365 MEDITACIONES
TAO (Ming Dao Deng)
V
SONIDO
Viento en la cueva:
Movimiento en la quietud.
Poder en el silencio.
En una cueva, todos los
sonidos externos son suavizados por la roca y la tierra, pero esto hace que los
sonidos del latir del propio corazón y la respiración sean audibles. De la
misma manera, la quietud contemplativa nos aleja del clamor cotidiano pero nos
permite oír lo sutil en nuestras propias vidas.
Al escuchar no con el oído
sino con el espíritu, se puede percibir el sonido sutil. Al entrar en ese
sonido, entramos en la suprema pureza. Es por eso que tantas religiones
tradicionales rezan, cantan o salmodian como preludio al silencio. Entienden
que la repetición y la absorción del sonido los lleva a lo sagrado.
El sonido más profundo es
el silencio. Esto puede parecer paradójico sólo si consideramos el silencio
como una ausencia de vida y vibración. Pero para un meditador, el silencio es
el sonido unificado con todos sus opuestos. Es tanto sonido como ausencia de
sonido, y es en esta confluencia que emerge el poder de la meditación.
MEDITACIÓN: EL ARTE DE RECORDAR QUIÉN ERES (Osho)
“La
naturaleza te ha desarrollado hasta ese punto para sus propios propósitos, para
la reproducción; su trabajo ya se ha realizado.
Ahora,
si quieres ser un buscador, depende de ti crecer psicológicamente, crecer en tu
conciencia.
Si
quieres tener una experiencia espiritual, todo está en tus manos, tú decides,
la naturaleza ya ha concluido su trabajo.
Y
puesto que la naturaleza se ha parado, el 99,9 por 100 de la gente se detiene
con la naturaleza.”
CUENTO
CADENAS
DE SEDA
Era un maestro que durante toda
su vida había intentado inculcar a sus discípulos distintos valores importantes
para su vida. En esta ocasión había decidido instruir a dos de ellos acerca de
lo importante que es el desapego.
-Jóvenes, os voy a decir algo muy
importante, que no debéis olvidar jamás. No os dejéis nunca atrapar por los
apegos.
Uno de los jóvenes comprendió
perfectamente, pero el otro todavía hacía distinción entre apegos grandes y
pequeños, y entre diferentes objetos de apego. “Creo que no todo apego perturba
o esclaviza; depende de los objetos o asuntos a los que te apegues”, decía.
Entonces el maestro cogió un
hilo, lo enrolló al cuello del que así se expresaba y empezó a apretar con
mucha fuerza.
-¡Maestro, detente! ¡Vas a
matarme!
El maestro se detuvo. Mostró el
hilo a su alumno: era un delicado hilo de seda. Y le dijo:
-Recuerda que hasta un delicado
hilo de seda puede quitarte la vida.
Cuento tibetano
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