365 MEDITACIONES TAO (Ming Dao Deng)
IV
影
REFLEJO
Luna sobre agua.
Siéntate en soledad.
Si
las aguas son plácidas, la luna será reflejada perfectamente. Si nos
aquietamos, podemos reflejar perfectamente lo divino. Pero si nos involucramos
sólo en las actividades frenéticas en las que participamos cotidianamente, si
buscamos imponer nuestros propios esquemas sobre el orden natural, y si nos
permitimos estar absortos en opiniones egocéntricas, la superficie de nuestras
aguas se volverán turbulentas. Entonces no podemos ser receptivos al Tao.
No
hay esfuerzo que podamos hacer para aquietarnos. La verdadera quietud viene
naturalmente de momentos de soledad en que dejamos que nuestra mente se
asiente. Tal como el agua busca su propio nivel, la mente gravitará hacia lo
sagrado. El agua turbia se volverá clara si se le permite quedarse tranquila, y
así también se aclarará la mente si se le permite estar en calma.
Ni
el agua ni la luna hacen ningún esfuerzo por lograr un reflejo. De la misma
manera, la meditación será natural e inmediata.
MEDITACIÓN: EL
ARTE DE RECORDAR QUIÉN ERES (Osho)
“Al
principio tienes que hacer algo de esfuerzo; de lo contrario nunca llegarás a
acercarte a ninguna técnica de meditación, a ninguna escuela de meditación.
Tendrás
que pasar a través del esfuerzo porque os habéis convertido en seres
antinaturales.
El
esfuerzo te hará comprender lo que la meditación es. No te conducirá hacia la
meditación; simplemente te ayudará a comprender lo que es la meditación. Te
hará comprender si puedes entrar en ese espacio llamado meditación con
facilidad o no.
Si
sientes que para ti es muy fácil llegar, que entras en ese espacio y que puedes
alcanzar ese espacio, el esfuerzo desaparecerá por sí solo.”
CUENTO
EL ASNO DE
KIUCHÚ
Nunca se había
visto un asno en Kuichú, hasta el día en que un excéntrico, ávido de novedades,
se hizo llevar uno por barco. Pero como no supo en qué utilizarlo, lo soltó en
las montañas.
Un tigre, al ver
a tan extraña criatura, lo tomó por una divinidad. Lo observó escondido en el
bosque, hasta que se aventuró a abandonar la selva, manteniendo siempre una
prudente distancia.
Un día el asno
rebuznó largamente y el tigre echó a correr con miedo. Pero se volvió y pensó
que, pese a todo, esa divinidad no debía de ser tan terrible. Ya acostumbrado
al rebuzno del asno, se le fue acercando, pero sin arriesgarse más de la
cuenta.
Cuando ya le
tomó confianza, comenzó a tomarse algunas libertades, rozándolo, dándole algún
empujón, molestándolo a cada momento, hasta que el asno, furioso, le propinó
una patada. "Así que es esto lo que sabe hacer", se dijo el tigre. Y
saltando sobre el asno lo destrozó y devoró.
¡Pobre asno!
Parecía poderoso por su tamaño, y temible por sus rebuznos. Si no hubiese
mostrado todo su talento con la coz, el tigre feroz nunca se hubiera atrevido a
atacarlo. Pero con su patada el asno firmó su sentencia de muerte.
Anónimo
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