martes, 13 de junio de 2017

ARTÍCULO (Magazine No. 577)

CLOUD GATE DANCE THEATRE:
Gotas de brillante luna inmersas en el mismo mar


Teresa Rodríguez
Cloud Gate, puerta de las nubes, es el nombre de la compañía taiwanesa de danza teatro que en el reciente festival Madrid en Danza nos dejó profundamente impresionados con su obra Moon Water. Con una bellísima y sencilla puesta en escena, el movimiento de los bailarines se dibuja con trazos de total y absoluta presencia enraizada en el vacío. Y es que su creador y coreógrafo, Lin Hwai-Min, ha logrado una perfecta fusión entre la danza contemporánea y la meditación en movimiento del Taichi. A través de la respiración y el flujo de energía que se despierta, construye un ejercicio de meditación individual y colectiva que alcanza de lleno al espectador y lo conmueve.


Los artistas son creadores de atmósferas. Unos las consiguen mezclando sonidos y voces, otros, a través de la vibración que transmite el contraste de colores y formas, o por el impacto que producen los gestos cuando se acompañan de la palabra, el silencio, la luz o la música. Los bailarines se sirven del cuerpo para hacer vibrar el aire mediante la cadencia de sus movimientos y pausas y, de ese modo, transmitir una emoción, una cualidad energética o el hilo de una historia más o menos abstracta. Lin Hwai-Min logra en sus montajes ambientes delicados, bellos e impactantes. En sus creaciones utiliza pocos y escogidos elementos guiado por el sentido de la armonía propio del arte oriental. En Moon Water las suites para violonchelo de Bach, el sonido del agua que en un momento dado inunda casi a hurtadillas el escenario, y el silencio, envuelven con gran belleza los movimientos de los bailarines.

En occidente muchos coreógrafos y bailarines se preocupan sobre todo por la estética, la forma y la técnica. Para Lin Hwai-Min lo más importante es ejecutar los movimientos a partir de la energía, porque eso es lo que hace que tengan presencia, contenido y pasión. Según su experiencia, los bailarines sólo pueden acceder a la energía si logran centrarse, relajarse y utilizar su respiración. La calma del espíritu es el corazón que impulsa la capacidad de crear y expresar a través del movimiento, y eso es algo que el espectador puede percibir ya en los primeros cinco minutos de Moon Water, sintiéndose traspasado por la energía del proceso que se está desarrollando en escena, y del cual también es partícipe.


En esta coreografía Lin Hwai-Min se inspira en los movimientos del Tai Chi Chuan y en el dicho que refleja el óptimo estado que un practicante puede alcanzar: "La energía corre como el agua y el espíritu brilla como la luna."Los bailarines, hechos de agua y luna, parecen no tener huesos cuando ondulan sus cuerpos y se desplazan por el escenario. Trabajan desde lo interno hacia lo externo con las rodillas flexionadas, desplegando un movimiento que parte del dantian y se desarrolla en forma de ocho, en espirales cuya fuerza proviene de la parte baja del cuerpo y que se expresa en las extremidades superiores. Lin explora las posibilidades de estos movimientos. "Moon Water es, sobre todo, un estudio del tiempo, de la dinámica. En la coreografía tenemos líneas largas, estiramientos deliberados que se basan en la respiración. Pueden hacerse cosas muy líricas y después un ataque con un puño, o una patada. Es como hacer caligrafía, donde se escriben líneas largas y después se puntúa."

Los bailarines, que llevan a su espalda diferentes formaciones en ballet, danza contemporánea y Ópera de Pekín, reciben, como parte de su entrenamiento diario, clases de meditación, Taichi y Qigong. Lin Hwai-Min piensa que así pueden llegar a tener un cuerpo muy rico en su lenguaje, lo que es esencial para los montajes y las representaciones. En la construcción de sus coreografías suele utilizar los movimientos que surgen durante las clases de Qigong, inspirándose en el trabajo espontáneo de los bailarines. Moverse a partir de la energía, según el coreógrafo, les permite evitar y curar las lesiones, a menudo presentes en muchas compañías de danza occidentales.

Lin Hwai-Min

Lin Hwai-Min evita teorizar sobre el significado de su trabajo. En su juventud fue un escritor muy conocido y ahora quiere olvidarse de las palabras y pensar sólo en términos de energía y movimiento. A su elenco le pide "que vayan a su interior, lleguen hasta sus tripas y permanezcan en contacto con ellas, porque ahí es donde se almacenan las sensaciones y la experiencia" 1 . Todos tienen caracteres distintos, algunos se identifican con la energía del fuego, otros con la tierra o el agua, y la expresión de sus movimientos se reviste de estas cualidades. El coreógrafo les ofrece un espacio donde cada día pueden iniciar un viaje que les permite investigar su propia naturaleza y desarrollar su trabajo a partir de ella.

