martes, 20 de marzo de 2018

ARTÍCULO DEL ARCHIVO NEI DAN (Magazine No. 591)


TAI CHI CHUAN: EL ARTE DEL EQUILIBRIO Y LA MESURA

“El pensamiento griego siempre se afirmó en la idea de límite.
Nunca abusó de nada, ni de lo sagrado ni de la razón,
porque nunca negó nada, ni lo sagrado ni la razón.
El pensamiento griego lo admitió todo equilibrando las sombras con la luz.”
Albert Camus
El destierro de Helena

Hace algún tiempo, cuando publicábamos en este boletín “La columna de Bill Douglas” (años 2007 y 2008), dimos a conocer un interesante texto del referido profesor: “Tai Chi y Chi Kung, ¿el ejercicio perfecto?”,* en el cual se hacía alusión a un artículo de la Revista Time donde se denominaba al Tai Chi “ejercicio perfecto”, y a otro del Wall Street Journal titulado: “Qi Gong. El próximo Yoga: ejercitación sin sudor - ¿El arma secreta de Tiger Woods?”. Como hizo el profesor Douglas en el texto señalado, también pudiéramos preguntarnos en qué consiste la tan propalada “perfección” del Tai Chi en cuanto sistema de “ejercitación” (“psico-física”). Y quizá, el ámbito propicio para responder esa pregunta sea el de la “cultura física” contemporánea: ¿cómo pudiera incidir positivamente el Tai Chi en los otros sistemas de ejercitación que hoy día campean en el mundo occidental?


Némesis, diosa griega de la mesura

Ya en un artículo anterior (“El Tai Chi Chuan y los deportes de alto impacto”, Nei Dan Magazine No. 584) señalamos que el Tai Chi pudiera tener, por sus distintivas características intrínsecas, un decisivo papel equilibrador y sanitario en el marco de la variada gama de ejercitaciones que hoy se ofrecen a un público ávido de perfección física, entretenimiento y salud. También señalábamos la pandemia de afecciones articulares que se ha disparado debido al abuso en la práctica de ejercicios y deportes aeróbicos de alto impacto; cosa que se ha visto agravada por el hecho de la poca orientación que existe con respecto a las necesarias regulaciones para la práctica de estos ejercicios, tomando en consideración las condiciones generales de salud de cada practicante (una de cuyas variables es la edad), aunado a la práctica deficiente de los mismos, donde la responsabilidad también recae, en buena medida, en la correcta praxis y supervisión de los respectivos instructores.

La “cultura física” occidental
Cuando desapareció la cultura del gymnasium griego, dónde el cultivo del cuerpo se conjugaba con el coloquio filosófico y la recitación poética, la cultura occidental fue separando los aspectos corporales (“físicos”) del alma y el espíritu, privilegiando estos últimos sobre el primero (cristianismo). Ya en la modernidad, el privilegio se le reservó a la mente y el intelecto. El cuerpo, reducido a mero ente mecánico**, sólo es susceptible de una “cultura física” que, paradójicamente, nace (a través de sistemas como la gimnasia sueca) del encuentro con el Qigong chino (siglo XVI), pero que copia de éste sólo los aspectos físicos (externos) de las ejercitaciones. Concebidos desde esa perspectiva mecanicista, los sistemas de ejercicios destinados al cuerpo, buscan mantener en buen estado las articulaciones del cuerpo como si se trataran de bisagras y goznes, y de mantener la musculatura activa gracias a la mera repetición de patrones de ejercitación, de los cuales muchas veces es conveniente alejar lo más posible la mente consciente, de modo que el umbral del dolor suba y se puedan alcanzar logros palpables gracias a un mayor número de repeticiones mecánicas.

El gimnasio contemporáneo reproduce en gran medida esta “cultura”, que se extiende además a numerosos deportes. En la Edad Media el cuerpo material era menospreciado desde las alturas del espíritu y el alma inmortal, siendo el receptáculo de apetitos animales e inmundicias terrenas. La modernidad lo redujo todavía más en la escala de valores, rebajándolo a mero mecanismo ciego y falto de razón. Hoy, a estas maneras de asumir nuestra corporeidad, se le suma la vanidosa compulsión por tener cuerpos esbeltos y bien proporcionados en medio de una frívola sociedad altamente sedentaria, a lo que hay que añadir las cada vez más acuciantes preocupaciones por la salud perfecta que el cuerpo no sólo debe mostrar, sino ostentar.



