CLOUD GATE DANCE THEATRE:
Gotas de brillante luna inmersas en
el mismo mar
Teresa Rodríguez
Cloud
Gate, puerta de las nubes, es el nombre de la compañía taiwanesa de danza
teatro que en el reciente festival Madrid en Danza nos dejó
profundamente impresionados con su obra Moon Water. Con una bellísima y
sencilla puesta en escena, el movimiento de los bailarines se dibuja con trazos
de total y absoluta presencia enraizada en el vacío. Y es que su creador y coreógrafo,
Lin Hwai-Min, ha logrado una perfecta fusión entre la danza contemporánea y la
meditación en movimiento del Taichi. A través de la respiración y el flujo de
energía que se despierta, construye un ejercicio de meditación individual y
colectiva que alcanza de lleno al espectador y lo conmueve.
Los
artistas son creadores de atmósferas. Unos las consiguen mezclando sonidos y
voces, otros, a través de la vibración que transmite el contraste de colores y
formas, o por el impacto que producen los gestos cuando se acompañan de la
palabra, el silencio, la luz o la música. Los bailarines se sirven del cuerpo
para hacer vibrar el aire mediante la cadencia de sus movimientos y pausas y,
de ese modo, transmitir una emoción, una cualidad energética o el hilo de una
historia más o menos abstracta. Lin Hwai-Min logra en sus montajes ambientes
delicados, bellos e impactantes. En sus creaciones utiliza pocos y escogidos
elementos guiado por el sentido de la armonía propio del arte oriental. En Moon
Water las suites para violonchelo de Bach, el sonido del agua que en un momento
dado inunda casi a hurtadillas el escenario, y el silencio, envuelven con gran
belleza los movimientos de los bailarines.
En
occidente muchos coreógrafos y bailarines se preocupan sobre todo por la
estética, la forma y la técnica. Para Lin Hwai-Min lo más importante es
ejecutar los movimientos a partir de la energía, porque eso es lo que hace que
tengan presencia, contenido y pasión. Según su experiencia, los bailarines sólo
pueden acceder a la energía si logran centrarse, relajarse y utilizar su
respiración. La calma del espíritu es el corazón que impulsa la capacidad de
crear y expresar a través del movimiento, y eso es algo que el espectador puede
percibir ya en los primeros cinco minutos de Moon Water, sintiéndose
traspasado por la energía del proceso que se está desarrollando en escena, y
del cual también es partícipe.
En
esta coreografía Lin Hwai-Min se inspira en los movimientos del Tai Chi Chuan y
en el dicho que refleja el óptimo estado que un practicante puede alcanzar:
"La energía corre como el agua y el espíritu brilla como la luna."Los
bailarines, hechos de agua y luna, parecen no tener huesos cuando ondulan sus
cuerpos y se desplazan por el escenario. Trabajan desde lo interno hacia lo
externo con las rodillas flexionadas, desplegando un movimiento que parte del dantian y
se desarrolla en forma de ocho, en espirales cuya fuerza proviene de la parte
baja del cuerpo y que se expresa en las extremidades superiores. Lin explora
las posibilidades de estos movimientos. "Moon Water es, sobre todo,
un estudio del tiempo, de la dinámica. En la coreografía tenemos líneas largas,
estiramientos deliberados que se basan en la respiración. Pueden hacerse cosas
muy líricas y después un ataque con un puño, o una patada. Es como hacer
caligrafía, donde se escriben líneas largas y después se puntúa."
Los
bailarines, que llevan a su espalda diferentes formaciones en ballet, danza
contemporánea y Ópera de Pekín, reciben, como parte de su entrenamiento diario,
clases de meditación, Taichi y Qigong. Lin Hwai-Min piensa que así pueden
llegar a tener un cuerpo muy rico en su lenguaje, lo que es esencial para los
montajes y las representaciones. En la construcción de sus coreografías suele
utilizar los movimientos que surgen durante las clases de Qigong, inspirándose
en el trabajo espontáneo de los bailarines. Moverse a partir de la energía,
según el coreógrafo, les permite evitar y curar las lesiones, a menudo
presentes en muchas compañías de danza occidentales.
Lin Hwai-Min
Lin
Hwai-Min evita teorizar sobre el significado de su trabajo. En su juventud fue
un escritor muy conocido y ahora quiere olvidarse de las palabras y pensar sólo
en términos de energía y movimiento. A su elenco le pide "que vayan a su
interior, lleguen hasta sus tripas y permanezcan en contacto con ellas, porque
ahí es donde se almacenan las sensaciones y la experiencia" 1 . Todos tienen caracteres distintos,
algunos se identifican con la energía del fuego, otros con la tierra o el agua,
y la expresión de sus movimientos se reviste de estas cualidades. El coreógrafo
les ofrece un espacio donde cada día pueden iniciar un viaje que les permite
investigar su propia naturaleza y desarrollar su trabajo a partir de ella.