Para avanzar en el camino hacia el descubrimiento de sí mismos, la compañía cuenta en Taiwán con la ayuda del profesor Xiong Wei. Con él practican Taichi Daoyin, una forma ancestral de Qigong. Según Xiong Wei "la danza es un tipo de interacción. Esto significa que tu y yo somos complementarios. Tu cuerpo y tu mente interactúan conmigo y entonces yo desaparezco, porque nos fundimos en uno solo. Tú y yo llegamos a ser el mismo, pero para lograr eso tenemos que relajarnos y dejar que el cuerpo se mueva solo. Nosotros imaginamos que el interior del cuerpo es un espacio enorme, y de ese modo podemos llegar a fundirnos e interactuar unos con otros".


Esta capacidad que tienen los bailarines de diluirse e interactuar formando una sola entidad viva, toma forma y se expresa en escena de un modo realmente impresionante. Obviamente, esto se vuelve más evidente en los cuadros grupales, cuando esa unidad está compuesta por toda la compañía. Entonces, el espectador puede percibir una sola energía, un solo corazón que late y respira al unísono como un todo orgánico, y cuyos múltiples cuerpos, piernas y brazos reflejan la marea de esta respiración colectiva, la extensión de una entidad que se disuelve y rehace armoniosamente en cada uno de los bellos cuadros escénicos.

Entre bastidores, antes de salir a escena, los bailarines guardan silencio y meditan centrándose en su cuerpo, tranquilizando su mente. No hay prisas de última hora, ni saltos, ni patadas. Después, simplemente salen a escena y continúan con su meditación. "El Taichi y la meditación te calientan desde dentro hacia fuera. El proceso completo que se desarrolla en un día de función se parece a estar un día entero meditando. En nuestros montajes lo que emociona y mueve a la audiencia no es lo que ve, sino lo que siente. Esto es algo que he observado en todos los países que he visitado".

El transcurrir del tiempo y el trabajo constante son elementos esenciales en la evolución de un artista. Esto es así sobre todo en China, donde la obra de un pintor o un calígrafo, aun gozando de habilidad y talento, no posee gran valor si cultiva su arte desde hace menos de quince o veinte años. Para abordar uno de sus montajes más recientes, la trilogía Cursiva, Lin Hwai-Min esperó durante años hasta que se sintió lo suficientemente preparado en su proceso de crecimiento como creador y también hasta que el gongfu de sus bailarines hubo madurado lo bastante.


En esta trilogía el coreógrafo reflexiona sobre la caligrafía, estudiando la energía que mueve al calígrafo cuando escribe y queda impresa en sus trazos. Cursive III, inspirada en el estilo llamado "cursiva salvaje" es el montaje donde la compañía se ha permitido un mayor grado de libertad, un lugar para la belleza de la espontaneidad. Una libertad que, según Lin Hwai-Min, sólo puede adquirirse a través de la disciplina. Para expresar esto los bailarines disponen de espacios de improvisación en escena, rizando el rizo de la fusión y sincronización entre ellos. El decorado consiste en una serie de estandartes de papel de arroz que se elevan y descienden en diferentes momentos. Ocultos en lo alto, hay unos tubos que dejan chorrear con lentitud la tinta sobre el papel, creando pinceladas abstractas que acompañan a la danza. Este decorado sólo se usa una vez y el resultado de los dibujos se deja totalmente al azar. Todo eso representa un delicado equilibrio entre la forma y la no forma, la estructura y la libertad, el cuerpo y la energía, una complementariedad que a los practicantes de Taichi nos toca muy de cerca.

Parar la mente es todo un reto en la sociedad actual. Durante el final de Moon Water, algunos espectadores mostraban una impaciencia que les impedía apreciar la belleza y la calma de la fluida y lenta retirada de los bailarines. Sin embargo, con su filosofía de vida hecha arte, la compañía Cloud Gate nos recuerda precisamente la necesidad de abrir un espacio para que nuestra conciencia pueda manifestarse, sentir la belleza de lo que somos y seguir nuestra verdadera naturaleza, permaneciendo inmersos en el mar de la vida. 

Teresa Rodríguez es diplomada en Medicina Tradicional China y profesora de Qigong. Dirige grupos en España, Francia, Italia y Chile dedicados al Camino de la Mujer. Creadora de Tao Danza es bailarina en contextos meditativos y conciertos por la paz.
danza.tao@gmail.com
www.taodanza.com
Fotografías: cortesía del Festival Madrid en Danza y Cal Performances. 

NOTA:
1)  Casa de las Culturas del Mundo, Berlín. Festival In Transit 2006. http://www.hkw.de/en/ressourcen/archiv2006/intransit06/.


Revista TAI CHI CHUAN. No. 16. Verano 2008 


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