martes, 18 de julio de 2017

ARTÍCULO (Magazine No. 580)

LA ANSIEDAD DEPORTIVA, UNA BREVE CARACTERIZACIÓN
Josnil Rojas


Las artes marciales tienen su origen en el continente asiático e impregnadas por las filosofías Budistas y Taoístas se empleaban para el combate. El trasladado de éstas del hemisferio oriental al occidental trajo como consecuencia la descontextualización cultural de las mismas, pasando a ser consideradas en occidente como “deportes marciales”, ligadas a términos como “competencia”, “ganador” y “lucha” (Foster, 1986 en Columbus & Rice, 1991); mientras que en el oriente, son un complemento físico para las artes médicas y el complemento físico activo de las artes meditativas (Reid, 1989),  llegándose a considerar que la práctica de las artes marciales promueven conductas beneficiosas para el desenvolvimiento cotidiano: auto-control, incremento del darse cuenta de la realidad interna y externa, incremento de la auto-confianza, de la auto-eficacia y de la auto-estima (Armas, 1996; Quam, 1989 en Seitz, Olson, Locke & Quam, 1990).

Entre la gama de artes marciales chinas conocidas ha cobrado gran auge el Tai Chi Chuan, estilo Yang. Este es un boxeo simbólico que en la antigüedad se empleaba para defender la vida del practicante, de su familia y su propiedad (Armas, 1996). En la actualidad, su práctica implica el manejo del pensamiento y del cuerpo, a través de movimientos lentos y fluidos para que la energía fluya alcanzándose así la armonía cuerpo-mente.

La práctica del Tai Chi ofrece la oportunidad de callar, de entrar en contacto con nuestro cuerpo, el cual maneja el lenguaje del silencio lleno de sentimientos, emociones y sensaciones que expresan nuestra esencia de seres humanos. El contenido afectivo y cognitivo presente en nuestro interior puede ser a veces armónico y otras veces no, dando origen al combate interno, y este necesario combate se producirá en el momento en que el ejecutante tome consciencia de los mensajes que recibe de su cuerpo y pueda acertadamente traducirlos, logrando así “despertar”.

Pese a todo su bagaje filosófico y de ser actualmente un camino para incrementar el bienestar físico, mental y espiritual, el Tai Chi, así como otras artes marciales, ha sido introducido al terreno de los encuentros deportivos.

Una competencia de Tai Chi puede ser percibida con mentalidad oriental u occidental. Desde lo oriental se trata de una oportunidad para enfrentar los propios miedos, por ejemplo a ser evaluado por criterios externos, es decir, se trata de una ocasión para hacer que el centro sea uno y no los demás,  mientras que desde lo occidental se violenta la filosofía que sustenta a esta disciplina, se compite contra el “otro”, la humildad se debilita, y el ejecutante puede llegar a experimentar ansiedad deportiva.

Todo escenario de competencia, independientemente del área o aspecto de la vida donde se produzca, genera inquietud. En el caso de las competencias deportivas se habla de ansiedad deportiva o competitiva, y ésta ha sido definida como la tendencia a percibir las situaciones competitivas como amenazantes, debido a la anticipación de una pobre ejecución, y a responder con sentimiento de aprehensión o tensión (Martens, 1977 en Halvari & Gjesme, 1995; Felsten & Wilcox, 1992).

La ansiedad deportiva suele ser abordada a la luz del enfoque multidimensional de la ansiedad, según éste la ansiedad competitiva es de naturaleza multidimensional y presenta dos componentes, el somático y el cognitivo.

La ansiedad somática consiste en la manifestación física de la angustia a través de la tensión muscular, presentando como antecedentes pensamientos de corta duración y condicionados, es decir, que se disparan al entrar en el ambiente de competición y debería desaparecer una vez que la ejecución ha comenzado (Jones, 1995; Hardy, 1992; Whelan, Mahoney & Meyers, 1991).

La ansiedad cognitiva está tipificada como preocupaciones, auto verbalizaciones e imágenes negativas, así como expectativas negativas acerca de la ejecución, todo esto condicionado por el nivel de autoconfianza, las expectativas de éxito y las percepciones que se tienen de la habilidad propia y de los oponentes (Lane, Rodger & Karageorghis, 1997; Jones, 1995; Terry, Coakley & Karageorghis, 1995).

Se ha encontrado como principal componente cognitivo de la ansiedad deportiva el miedo al fracaso y, como principal componente somático, la respuesta “fight-fligth” o respuesta de “lucha-huida”.

Investigadores han reportado que la ansiedad somática (asociada a las respuestas fisiológicas) es una respuesta puntual que se genera cuando el atleta ingresa al lugar de la competencia, mientras que la ansiedad cognitiva se prolonga en el tiempo, comenzando a manifestarse desde dos semanas antes del evento deportivo, manteniéndose generalmente estable durante el desarrollo del mismo, hasta una vez concluido el mismo, por lo que esa dimensión cognitiva-emocional no debe escapar de un programa de preparación deportiva. Todo el entrenamiento físico y la preparación técnica llevada a cabo pueden derrumbarse ante un estado emocional mal canalizado.