Para
avanzar en el camino hacia el descubrimiento de sí mismos, la compañía cuenta
en Taiwán con la ayuda del profesor Xiong Wei. Con él practican Taichi Daoyin,
una forma ancestral de Qigong. Según Xiong Wei "la danza es un tipo de
interacción. Esto significa que tu y yo somos complementarios. Tu cuerpo y tu
mente interactúan conmigo y entonces yo desaparezco, porque nos fundimos en uno
solo. Tú y yo llegamos a ser el mismo, pero para lograr eso tenemos que
relajarnos y dejar que el cuerpo se mueva solo. Nosotros imaginamos que el
interior del cuerpo es un espacio enorme, y de ese modo podemos llegar a
fundirnos e interactuar unos con otros".
Esta
capacidad que tienen los bailarines de diluirse e interactuar formando una sola
entidad viva, toma forma y se expresa en escena de un modo realmente
impresionante. Obviamente, esto se vuelve más evidente en los cuadros grupales,
cuando esa unidad está compuesta por toda la compañía. Entonces, el espectador
puede percibir una sola energía, un solo corazón que late y respira al unísono
como un todo orgánico, y cuyos múltiples cuerpos, piernas y brazos reflejan la
marea de esta respiración colectiva, la extensión de una entidad que se
disuelve y rehace armoniosamente en cada uno de los bellos cuadros escénicos.
Entre
bastidores, antes de salir a escena, los bailarines guardan silencio y meditan
centrándose en su cuerpo, tranquilizando su mente. No hay prisas de última
hora, ni saltos, ni patadas. Después, simplemente salen a escena y continúan
con su meditación. "El Taichi y la meditación te calientan desde dentro
hacia fuera. El proceso completo que se desarrolla en un día de función se
parece a estar un día entero meditando. En nuestros montajes lo que emociona y
mueve a la audiencia no es lo que ve, sino lo que siente. Esto es algo que he
observado en todos los países que he visitado".
El
transcurrir del tiempo y el trabajo constante son elementos esenciales en la
evolución de un artista. Esto es así sobre todo en China, donde la obra de un
pintor o un calígrafo, aun gozando de habilidad y talento, no posee gran valor
si cultiva su arte desde hace menos de quince o veinte años. Para abordar uno
de sus montajes más recientes, la trilogía Cursiva, Lin Hwai-Min esperó
durante años hasta que se sintió lo suficientemente preparado en su proceso de
crecimiento como creador y también hasta que el gongfu de sus
bailarines hubo madurado lo bastante.
En
esta trilogía el coreógrafo reflexiona sobre la caligrafía, estudiando la energía
que mueve al calígrafo cuando escribe y queda impresa en sus trazos. Cursive
III, inspirada en el estilo llamado "cursiva salvaje" es el montaje
donde la compañía se ha permitido un mayor grado de libertad, un lugar para la
belleza de la espontaneidad. Una libertad que, según Lin Hwai-Min, sólo puede
adquirirse a través de la disciplina. Para expresar esto los bailarines
disponen de espacios de improvisación en escena, rizando el rizo de la fusión y
sincronización entre ellos. El decorado consiste en una serie de estandartes de
papel de arroz que se elevan y descienden en diferentes momentos. Ocultos en lo
alto, hay unos tubos que dejan chorrear con lentitud la tinta sobre el papel,
creando pinceladas abstractas que acompañan a la danza. Este decorado sólo se
usa una vez y el resultado de los dibujos se deja totalmente al azar. Todo eso
representa un delicado equilibrio entre la forma y la no forma, la estructura y
la libertad, el cuerpo y la energía, una complementariedad que a los
practicantes de Taichi nos toca muy de cerca.
Parar
la mente es todo un reto en la sociedad actual. Durante el final de Moon
Water, algunos espectadores mostraban una impaciencia que les impedía apreciar
la belleza y la calma de la fluida y lenta retirada de los bailarines. Sin
embargo, con su filosofía de vida hecha arte, la compañía Cloud Gate nos
recuerda precisamente la necesidad de abrir un espacio para que nuestra
conciencia pueda manifestarse, sentir la belleza de lo que somos y seguir
nuestra verdadera naturaleza, permaneciendo inmersos en el mar de la vida.
Teresa Rodríguez es diplomada en Medicina Tradicional China y profesora de Qigong. Dirige grupos en España, Francia, Italia y Chile dedicados al Camino de la Mujer. Creadora de Tao Danza es bailarina en contextos meditativos y conciertos por la paz.
danza.tao@gmail.com
www.taodanza.com
Fotografías:
cortesía del Festival Madrid en Danza y Cal Performances.
NOTA:
1)
Casa de las Culturas del Mundo, Berlín. Festival In Transit 2006.
http://www.hkw.de/en/ressourcen/archiv2006/intransit06/.
Revista TAI CHI CHUAN. No. 16. Verano 2008
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