martes, 17 de enero de 2017

SECCIONES SEMANALES (Magazine No. 558)

365 MEDITACIONES TAO (Ming Dao Deng)
I
COMIENZO


Este es el momento de embarcarse.
Todos los signos auspiciosos están en su lugar.

Al comienzo, todas las cosas son esperanzadoras. Nos preparamos para comenzar de nuevo. Aunque nuestra atención pueda estar en el magnífico viaje que se avecina, todo está contenido en ese primer momento: nuestro optimismo, nuestra fe, nuestra resolución, nuestra inocencia.

Para comenzar, debemos tomar una decisión. Esa decisión es el compromiso con el diario auto cultivo. Debemos hacer una fuerte conexión con nuestro yo interior. Los asuntos externos son superfluos. Solos y desnudos, negociamos todas las tribulaciones de la vida.

Por lo tanto, nosotros solos debemos hacer algo de nosotros mismos, transformándonos en instrumentos para experimentar la más profunda esencia espiritual de la vida. Una vez que tomamos nuestra decisión, todo vendrá a nosotros. Los signos auspiciosos no son una superstición, sino una confirmación. Son una respuesta. Se dice que si uno elige rezarle a una roca con suficiente devoción, incluso esa roca vendrá a la vida. Del mismo modo, una vez que elegimos comprometernos con la práctica espiritual, incluso las montañas y los valles reverberarán al sonido de nuestro propósito.


MEDITACIÓN: EL ARTE DE RECORDAR QUIÉN ERES (Osho)


“El amor ni interfiere en la vida de nadie ni permite que nadie interfiera en la propia vida de uno.

El amor concede individualidad a los demás, pero no pierde su propia individualidad.”


CUENTO

EL LEÓN Y EL CHACAL


En cierta región de un bosque vivía un león llamado Kharanakhara que corriendo un día hambriento por todas partes no pudo cazar ninguna bestia. A eso de la puesta del sol, llegó a una gran cueva, entró en ella y pensó: «Seguramente que algún animal vendrá a pasar la noche en esta cueva; de modo que me voy a quedar aquí escondido». Estando allí en tal situación, llegó el dueño de la cueva, que era un chacal llamado Adhipuchchha, el cual miró y vio las huellas del pie de un león que había entrado y no salido de la cueva. Entonces pensó: «¡Ah!, perdido estoy; seguramente que aquí dentro hay un león. ¿Qué hago? ¿Cómo he de huir?». Pensando así y sin moverse de la puerta empezó a gritar:

-¡Eh, caverna! -Dicho esto, añadió de nuevo-: ¿ignoras que tienes un pacto conmigo, según el cual yo te he de hablar al venir de fuera y tú me has de responder? Si no me respondes, pues, me voy a otra gruta.

El león al oír esto pensó: «Sin duda que caverna invita a éste siempre que viene y hoy se calla por temor a mí. Pues se ha dicho esto:

Cuando el miedo oprime el corazón, quedan sin poder obrar las manos, los pies, la lengua y demás; el temblor es el único que domina.

«Voy, pues, a llamarle yo para que entre y me sirva de comida». Habiéndolo pensado así, le llamó. El rugido del león llenó todo el ámbito de la caverna, retumbando en ella cien veces; de tal modo, que puso en fuga hasta las bestias que estaban lejos. El chacal huyó enseguida a todo correr y recitó esta zloka:

Quien procede con cautela vive feliz, y no vive el que obra sin discernimiento. Yo me he hecho viejo viviendo en el bosque, y nunca he oído que una cueva hable.

Panchatantra


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