martes, 20 de septiembre de 2016

ARTÍCULOS (Magazine No. 545)

MATAR AL CENTAURO


 Por Oscar González B.

Rómulo Gallegos es uno de los novelistas venezolanos más reconocidos entre los que hablamos y leemos la lengua española. Gallegos escribió sus obras –cuentos y novelas- entre los años 10 y 50 del siglo XX, y desde que escribió su última novela, Canaima, ningún otro escritor venezolano lo ha superado. Esto no quiere decir que nuestra literatura no haya evolucionado, sino que no ha habido otro escritor criollo que refleje y pinte lo que es lo venezolano; o mejor dicho, el alma del venezolano. Gallegos tenía buen ojo para ver y describir lo y el venezolano. Y una de sus obras en la que muestra mejor la venezolanidad es su famosa Doña Bárbara. Antes de escribir Doña Bárbara, Gallegos tuvo que buscar el lugar de origen del alma venezolana; y ése lugar lo halló allá, donde confluyen los tres ríos que bordean nuestros llanos centrales. Estos ríos son el Arauca, el Meta y el Orinoco (río que separa los llanos de la región de Guayana y Amazona). Para Gallegos, el alma del venezolano estaba en el llanero ¿Por qué el llanero y no el andino, el oriental, el marabino o el central? El llanero era un grupo étnico nuevo, propio de nuestra región; en él, en su persona, están fusionada las tres razas: el negro, el blanco y el indio. Y los llaneros, primero en la guerra de independencia, y luego en la federal, dejaron sus simientes por casi todas las regiones del país. Por otra parte, está la leyenda indígena de Amalivaca, dios que funda la nación Caribe. Se cuenta, que después de un diluvio, sobreviven un hombre y una mujer Caribe, estos se salvaron por determinación del dios, quien los ayudó a subirse a lo alto de una palma chaguarama, palma que abunda en todo el llano venezolano. Por otra parte, el oficio del llanero es el arreo del ganado vacuno; y su compañero de oficio es el caballo, su hábitat es el llano abierto –se podría decir que el llanero carece de casa. La estrecha unión entre hombre y caballo ha hecho que los llaneros se le compare con seres fabulosos propios de la mitología griega: los centauros. Gallegos escribió Doña Bárbara (1929) en una época en la que aún había vestigio de positivismo (fe en el progreso, en el desarrollo técnico y en la ciencia), y en la que hubo un resurgimiento de la novela cuyos temas eran la diferencia entre la barbarie y la civilización. Así, en Doña Bárbara, encontraremos a un grupo de personajes que representan tanto lo civilizado como lo salvaje. Y esta representación está inscrita en el nombre de cada uno de los personajes; por ejemplo, en el apellido de Santos Luzardo (luz-que-arde), o en el mismo de Doña Bárbara, máxime representante de la barbarie, de lo inculto, de lo virginal y de lo terrible femenino. Recuérdese que en las mitologías antiguas el mal, lo maligno, era identificado con aquello que no estaba sujeto al orden, a las leyes de divinas o a las de los hombres; en otras palabras, el mal era aquello bajo el reino de lo no-humano y de lo salvaje. También, en la novela hay un personaje intermedio; personaje que ha convivido con lo bárbaro e instruido con lo civilizado. Este personaje es Lorenzo Barquero (un nombre afrancesado con un apellido que parece indicar al famoso barquero del aqueronte, el que transporta el alma de los muertos a través de la laguna Estigia). En la novela, Barquero es un hombre reducido a nada, un ser consumido por la barbarie de quien es su esposa: Doña Bárbara. Lo único que mantiene vivo a Barquero es su hija, Marisela, y la bebida. Cuenta Barquero, en una de las conversaciones con Luzardo, sus experiencias de estudiante de Leyes en la UCV., el respeto y la admiración que llegó a despertar él en sus profesores por su saber y por los conocimientos que expresaba. Confiesa Barquero, que su saber y conocimiento no lo había obtenido leyendo ni estudiando en libro alguno, sino que todo era invención suya, que era un saber imaginario y que por ese saber se le tenía por hombre muy docto e instruido. Por esa razón, Barquero llega a aconsejar a Luzardo, -quien tiene pretensiones de civilizar a aquella parte del llano-, lo siguiente: “hay que matar al centauro”. ¿Por qué Gallegos colocaría esta expresión en boca de Barquero? ¿Qué quiso decir con que hay qué matar al centauro? Veamos ese porqué de esta manera: los centauros son seres mitad hombre y mitad animal; la parte animal corresponde al cuerpo de un caballo sin cabeza, la parte humana corresponde al torso, las extremidades superiores y la cabeza. En la mitología griega, los centauros vivían en los bosques, en condiciones salvajes, como en un estadio prehumano. Generalmente se le consideran hijo de Ixión, dios que invitado al Olimpo por Zeus, pretendió violar a la esposa de éste, Hera, como castigo Zeus lo ató a una rueda condenándolo a girar eternamente sobre ella. Para Homero los centauros eran auténticos brutos (en el sentido de animalidad, bestia, etc.). Y entre los centauros más famosos se encuentran Quirón y Neso. Del primero sabemos que fue hijo de Crono y maestro de algunos héroes; del segundo, que fue muerto por Heracles en el momento en que se disponía violar a Deyanira (esposa del héroe). Quizás, el centauro que hay que matar, según la novela de Gallegos, sea nuestro centauro quironiano. Razón, la sabiduría de Quirón era natural; sabiduría que debía oscilar entre lo animal y humano. Sus pupilos fueron héroes guerreros (Aquiles, Teseo, Heracles, Jasón); héroes que en la lucha demostraban una ferocidad e ímpetu animal, casi caníbal; pero tanto con el vencido como con el caído, solían demostrar cierta benevolencia o magnanimidad. La diferencia de nuestro centauro con Quirón, es que la sabiduría de un Lorenzo Barquero no educa a nadie, sino que crea problemas de confrontación que acentúan lo bárbaro y alejan lo civilizado (entiéndase lo civilizado como conducta humana aceptada). Confrontación que el Lorenzo Barquero que llevamos dentro crea al imponer de una manera apabullante, avasalladora, su yo tengo la razón, que es su miedo a no saber, a no aceptar su ignorancia. Esto último es una cualidad de una gran mayoría de venezolanos: negarse a no saber nada, a opinar sobre cualquier tema (cosa que no está mal); opinión que no se dice, se impone con o sin fundamentos sobre el otro o los otros. La única forma que el centauro pueda mostrar su faceta humana es mediante el habla; pero recordemos que esta habla puede estar cargada de animalidad, ya sea expresada en la agresividad verbal, en la descalificación, desprecio o ignorancia sobre el saber del otro. Pareciera que nuestro centauro sufriera de un gran complejo de inferioridad (o superioridad, lo mismo da) que lo obliga a imponerse prepotentemente sobre el saber del otro mediante cualquier maña suasoria, o en su defecto, violenta. Matar a centauro, quizás no signifique otra cosa que ponernos a cura no sólo de una insana salud mental, sino también espiritual. 


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