Por supuesto, bajo esta óptica el cuerpo es culpable de engordar, deteriorarse, envejecer, y enfermarse. Una razón más para castigarle con ejercitaciones cada vez más agresivas y extenuantes. Así que hay justificativos religiosos, “racionalistas”, mundanos y medicinales para torturarle y martirizarle. Habría que preguntar cuánto de las modernas compulsiones por la ejercitación de alto impacto y el abuso extremo que se hace de ésta tiene que ver con una violencia ejercida contra el propio cuerpo, una venganza inconsciente por los delitos de ese cuerpo nuestro pecaminoso y rebelde. Seguramente esto funge como contra parte de la obsesiva búsqueda de la perfección física y la salud absoluta. Una frase que usan los estadounidenses resume esta filosofía del gimnasio contemporáneo, antípodas del antiguo: “Si no duele no sirve”.

Tai Chi: el ejercicio supremo
Ahora bien, no se trata de prohibir las ejercitaciones de alto impacto ni los deportes riesgosos (extremos), eso iría contra la esencia misma de la libertad humana y su fundamental necesidad de explorar todas las posibilidades de realización y extender sus límites cuanto sea factible. Se trata más bien de proponer una (auto) regulación de las ejercitaciones de alto impacto (aunque no exclusivamente éstas), de modo que, así como se afirma la idoneidad de practicar Yoga y Tai Chi o Tai Chi y Pilates, ya que se trata de una combinación ideal, pues son disciplinas que se complementan muy bien; así mismo uno pudiera extender esta idea a todos los sistemas de ejercicios y deportes, especialmente los más necesitados de mesura y equilibrio: los ejercicios de alto impacto, aeróbicos y deportes extremos. De modo que siempre podemos decir que es una buena combinación practicar Tai Chi y aerobics, Tai Chi y bailoterapia, Tai Chi y spinning, etc., etc.; que no por necesidad se trata de ejercitaciones excluyentes ni mucho menos.

Pero, ¿qué le aporta a un practicante de cualquier disciplina deportiva o de algún sistema de ejercitación a los que nos referimos, el Tai Chi Chuan? ¿Cómo pudiera ayudarlo en la idónea mesura y moderación de aquello que practica?

En primer lugar, deberíamos hablar de la importante contribución del Tai Chi al control del estrés. Esto se logra, entre otras cosas, gracias al cultivo de la serenidad como actitud fundamental del arte. Si estamos de acuerdo en que gran parte de las lesiones que producen deportes extremos y ejercitaciones de alto impacto se debe al abuso en la práctica debido a los diversos tipos de compulsiones y ansiedades por las cuales se recurre a estos, una disminución del estrés y un espíritu sereno redundarán en una reducción apreciable de estas compulsiones ansiosas y otros comportamientos obsesivos.

Muchos practicantes de ejercitaciones aeróbicas y de alto impacto, dicen que su ejercitación extenuante les hace drenar el estrés. Esto se logra porque sencillamente el cuerpo se agota al máximo y la poca energía que tiene ya no puede mantener un nivel de estrés apreciable; lo cual dura hasta que se recupera el aliento. El Tai Chi logra un mejor manejo del estrés sin ningún tipo de abuso en la ejercitación, y no sólo no cansa al practicante sino que lo carga de energía y vitalidad, siendo sus efectos sobre el estrés de mucha mayor duración y profundidad.

Otro aspecto importante del Tai Chi, en cuanto ayudar en la mesura y la práctica equilibrada de otros sistemas de ejercitación, es su carácter de sistema de integración cuerpo-alma-espíritu (cuerpo, mente emocional, mente intelectiva), y no el de ser meramente una ejercitación “física”. Como se ha dicho muchas veces, el Tai Chi es una meditación en movimiento. De ahí la serenidad y el control del estrés resultante. En el estado meditativo se logra un particular estado de alerta que involucra una constante atención sobre todo nuestro ser. Cuidar el propio cuerpo pasa por estar continuamente atento y alerta sobre las sensaciones y percepciones que tenemos durante la práctica. Esa busca integral aquí y ahora es denominada “el camino del sentir”. Al contrario de la gran mayoría de las ejercitaciones que nos piden olvidarnos del cuerpo, no sentir el dolor, repetir mecánicamente el ejercicio con nuestra mente alejada en otro tiempo y lugar, el Tai Chi nos pide una ejercitación altamente consciente, donde todo nuestro ser está involucrado y alerta en lo que se hace. Así, el que practica en estado meditativo (o que lo propicia en grado sumo), tendrá una mínima tendencia a lesionarse, porque no sólo estará altamente atento y abierto a lo que le enseñan, sino que también lo estará del cómo practica lo aprendido, de modo que podrá tomar decisiones cuando tenga dudas sobre el grado de corrección de su ejecución o del nivel de resistencia respecto a lo que se practica (dado que siente en su cuerpo el que algo está fallando o causando dolor), o sobre la idoneidad de lo que le han enseñado (si hay fallas en la captación o en la emisión de la información).

