TAI CHI CHUAN: EL ARTE
DEL EQUILIBRIO Y LA MESURA
“El pensamiento griego
siempre se afirmó en la idea de límite.
Nunca abusó de nada, ni
de lo sagrado ni de la razón,
porque nunca negó nada,
ni lo sagrado ni la razón.
El pensamiento griego
lo admitió todo equilibrando las sombras con la luz.”
Albert Camus
El destierro de Helena
Hace
algún tiempo, cuando publicábamos en este boletín “La columna de Bill Douglas”
(años 2007 y 2008), dimos a conocer un interesante texto del referido profesor:
“Tai Chi y Chi Kung, ¿el ejercicio perfecto?”,* en el cual se hacía alusión a
un artículo de la Revista Time donde
se denominaba al Tai Chi “ejercicio perfecto”, y a otro del Wall Street Journal titulado: “Qi Gong.
El próximo Yoga: ejercitación sin sudor - ¿El arma secreta de Tiger Woods?”.
Como hizo el profesor Douglas en el texto señalado, también pudiéramos
preguntarnos en qué consiste la tan propalada “perfección” del Tai Chi en
cuanto sistema de “ejercitación” (“psico-física”). Y quizá, el ámbito propicio
para responder esa pregunta sea el de la “cultura física” contemporánea: ¿cómo
pudiera incidir positivamente el Tai Chi en los otros sistemas de ejercitación
que hoy día campean en el mundo occidental?
Ya
en un artículo anterior (“El Tai Chi Chuan y los deportes de alto impacto”, Nei
Dan Magazine No. 584) señalamos que el Tai Chi pudiera tener, por sus
distintivas características intrínsecas, un decisivo papel equilibrador y
sanitario en el marco de la variada gama de ejercitaciones que hoy se ofrecen a
un público ávido de perfección física, entretenimiento y salud. También
señalábamos la pandemia de afecciones articulares que se ha disparado debido al
abuso en la práctica de ejercicios y deportes aeróbicos de alto impacto; cosa
que se ha visto agravada por el hecho de la poca orientación que existe con
respecto a las necesarias regulaciones para la práctica de estos ejercicios,
tomando en consideración las condiciones generales de salud de cada practicante
(una de cuyas variables es la edad), aunado a la práctica deficiente de los
mismos, donde la responsabilidad también recae, en buena medida, en la correcta
praxis y supervisión de los respectivos instructores.
La “cultura física” occidental
Cuando
desapareció la cultura del gymnasium
griego, dónde el cultivo del cuerpo se conjugaba con el coloquio filosófico y
la recitación poética, la cultura occidental fue separando los aspectos
corporales (“físicos”) del alma y el espíritu, privilegiando estos últimos
sobre el primero (cristianismo). Ya en la modernidad, el privilegio se le
reservó a la mente y el intelecto. El cuerpo, reducido a mero ente mecánico**,
sólo es susceptible de una “cultura física” que, paradójicamente, nace (a través
de sistemas como la gimnasia sueca) del encuentro con el Qigong chino (siglo
XVI), pero que copia de éste sólo los aspectos físicos (externos) de las
ejercitaciones. Concebidos desde esa perspectiva mecanicista, los sistemas de
ejercicios destinados al cuerpo, buscan mantener en buen estado las
articulaciones del cuerpo como si se trataran de bisagras y goznes, y de
mantener la musculatura activa gracias a la mera repetición de patrones de
ejercitación, de los cuales muchas veces es conveniente alejar lo más posible
la mente consciente, de modo que el umbral del dolor suba y se puedan alcanzar
logros palpables gracias a un mayor número de repeticiones mecánicas.
