martes, 19 de noviembre de 2019

DEL DIARIO DE NANI María Margarita López (Magazine No. 611)

LAS NUBES MAESTRAS



Me gustan las casas de muñecas, hacer pompas de jabón y contemplar las nubes. En esto último andaba y veía que un telón de gasa de un gris pálido y monótono cubría el abandonado escenario del oeste mientras en el teatro del sureste las nubes se entregaban a la luz y al viento. Los colores no eran muchos pero sí las formas que se transformaban con la velocidad de un pestañeo.

De pronto una gran nube gris tornada en ave inmensa con alas desplegadas venía hacia mí, portadora de alegría, pues el vuelo de las aves hechas de nubes trae buenos augurios. El ave desapareció y muchísimas nubes de diversos tamaños y de grises diversos se ordenaron en un círculo dejando en el centro un espacio azul muy tenue en el que refulgía una cinta luminosa y serpenteante.

Pensé: es como un anfiteatro para la enseñanza de la medicina y las nubes deben ser las maestras que ahora imparten una clase. Me concentré para oírlas y me dijeron que la sinuosidad de la cinta luminosa simbolizaba la del camino de nuestras vidas, cuyo trayecto en algún punto, quizás durante un sueño, es interrumpido por una pregunta que el universo y todas las almas que lo han habitado nos hacen, pidiéndonos que decidamos si queremos proseguir o si preferimos unirnos de nuevo con el todo... pero esa pregunta y nuestra respuesta la olvidamos totalmente y sentimos que la muerte nos espera agazapada y nos asalta cuando menos lo esperamos siendo la verdad que junto con el universo y las almas hemos establecido el cuándo, el cómo y todas las minuciosas circunstancias.

Nuestra alma eterna está siempre enamorada de lo efímero, de la forma que habita, de las que roza en su viaje, y en especial de alguna en donde vive un alma con la que misteriosamente se produce un reconocimiento pleno, un lazo estrecho de comunión...y es para aminorar el sufrimiento a la hora del desprendimiento que el ritual de la pregunta nos es recordado para que en ese minuto ineluctable tengamos consciencia de que nosotros mismos decidimos abrir las alas para el vuelo en ese momento, en esas circunstancias... ¿Acaso ese recordatorio hará que se suavice el sufrimiento de la despedida definitiva?
 
Vi de nuevo la escena celestial, la cinta luminosa se había bifurcado, una de sus puntas ascendía, la otra proseguía hasta extinguirse, expresión visual de las dos respuestas.

El anfiteatro de las nubes maestras desapareció y en su lugar quedaron las nubes danzarinas, las que ejecutan actos de magia y se transforman en miles de seres fantánticos o en animales que nos son conocidos, en rostros, en paisajes, que por  un breve rato contemplé, antes de comenzar otra de mis actividades favoritas: el chikung llamado Ba Duan Jin.

Apenas iniciaba el primer movimiento, cuando llegó el recuerdo: unos pocos días atrás,  ejecutando muy lentamente ese mismo movimiento y contemplando un sol crepuscular extraordinario, coronado por su propia luz, sentí de pronto que de todo mi cuerpo venían las palabras, que no llegué a articular: !Acepto mi muerte!...

Ya las nubes maestras me habían explicado que en algún momento tendría que vivir esa experiencia y el recordarla me hace sentir privilegiada; gracias al chikung, el cuerpo, sintiendo su propia unidad y su pertenencia al todo, había respondido que aún llevando el peso de la lúcida admisión de su finitud, quería proseguir por el tiempo que le fuera otorgado.

Conozco parte de la respuesta y sé que la aceptación de la muerte es un compromiso interior que requiere ser reiterado, pero que significa una gran ventaja en la cruel batalla que libra el ser humano ante la certidumbre de su inevitable mortalidad. Los detalles que puedan rodear ese evento en gran medida podemos modularlos de acuerdo con nuestro estilo de vida y con nuestros pensamientos, positivos o negativos, pero siempre podemos imaginar acontecimientos que estarían fuera de nuestro control. Esos pensamientos que a veces o frecuentemente nos asaltan alimentan la angustia de vivir.

Para aliviar esa angustia, cuando ejecuto los movimientos del Ba Duan Jin, que literalmente se traduce como Ocho Hebras de Brocado, pienso que cada una de las células de mi cuerpo le entrega a Dios hilos de seda para que, habiendo aceptado la muerte, Él urda el tejido de mi vida por venir como un tapiz de brocado, tan luminoso y coronado de luz como el sol de aquella tarde.


María Margarita López
2004
  


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