EL
CÓDIGO DA VINCI DEL TAI CHI
¿Podría el Tai Chi evolucionar
hasta llegar a ser una tecnología de salud de alcances profundos para un mundo
desequilibrado en busca de armonía?
El bullicio recientemente
suscitado por el libro El Código Da Vinci,
ahora una película, se ha convertido en tediosa discusión acerca de detalles
históricos factuales; pero hay algo indiscutible, y es que este libro tocó en
un punto sensible a millones de lectores en todo el mundo. Quizás la chispa
mágica que hizo que los lectores, recomendándoselo unos a otros, convirtieran
al libro en uno de los más vendidos, no esté en los hechos o ficciones que
contiene, sino más bien en una verdad metafórica que expone.
Esa verdad se refiere a los aspectos masculinos y femeninos
de la consciencia, o lo que los antiguos filósofos chinos llamaban el yin y el
yang. Lo masculino, el aspecto yang de la consciencia, es el mundo conocido,
lineal, activo, constructivo y analítico; siendo lo femenino o yin, el aspecto
de la consciencia o de la realidad que es desconocido, no lineal, receptivo,
contemplativo e intuitivo.
Hace miles de años los filósofos chinos comenzaron a darse
cuenta del carácter dual de la realidad, así como ahora los físicos modernos
comprenden que hay polaridades positivas y negativas en la raíz de toda
existencia y que es la danza de estas polaridades lo que hace que la creación
continuamente se destruya y renazca en sus infinitas posibilidades. Esto significa
que dentro de los átomos de cada ser existen polaridades positivas y negativas
que se armonizan en el equilibrio dinámico de la vida, así como hay aspectos
femeninos y masculinos en la consciencia de cada ser humano. Cuando encontramos
la armonía de ambas polaridades dentro de nuestra consciencia, entonces estamos
funcionando y evolucionando hacia los más altos niveles dentro de la Naturaleza.
El libro, si se quiere, fue un poema, un mensaje
metafórico, que tuvo un efecto dominó al poner en evidencia la omisión del
evangelio de Maria Magdalena y el tratamiento de ella como prostituta, posición
que quizá puso en movimiento una consciencia que más tarde propició la muerte
de decenas de miles de mujeres etiquetadas como “brujas” a través del
oscurantismo, y la actual negativa a que las mujeres accedan al sacerdocio.
Este efecto cascada de un básico abandono de lo femenino o poder yin en la
sociedad ha tenido efectos en la consciencia de la humanidad a través de todos
estos siglos. Los hechos y sus resultados son innegables.
¿Cuál ha sido el impacto en la sociedad? Un mundo con miles
de millones de seres humanos que anualmente mueren de hambre en la más abyecta
pobreza. Se estima que simplemente veinte mil millones de dólares al año
podrían acabar con el hambre en el mundo, suma que es una nimiedad comparada
con los gastos militares que casi llegaron al millón de millones de dólares en
el transcurso del año 2003, como ha sido destacado por el prestigioso Instituto
de Investigación para la
Paz Internacional de Estocolmo. La energía Yang resuelve los
problemas golpeando, con esfuerzos agresivos para controlar y torcer la
realidad con determinados propósitos.
Sin embargo, la energía femenina o yin tiene un lado
contemplativo que puede ofrecernos la oportunidad de abrirnos a visiones
múltiples y a una miríada de opciones, dejando a un lado la consideración de
cómo controlar inmediatamente los recursos (pensamiento lineal), y abordando el
problema con un enfoque comunal, que puede necesitar más tiempo, pero que puede
resultar en soluciones sostenibles a largo plazo para la familia y para los
problemas globales. El deseo de anidar que hay en las mujeres es un ejemplo de
esto. Ellas anhelan en un nivel profundo mantener un hogar en orden, no porque
disfruten las tediosas tareas necesarias para hacerlo, sino porque en algún
nivel invisible hay un conocimiento de que el orden alimentará, en todos los
sentidos, a aquellos que habiten en ese hogar. Antes de que se sugiera que ésta
es una observación sexista, seamos honestos y comparemos los hogares de los
solteros hombres y mujeres, y aún cuando siempre hay excepciones a la norma,
hay que admitir que las moradas de los varones solteros ofrecen siempre menos
atractivos para vivir o comer en ellas.
Muchos argumentarán que el calentamiento global y otros
desafíos ambientales determinan que la “casa” del mundo esté en un creciente
estado de “desorden”. El mundo sabe que en estos tiempos la energía masculina o
yang es la que propicia el desequilibrio. Quizás esta energía haya sido
necesaria para que el mundo se desarrolle, se expanda y se conecte. No estoy
haciendo un juicio acerca de que una energía sea mejor que la otra pues ambas
con necesarias. Sin embargo, el universo está diseñado para el equilibrio y
pareciera que ahora está en una terrible necesidad de hacerse más consciente de
su energía femenina o yin. Ideas como la de conservación de la energía son
femeninas/yin, así como explorar o perforar más y más en busca de petróleo son
obviamente conceptos masculinos/yang.
