SIN PRISAS, POR FAVOR
El
Movimiento Slow propone aparcar la
prisa y disfrutar del cada minuto. Para ello reivindica un una nueva escala de
valores, basada en trabajar para vivir y no al contrario. La biodiversidad, la
reivindicación de las culturas locales y un empleo inteligente de la
tecnología, son algunas de sus principales señas de identidad. Por que como
dice el corrido mexicano “No hay que llegar primero, sino que hay que saber
llegar”.
El
hombre siempre ha vivido condicionado por el paso del tiempo, pero muy
especialmente a partir de la Revolución Industrial la idea de velocidad ha
estado asociada con la de Progreso. Así por ejemplo, el Movimiento Futurista a
principios del XX, consideraba la velocidad como una muestra del triunfo del
hombre sobre la naturaleza. Su frase “Un automóvil rugiente, que parece
correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia”
resume unos postulados que parecen no haber perdido actualidad.
Todo
lo que conforma nuestro entorno nos invita a vivir de una manera veloz, sin
detenernos a mirar lo que pasa a nuestro alrededor. Las marcas de moda nos
presentan su nueva temporada de invierno cuando aún estamos sacando nuestros
bañadores del armario. Hasta hace unos años, el domingo se descansaba. Hoy, el
mundo no para su actividad en ningún momento, se tiende a que todo funcione 24
horas al día y 365 días al año. La ciudad nunca duerme.
Por
otro lado, es cada vez más frecuente pasar el día entero en los malls
se recorre el lugar haciendo shopping, más tarde se reponen
fuerzas comiendo en un local de fast food y se termina la
jornada en el cine acompañados de unas pop corn. Es decir, se
puede consumir durante todo el día, sin ver la luz del sol, inmersos en un
universo artificial de luces, olores y sonidos diseñados para fomentar el
consumo.
Como
consecuencia de este estilo de vida proliferan enfermedades como la obesidad,
el estrés o el Síndrome de la Felicidad
Aplazada que consiste en la profunda angustia que
experimentan las personas que no cuentan con tiempo suficiente para cumplir con
todas sus obligaciones diarias y que posponen cualquier experiencia
gratificante a un hipotético momento futuro, que finalmente nunca se alcanza.
Se
identifica ser el primero con tener éxito y se considera la lentitud propia de
perdedores o personas sin iniciativa. Pero, todo tiene un límite y el culto a
la velocidad parece estar llegando al suyo. El concepto de Slow Down o desaceleración, está cada vez más presente en nuestra
sociedad y son numerosos los movimientos que se han formado para luchar contra
la tiranía del reloj.
En
Austria, La Sociedad
para la desaceleración del Tiempo aboga por prestar más atención al
presente y a la cultura. En Tokio, el Sloth
Club, apuesta por una vida más tranquila, inspirada en el animal perezoso.
Promueve el concepto de hacer menos, de vivir en forma sencilla sin depender
del consumo. En esta línea se enmarca el Downshifting
cuyos miembros tiene el noble objetivo de vivir con modestia y pensar con
grandeza. Según ellos se puede vivir mejor consumiendo menos.
Tampoco
faltan propuestas como Take Back Your
Time, iniciativa surgida en Estados Unidos y Canadá para concienciar sobre
la epidemia de exceso de trabajo y horarios extremos que amenaza la salud, las
familias y las relaciones con las comunidades. Entre sus propuestas está la de
conseguir que el 24 de octubre sea nombrado Día Oficial sin
Relojes.
Camina
no corras es el slogan de Camper, que también se ha unido al espíritu de la
desaceleración. Esta empresa española, ha querido con su publicidad abrir los
ojos del comprador y animarlo a llevar un tipo de vida donde el trabajo y la
actividad cotidiana pueden ser compatibles, sin dejarse llevar por la presión
del tic-tac.
Y
es que esta Actitud Lenta, aplicada al trabajo, no tiene
porque significar menor productividad sino por el contrario un trabajo de mayor
calidad, más atento a los detalles y desarrollado en un ambiente más flexible y
estimulante. De este modo se consigue mayor eficacia e implicación de los
trabajadores, que además al terminar la jornada se encuentran en mejor
disposición de disfrutar de la vida. Se trata de vivir el presente.
De
todas las manifestaciones surgidas en torno a la idea de la desaceleración la
más importante es el Movimiento Slow.
Debe su origen, en 1989, a
la protesta llevada a cabo por el periodista Carlo Petrini, ultrajado por la
apertura de un restaurante de comida rápida junto a la escalinata de la Plaza de España en Italia.
