martes, 5 de diciembre de 2017

DEL DIARIO DE NANI María Margarita López (Magazine No. 587)

ACERCA DE LA ASTROLOGÍA (y Fin)

James Hillman

Sugeriría un modo más fenomenológico de leer y menos metafísico o teológico. La fenomenología trata con las cosas tal como aparecen. Deja de lado las especulaciones sobre orígenes, causas, explicaciones, teorías. Así es como trabajo en psicología. No tengo teoría de los sueños: cómo vienen, qué buscan, dónde se originan. Tampoco tengo una teoría de los síntomas, de las neurosis, de la locura o de la salud mental. No conozco las fuentes primarias de ninguna de las cosas que me encuentro en la práctica. No sé qué ha provocado los acontecimientos sobre los que se me informa, y no me preocupo en absoluto por sus orígenes. No atribuyo el poder literal de cuasalidad a un recuerdo paterno de abuso brutal o un recuerdo materno de descuidada crueldad. En cambio, contemplo los fenómenos. Estudio lo que se presenta: el problema, las imágenes, los dolores, los sorprendentes giros del destino -aspirando a salvar los fenómenos de las explicaciones para poder permanecer enfocado en sus rostros. Tomo cada cosa por lo que muestra. He asimilado entre mis hábitos mentales lo que la filosofía, tanto oriental como occidental, han enseñado: la causalidad en este simple sentido es ilusoria. Más aún: deviene un método para huir de la confrontación con los fenómenos que están justo enfrente de la propia nariz. Esto es lo que quise decir antes al afirmar que no entiendo la astrología. Además, no necesito ni quiero entenderla. Ya es suficiente para mí ese compromiso con sus proveedoras y eficaces revelaciones.

De modo que una cuadratura Júpiter-Saturno en signos fijos, tal como yo tengo, una Luna o un Plutón aislados con sólo débiles contactos o ninguno, no son causas de problemas o errores, miserias o luchas. Estas posiciones en un tema natal proporcionan imágenes a ser ponderadas por su riqueza simbólica y amplificaciones míticas. Proveen datos arquetipales, dones divinos.

Aquí intento mostrar el paralelismo entre un enfoque fenomenológico, arquetipal, en la práctica de la psicología y en la práctica de la astrología. También intento distinguir entre lo práctico y lo empírico. La astrología es un arte práctico, pero no una ciencia empírica. Algunos, como Gauquelin, pueden tratar de establecer una base empírica para ella, juntando pruebas estadísticas de datos reunidos. Yo no veo la necesidad de esto. ¿Es que acaso establecemos el valor práctico y la veracidad del arte por medio de datos estadísticos? Nuestras pruebas tanto en la terapia como en la astrología no son de tipo científico sino de tipo humano: anécdota, testimonio, revelación.

Quizás no debiera plantear esta distinción con tanto rigor, esta distinción entre práctico y empírico. “Empírico” original y tradicionalmente no significaba establecer una idea por medio del método científico. Más bien, “empírico” se refería originalmente a los médicos, sanadores y practicantes que se guiaban y basaban sus prácticas en la observación y en la experiencia más que en la teoría. Lo que digo es que no tenemos que tener una teoría explicativa para las experiencias psicológicas y/o astrológicas a fin de practicar nuestras profesiones. Sólo necesitamos dedicarnos a los fenómenos; necesitamos estudiar, cuidar, vigilar, escuchar, a fin de ser practicantes responsables de nuestros artes.

He de confesar que tomo más bien literalmente las dos primeras palabras en la frase de Paracelso; “El Cielo retiene” (dentro de su esfera)”. Y no arguyo con él acerca de las palabras “mitad” y “todo” (mitad de todos los cuerpos y los males). No creo que haya querido decir mitad matemáticamente, como cincuenta por ciento. Creo que quiso decir que uno sólo consigue una media-verdad, una cura parcial, un entendimiento defectuoso si uno descuida el Cielo. Respecto a la enorme generalización de esa palabra “todo”, tengo que conceder que o bien el cosmos entero lleva los efectos del Cielo, o uno debe decidir qué partes no están bajo su gobierno, qué acontecimientos y cuerpos pueden declararse independientes de los efectos de los Dioses.