La popularidad de El
Código Da Vinci puede demostrar la consciencia de la necesidad de valorar
nuestra energía femenina en esta época crítica de la historia del hombre. ¿Cómo
lo hacemos? ¿Cómo emergemos de siglos de olvido y represión de lo femenino o
energía yin, de una manera y a una velocidad que pueda ayudarnos frente a los
desafíos de los tiempos modernos? El Tai Chi puede ayudar en forma considerable
a la sanación global, brindando un vehículo de expansión del poder de la
energía femenina o yin para toda la humanidad.
Sin embargo, en todo esfuerzo que hagamos están envueltas
las energías yang y yin, y siempre se plantea la lucha por encontrar el
equilibrio y, aún cuando el Tai Chi pueda ser parte importante de las
soluciones sanadoras, el mismo Tai Chi no está por encima de la batalla que significa esta búsqueda del equilibrio y
la totalidad. Los que originaron el Tai Chi parecen haber estado conscientes de
que creaban algo que en forma importante y en sus niveles más profundos
equilibra a los humanos. Vemos los resultados de esta consciencia en el tejido
de la tecnología del Tai Chi, en las investigaciones médicas emergentes que
reportan que puede ayudar a balancear los niveles hormonales en hombres y
mujeres en etapas de envejecimiento, al disminuir los niveles de estrógeno en
el hombre, y aumentándolo en las mujeres, y al bajar los niveles de azúcar en
pacientes de diabetes Tipo II, por ejemplo. Estos ejemplos nos muestran el
impacto físico del equilibrio interno que proporciona el Tai Chi.
Sin embargo el Tai Chi mismo, como se dijo antes, también
lucha por encontrar equilibrio y llegar a expresar su ser más profundo y
efectivo. En el mundo es conocido como un arte marcial, y en realidad es una
forma altamente desarrollada de defensa personal que capacita a sus
practicantes para defenderse de atacantes físicos y de virus y bacterias
invasoras. Estos son ejemplos del aspecto yang o masculino del Tai Chi.
Pero hay un poderoso aspecto femenino o yin que el Tai Chi
ofrece, quizás en un grado mayor que cualquier otro ejercicio conocido. Este es
la naturaleza invisible, receptiva, intuitiva del Tai Chi. Cuando uno no está
haciendo Tai Chi como un Kata de artes marciales (serie de formas para la
lucha), evadiendo conscientemente a los enemigos con cada pensamiento y
movimiento muscular, o con una intención consciente de sanar algo, sino que
está más bien perdiéndose uno mismo en el flujo del movimiento, respiración y
liberación física…ahí es cuando la mente, el corazón y el cuerpo están inmersos
en los aspectos yin o femeninos del Tai Chi.
Este no es el aspecto utilitario del Tai Chi; no se hace
para “defender” o para “atacar”, ni siquiera para “sanarnos a nosotros mismos”
con los movimientos. En realidad, el uso utilitario del Tai Chi pone
inmediatamente a la mente y al cuerpo en la modalidad masculina o yang en donde
la forma y su resultado son primordiales y el control es necesario para lograr
el “resultado deseado”. La energía femenina o yin no busca resultados sino que
se abre al placer de lo que es, de lo que se despliega desde el interior de los
pétalos de la consciencia y de la experiencia, que se abren sin designio o
intención, o juicio, o análisis de correcto e incorrecto, bueno y malo,
superior o inferior.
Algunos se preguntarán qué tiene de bueno una práctica como
ésta. La creatividad y la inspiración vienen de lo invisible, lo yin,
receptivo, intuitivo. Alguna vez dijo Albert Einstein: “la imaginación es más
importante que el conocimiento”. Einstein no estaba devaluando la consciencia yang
o masculina, porque definía el éxito como el resultado de “10% inspiración y
90% transpiración”, pero exaltaba la consciencia yin, femenina, intuitiva, como
la más importante, pues sin ese chispazo de inspiración que sólo puede venir
del pensamiento contemplativo, el 90% de transpiración sería tan fuera de
propósito como un hamster dando vueltas en la rueda interminable que no lleva a
parte alguna. Así como muchas de las acciones que se toman resultan en
desastres ambientales y políticos que podrían haber sido evitados si hubieran
sido precedidos de una profunda “contemplación”, antes de la acción, demasiado
a menudo nuestros interminables afanes u ocupaciones no llegan a resolver
nuestros problemas globales, pero para el observador inadvertido, los que toman
las decisiones lucen como “muy ocupados”.