El
gimnasio contemporáneo reproduce en gran medida esta “cultura”, que se extiende
además a numerosos deportes. En la Edad Media el cuerpo material era
menospreciado desde las alturas del espíritu y el alma inmortal, siendo el
receptáculo de apetitos animales e inmundicias terrenas. La modernidad lo
redujo todavía más en la escala de valores, rebajándolo a mero mecanismo ciego
y falto de razón. Hoy, a estas maneras de asumir nuestra corporeidad, se le
suma la vanidosa compulsión por tener cuerpos esbeltos y bien proporcionados en
medio de una frívola sociedad altamente sedentaria, a lo que hay que añadir las
cada vez más acuciantes preocupaciones por la salud perfecta que el cuerpo no
sólo debe mostrar, sino ostentar.
Por
supuesto, bajo esta óptica el cuerpo es culpable de engordar, deteriorarse,
envejecer, y enfermarse. Una razón más para castigarle con ejercitaciones cada
vez más agresivas y extenuantes. Así que hay justificativos religiosos,
“racionalistas”, mundanos y medicinales para torturarle y martirizarle. Habría
que preguntar cuánto de las modernas compulsiones por la ejercitación de alto impacto
y el abuso extremo que se hace de ésta tiene que ver con una violencia ejercida
contra el propio cuerpo, una venganza inconsciente por los delitos de ese
cuerpo nuestro pecaminoso y rebelde. Seguramente esto funge como contra parte
de la obsesiva búsqueda de la perfección física y la salud absoluta. Una frase
que usan los estadounidenses resume esta filosofía del gimnasio contemporáneo,
antípodas del antiguo: “Si no duele no sirve”.
Tai Chi: el ejercicio
supremo
Ahora
bien, no se trata de prohibir las ejercitaciones de alto impacto ni los
deportes riesgosos (extremos), eso iría contra la esencia misma de la libertad
humana y su fundamental necesidad de explorar todas las posibilidades de
realización y extender sus límites cuanto sea factible. Se trata más bien de
proponer una (auto) regulación de las ejercitaciones de alto impacto (aunque no
exclusivamente éstas), de modo que, así como se afirma la idoneidad de
practicar Yoga y Tai Chi o Tai Chi y Pilates, ya que se trata de una combinación
ideal, pues son disciplinas que se complementan muy bien; así mismo uno pudiera
extender esta idea a todos los sistemas de ejercicios y deportes, especialmente
los más necesitados de mesura y equilibrio: los ejercicios de alto impacto,
aeróbicos y deportes extremos. De modo que siempre podemos decir que es una
buena combinación practicar Tai Chi y aerobics, Tai Chi y bailoterapia, Tai Chi
y spinning, etc., etc.; que no por
necesidad se trata de ejercitaciones excluyentes ni mucho menos.
Pero,
¿qué le aporta a un practicante de cualquier disciplina deportiva o de algún
sistema de ejercitación a los que nos referimos, el Tai Chi Chuan? ¿Cómo
pudiera ayudarlo en la idónea mesura y moderación de aquello que practica?
En
primer lugar, deberíamos hablar de la importante contribución del Tai Chi al
control del estrés. Esto se logra, entre otras cosas, gracias al cultivo de la
serenidad como actitud fundamental del arte. Si estamos de acuerdo en que gran
parte de las lesiones que producen deportes extremos y ejercitaciones de alto impacto
se debe al abuso en la práctica debido a los diversos tipos de compulsiones y
ansiedades por las cuales se recurre a estos, una disminución del estrés y un
espíritu sereno redundarán en una reducción apreciable de estas compulsiones
ansiosas y otros comportamientos obsesivos.
Muchos
practicantes de ejercitaciones aeróbicas y de alto impacto, dicen que su
ejercitación extenuante les hace drenar el estrés. Esto se logra porque
sencillamente el cuerpo se agota al máximo y la poca energía que tiene ya no
puede mantener un nivel de estrés apreciable; lo cual dura hasta que se
recupera el aliento. El Tai Chi logra un mejor manejo del estrés sin ningún
tipo de abuso en la ejercitación, y no sólo no cansa al practicante sino que lo
carga de energía y vitalidad, siendo sus efectos sobre el estrés de mucha mayor
duración y profundidad.