Pero en aquellas primeras palabras “El Cielo retiene”- he ahí el misterio! ‘Cielo’, la palabra, entró en el inglés a través del Sajón, el antiguo Alemán gótico. El origen último de la palabra “cielo“ (heaven), dice el diccionario, es desconocido. Se lo define como más allá del firmamento (sky); mientras que cielos, en plural, se usa para regiones, esferas, jerarquías bajo cuya ley vivimos, más allá y desconocidas, y a las cuales cada vida e incluso cada momento de la vida aspira como si fuera su fin o su meta. El Cielo connota lo divino, como cuando al probar una tarta borracha de chocolate amargo exclamamos “celestial, divino”. Y “séptimo cielo” es el mayor júbilo, y “cielos arriba” invoca a los Dioses y Diosas.

Ahora atendamos a lo siguiente. Paracelso dice que este cielo que rige la mitad de nuestras vidas no está sólo más allá del firmamento y es invisible, externo a la esfera humana, sino que, horribile dictu, retiene, contiene, preserva, guarda, no deja ir, no se abre a esa mitad de nuestras vidas, nuestros cuerpos y nuestros males, así como a todos los cuerpos y males en la tierra.

¿Está Paracelso bajo la influencia de la vieja ecuación de Dios y Saturno, un dios controlador, retentivo anal, un Dios ausente que contiene la mitad del destino en sus manos y que sin embargo es un Dios que no puede ser visto, mostrar su rostro, manifestarse? Creo que esa visión del Cielo puede haber prevalecido en tiempos de Paracelso, también antes y después, pero no creo que fuera su visión, ni que él fuera ese tipo de criatura de Saturno.




Prefiero pensar que Paracelso insiste sobre la mitad invisible de nuestras vidas, la mitad astrológica retenida por esferas más allá de la naturaleza, de modo que esta mitad no es aprehensible directamente por ningún método de la ciencia natural, ningún tipo de comprensión mundana o naturalista. Intentamos llegar a los cielos mediante las especulaciones de la teología, el misticismo, la metafísica, la poesía, la matemática, pero el cielo se contiene, se retiene y se resiste, y así su esfera permanece hermética, secreta.

De modo que nosotros, humanos, conscientes de que vivimos sólo de medias-verdades y vemos sólo a través de un cristal oscuro, nos volvemos a la astrología para encontrar el camino de regreso al cielo, a la fuente invisible que afecta a nuestros cuerpos y a nuestros males. En términos de Jung, estamos en busca del Dios en la enfermedad , no meramente esta o aquella enfermedad (disease) literalmente clasificada, sino en la inquietud (dis-ease) llamada también vida. El astrólogo revierte los acontecimientos a sus causas en los cielos, sacando así a la persona fuera de las circunstancias y orientándola hacia el cielo. De aquí el sentimiento revelatorio cuando se hace una interpretación conmovedora; la puerta del cielo imprevistamente se abre, se hace la conexión entre las dos mitades, esta vida aquí y esa esfera allí. La astrología es entonces un arte divino, pero no el arte de la adivinación, pues eso es nuevamente literalismo: un literalismo de la predicción y del tiempo.

La tarea del astrólogo, entonces, como la del psicólogo arquetipal, es menos traer los dones del Dios a mi vida, que el dar vida a los Dioses. Cada visión, cada patología, cada trozo de buena suerte que conecto a los planetas mantiene vivos a los Dioses. A ésto los cristianos podrían llamarlo un movimiento redentor. Prefiero ver esta tarea de devolver los acontecimientos a los celestes invisibles, un proceso de epistrophé siguiendo la idea del Neoplatonismo, o ta’wil en el misticismo persa. Esta visión ve el mundo entero lleno de un innato deseo de retornar a su fuente imaginal, su esencia arquetipal, su otra mitad en el Cielo.

