¿POR QUÉ LA VIDA
NO PODRÍA SER UNA OBRA DE ARTE?
La última entrevista a Michel Foucault
Michel Foucault fue uno de los pensadores más importantes
del siglo XX, tanto que sus investigaciones sobre el poder, la sexualidad, la
disciplina, la verdad y el conocimiento aún son referencia en diversos ámbitos
académicos: la historia, la filosofía, la sociología, la ciencia política y
algunos más. Curiosamente, en cada uno la lectura que se hace de su obra
difiere en un buen grado, pues mientras que para algunos Foucault diseccionó
con detalle y maestría los mecanismos del poder, hay quienes miran sus conclusiones
sólo como una elaboración casi literaria, bien documentada sin duda pero sin un
buen sustento metodológico.
Sea como fuere, y aclarando que
dicha reticencia obedece más bien a la perspectiva desde la cual se hace la
lectura, una cualidad indudable de Foucault es que suscita la reflexión. Es, en
este sentido, un provocateur, alguien que no nos deja impasibles y
que más bien nos conduce al cuestionamiento de ideas que creemos fundamentales
en la sociedad y que quizá no lo sean tanto.
El 25 de junio de 1984, con apenas
58 años de edad, Michel Foucault falleció en el hospital parisino de
la Salpêtrière, no sin ironía el mismo que había estudiado como una pieza clave
de su ensayo Locura y civilización (1960). Algunas semanas antes,
sin embargo, Foucault ofreció una entrevista en Estados Unidos a dos
estudiantes universitarios que, sin saberlo nadie, sería la última concedida
por el filósofo. La conversación se publicó el el semanario francés Le
Nouvel Observateur a inicios de junio y hacia finales de mes en el
diario español El País, de donde retomamos estos fragmentos que
ahora compartimos.
***
Pregunta. El primer volumen de su obra Historia de la
sexualidad se publicó en 1976, ¿sigue usted pensando que el
conocimiento de la sexualidad es imprescindible para comprender lo que somos?
Respuesta. Debo aclarar que me interesan mucho más los problemas
relacionados con las técnicas del yo que el sexo... El sexo es aburrido.
P. Parece ser que a los griegos tampoco les interesaba el sexo.
R. Sí, así es. Consideraban que no era un problema
importante. De hecho, le concedían una mayor importancia a la alimentación y a
los regímenes. Creo que tiene un gran interés la observancia del movimiento
extremadamente lento que va desde el momento en que se pone el énfasis en la
alimentación --preocupación omnipresente en Grecia-- hasta aquel en que se
presta atención a la sexualidad. La alimentación era mucho más importante que
el sexo en los primeros tiempos del cristianismo. En las reglas monacales, el
problema fundamental era la alimentación. Durante la Edad Media se produjo un
lento desplazamiento. Finalmente, después del siglo XVII se impuso la
sexualidad como problema esencial.
[…]
Al leer a Séneca, Plutarco y otros
autores afines me pareció que se ocupaban de un gran número de problemas
relacionados con el yo, la ética del yo, la tecnología del yo... A partir de
ahí se me ocurrió escribir un libro compuesto por una serie de estudios
independientes que se ocuparan de determinados aspectos de la antigua
tecnología pagana del yo. […]
Lo que me llama la atención es que
la ética griega se preocupaba más por la conducta moral del hombre, su ética y
su relación consigo mismo y con los demás, que por los problemas religiosos.
¿Qué nos sucede después de la muerte? ¿Qué son los dioses? ¿Intervienen en
nuestras vidas? Todas estas preguntas tenían muy poca importancia, ya que no
estaban directamente relacionadas con la ética. Ésta, por su parte, no se
hallaba vinculada con un sistema legal. Así, por ejemplo, las leyes contra la
mala conducta sexual eran escasas y poco constrictivas. Lo que los griegos en
realidad se proponían era construir una ética que fuese una estética de la
existencia.
Me pregunto si nuestro problema hoy
no es, en cierta forma, similar, ya que la mayoría de nosotros hemos dejado de
creer que la ética esté sustentada por la religión, y nos oponemos a que un
sistema legal intervenga en nuestra vida privada moral y personal. Los
movimientos de liberación más recientes están perdiendo fuerza porque no
consiguen encontrar un principio que pueda servir de base para la elaboración
de una nueva ética. Necesitan una ética, pero la única que encuentran se halla
sustentada por un supuesto conocimiento científico de lo que es el yo, el
deseo, el inconsciente, etc. La similitud entre estos problemas y los que se
planteaban los griegos es sorprendente.
P. ¿Cree usted que los griegos ofrecen una alternativa
atrayente y plausible?