Otro
aspecto importante del Tai Chi, en cuanto ayudar en la mesura y la práctica
equilibrada de otros sistemas de ejercitación, es su carácter de sistema de
integración cuerpo-alma-espíritu (cuerpo, mente emocional, mente intelectiva),
y no el de ser meramente una ejercitación “física”. Como se ha dicho muchas
veces, el Tai Chi es una meditación en movimiento. De ahí la serenidad y el
control del estrés resultante. En el estado meditativo se logra un particular
estado de alerta que involucra una constante atención sobre todo nuestro ser.
Cuidar el propio cuerpo pasa por estar continuamente atento y alerta sobre las
sensaciones y percepciones que tenemos durante la práctica. Esa busca integral
aquí y ahora es denominada “el camino del sentir”. Al contrario de la gran
mayoría de las ejercitaciones que nos piden olvidarnos del cuerpo, no sentir el
dolor, repetir mecánicamente el ejercicio con nuestra mente alejada en otro
tiempo y lugar, el Tai Chi nos pide una ejercitación altamente consciente,
donde todo nuestro ser está involucrado y alerta en lo que se hace. Así, el que
practica en estado meditativo (o que lo propicia en grado sumo), tendrá una
mínima tendencia a lesionarse, porque no sólo estará altamente atento y abierto
a lo que le enseñan, sino que también lo estará del cómo practica lo aprendido,
de modo que podrá tomar decisiones cuando tenga dudas sobre el grado de
corrección de su ejecución o del nivel de resistencia respecto a lo que se
practica (dado que siente en su cuerpo el que algo está fallando o causando
dolor), o sobre la idoneidad de lo que le han enseñado (si hay fallas en la
captación o en la emisión de la información).
Esta
capacidad de auto contemplación es también la vía del aprendizaje auténtico y
de la autocorrección profunda, dado que asienta éstas sobre bases internas e
integrales, y no sobre parámetros biomecánicos externos y abstractos (en tanto
que no parten de un proceso de individuación y re-creación de lo aprendido).
Sólo de esta forma se hace viable una regulación de ese tipo de ejercitaciones
modernas, una mesura en la práctica de las mismas, y un equilibrio dinámico en
el cómo se practican, evitando exageraciones riesgosas y desafueros con el
propio cuerpo. Este “conocerse a sí mismo” –que es lo que hace al Tai Chi una
de las vías o caminos del trabajo interno- nos permite conocer día a día
nuestras limitaciones, y, también, como irlas superando de una manera suave,
moderada y sutil, alquímica, no heroica, no compulsiva ni auto-agresiva.
Aunque
hemos hecho hincapié en las ejercitaciones de alto impacto, también las de bajo
impacto (como el caminar, tal como señalamos en el artículo “El Tai Chi Chuan y
los deportes de alto impacto”), así como los deportes extremos, pudieran verse
beneficiados si atienden a las enseñanzas que provee el Tai Chi Chuan. La
concentración integral en lo que se hace, la alerta continua sobre nosotros
mismos, la reducción del estrés, el cultivo del aquí y ahora…, no pueden sino
mejorar la ejecución de las actividades riesgosas y disminuir el número de
lesiones. El Tai Chi puede mejorar en muchos aspectos la performance en los
deportes extremos y los deportes de alta competencia, aún en mayor medida que
la meditación Zen que practicaba, por ejemplo, Michael Jordan –por sus
características de meditación dinámica, entre otras-, tal como parece
demostrarlo el sorprendente desempeño de “Tiger” Woods, según lo aludido por el
Wall Street Journal.
