TAI CHI EN EL PARQUE
LA MORAL MARCIAL
(y Fin)*
Por el Dr. Yang, Jwing-Ming
Tradicionalmente,
solo aquellos estudiantes que hubieran cultivado estos estándares de moral eran
considerados dignos de las enseñanzas de un maestro. De los dos aspectos de la
moral, la de los hechos es la más importante, debido a que se refiere a la
relación con el maestro y los compañeros, otros practicantes y el público en
general. Los estudiantes que no son correctos en sus acciones no merecen las
enseñanzas, ya que no se puede confiar en ellos y no se los respeta. Además, si
el practicante no posee moral de hechos, puede abusar del arte y utilizar sus
habilidades para lastimar a otras personas. Por ello, los grandes maestros
observan a sus estudiantes por un largo tiempo hasta estar seguros de su moral
antes de comenzar el entrenamiento más profundo.
La moral de la mente es la auto-cultivación que se requiere para lograr
el objetivo final. Los chinos consideran que tenemos dos mentes: una mente
emocional (xin) y una mente de sabiduría (yi). Usualmente, cuando una persona
fracasa en alguna cosa es porque la mente emocional ha dominado su pensamiento.
Los cinco elementos de la moral de la mente son claves para el entrenamiento y
llevan al estudiante hacia los estadios en los que la mente de sabiduría puede
dominar. Esta auto-cultivación y disciplina debería ser el objetivo final de
toda filosofía marcial.
(Colaboración
de Ivonne Duhart)
*Nota de Editor: el término "Ética" marcial es más apropiado
MEDITACIÓN: EL ARTE DE RECORDAR QUIEN
ERES (Osho)
“La risa es salud espiritual.
Y la risa desahoga mucho.
Mientras ríes, puedes poner tu mente a un lado
con mucha facilidad. Para quien no pueda reír, las puertas del Buda están
cerradas.
Para mí, la risa es uno de los mayores
valores.
Ninguna religión ha pensado jamás sobre ello.
Siempre han insistido en la seriedad, y debido
a su insistencia todo el mundo está psicológicamente enfermo.”
HUMOR
EL NEGRO
Una
historia de apenas tres párrafos se convirtió en el artículo más leído del
periódico el País de España, en su página de internet. Son líneas conmovedoras
sobre la inmigración, uno de los temas más delicados y que mayor preocupación
genera entre los ciudadanos europeos. La anécdota que cuenta Rosa Montero es
uno de los temas más comentados en redes sociales y considerada por el escritor
brasilero Paulo Coelho como lectura obligada. Este es
el mensaje:
‘El negro’
Estamos en el comedor estudiantil de una universidad
alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el
menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces
advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al
regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano
por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja.
De entrada, la muchacha se siente desconcertada y
agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no
está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del
europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la
comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros
ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle
amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A
continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la
mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el
chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan
paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del
yogur y la otra de la pieza de fruta.
Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas,
tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte
de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y
entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado
sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.
Dedico esta historia deliciosa, que además es
auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los
inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que,
aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será
mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo
ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización
mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja
y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".
Rosa
Montero
(Cortesía
de Ismenia Yánez)
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