Soy la mujer de un antiguo dueño
A quien juré eterna devoción
Soy una mujer de cristal de colores
Todo lo que lo atraviesa se colorea
Soy la mujer de Ninguno
Y quizás ni siquiera soy una mujer
Matilde Jonas
EL
GÉNERO ES ALGO INFINITAMENTE MÁS SUTIL QUE LA DIFERENCIA BIOLÓGICA ,
Y NUNCA ES ESTÁTICO
Generalmente nuestro
pensamiento se mueve directamente de las diferencias anatómicas a las
psicológicas y asumimos que hay dos géneros, así como hay dos sexos biológicos.
Pero un ser humano no se reduce a su biología. Hacer esta reducción es entrar
en la falacia del fisicalismo –la idea de que un ser humano puede ser definido
y luego tratado como un cuerpo material. Esta falacia ignora un mundo de
emoción, memoria, fantasía y significado, todo lo cual en forma más directa
define a un ser humano, mucho más que el diagrama de huesos y órganos del
cuerpo que tiene el médico en su gabinete.
El género es un estado
mental, un producto de la imaginación. Cada hombre experimenta su masculinidad
de una manera completamente diferente a otro. La feminidad de una determinada
mujer es única, un aspecto de su personalidad, o, más profundamente, una manifestación
de su alma. Las diversas imágenes de mujer que encontramos en la mitología, la
aguerrida Atenea, la adornada y perfumada Afrodita, la mujer de los bosques,
Artemisa, no son meras cualidades accidentales de la feminidad; son modos
radicalmente únicos en los que la feminidad se muestra y se experimenta. Lo
mismo aplica a las figuras masculinas del mito y la ficción, cada una demuestra
cómo el género está entretejido en la densa textura de la personalidad.
El género es arquetipal
y no puedo pensar en una mejor manera de profundizar la liberación de la mujer
y del espíritu femenino, lo cual puede salvar a la sociedad de su violencia
auto destructiva, que escudriñar las grandes imágenes mitológicas, religiosas y
literarias, de hombres y mujeres, descubriendo lo que significa ser humano y
cómo nuestra humanidad encuentra matices resplandecientes en el puro esplendor
de nuestro género.
En mi adolescencia viví
en una orden religiosa consagrada a la Virgen María sufriente. Mater
Dolorosa era el nombre de mi secundaria. En la púrpura atmósfera de esta imagen
me hice íntimo del color femenino de la depresión. La entristecida madre vive
profunda y activamente dentro de mí. Está detrás de mis pensamientos acerca de
la depresión y es mi tutora en psicología. Es el aspecto melancólico,
sofisticado, de la mujer Artemisa –el espíritu femenino de integridad, soledad
y castidad. En oposición a la persona moderna que se abalanza a drogar su
depresión, ella muestra su tristeza y le permite que la penetre por entero y
que entonces, la defina.
Podríamos explorar las
historias de la Virgen Maria, Artemisa, Venus, Psique, Penélope, Hera,
Judith, Lilith, Madame Bovary, Candy, Virginia Woolf, Margaret Fuller, y
muchas, muchas otras, para afinar nuestro sentido de lo que una mujer es y de
lo que la feminidad significa, sin jamás llegar a una conclusión, pero
sintiéndonos inspirados a honrar y atesorar la imagen que emerja. Podríamos
aprender cuán precioso es este espíritu femenino, cuán maravilloso es tenerlo
en nuestras vidas.
El género es un aspecto
de nuestra individualidad. Soy un hombre como ningún otro lo es. Mi
masculinidad es como mi espíritu americano, una faceta definitoria. Las
variaciones del género son infinitas, y por eso es absurdo reducirlo a dos
categorías e insistir en que cada uno debe ser como los demás. Además, todos
los dualismos presagian división y conflicto. Son descripciones simplistas de
la experiencia y tienden hacia el fácil literalismo. Paradójicamente, tener
menos certidumbre acerca de nuestro propio género, puede ser un punto decisivo
para desde allí descubrir la riqueza de nuestra propia masculinidad y
feminidad.
Thomas Moore (Original Self)
Traducido por María M. López "Nani”
Nei Dan Magazine No. 211: 04-11-08
Sección: "Del diario de Nani".
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