Chi, o energía vital, es un sutil poder invisible que
emerge del tejido del nivel sub atómico que conforma toda la materia. En este
campo todas las cosas están conectadas, y comprensiones que surgen de esta consciencia
pura pueden ser soluciones poderosamente complejas que parecen simples y
elegantes, porque son obvias una vez que llegan a la mente. El Tai Chi, si es
enseñado para ese propósito, puede ayudar a cultivar tales estados mentales
intuitivos y receptivos. El Tai Chi puede ser incorporado con respiración suave
y profunda, abandono físico e imágenes mentales de un constante “dejar ir”
todo, para que la fuerza del universo, emanada por cada célula y átomo de
nuestro ser, pueda fluir a través de nosotros y expandirse sin esfuerzo desde
cada repliegue de las membranas de nuestra mente. Podemos permitir que cada
átomo de nuestro ser se ilumine y sea permeado por esta energía vital a medida
que hacemos los movimientos fluidos del Tai Chi “sin intención”, “sin
análisis”, “sin grados o auto análisis”, sino más bien por el puro placer de
ser, mientras se experimentan las miles de sensaciones maravillosas que ocurren
en el cuerpo. El Tai Chi se convierte en un auto masaje para el corazón, la
mente y el cuerpo. Esto no está dirigido por la mente, y le permite a la mente
dejarse también masajear por las placenteras sensaciones que la acarician y
limpian cuando fluyen a través de ella.
Esta abundancia de sensaciones que el Tai Chi puede darnos
una y otra vez, día tras día, hace posible que el poder sutil y suave de lo
yin/femenino permee nuestro ser y nuestra consciencia, y con ello afecte
nuestras acciones en el mundo. Puede cambiar la manera en que funcionamos y
hacer que en vez de precipitarnos a decisiones personales, sociales o
nacionales, ahora contemplemos e intuyamos todos los resultados posibles de
esas acciones, antes de tomarlas. Podríamos evitar costosas guerras y reducir
las búsquedas inútiles de sitios en la Tierra para arrojar miles de toneladas de desechos
nucleares altamente tóxicos que permanecerán así por decenas de miles de años.
Podríamos abrirnos hacia abordajes más cuidadosos en las relaciones
internacionales para llegar a los resultados deseados a través de la danza
sutil de negociaciones en las cuales habría que oír antes de actuar, lo cual es
una cualidad muy yin o femenina. Seríamos atraídos hacia soluciones energéticas
pasivas, como la solar o la eólica, que pueden fácilmente solucionar todos
nuestros requerimientos energéticos, y nunca necesitaríamos luchar en parte
alguna por el sol o el viento, que a todos nos pertenecen por igual.
Estas reflexiones no están dirigidas a poner en duda la
enorme efectividad de la aplicación del Tai Chi a lo marcial y a lo salutífero,
aspectos que están contenidos dentro de la visión total del mismo. No es eso lo
que está en este ensayo, sino más bien una llamado a abrirse a lo que puede ser
el aspecto más grande y profundo del Tai Chi, un arte que puede estar a la
orden de millones de personas en el mundo entero en momentos en que la
humanidad necesita desesperadamente aprender a encontrar un equilibrio en el
nivel más profundo de nuestro ser, un equilibrio que exalte el suave y sutil
poder del aspecto femenino o yin, en lo que somos, individualmente y como comunidades
y naciones. El Tai Chi, que ahora se enseña virtualmente en todas las naciones
del mundo, puede quizás contribuir a resolver el ansia de la humanidad de
encontrar un equilibrio entre lo masculino y lo femenino, entre el yin y el
yang. Quizás las generaciones venideras podrán ver que los maestros de Tai Chi
de hoy jugaron un papel fundamental en la historia del hombre.
Si esto es posible, lo que hacemos como maestros de Tai Chi
y Chi Kung se convierte en algo más interesante y estimulante que lo que pueda
ser cualquier novela, en la medida en que escribimos El Código del Tai Chi con
acciones y no-acciones, en nuestras vidas y en nuestra enseñanza. El Tai Chi y
el Chikung han evolucionado a través de muchos siglos, y continúan
evolucionando por intermedio de los maestros en el mundo entero. Podemos tomar
parte en esa ayuda para traer equilibrio al mundo, evolucionando en la manera
en que enseñamos, de modo que el Tai Chi y el Chikung llenen las necesidades de
mejoramiento personal y global. Por otra parte, abrirse al puro placer del
ejercicio y de la enseñanza, es…sencillamente bueno.
ANEXO AL ENSAYO
Como maestro de Tai Chi, ¿cómo me concentro en lo yin del
Tai Chi? ¿Acaso sería concentrándome en lo yang?
