LA
LIBELULA
A
Roberto Chacón
Anoche
releía “Sobre las Almas Gemelas”, hermoso y erudito ensayo de Roberto Chacón.
Con enorme deleite había leído gran parte del texto pero estaba muy cansada y
la necesidad de dormir fue más intensa que el deseo de culminar la lectura.
En
mi expedición nocturna al mundo de los sueños las ideas, imágenes y figuras
mitológicas nombradas por el autor se encontraron con el relato que estaba en
el misterio de mi subconsciente y entre todos crearon una escena que luego la
rememoración interpretaría:
En
una habitación penumbrosa una niña muy pequeña es besada dulce y largamente por
un hombre. La escena ya ha ocurrido en varias ocasiones, pero esta vez sucederá
algo definitivo en la vida de la niña que todo lo ignora pues ni siquiera ha
aprendido las palabras para explicarse a sí misma lo que vive en la penumbra,
de pie, frente a un hombre que la enlaza y la besa profundamente y es que en
ese día, de aquel cuerpo infantil se escapará la libélula azul de su alma
inocente. La niña nada percibe pues la agresión envuelta en ternuras ha sido
sutil. La fortaleza que los hados le otorgaron no permitirá que su vida sea
trastornada por perturbaciones psicológicas y sabiamente podrá manejar el
precoz despertar de su sensualidad. Venus y Saturno rodearon su cuna y ellos la
protegerán en la Odisea que como diminuta émula de Ulises tiene que vivir en un
mundo que ahora le resulta desconocido, privada como está del alma inocente que
cual invisible piloto hasta ese instante la conducía por un tranquilo mar.
El
viaje no es largo ni hay pruebas severas pues muy pronto el cuerpo y el alma de
la niña se enlazan de nuevo en la armoniosa danza que a ella sola pertenece y
que la lleva por todas las etapas de la vida hasta conducirla hacia el final.
Inmensamente amada en su hogar y luego ayudada por sus dioses protectores,
inspirada por Venus buscará el amor y la sensualidad; el regalo de Saturno será
el llanto y la melancolía que traen sabiduría y consuelo y la humedad que ambos
suscitan nutrirá el suelo en donde las almas tienen su raíz para que la suya
crezca como fuerte árbol que el colérico viento de las penas y las vicisitudes
de la vida jamás puedan abatir. Aquel suelo es también abonado con los gestos
del amor, con la música y la poesía, con una audacia sabia y dulce, para que los
dioses complacidos jamás la abandonen.
Y
un día, con otros besos profundos y dulces llega a su vida el misterio del
encuentro con un mundo secreto semejante al suyo, y en la penumbra que el amor
ha sacralizado la mujer vislumbra una vibración azul…
He
recordado la profusa difusión que el tema de las almas gemelas ha tenido dentro
del movimiento New Age, que también adoptó creencias budistas como la de la
transmigración de las almas, de modo que habría dos almas inexorablemente
destinadas a encontrarse como consecuencia de sus acciones en vidas pasadas
para amarse a pesar de todos los obstáculos. Muchos seres románticos albergan
ese anhelo y esperan a su "alma gemela", tal vez durante toda la
vida.
No
creo que existan almas gemelas y pienso que ese anhelo es en realidad la
añoranza del reencuentro con el alma inocente totalmente inmersa en el Alma del
Mundo que todos en algún momento perdimos. Debo agradecer al destino por
haberme traído a un ser que después de esa pérdida también cuidó la raíz desvalida
y oculta haciendo alma en la música, la poesía, la melancolía, la
sensualidad, la dulzura, pues yo intuía, y así lo viví en los breves instantes
inefables que la vida nos otorga, que sólo junto a ese ser la Gracia me
visitaría para devolverme en fugaces destellos milagrosos el alma inocente que
un día me abandonó.
María
Margarita López
Febrero
2003
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