martes, 19 de julio de 2016

ARTÍCULO (Magazine No. 541)


ENTREVISTA CON BARBARA KIRSHENBLATT-GIMBLETT (I)
Por Suzi Gablik
Cuando vi a Barbara Kirshenblatt-Gimblett por primera vez en la conferencia "Cruce de Culturas" en Barcelona, no la conocía a ella ni a su trabajo, pero supe inmediatamente, al oír el discurso de esa mente capaz de hilar las ideas tan finamente, que quería tener en este libro una muestra de su mordaz y explosiva inteligencia. Finalmente nos encontramos varios meses más tarde en Nueva York, en el apartamento del Soho en donde vive con su esposo artista Max Gimblett, rodeados por una cantidad tan grande de libros que hace parecer positivamente liliputiense la nutrida biblioteca de Susan Sontag. Kirsehnblatt-Gimblett es profesora en el Departamento de Estudios de Actuación de la Universidad de Nueva York, en donde imparte un curso en "Estética de la Vida Cotidiana". Además de su trabajo en el ámbito académico, Kirshenblatt-Gimblett se describe a sí misma como una "curadora de las prácticas vernáculas", lo cual incluye cosas como la Parada de la Pascua Florida, la narrativa conversacional, la vida de la calle, jardines y aún la alimentación. De hecho, poco después de nuestra conversación ella se dirigía a Cardiff Wales para participar en una conferencia internacional de tres días sobre cómo se solapan actuación, alimentación y cocina. El programa de eventos, que había ayudado a organizar, sonaba extraordinario: demostraciones de cocina, talleres y actuaciones que incluían la cocina y la comida, documentos eruditos, películas y charlas con ilustraciones, y eventos con los alimentos, muy provocativos, tales como un banquete Georgiano tradicional, en el cual los participantes hacían brindis teatrales y canciones que se les habían enseñado en un taller previo. No tenía idea de que cosas tan extravagantes sucedieran en el normalmente frío mundo académico, pero después de estudiar el folleto caí en cuenta de cuán ignorante era en asuntos tales como la elaboración de fideos Chinos, de tortas nupciales y del divino rol del ayuno.

 Barbara Kirshenblatt-Gimblett

Mi interés en Kirshenblatt-Gimblett estaba atraído por su posición filosófica acerca de cómo las sospechosas ideas eurocéntricas sobre la cultura y tradiciones populares e indígenas están atrincheradas en las políticas de la teoría del arte y en los modos de las exhibiciones museológicas. Hay un sutil proceso de marginalización que tiene hondas raíces en el colonialismo y llega al corazón de los debates multiculturales de hoy. De acuerdo con Kirshenblatt-Gimblett los objetos en los museos son examinados y encuadrados por medio de "grandes etiquetas, diagramas, tours conducidos por docentes, folletos, catálogos, programas educacionales, conferencias y actuaciones. Tales convenciones ejercen un control cognitivo poderoso sobre los objetos exhibidos y en el caso del arte primitivo o etnográfico pueden tener muy poca o ninguna conexión con el significado cultural o la intención de esos objetos, entonces transportados y filtrados bajo los términos del gran arte occidental. Las categorías y actitudes occidentales son regularmente impuestas sobre las culturas no occidentales, a menudo distorsionando sus significados originales al descontextualizar los objetos, aislándolos para su exhibición. Kirshenblatt-Gimblett argumenta que bajo el disfraz de la neutralidad, sus presentaciones en el contexto de un museo en realidad vienen a ser pruebas cruciales que determinan si tales objetos son o no, arte, una vez que se les ha despojado de sus contextos originales y de haber sido reclasificados dentro de los términos y contextos occidentales.