Las técnicas de la meditación transcendental emplean el uso
de una palabra, o mantra, preferiblemente una palabra que no tenga un
significado literal para el meditante que la usa. El mantra sirve para apartar
la mente del pensamiento lineal consciente, manteniéndola suficientemente
ocupada para que no se enrede en análisis, lamentaciones etc., que la atraen
cuando cerramos los ojos. La repetición de esa palabra no es un proceso
analítico sino una repetición monótona que le permite a la mente desengancharse
del mundo empírico, perderse en lo invisible, o campo de la consciencia, como
el fundador de la técnica solía decir.
El Tai Chi ofrece a los practicantes la oportunidad de
emplear el placer físico de los movimientos suaves y sin esfuerzo, de la
respiración, de la visualización y de la relajación, como un mantra que ocupa
la mente de manera que ella no regrese a los enredos de la vida. Cada
calentamiento en el Chikung, cada movimiento del Tai Chi, pueden ser usados
como una meditación, trayéndole constantemente el placer de la sensación a la mente
para que ella esté inmersa en la sensación pura, en el pensamiento puro, ANTES
de que ella le ponga un nombre y la analice. El estado pre-verbal de la
consciencia pura capacita a los practicantes de Tai Chi a estar como bañados
por la energía yin, femenina y receptiva.
En vez de instar a los estudiantes a hacerlo cuando se los
instruye en la ejecución de los calentamientos o de los movimientos de Tai Chi,
es mejor instarse a sí mismo a hacerlo, recordándose a usted mismo el “dejarse
ir” en forma absoluta desde cada átomo de su ser, mientras los 50 millones de
millones de células que componen su cuerpo se masajean unas a los otras y el
dan tien conduce al cuerpo a través de movimientos sin esfuerzos hacia el
absoluto “dejarse ir”, con cada exhalación. Mientras se induce a sí mismo a
través del mantra de sentir el placer del cuerpo liberado, sus cuerdas vocales
se relajan y la vibración de su voz se hace más calmante para los estudiantes,
los cuales resuenan con la relajación interna que usted ha conseguido,
relajándose entonces ellos en forma más profunda. Yo me induzco a dejar que los
movimientos y la respiración me suelten, recordándome en cada exhalación
“soltar los hombros” y permitir la relajación del cuerpo en “un eje vertical”.
Estas palabras las digo en voz alta para que la clase oiga, pero cuando los
aliento a respirar, a dejarse ir profundamente, como si cada átomo del ser
exhalara y se liberara, o cuando les recuerdo que se dejen ir en forma absoluta
con cada respiración mientras el dan tien sin esfuerzo y fácilmente mueve y
rota el cuerpo, en el disfrute de la sensación de 50 millones de millones de
células masajeándose unas a otras a través de este purificador espacio de luz y
energía, en realidad yo estoy haciendo espacio para mí mismo para sentir estas
cosas. Cuando le digo a la clase que respire y se deje ir, yo me permito
respirar y dejarme ir, para sentir lo que ellos están sintiendo. Esto es
diferente a “instruir” a mi clase, porque ahora estoy sumergiéndome en la
experiencia, soltándome y sanándome por ella, como si en alta voz mi boca
estuviera invitándome a hacerlo.
Yo no desafío a mis estudiantes a que siempre hagan algo
nuevo. Tengo algunos que han estado conmigo por años haciendo las mismas series
de calentamientos de Chi Kung. ¿Por qué no se fastidian de hacerlo? Porque
exploramos nuevos terrenos cada vez que las hacemos, no intelectualmente, con
nueva información yang para nutrir más la mente yang, sino más profunda y
ampliamente en un experiencia yin sensitiva, receptiva, que se expande más y
más internamente. No es que intelectualmente aprendan más y más; es que la
familiaridad y la comprensión interna que la repetición hace, permite que
ellos, con el paso de los años, se sumerjan más y más profundamente en la
experiencia.
Esta es una experiencia placentera, fácil y profundamente
beneficiosa para mí como maestro, y para los estudiantes. No soy yo, haciendo
que la clase sea buena, sino nosotros, como grupo, sumergiéndonos en una
experiencia mutuamente beneficiosa. Mi clase de instrucción se ha convertido
en más receptiva, sensitiva, más yin, más femenina…y muchos de mis estudiantes,
año tras año… continúan viniendo.
El autor: Bill Douglas es un experto en Tai Chi, coautor de
varios libros, incluyendo un best seller: Guía
de Tai Chi y Qigong para el idiota perfecto. Es autor del libro Cómo ser un exitoso profesor de Tai Chi.
Contáctelo en http://www.worldtaichiday.org/
(Traducción: María Margarita López)
Nei Dan Magazine Nos. No. 213: 18-11-08 y No. 217: 13-01-09
Sección: “La columna de Bill Douglas”
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