R. ¡De ninguna manera! Yo no busco una solución alternativa;
no se puede resolver un problema imitando lo que hicieron otros hombres en otro
tiempo. Mi intención no es reconstruir la historia de las soluciones, y éste es
el motivo por el que rechazo la palabra alternativa; lo que me
propongo es elaborar la genealogía de los problemas, de las problemáticas. Yo
no creo que todas las soluciones sean malas, sino que todas encierran un
peligro, lo que no es exactamente lo mismo. Si todas son peligrosas, tenemos
siempre algo que hacer. Por consiguiente, mi postura no conduce a la apatía,
sino a una militancia de la que no está excluido el pesimismo.
Pienso que la elección
ético-política que debemos hacer cada día consiste en determinar cuál es el
peligro principal.
P. Hay un aspecto de la cultura griega al que se refiere
Aristóteles y que usted omite, a pesar de que parece muy importante: la
amistad. En la literatura clásica, la amistad es la que permite el
reconocimiento mutuo. Aunque tradicionalmente no ha sido considerada como la
más alta de las virtudes, al leer a Aristóteles y a Cicerón se tiene la
impresión de que se trata, en realidad, de la más importante de todas ellas. La
amistad es, en efecto, desinteresada y duradera; no se compra con facilidad, no
niega la utilidad y el placer del mundo y, sin embargo, busca algo más.
R. El uso de los placeres se ocupa de la
ética sexual. No es un libro sobre el amor, la amistad o la reciprocidad. No
hay que olvidar que cuando Platón intenta integrar el amor de los jóvenes en la
amistad se ve obligado a pasar por alto las relaciones sexuales. La amistad es
recíproca, pero las relaciones sexuales no lo son: en ellas se es pasivo o
activo, se es penetrado o se penetra. Estoy completamente de acuerdo con lo que
dice usted acerca de la amistad, pero creo que ello confirma lo que señalábamos
acerca de la ética sexual griega: si hay amistad, es difícil que existan
relaciones sexuales. Una de las razones por las cuales los griegos tuvieron que
elaborar una filosofía para justificar este tipo de amor es que no podían
aceptar la reciprocidad física. […]
Lo que me interesa descubrir es lo
siguiente: ¿Somos capaces de formular una ética de los actos y de su placer que
tenga en cuenta el placer del otro? ¿Es posible integrar el placer del otro en
nuestro propio placer sin que sea necesario referirse a una ley, al matrimonio
o a cualquier otra obligación?
[…]
Cuando se lee a Sócrates, Séneca o
Plinio, por ejemplo, se descubre que los griegos y los romanos no se hacían
ninguna pregunta acerca de la vida futura, de lo que sucede después de la
muerte o de la existencia de Dios. No consideraban que éste fuese un problema
importante. Lo que les preocupaba era ante todo qué techné debía
utilizar el hombre para vivir tan bien como debería. Creo, que se produjo una
importante evolución en la cultura antigua cuando esta techné tou biou,
este arte de la vida, se fue convirtiendo poco a poco en una techné del
yo. Supongo que un ciudadano griego del siglo V o IV antes de Cristo debía
pensar que esta techné consistía en no preocuparse por la
ciudad ni por los compañeros. Para Séneca, en cambio, el problema consistía en
preocuparse por uno mismo.
P. ¿Cuál era entonces la actitud de los griegos frente a la
desviación?
R. De acuerdo con la ética de los griegos; lo que
diferenciaba a las personas no era el hecho de que prefiriesen a las mujeres o
a los muchachos o de que hicieran el amor de tal o cual forma. La diferencia
fundamental residía en la cantidad, la actividad y la pasividad: ¿eres esclavo
de tus deseos o eres su amo?
P. ¿Qué sucedía si una persona hacía tan a menudo el amor
que su salud se resentía?
R. Eso es lo que los griegos llamaban hybris, exceso.
El problema no estaba en la desviación, sino en el exceso o en la moderación.
P. ¿Qué hacían los griegos con esos individuos?
R. Los consideraban como personas de mala reputación.
P. ¿No intentaban curarlos, corregir su comportamiento?
R. Existían ejercicios cuyo fin era conseguir que la persona
se hiciera dueña de sí misma. Según Epícteto, el hombre debía ser capaz de
contemplar una bella mujer o un joven hermoso sin sentir ningún deseo por ella
o por él. En este sentido, era necesario tener un dominio absoluto de uno
mismo.
[…]
Me llama la atención el hecho de
que en nuestra sociedad el arte se haya convertido en algo que atañe a los
objetos y no a la vida ni a los individuos. El arte es una especialidad que
está reservada a los expertos, a los artistas. ¿Por qué un hombre cualquiera no
puede hacer de su vida una obra de arte? ¿Por qué una determinada lámpara o una
casa pueden ser obras de arte y no puede serlo mi vida?
Puedes consultar la entrevista
completa en este enlace
Tomado
de PIJAMASURF
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