La ansiedad deportiva puede ser experimentada antes, durante y después de un encuentro deportivo (Halvari & Gjesme, 1995).

-Etapa de pre-competición: en esta etapa la ansiedad puede agudizarse de 24 a 3 horas antes del evento.

-Etapa de competición: en relación a la ansiedad durante la competición, y su relación con el nivel y calidad de la ejecución, los estudios han arrojado hallazgos contradictorios. En algunos casos se ha encontrado que las personas con un alto nivel de ansiedad tienen un mayor número de errores que aquellos con bajo nivel de ansiedad, en otros, no se han apreciado diferencias significativas en la ejecución de personas con bajos y altos niveles de ansiedad, y finalmente, en la práctica se ha comprobado el modelo de la “U” invertida de Yerkes y Dodson (1908). Según este modelo existe un punto óptimo de rendimiento el cual está en función del nivel de motivación existente en el individuo. Si la motivación es baja o exagerada las ejecuciones son pobres o inadecuadas, no así si el nivel de motivación se encuentra en un punto medio.

-Estas inconsistencias en los hallazgos podrían deberse a fallas metodológicas, pues cada deporte posee sus propias fuentes de angustia y por lo tanto, los resultados no deben generalizarse a todas las actividades deportivas. También hay que considerar las características individuales como edad, sexo, desarrollo cognitivo, rasgos de personalidad, entre otros. Todos estos elementos apuntan hacia la importancia de abordar la ansiedad deportiva de forma idiográfica.

-Post-competición: se produce una vez concluida la participación, cuando el resultado de la ejecución ya es conocido. El deportista en este momento hace evaluaciones de su actuación acompañadas por respuestas de satisfacción o de insatisfacción. El éxito o fracaso percibido genera estados de ansiedad o de emocionalidad. Halvari & Gjesme (1995), encontraron que los puntajes de ansiedad precompetencia obtenidos por un grupo de deportistas se elevaron después de la competencia.

Los síntomas cognitivos y somáticos experimentados por un competidor se presentan dentro de un continuo debilitativo-facilitativo, influenciado éste por la dirección que la persona dé a su ansiedad. Dos competidores pueden estar reportando los mismos síntomas fisiológicos antes de un evento y sin embargo, cada uno darle una interpretación distinta, uno de manera facilitativa, favoreciendo su ejecución y el otro de forma debilitativa, entorpeciendo el alcance de su meta (Jones, 1995). Nuevamente, se presenta una evidencia de que la dimensión cognitiva-emocional es una variable mediadora que al ser controlada adecudamente puede ayudar al competidor a lograr una óptima ejecución.

Con relación a las fuentes de ansiedad, los deportistas han reportado diversos orígenes de la misma, entre ellos se señalan el miedo a fallar, la evaluación social (particularmente la proveniente del entrenador), la poca preparación y el no tener control sobre el ambiente (Hardy,1992). Además de estas fuentes existen otras ligadas al tipo de deporte, a la edad y sexo del ejecutante, a la experiencia previa en competencias y si la participación es grupal o individual (Lane, Rodger & Karageorghis, 1997). Por ejemplo, un estudio reveló que la preocupación por la evaluación social del entrenador es muy común entre deportistas novatos, lo que el entrenador diga y piense produce preocupación, así como pérdida de habilidad para la ejecución (Hardy, 1992). Con respecto al sexo, se ha encontrado que en los hombres la ansiedad está influenciada por la percepción de triunfo o derrota, mientras que en las mujeres está más influenciada por la importancia de la buena ejecución en relación a sus ejecuciones previas, es decir que los primeros tienden a comparar sus ejecuciones con otros mientras que las segundas lo hacen consigo mismas (Lane, Rodger & Karageorghis, 1997).

Antes y durante una competencia se generan una serie de cambios somáticos y emocionales mediados por variables como el foco de atención, destrezas de afrontamiento, complejidad de la tarea, familiaridad con la tareas y nivel de destreza del atleta (Hardy, 1992; Whelan, Mahoney & Meyers, 1991). Cada uno de estos aspectos deben ser maximizados de acuerdo a las características propias del deportista y del deporte que practica.


Dentro de las teorías consideradas para abordar los periodos de ansiedad se encuentra la Teoría de la Autoeficacia de Bandura, coincidiendo algunos investigadores deportivos en señalar que la auto-confianza es un predictor importante de la ejecución. Bandura (1977 en LaGuardia & Labbé, 1993), expresa que los estados de expectativa sobre la eficacia personal están basados en las ejecuciones pasadas propias, en experiencias vicarias y en el grado de excitación emocional experimentado por la persona, por lo que estos datos deben ser combinados para elaborar una representación más exacta de las expectativas de eficacia en eventos específicos. Las expectativas conforman un mecanismo anticipatorio que permite prever resultados, y en la medida que éstas se cumplan las conductas de la persona se fortalecen.

