365 MEDITACIONES
TAO (Ming Dao Deng)
I
COMIENZO
Este
es el momento de embarcarse.
Todos
los signos auspiciosos están en su lugar.
Al comienzo, todas las cosas son
esperanzadoras. Nos preparamos para comenzar de nuevo. Aunque nuestra atención
pueda estar en el magnífico viaje que se avecina, todo está contenido en ese
primer momento: nuestro optimismo, nuestra fe, nuestra resolución, nuestra
inocencia.
Para comenzar, debemos tomar una
decisión. Esa decisión es el compromiso con el diario auto cultivo. Debemos
hacer una fuerte conexión con nuestro yo interior. Los asuntos externos son
superfluos. Solos y desnudos, negociamos todas las tribulaciones de la vida.
Por lo tanto, nosotros solos
debemos hacer algo de nosotros mismos, transformándonos en instrumentos para
experimentar la más profunda esencia espiritual de la vida. Una vez que tomamos
nuestra decisión, todo vendrá a nosotros. Los signos auspiciosos no son una
superstición, sino una confirmación. Son una respuesta. Se dice que si uno
elige rezarle a una roca con suficiente devoción, incluso esa roca vendrá a la
vida. Del mismo modo, una vez que elegimos comprometernos con la práctica
espiritual, incluso las montañas y los valles reverberarán al sonido de nuestro
propósito.
MEDITACIÓN: EL ARTE DE RECORDAR QUIÉN ERES (Osho)
“El
amor ni interfiere en la vida de nadie ni permite que nadie interfiera en la
propia vida de uno.
El
amor concede individualidad a los demás, pero no pierde su propia
individualidad.”
CUENTO
EL
LEÓN Y EL CHACAL
En cierta región de un bosque
vivía un león llamado Kharanakhara que corriendo un día hambriento por todas
partes no pudo cazar ninguna bestia. A eso de la puesta del sol, llegó a una
gran cueva, entró en ella y pensó: «Seguramente que algún animal vendrá a pasar
la noche en esta cueva; de modo que me voy a quedar aquí escondido». Estando
allí en tal situación, llegó el dueño de la cueva, que era un chacal llamado
Adhipuchchha, el cual miró y vio las huellas del pie de un león que había
entrado y no salido de la cueva. Entonces pensó: «¡Ah!, perdido estoy;
seguramente que aquí dentro hay un león. ¿Qué hago? ¿Cómo he de huir?».
Pensando así y sin moverse de la puerta empezó a gritar:
-¡Eh, caverna! -Dicho esto,
añadió de nuevo-: ¿ignoras que tienes un pacto conmigo, según el cual yo te he
de hablar al venir de fuera y tú me has de responder? Si no me respondes, pues,
me voy a otra gruta.
El león al oír esto pensó: «Sin
duda que caverna invita a éste siempre que viene y hoy se calla por temor a mí.
Pues se ha dicho esto:
Cuando el miedo oprime el
corazón, quedan sin poder obrar las manos, los pies, la lengua y demás; el
temblor es el único que domina.
«Voy, pues, a llamarle yo para
que entre y me sirva de comida». Habiéndolo pensado así, le llamó. El rugido
del león llenó todo el ámbito de la caverna, retumbando en ella cien veces; de
tal modo, que puso en fuga hasta las bestias que estaban lejos. El chacal huyó
enseguida a todo correr y recitó esta zloka:
Quien
procede con cautela vive feliz, y no vive el que obra sin discernimiento. Yo me
he hecho viejo viviendo en el bosque, y nunca he oído que una cueva hable.
Panchatantra
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