Así, por ejemplo, aquí estoy, digamos un ascendente Géminis, en todos mis males y en mi cuerpo: las vacilaciones del carácter, la atención distraída y dividida, la duplicidad, la divertida tortura de ver ambos lados y luchar con las oposiciones, nervioso, encantador e impaciente, a la vez la lengua presta del engaño que formula la vida, como un periodista o un predicador, antes de vivirla, la intensa sensibilidad, los pequeños acuerdos, las múltiples conexiones del prestidigitador, del charlatán y del murmurador, el agotamiento que llega con la prisa y la excesiva conectividad , todas estas características pertenecen a mi carácter, esto es, el depósito celestial en mi alma, un tesoro de mercurio tornasolado, un mineral metálico o un cuerpo planetario al cual mi vida, tal como la vivo, puede pulir y volver lustroso y útil. Este pulir de los males de lo dado es lo que los escritores como Blake y Keats y Lawrence han llamado “almificar” (soul-making). El almificar (soul-making) devuelve a los Dioses lo que me dieron y que traje conmigo al llegar, devolviéndolo más “refinado” y “sofisticado” como dicen los alquimistas.

Cada vez que una consulta astrológica puede devolver una característica a su divino personaje (character), pulir un problema para que brille en una luz diferente, revelar al Dios en la enfermedad, dejar al cliente ver claramente por un momento aquella otra mitad celestial, el astrólogo está realizando una epistrophé (conversión), devolviendo una mescolanza en lo humano a un mito en los Dioses.

Para que no concluyáis que mi énfasis en los dioses, lo divino, los cielos, los invisibles, es elevado e intelectual, recordemos que los planetas residen primariamente dentro de constelaciones de animales. Los planetas están principalmente guardados en las cuadras entre bestias. ¿Porqué este más allá del Cielo está diseñado por un mapa de formas animales, y estas formas son tan terrenales: no halcones y búhos y palomas, o ruiseñores o águilas, sino serpientes y escorpiones, peces y cangrejos, carneros y cabras, caballos y toros? ¿A qué viene esta preponderancia de animales?

Para nuestras mentes vulgares, arrogantes, recientes, occidentales, “animal” significa bruto, bestia, tonto, más bajo en la escala evolutiva. Sin embargo en la mayoría del mundo antes de nuestros tiempos y aún hoy mismo en muchos sitios del mundo, los animales son los verdaderos maestros de la humanidad, espíritus guardianes y constantes compañeros del alma. Algunas terapias intentan despertar esta conexión arcaica con el animal, pero la astrología ya lo hace para nosotros- así de simple! Nacido en el año del Tigre… Uau! Sol en el Cangrejo- oooohhh! Marte en el Toro y Venus en Escorpio: vigilad!!!

Estas formas animales que permean la imaginación astrológica presentan el animal como un contenedor cósmico de poderes invisibles. Los animales como formas de lo divino, que es exactamente lo que los antiguos egipcios sentían y que también es verdad para culturas desde el Japón Shintoista hasta la Polinesia, gran parte de África hasta los nativos de las regiones circumpolares. La astronomía continúa trabajando con espacios con forma de animales configurados por líneas entre los puntos brillantes de las estrellas. Conectad los puntos y veréis lo invisible volverse un toro, un león, un par de peces.

La astrología trabaja matemáticamente, y uno normalmente supondría que los números y los animales tienen poco que ver unos con otros, unos abstractos, los otros tan concretos como la sangre, los dientes, el pelo y el veneno. Pero dos pasajes básicos en los textos de cosmología que sustentan la cultura mitológica occidental e islámica unen a los animales y los números. El primero es el arca de Noé, descrita con medidas detalladas para dar forma a la nave que puede contener todos los animales. El segundo está en el Timeo de Platón (fr. 55c). Allí podemos leer acerca de una figura de doce lados usada por el creador para el “todo”. Platón da una forma geométrica para los cuatro elementos, y luego de esta quinta y más comprensiva forma de todas, dice que contiene “esquemas de figuras animales”. Esta figura de doce lados, con forma de animal, es paralela a otro pasaje de La República de Platón (589 b-c) donde presenta “la imagen simbólica del alma” como una bestia de muchas cabezas con un anillo de cabezas domadas y salvajes.