Entre las intervenciones o técnicas empleadas para regular o controlar las reacciones cognitivas y somáticas se tienen, desde la propuesta de Bandura (1987), el aprendizaje por experiencia directa y el aprendizaje vicario. A través de la primera, la persona al actuar  recibe una respuesta corrrespondiente de su entorno, pasando a establecer una asociación entre la acción y la reacción, sin llegar a producirse ésta de manera automática, primero se realiza un procesamiento cognitivo de la información. Mediante la segunda forma de aprendizaje se observan las consecuencias de los actos emitidos por otras personas, e igual que en aprendizaje por experiencia directa, se establece una relación entre las respuestas y las consecuencias. Además aquí se adquiere aprendizaje afectivo porque en el observador se producen reacciones emocionales acordes con las emociones manifestadas por el modelo observado.

Cuando en el entrenamiento de auto-control se emplea el aprendizaje vicario hay que considerar los atributos del modelo, éste debe manifestar competencia en sus actos y es recomendable que se asemeje al observador. También hay que tomar en cuenta las características del observador, ya que éstas lo hacen más o menos sensible a las influencias del modelo (Bandura, 1987).

Otras intervenciones que se han aplicado desde otras posturas teóricas, son el entrenamiento en relajación progresiva, la distracción cognitiva, el biofeedback o retroalimentación y el entrenamiento en inoculación del estrés. De acuerdo con el modelo de multiprocesos, algunos tipos de técnicas para manejar la ansiedad son más efectivas que otras. Por ejemplo, se sabe que el entrenamiento en relajación reduce la ansiedad somática y que el control de pensamientos reduce significativamente la ansiedad cognitiva. También, que para reducir la ansiedad cognitiva pre-competencia resultan efectivas la distracción de la atención y la concentración, y que para reducir la ansiedad somática ayuda la visualización o ensayo mental (Terry, Coakley & Karageorghis, 1995).

En el caso del Tai Chi, resulta interesante ver que algunas técnicas ideadas para el control de la ansiedad competitiva forman parte de su práctica.

Por ser una forma de meditación de movimientos suaves y fluidos lleva implícito el control de la respiración y de la tensión muscular, siendo la primera  una forma de reducir la ansiedad cognitiva a través de la distracción de la atención y la segunda, una forma de reducir la ansiedad somática.

Debido a que las figuras que conforman los esquemas son representaciones de elementos de la naturaleza o de acciones cotidianas se hace uso de la visualización para reproducirlas. Entre esas figuras se tienen por ejemplo “acariciar la crin del caballo”, “la serpiente se arrastra”, “la grulla blanca extiende sus alas”, “abrir la ventana”, “las manos tocan el laud”, “agarrar la pelota”, entre otras. 


Visto así se podría concluir dos cosas, por un lado, que en el caso de un practicante de Tai Chi con ansiedad deportiva ya existen técnicas de autocontrol, las cuales solo requerirían ser potenciadas y ajustadas a las manifestaciones de ansiedad particulares del ejecutante y, por otro, que la práctica del Tai chi favorecería a deportistas de otras disciplinas, sería un complemento que aportaría elementos para gestionar sus angustias antes, durante y después de un evento deportivo.


Referencias bibliográficas

Armas, J. (1996). La práctica del Taijiquan: sus efectos sobre la salud, la prevención y resistencia a la enfermedad. 1er curso nacional teórico-práctico. Aplicación clínica y social de la Psiconeuroinmunología. Caracas: Fundasinein.
Bandura, A. (1987). Pensamiento y acción. Barcelona: Martínez Roca.
Columbus, P. & Rice, D. (1991). Psychological research on the martial arts: An addendum to Fuller´s review. British Journal of Medical Psychology, 613-618.
Felsten, G. & Wilcox, K. (1992). Why is life stress ignored in studies of "stress" and athletic performante? Perceptual and Motor Skills, 74, 800-802.
Halvari, H. & Gjesme, T. (1995). Trait and state anxiety before and after competitive performance. Perceptual and Motor Skills, 81, 1059-1074.
Hardy, L. (1992). Psychological stress, performance, and injury in sport. British Medical Bulletin, 48, 2, 615-629.
Jones, G. (1995). More than just a game: Research developments and issues in competitive anxiety in sport. British of Psychology, 86, 449-478.
LaGuardia, R. & Labbé, E. (1993). Sel-efficacy and anxiety and their relationship to training and race performance. Perceptual and Motor Skills, 77, 427-433.
Lane, A., Rodger, J. & Karageorghis, C. (1997). Antecedents of state anxiety in Rugby. Perceptual and Motor Skills, 84, 427-433.
Reid, D. (1989). El Tao de la Salud, el Sexo y la Larga Vida. Barcelona: Urano.
Seitz, F., Olson, G., Locke, B. & Quam, R. (1990). The marcials arts and mental health: challenge of managing energy. Perceptual and Motor Skills, 70, 459-464.
Terry, P., Coakley, L. & Karageorghis, C. (1995). Effects of intervention on precompetition state anxiety in elite junior tennis players: the relevance of the matching hypothesis. Perceptual and Motor Skills, 81, 287-296.
Whelan, J., Mahoney, M. & Meyers, A. (1991). Performance enhancement in sport: a cognitive behavioral domain. Behavior therapy, 22, 307-327.



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