En ese momento nació la conciencia de proteger la alimentación tradicional,
basada en la biodiversidad, frente al imperio de la comida rápida. Ese mismo
año, en París se dio nombre al movimiento y se diseño su logo, a partir de la
imagen de un caracol. El nombre de este movimiento fue Slow Food y supuso el
germen a partir del cual más tarde surgirían las Slow Cities.
Las
Slow Cities o Convivias, van más allá del Slow Food, y se han
convertido en toda una filosofía de vida. Sus habitantes disfrutan de la
naturaleza y valoran mucho pequeños placeres tales como comer, o dialogar o
mejor aún hacer ambas cosas a la vez. En ellas no hay lugar para la prisa y se
trata de fomentar la creación de una conciencia más humana.
La
primera fue fundada en Bra, en la zona del Cuneo, Italia, y se ha convertido en
la sede central de este movimiento. A partir de ahí, la creación de otras
Ciudades Lentas no ha parado y en el 2005 ya se superaba la cifra de cien
países afiliados.
Para
que una ciudad se pueda convertir en Convivia, deben cumplir
una serie de pautas. La población no puede sobrepasar los 50.000 habitantes, ni
ser una capital y además se deben cumplir una serie de requisitos en seis
planos diferentes: legislativo medioambiental, infraestructura política,
calidad urbana, productos locales, hospitalidad con los visitantes y
conocimiento sobre las actividades de la localidad.
Lo
que todas las Slow Cities tienen en común es la voluntad de
construir un espacio más humano, con medidas que van desde sistemas de aire que
controlan la polución a iniciativas para animar a la protección de los
productos y la artesanía locales o planes para eliminar ruidosas alarmas,
mediante programas de seguridad alternativa.
Una Slow City
también debe contar con una educación en consonancia con su estilo de vida. En
las Slow Schools no importa cuándo
va a sonar el timbre, sino cuándo los alumnos han comprendido la lección.
Y
después de una Slow Food nada mejor que una tranquila siesta y
mejor aún acompañada de Slow Sex.
Esta disciplina del movimiento Slow está basada en el Tantra Sexual. Las caricias, la respiración y no tener prisa es
indispensable para esta práctica.
El
libro In Praise of Slow del
periodista Carl Honoré podría ser considerado el manual de iniciación para
cualquiera que esté interesado en esta forma de vida. En él se describen con
casos prácticos y mucho sentido del humor los beneficios físicos y psíquicos
que puede aportar la filosofía Slow.
El
Movimiento Slow se ha extendido a países como Brasil,
Australia, México, Japón, Líbano… y se han llegado a crear 750 Convivias. Las
ciudades, que conforman el movimiento, ofrecen un premio a proyectos que
favorezcan la biodiversidad. El organismo que coordina estas actividades es la Slow Food Foundation for
Bodiversity.
Aunque
todas estas localidades tienen una misma meta, cada una cuenta con sus
particularidades. Por ejemplo, la
Convivia de Río de Janeiro, creada en Noviembre de 2000, suma
a su actividad proyectos sociales como las Mesas Fraternales que ayudan a las
comunidades más necesitadas en el plano alimenticio. Una de ellas es la del Hospital
de Porto Velho donde por ejemplo, los pacientes indígenas son
alimentados con su comida tradicional.
En
España el Movimiento Slow llegó en 1994. Podemos encontrar 11
convivias dispersas en toda la Península. Además en la primera edición de los
Slow Food Awards, Jesús Garzón fue uno de los ganadores gracias a su labor de
identificar los caminos de rebaños y revivir las actividades de trashumancia
como medio de protección del medio ambiente de las montañas. El Movimiento
Slow hace que las personas se pregunten: ¿realmente es necesario vivir
tan acelerados? ¿Disfrutamos lo suficiente de nosotros mismos y de nuestro
alrededor? ¿Por qué nos hemos dejado seducir por otras culturas cuando vivimos
en una que no tiene nada que envidiar? Ocupados en ganar dinero que nos asegure
un futuro cada vez más incierto, nos hemos olvidado de disfrutar de lo
cotidiano. ¿Por qué no ir andando al trabajo si se encuentra cerca?, ¿por qué
no levantarte diez minutos antes y darte un homenaje con un buen desayuno? o
simplemente ¿por qué no dejar que sea la vida la que nos marque su propio
ritmo?
Tomado del website
FLYLOSOPHY
Nei Dan Magazine No. 225 (17-03-09)
Sección "Artículos"
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