martes, 14 de febrero de 2017

SECCIONES SEMANALES (Magazine No. 562)


365 MEDITACIONES TAO (Ming Dao Deng)

V


SONIDO

Viento en la cueva:
Movimiento en la quietud.
Poder en el silencio.

En una cueva, todos los sonidos externos son suavizados por la roca y la tierra, pero esto hace que los sonidos del latir del propio corazón y la respiración sean audibles. De la misma manera, la quietud contemplativa nos aleja del clamor cotidiano pero nos permite oír lo sutil en nuestras propias vidas.

Al escuchar no con el oído sino con el espíritu, se puede percibir el sonido sutil. Al entrar en ese sonido, entramos en la suprema pureza. Es por eso que tantas religiones tradicionales rezan, cantan o salmodian como preludio al silencio. Entienden que la repetición y la absorción del sonido los lleva a lo sagrado.

El sonido más profundo es el silencio. Esto puede parecer paradójico sólo si consideramos el silencio como una ausencia de vida y vibración. Pero para un meditador, el silencio es el sonido unificado con todos sus opuestos. Es tanto sonido como ausencia de sonido, y es en esta confluencia que emerge el poder de la meditación.

MEDITACIÓN: EL ARTE DE RECORDAR QUIÉN ERES (Osho)


“La naturaleza te ha desarrollado hasta ese punto para sus propios propósitos, para la reproducción; su trabajo ya se ha realizado.

Ahora, si quieres ser un buscador, depende de ti crecer psicológicamente, crecer en tu conciencia.

Si quieres tener una experiencia espiritual, todo está en tus manos, tú decides, la naturaleza ya ha concluido su trabajo.

Y puesto que la naturaleza se ha parado, el 99,9 por 100 de la gente se detiene con la naturaleza.”

CUENTO

CADENAS DE SEDA


Era un maestro que durante toda su vida había intentado inculcar a sus discípulos distintos valores importantes para su vida. En esta ocasión había decidido instruir a dos de ellos acerca de lo importante que es el desapego.

-Jóvenes, os voy a decir algo muy importante, que no debéis olvidar jamás. No os dejéis nunca atrapar por los apegos.

Uno de los jóvenes comprendió perfectamente, pero el otro todavía hacía distinción entre apegos grandes y pequeños, y entre diferentes objetos de apego. “Creo que no todo apego perturba o esclaviza; depende de los objetos o asuntos a los que te apegues”, decía.

Entonces el maestro cogió un hilo, lo enrolló al cuello del que así se expresaba y empezó a apretar con mucha fuerza.

-¡Maestro, detente! ¡Vas a matarme!

El maestro se detuvo. Mostró el hilo a su alumno: era un delicado hilo de seda. Y le dijo:

-Recuerda que hasta un delicado hilo de seda puede quitarte la vida.


Cuento tibetano


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