Tales obras son entonces vistas como "universales", trascendiendo espacio y tiempo y sus contextos originales se consideran irrelevantes. En una de sus obras Marianna Torgovnick, profesora de inglés en la universidad Duke, escribe: "Dentro de la narrativa dominante, según los historiadores del arte, le "elevación" de objetos primitivos al rango de Arte, es a menudo implícitamente visto como el equivalente estético de la descolonización, como si se incluyera a "Otros" en la corriente dominante, de una manera en la que los estudios etnográficos, por su propia naturaleza, no podrían hacerlo. Sin embargo, esa "elevación", de alguna manera reproduce en el ámbito estético las dinámicas del colonialismo, ya que las normas occidentales controlan el flujo de la corriente dominante y pueden conceder o no la etiqueta de "arte". Realmente esto es exactamente lo que pasó en la Bienal 1993 de Whitney.

Palabras como "folclórico", "étnico" y "primitivo" definen un tipo de arte, que, aunque pueda existir en el presente, no es necesariamente del presente. Kirshenblatt-Gimblett diría que tal arte es contemporáneo. Esta manera de usar el tiempo para marcar y estructurar una diferencia es algo decisivo en el pensamiento de la entrevistada e inspirado por la obra de Johannes Fabian. Dentro de la idea occidental de "primitivo", el tiempo permanece inmóvil y no conduce hacia el cambiante futuro. Mientras la idea de progreso provee una definida idea de tiempo lineal y sugiere la evolución hacia un estado de mayor complejidad, la idea de la eterna repetición lleva hacia el no desarrollo.

Escondida en estas distinciones está una oculta devaluación del arte, que no es progresivo, a la manera de los movimientos artísticos del arte occidental. Y no está impulsado por una sensibilidad de vanguardia. Tal arte no es "innovativo".

"Lo hegemónico", declara Kirshenblatt-Gimblett, "no se representa a sí mismo como étnico o como multicultural. Cree que trasciende las diferencias culturales y que en ello está el centro relativamente impregnable que tiene el poder para no ser definido como multicultural. Viéndose a sí mismo como si fuera la cultura universal, lo hegemónico nunca reconoce cómo marginaliza ciertas culturas y eleva otras. En su lugar, hace afirmaciones trascendentes para hablar por todos, aún cuando se sugiere a sí mismo como diferente de todos esos "Otros".

Suzi Gablik

Viendo los debates actuales acerca de la idea de descentralizar esta autoridad curatorial, Kirshenblatt-Gimblett, con osadía pregunta: estamos listos para eso? Estamos listos para salir de las prisiones del mundo del arte? En Barcelona, ella describió el desafío como el abrazar todo el arte que está por fuera del mundo del arte. ¿Estamos listos para ver la audiencia, el público, o la comunidad, como artistas por propio derecho? (Esta fue la actitud provocadora de los artistas que participaron en Chicago en el programa "Cultura en Acción" de Mary Jane Jacob). ¿Podemos aprender a estar juntos al mismo tiempo? La comunidad, dice la entrevistada, en otra de sus afirmaciones sintéticas y desafiantes, como lo entiendo, no es audiencia o público. Creo que es un eufemismo para mencionar a los excluidos a quienes los museos no les sirven de mucho.

Conversación entre Suzi Gablik: (SG) y Barbara Kirshenblatt-Gimblett: (BKG) - 3 de diciembre de l993

SG: Cuando nos encontramos el pasado verano en Barcelona, usted se describió a sí misma como una "curadora de las artes vernáculas", lo cual me intrigó mucho, aún cuando no estoy segura de qué significa. Sé que enseña un curso en NYU sobre "la estética de la vida cotidiana", y me encantaría saber de qué se trata. Uno de los temas de este libro ha sido la noción de que el locus del arte pueda estar mudándose de las galerías y museos al mundo de la vida cotidiana. ¿Está eso relacionado con el trabajo que usted hace?