Para la cosmología antigua no había necesariamente separación entre lo geométrico y lo orgánico; se correspondían, lo que nos dice hoy que los cálculos matemáticos de la astrología no son sólo necesidades rituales para enfocar la conciencia en el caso a mano y abstraerlo en una cartas visible. Los números también son modos de hacer precisas las diversas fuerzas animales, la bestia de muchas cabezas que vitaliza y conduce el alma, la vida instintiva que nos guía como nuestra compañera del alma. De nuevo el peligro del poder compulsivo de la astrología: mientras jugamos con números y reconocemos los grados, también estamos reconociendo la casa animal que contiene el alma, de hecho la casa animal que contiene todo el cosmos. Y no olvidemos que son los animales -incluido el animal humano- los que el Dios bíblico considera la única parte de toda la creación merecedora de salvar, una salvación que requiere que Noé tenga que hacer antes deliberados cálculos matemáticos.

Finalmente, entonces, si no es verdadera, ni es explicativa, si sus matemáticas son ritual disfrazado y su referencia a los planetas concretas de la astronomía son metáforas, ¿porqué nosotros, gente inteligente, racional, educada y sabia, tales como vosotros y yo, nos hemos reunido aquí para volver a la astrología? ¿Porqué ajustados con cinturón de seguridad a un asiento en un avión que puede llevarnos directo a la muerte abrimos la revista justo en la página de los horóscopos del mes? ¿Porqué recogemos los consejos que se dan sobre un Mercurio retrógrado, o analizamos la conducta de nuestro amante en término de humores lunares, o esperamos algún cambio financiero radical en el próximo tránsito por nuestra casa dos? Incluso cuando leemos tenemos que suspender la falta de creencia, ocultando la pequeña vergüenza de que estamos leyendo la trivialidad de una adivina…

Entonces, ¿por qué volvemos a ello? ¿Qué busca el alma, qué desea, por qué nos atrae tan rápidamente? Mediante ese parágrafo de la última página regresamos a nuestro daimon-estrella individual que contiene una porción de nuestro destino, esa otra mitad. Buscamos de nuevo la conexión con nuestro compañero primordial, ese hermano-hermana en el cielo que vive fuera de este cuerpo sujeto por un cinturón de seguridad a su asiento, y que comparte nuestra vida en cada instante -y este instante elevados en el aire que puede también ser el instante de la muerte- porque conecta nuestra vida con Moira, el daimon de nuestro hado: Moira, la palabra griega que significa simplemente una parcela, la mitad de Paracelso.

Buscamos en esa página de atrás, esos consejos y avisos, las predicciones y asesoramentos, tan enigmáticos y sin embargo tan íntimos, volver a ligarnos a los poderes, ritmos y mitos del cosmos, elevarnos fuera del avión en su ascenso de 35,000 pies, a un más allá de personas planetarias, más allá de mi persona y sus problemas, de sus días buenos y sus días malos.

Ese párrafo acerca de Virgo o Libra en la última página de la revista nos eleva fuera de nuestras mentes hacia otro lenguaje no terrestre, el lenguaje de las estrellas y de las ruedas animalizadas de los cielos, donde el alma pueda alojarse en imaginación, su primer hogar imaginal. Aunque el cielo nocturno este cegado por la polución eléctrica, las estrellas eclipsadas, y los signos zodiacales convertidos en baratijas para el comercio diario, Marte y Venus reducidos al mundo gris del sexo de Juan y la infatuación de Luisa, la Luna un lugar para poner la bandera americana…, aún así el lenguaje de la astrología, sus rituales matemáticos, sus intérpretes sacerdotales, sus encantos y amuletos que puedo tatuar en un pectoral o colgar en mi cuello , todo ello preserva mis males conectados fuera de este cuerpo poseído por Gillette, Exon, Disney, Walmart y el Bank of America. Un toque de astrología, la más leve referencia exótica, y los cielos retornan, y el destino.

Así que, astrólogos, en verdad tenéis un llamado superior, estáis al servicio de lo otro-de-lo-humano, de la otra mitad. Y no os preocupéis por las elevadas palabras y las visiones superiores, por el peligro de la inflación. Los Dioses son implacables con los inflados. Saben cómo protegerse mejor que nosotros los mortales. El que se limiten el uno al otro preserva su poder y es acaso precisamente eso lo que los conserva tan duraderos, inmortales, seguros contra la usurpación por parte de cualquier ideología monoteísta.

James Hillman
Conferencia dictada el 10-02-1997
Traducción de Enrique Eskenazi

No hay comentarios.:

Publicar un comentario