Bellamente sonrojada, abraza dulcemente a su
padre:
“¡Padre, por favor, déjame disfrutar mi
virginidad para siempre!
El padre de Diana lo permite, dice: está bien”
Ovidio
EL ALMA NECESITA REGRESIÓN TANTO COMO EVOLUCIÓN, DESARROLLO Y PROGRESO.
La
historia de Daphne es una de las narraciones clásicas que no se aleja de mi
mente. Me atrae, como atrae a un salmón su lugar de nacimiento. Algo de mi
naturaleza está allí y siempre pienso y escribo sobre el tema.
Daphne
es una mujer Artemisa, cazadora que no quiere saber nada de la civilización o
de compartir su vida con un hombre. Como todas las personas Artemisa, le gusta
correr. Un día Apolo la ve y siente por ella una salvaje atracción; quiere
poseerla de alguna forma, pero ella huye de sus avances y esa huida lo inspira
aún más. Finalmente, ella pide ayuda, y su padre, experto en metamorfosearse,
esta vez como un río, la transforma en un árbol. Cuando Apolo la alcanza, sólo puede
abrazar la corteza de un tronco.
Algo
en nosotros no quiere ser civilizado o vinculado demasiado con Apolo y con
todos sus logros humanitarios: medicina, música, ideas. Algo, no quiere ningún
tipo de unión y desesperadamente trata de preservar su individualidad y su
integridad. Algo en nosotros quiere ser rudo, callado, impenetrable y quiere
regresar a una naturaleza sin palabras. Algo hay que no quiere ser amado o
deseado. La belleza de un árbol no tiene intención ni propósito.
Daphne
es silenciosa; es aquello que no quiere ser comunicativo, disponible, amigable,
presente o articulado. Instintivamente huye de las atenciones más nobles, del
más humano de sus admiradores. Mejor ser un árbol que una persona, un “ello”
más que un “tú”. El espíritu Daphne es tan puro que no sirve para el
sentimentalismo de una relación.
El
pensamiento psicológico moderno no aprecia la necesidad presentada en este
mito. Consideramos normal y saludable intimar y comunicarnos bien entre
nosotros. Interpretamos la huída de la intimidad como neurótica, anormal y
prácticamente inmoral. Pero dentro del mito, la huida del contacto
interpersonal es la norma. La resistencia a la sensibilidad humana es válida.
Al desaparecer del escenario humano Daphne se protege y preserva de una manera
completamente aceptable.
En
vez de juzgarnos a nosotros mismos y a los otros por no ser sociables,
deberíamos reconsiderar nuestros prejuicios e ideas, aún nuestro
sentimentalismo acerca de las relaciones. Quizás algo de nuestro narcisismo es
un intento sintomático por recobrar un fuerte y autónomo sentido del yo. ¿En
todo caso, cómo podemos llegar a otro sin tener una sólida devoción hacia
nuestra individualidad?
Daphne,
uno de los mayores misterios, es el alma en su soledad. Mejor estar con los
animales que con los humanos, como cualquiera de nosotros algunas veces puede
sentir, especialmente cuando hemos sido víctimas de la atrocidad o de la
estupidez humanas.
Como
profesor, a veces pienso en la resistencia de mis estudiantes al aprendizaje,
no como un problema de personalidad, sino como expresión del alma Daphne que no
quiere someterse demasiado a nuestra humanitaria insistencia en la
culturización.
No
es que no debamos estar cerca de los otros, tratarlos como personas y no como
cosas y permitir ser insertados en la comunidad y en la cultura. Pero hay un
espíritu, Daphne, que también preserva nuestra prístina individualidad y nos
protege de perdernos en la inconsciencia de la cultura o de las parejas bien
intencionadas. Los niños están especialmente motivados por Daphne: pateando y
chillando son llevados a la vida civilizada, prefiriendo a menudo la conducta
antisocial de sus mitos definitorios a las contaminadoras normas de la
sociedad.
Thomas Moore
(Traducido de su obra Original Self)
Nei Dan Magazine No. 207: 07-10-08
Sección: "Del diario de Nani"
Traducción MM
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