madrasta le vio y le pidió a su marido que talara el árbol. El
marido lo taló y la muchacha lloró durante mucho tiempo junto a su tronco
mutilado, hasta que un día, oyó un cuchicheo y vio que algo crecía de la tumba.
Creció y creció hasta convertirse en una hermosa calabaza. Había un agujero en
ella del de caían gotas de un jugo. La muchacha lamió unas gotas y las encontró
muy ricas, pero de nuevo su madrastra se enteró pronto y, una noche oscura,
cortó la calabaza y la arrojó lejos. Al día siguiente, la muchacha vio que no
estaba la calabaza y lloró y lloró hasta que de pronto, oyó el rumor de un
riachuelo que le decía "Bébeme, bébeme". Ella bebió y comprobó que
era muy refrescante. Pero un día, la madrasta lo vio y pidió al marido que
cubriera el arroyo con tierra. Cuando la muchacha regresó a la tumba, vio que
ya no estaba el riachuelo y ella lloró y lloró.
Llevaba
mucho tiempo llorando, cuando un hombre joven salió del bosque. Él vio el árbol
muerto y pensó que era justo lo que él necesitaba para fabricar un nuevo arco y
flechas, ya que él era un cazador. Habló con la muchacha quien le dijo que el
árbol había crecido en la tumba de su madre. La muchacha le gustó mucho al
cazador y tras hablar con ella fue donde su padre para pedirle permiso para
casarse con ella.
El
padre consintió a condición de que el cazador matara una docena de búfalos para
la fiesta de la boda. El cazador nunca había matado más de un búfalo de una
sola vez. Pero esta vez, tomando su nuevo arco y flechas, se dirigió al bosque,
y pronto vio una manada de búfalos que descansan en la sombra. Poniendo una de
sus nuevas flechas en el arco, disparó y un búfalo cayó muerto. Y luego, un
segundo, un tercero, y así hasta doce. El cazador regresó a decirle al padre
que mandara hombres para llevar la carne a la aldea. Se hizo una gran fiesta
cuando el cazador se casó con la muchacha que había perdido a su madre.
Cuento
africano
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