El
Tai Chi es un arte marcial, pero, como dijo el gran maestro Ted Bunnag, su
propósito es transmutar la violencia en paz y serenidad interior. Quizá la gran
lección del Tai Chi sea la de aprender a respetar y amar a nuestro cuerpo,
evitando tratarlo como un objeto mecánico, una cosa que podemos maltratar y
forzar descuidadamente a voluntad (ahora se habla hasta de “esculpir” nuestros
cuerpos, ¡como si se tratara de un objeto inanimado!). El cuerpo debe ser
tomado como un templo, si queremos re-sacralizar todo nuestro ser, nuestro
entero vivir. Se busca transmutar la violencia, no sólo la que se ejerce sobre
el prójimo, sino especialmente la que volcamos sobre nosotros mismos, ya sea en
forma activa, como maltratar y extenuar el cuerpo en ejercitaciones
torturantes; o pasiva: guardar rencores y resentimientos que a larga se
transforman en enfermedades. De la primera forma lesionamos principalmente
nuestros miembros y articulaciones; de la segunda, dañamos nuestros órganos y
sistemas metabólicos.
Tai Chi para
instructores de fitness y deportes en
general (y para todo el mundo)
No
está de más decir, que otra forma de mesurar y equilibrar dinámicamente otro
tipo de ejercitaciones y deportes desde el aprendizaje del Tai Chi, consiste en
la experiencia personal de cada practicante en cuanto a los múltiples
beneficios que reporta su práctica. Si el practicante de Tai Chi siente que su
práctica del Tai Chi mejora su condición cardiovascular sin causar tensión o
estrés, tenderá a practicar menos un ejercicio aeróbico que le reporte igual
beneficio, pero que le agote y le cause estrés o tensión. Igual para los que
quieren rebajar, al comprobar que el Tai Chi, de una manera suave y moderada,
logra quemar tantas calorías por hora, como muchos estresantes y extenuantes
ejercicios de alto impacto.
Hemos
hablado del Tai Chi como una disciplina que permitiría al practicante de otra
disciplina deportiva o ejercitación prevenir excesos y malas praxis en el
cultivo de lo que hace, saneando su sistema de prácticas físicas globalmente.
De manera que el Tai Chi puede fungir como “centro” –flexible y dinámico- de
los sistemas de ejercitación y deportivos que se practican, centro donde se
vuelve periódica y constantemente para recuperar la tranquilidad de ánimo, y la
medida correcta de equilibrio y mesura, que necesitamos para conservar la salud
y la vitalidad. Pero también el Tai Chi sería un extraordinario aliado a la
hora de sanar el cuerpo del deportista sometido a los excesos y traumatismos
producto de prácticas físicas violentas y largamente ejecutadas. Como ya hemos
dicho, el Tai Chi puede ayudar decisivamente a regular el estrés, devolver la
vitalidad, recuperar miembros extenuados o lesionados, corregir movimientos o
posturas deficientes, sin hablar de la mejora de su flujo y balance
energético…, esto y mucho más puede conseguirse, para el que persevera, en ese
remanso de serenidad y suavidad que es el campo de prácticas del Tai Chi Chuan.
Extendiendo
lo dice el profesor Douglas en su artículo “Tai Chi: el ejercicio supremo para
terapeutas masajistas (y para todo el mundo)”*, con respecto a los diversos
profesionales de la salud, también los primeros que deberían tener como
“disciplina de mesura y equilibrio” al Tai Chi deberían ser los profesores e
instructores de otras modalidades de ejercitación y/o deportivas. En primer
lugar, para que puedan tener a la mano una disciplina sanadora (tanto
preventiva como curativa), que les permita mantener un estado de atención
óptimo durante la enseñanza y la ejercitación, y que les ayude a recuperarse
del gasto físico y energético que supone su actividad. En segundo término,
porque si están abiertos a la sencilla sabiduría que el Tai Chi les ofrece,
serán los primeros en buscar moderar, mesurar y equilibrar sus prácticas
(primeramente en ellos mismos), y en adaptarlas diligentemente a las
condiciones generales de salud de cada individuo bajo su cuidado.