BKG: Supongo que comencé con la premisa de que las posibilidades del arte son algo que todo el mundo tiene, en otras palabras, todo el mundo tiene dentro algo inherentemente creativo y artístico y que está en la naturaleza de la vida social el que haya caminos para realizar esas posibilidades. De hecho, esas posibilidades son las que hace del mundo un sitio habitable. Así, esta primavera impartiré mi curso "La Estética de la Vida Cotidiana" y haremos una variedad de cosas. Una de las preguntas que hago es, ¿cómo reclama el pueblo los espacios públicos y cómo los hace suyos en una gran ciudad como Nueva York, en donde tanto está controlado por los poderes, por el estado, por las instituciones gubernamentales, por los grandes negocios? Mi interés está en las prácticas diarias en las que se ocupa la gente corriente en su día a día para enfrentarse a esas organizaciones, estructuras y fuentes de poder. Por ejemplo, estoy interesada en los jardines, no en el Jardín Botánico de Brooklyn, sino en jardines producidos, digamos, por personas a las que no pertenece ninguna tierra, que no viven en los suburbios y que tiene una yarda o un pedazo de suelo en el cual algo puede cultivarse. Y así lo que veo es una forma de improvisación, es decir, para mí, una clave de supervivencia. En la improvisación es realmente en donde comenzaría a pensar acerca de la estética de la vida cotidiana.

SG: Entonces, ¿son creados esos jardines por razones estéticas o son usados para sobrevivir, y como ejemplo el cultivo de vegetales?

BKG: No hago esa distinción en la que está la noción de que algo es arte sólo cuando existe estrictamente para la belleza. El arte de la vida cotidiana es altamente utilitario: otorgarle forma al valor. Eso, para mí es el arte de la vida cotidiana, algo que le da forma al valor. Permítame tratar de hablar de todo esto en términos de lo que es y lo que no es. No se trata de devolver el arte al mundo cotidiano, porque creo que nunca se fue de él. No se trata de descubrir que lo que normalmente consideramos como arte en museos o galerías también ocurre en el mundo cotidiano. Ninguna de estas dos cosas. Es acerca de las artes del vivir que para mí significan el darle al valor una forma significativa.

SG: Cuando se refiere a las artes del vivir, ¿incluye las actividades diarias, las acciones e interacciones, más que a los objetos?

BKG: Envuelve todo. Incluye los interiores domésticos, la mesa, la comida, el lenguaje. También incluye las artes de la sociabilidad, conversaciones, etiqueta y vestimenta. En una mayor escala se trata de jardines, paradas, procesiones, todo lo cual está muy vivo en nuestro tiempo. De manera que es un error pensar que debemos ir a la España rural para encontrarlos. Todo lo que tenemos que hacer es caminar en el Bajo Lado Este un Viernes Santo para ver las procesiones de las Estaciones de la Cruz, que son extraordinarias. Son el arte de actuación par excellence. Es allí en donde está la acción.

SG: Usted ha dicho que este arte no es profesional, pero que tampoco es de aficionados. En Barcelona hablamos acerca de cómo este tipo de arte es coetáneo con lo contemporáneo, es decir, sucediendo a un mismo tiempo, pero que nuestra cultura occidental elitesca, básicamente blanca, no considera nada de eso como arte porque no es parte del arte mundial.

BKG: Correcto

SG: Probablemente es esto de lo que tenemos que hablar: por qué no es considerado arte por el mundo del arte, y cómo difieren sus opiniones sobre todo esto.

BKG: Permítame decir esto: no me preocupa que el mundo del arte lo considere o lo reconozca. No me interesa, porque la diferencia entre lo que llamo las artes del vivir y el mundo del arte tiene que ver con las diferencias en sus modos de intercambio. Hay una paradoja fundamental en el mundo del arte, porque el último valor del arte yace en su inmediato valor comercial. Viéndolo como quiera verse, el mundo del arte es básicamente un mercado comercial en donde las apuestas son extremadamente altas. No sé de nada en el mundo de ese tamaño y peso que pueda ordenar esos niveles de precios, y tengo eso como una característica definitoria del mundo del arte.

SG: ¿Siente usted que esto compromete el poder del arte, o acaso sirve para enaltecer su poder?

BKG: Oh, en mi humilde opinión, el dinero no tiene nada que ver con el poder estético sino con el mercado, de manera que en el arte que define el mundo del arte y todas sus instituciones, no están ni mi corazón ni mis intereses.

(Continuará…)
Tomado del libro: Conversaciones antes del fin de los tiempos, de Suzi Gablik

Traducción MM


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