Esta capacidad de auto contemplación es también la vía del aprendizaje auténtico y de la autocorrección profunda, dado que asienta éstas sobre bases internas e integrales, y no sobre parámetros biomecánicos externos y abstractos (en tanto que no parten de un proceso de individuación y re-creación de lo aprendido). Sólo de esta forma se hace viable una regulación de ese tipo de ejercitaciones modernas, una mesura en la práctica de las mismas, y un equilibrio dinámico en el cómo se practican, evitando exageraciones riesgosas y desafueros con el propio cuerpo. Este “conocerse a sí mismo” –que es lo que hace al Tai Chi una de las vías o caminos del trabajo interno- nos permite conocer día a día nuestras limitaciones, y, también, como irlas superando de una manera suave, moderada y sutil, alquímica, no heroica, no compulsiva ni auto-agresiva.



Aunque hemos hecho hincapié en las ejercitaciones de alto impacto, también las de bajo impacto (como el caminar, tal como señalamos en el artículo “El Tai Chi Chuan y los deportes de alto impacto”), así como los deportes extremos, pudieran verse beneficiados si atienden a las enseñanzas que provee el Tai Chi Chuan. La concentración integral en lo que se hace, la alerta continua sobre nosotros mismos, la reducción del estrés, el cultivo del aquí y ahora…, no pueden sino mejorar la ejecución de las actividades riesgosas y disminuir el número de lesiones. El Tai Chi puede mejorar en muchos aspectos la performance en los deportes extremos y los deportes de alta competencia, aún en mayor medida que la meditación Zen que practicaba, por ejemplo, Michael Jordan –por sus características de meditación dinámica, entre otras-, tal como parece demostrarlo el sorprendente desempeño de “Tiger” Woods, según lo aludido por el Wall Street Journal.

El Tai Chi es un arte marcial, pero, como dijo el gran maestro Ted Bunnag, su propósito es transmutar la violencia en paz y serenidad interior. Quizá la gran lección del Tai Chi sea la de aprender a respetar y amar a nuestro cuerpo, evitando tratarlo como un objeto mecánico, una cosa que podemos maltratar y forzar descuidadamente a voluntad (ahora se habla hasta de “esculpir” nuestros cuerpos, ¡como si se tratara de un objeto inanimado!). El cuerpo debe ser tomado como un templo, si queremos re-sacralizar todo nuestro ser, nuestro entero vivir. Se busca transmutar la violencia, no sólo la que se ejerce sobre el prójimo, sino especialmente la que volcamos sobre nosotros mismos, ya sea en forma activa, como maltratar y extenuar el cuerpo en ejercitaciones torturantes; o pasiva: guardar rencores y resentimientos que a larga se transforman en enfermedades. De la primera forma lesionamos principalmente nuestros miembros y articulaciones; de la segunda, dañamos nuestros órganos y sistemas metabólicos.

Tai Chi para instructores de fitness y deportes en general (y para todo el mundo)
No está de más decir, que otra forma de mesurar y equilibrar dinámicamente otro tipo de ejercitaciones y deportes desde el aprendizaje del Tai Chi, consiste en la experiencia personal de cada practicante en cuanto a los múltiples beneficios que reporta su práctica. Si el practicante de Tai Chi siente que su práctica del Tai Chi mejora su condición cardiovascular sin causar tensión o estrés, tenderá a practicar menos un ejercicio aeróbico que le reporte igual beneficio, pero que le agote y le cause estrés o tensión. Igual para los que quieren rebajar, al comprobar que el Tai Chi, de una manera suave y moderada, logra quemar tantas calorías por hora, como muchos estresantes y extenuantes ejercicios de alto impacto.