Un
aspecto fundamental que aporta el Tai Chi, es la convicción profunda que tienen
sus practicantes del “logro sin esfuerzo”. Si somos una parte inseparable del
todo de la existencia, tenemos que estar en una sintonía fundamental con el
movimiento del cosmos, en una armonía básica con el sentido de la existencia.
Por ende, no deberíamos concebirnos como contrapuestos a un mundo ajeno, ante
el cual, para sobrevivir, tenemos que estar en pugna constante y en perpetuo
estado de esfuerzo agotador, depredación y violencia. Ese “esfuerzo” no es
solamente físico, sino sobre todo mental, dando como resultado las
correspondientes personalidades obsesivas, y las frecuentes compulsiones y
ansiedades que exhiben el común de nuestros semejantes, en la angustiosa y
estresante persecución de las huidizas y efímeras representaciones del éxito
social y el logro personal. “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”,
“parirás con dolor”, “si no duele no sirve”, “sangre, sudor y lágrimas”, “el
trabajo os hará libres” (tal como decía un cartel a la entrada del campo de
exterminio de Auschwitz), etc., son frases que apuntalan esa idea del logro con
esfuerzo, y, aún más allá, de la condena a una vida trabajosa y sufrida (con
logros o no), a semejanza de la que padecía el titán Sísifo, aquel que acarreaba
todos los días una gran roca hasta la cima de una montaña, la cual volvía a
caer abajo durante la noche.
Esa “ideología” se ha trasladado también, en buena medida a la manera como concebimos y practicamos hoy nuestros deportes y ejercitaciones diversas. Merced al Tai Chi, el “logro” se libera del “esfuerzo”. De modo que incluso aquel que quiere esforzarse en una ejercitación determinada, si practica Tai Chi, no sólo tendrá la oportunidad de mesurar y dosificar ese esfuerzo a conveniencia, sino de entregarse a éste por un ejercicio libre de su voluntad, y no por obedecer ciega y compulsivamente un imperativo social de estereotipada perfección física, o un ideal maniático de pureza y salud absoluta.
Esa “ideología” se ha trasladado también, en buena medida a la manera como concebimos y practicamos hoy nuestros deportes y ejercitaciones diversas. Merced al Tai Chi, el “logro” se libera del “esfuerzo”. De modo que incluso aquel que quiere esforzarse en una ejercitación determinada, si practica Tai Chi, no sólo tendrá la oportunidad de mesurar y dosificar ese esfuerzo a conveniencia, sino de entregarse a éste por un ejercicio libre de su voluntad, y no por obedecer ciega y compulsivamente un imperativo social de estereotipada perfección física, o un ideal maniático de pureza y salud absoluta.
El arte del equilibrio
superior
Entonces,
según lo que aquí hemos expuesto con respecto a la “cultura física” actual
-pero también extrapolable a toda la cultura contemporánea-, gracias al arte
del Tai Chi Chuan quizás se pueda contestar desde el corazón de cada
practicante auténtico, la pregunta que hace Albert Camus en su ensayo, El destierro de Helena, pero cambiando
“espíritu” por “ser integral” (que incluye entonces al cuerpo y al alma);
pregunta que dice así: ¿Qué lugar hay pues en nuestro ser integral para aquel equilibrio superior en que la naturaleza
balanceaba la historia, la belleza al bien y en el que intervendría la música
de los números hasta en la tragedia de la sangre?
R.
C.
Notas:
**De
la puesta en cuestión de este tipo de noción y del entramado cultural que la
sostiene, puede desarrollarse toda una crítica a la biomecánica.
ARTÍCULOS DEL ARCHIVO NEI DAN (ÍNDICE)
Roberto Chacón
Nei Dan Magazine No. 345 (29-11-11)
Sección: "Artículos"
ARTÍCULOS DEL ARCHIVO NEI DAN (ÍNDICE)
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