Hemos hablado del Tai Chi como una disciplina que permitiría al practicante de otra disciplina deportiva o ejercitación prevenir excesos y malas praxis en el cultivo de lo que hace, saneando su sistema de prácticas físicas globalmente. De manera que el Tai Chi puede fungir como “centro” –flexible y dinámico- de los sistemas de ejercitación y deportivos que se practican, centro donde se vuelve periódica y constantemente para recuperar la tranquilidad de ánimo, y la medida correcta de equilibrio y mesura, que necesitamos para conservar la salud y la vitalidad. Pero también el Tai Chi sería un extraordinario aliado a la hora de sanar el cuerpo del deportista sometido a los excesos y traumatismos producto de prácticas físicas violentas y largamente ejecutadas. Como ya hemos dicho, el Tai Chi puede ayudar decisivamente a regular el estrés, devolver la vitalidad, recuperar miembros extenuados o lesionados, corregir movimientos o posturas deficientes, sin hablar de la mejora de su flujo y balance energético…, esto y mucho más puede conseguirse, para el que persevera, en ese remanso de serenidad y suavidad que es el campo de prácticas del Tai Chi Chuan.

Extendiendo lo dice el profesor Douglas en su artículo “Tai Chi: el ejercicio supremo para terapeutas masajistas (y para todo el mundo)”*, con respecto a los diversos profesionales de la salud, también los primeros que deberían tener como “disciplina de mesura y equilibrio” al Tai Chi deberían ser los profesores e instructores de otras modalidades de ejercitación y/o deportivas. En primer lugar, para que puedan tener a la mano una disciplina sanadora (tanto preventiva como curativa), que les permita mantener un estado de atención óptimo durante la enseñanza y la ejercitación, y que les ayude a recuperarse del gasto físico y energético que supone su actividad. En segundo término, porque si están abiertos a la sencilla sabiduría que el Tai Chi les ofrece, serán los primeros en buscar moderar, mesurar y equilibrar sus prácticas (primeramente en ellos mismos), y en adaptarlas diligentemente a las condiciones generales de salud de cada individuo bajo su cuidado.

Un aspecto fundamental que aporta el Tai Chi, es la convicción profunda que tienen sus practicantes del “logro sin esfuerzo”. Si somos una parte inseparable del todo de la existencia, tenemos que estar en una sintonía fundamental con el movimiento del cosmos, en una armonía básica con el sentido de la existencia. Por ende, no deberíamos concebirnos como contrapuestos a un mundo ajeno, ante el cual, para sobrevivir, tenemos que estar en pugna constante y en perpetuo estado de esfuerzo agotador, depredación y violencia. Ese “esfuerzo” no es solamente físico, sino sobre todo mental, dando como resultado las correspondientes personalidades obsesivas, y las frecuentes compulsiones y ansiedades que exhiben el común de nuestros semejantes, en la angustiosa y estresante persecución de las huidizas y efímeras representaciones del éxito social y el logro personal. “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, “parirás con dolor”, “si no duele no sirve”, “sangre, sudor y lágrimas”, “el trabajo os hará libres” (tal como decía un cartel a la entrada del campo de exterminio de Auschwitz), etc., son frases que apuntalan esa idea del logro con esfuerzo, y, aún más allá, de la condena a una vida trabajosa y sufrida (con logros o no), a semejanza de la que padecía el titán Sísifo, aquel que acarreaba todos los días una gran roca hasta la cima de una montaña, la cual volvía a caer abajo durante la noche.

Esa “ideología” se ha trasladado también, en buena medida a la manera como concebimos y practicamos hoy nuestros deportes y ejercitaciones diversas. Merced al Tai Chi, el “logro” se libera del “esfuerzo”. De modo que incluso aquel que quiere esforzarse en una ejercitación determinada, si practica Tai Chi, no sólo tendrá la oportunidad de mesurar y dosificar ese esfuerzo a conveniencia, sino de entregarse a éste por un ejercicio libre de su voluntad, y no por obedecer ciega y compulsivamente un imperativo social de estereotipada perfección física, o un ideal maniático de pureza y salud absoluta.

El arte del equilibrio superior
Entonces, según lo que aquí hemos expuesto con respecto a la “cultura física” actual -pero también extrapolable a toda la cultura contemporánea-, gracias al arte del Tai Chi Chuan quizás se pueda contestar desde el corazón de cada practicante auténtico, la pregunta que hace Albert Camus en su ensayo, El destierro de Helena, pero cambiando “espíritu” por “ser integral” (que incluye entonces al cuerpo y al alma); pregunta que dice así: ¿Qué lugar hay pues en nuestro ser integral para aquel equilibrio superior en que la naturaleza balanceaba la historia, la belleza al bien y en el que intervendría la música de los números hasta en la tragedia de la sangre?
R. C.
Notas:
**De la puesta en cuestión de este tipo de noción y del entramado cultural que la sostiene, puede desarrollarse toda una crítica a la biomecánica.


Roberto Chacón
Nei Dan Magazine No. 345 (29-11-11)
Sección: "Artículos"



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