EL REGRESO DE LAS SÚPER-ABUELAS DEL TAI CHI
En la historia del Kung
Fu, los grandes maestros del clan Chen tuvieron fama de peleadores invencibles,
fama que luego pasó a Yang Luchan y su familia. A principios del siglo XX,
muchos maestros de artes marciales diversas quisieron aprender Tai Chi de Yang
Chengfu, Sun Lutang o Chen Fake, por el renombre de luchadores invencibles que
tenían estos maestros, y no por las cualidades sanadoras o meditativas del
arte.
En China y otros países
de Asia surgen siempre grandes peleadores de Tai Chi, y según se dice, el Chen
es el estilo marcial que aprende la policía de Macao para controlar el hampa a
mano limpia. Muchos de los grandes maestros de Tai Chi actuales tienen fama de
peleadores insuperables, como es el caso de Chen Zhenglei y Chen Xiaowang. De
modo que allí, el carácter marcial del arte siempre está presente y con
posibilidades de ser desarrollado por cualquiera. En cambio, en occidente el
Tai Chi, debido a la preponderancia del enfoque espiritual y sanitario (y ahora
el deportivo) en su práctica, el fenómeno de los “peleadores de Tai Chi” es muy
raro, con contadas excepciones, como la del maestro estadounidense Sam Masich.
Por eso uno se alegra
cuando escucha que las cualidades de combate del arte se manifiestan, en
determinadas circunstancias, aún en personas que, por su condición de salud o
edad, lo practican casi sin tocar ningún punto de sus aspectos marciales. Ese
fue el motivo del artículo “Las súper-abuelas del Tai Chi”, que publicamos en
el boletín No. 278, y que tan buena acogida tuvo entre nuestros lectores.
Esta vez traemos dos
historias más relativas a encuentros donde el Tai Chi hizo la diferencia entre
un hampón y una dulce ancianita amenazada; aunque las damas involucradas (a
diferencia de Joani y María Pía, las heroínas del artículo ya mencionado) nos
han pedido no publicar sus nombres.
La primera historia atañe
a la señora M, la cual se encontraba comprando en un súper mercado. Estaba
revisando unos productos en un estante, cuando sintió que un joven la tomo por
la muñeca derecha, halándola hacia sí para poder tomar la cartera de mano que
doña M sostenía en la mano izquierda. La señora, parada con la pierna derecha
más adelantada, cedió de cintura y peso, sin pensarlo, manteniendo así la
cartera lejos del asaltante y haciendo inútil el esfuerzo del joven. Apenas el
hampón aflojó, doña M giró la mano atrapada palma arriba y dio un paso atrás:
el joven malandro, sorprendido por el movimiento, perdió el equilibrio y fue a
dar de bruces contra el estante del otro lado del pasillo, tumbando
estrepitosamente varios productos. Doña M, el joven caído y un acompañante del
mismo que estaba más atrás, guardándole las espaldas, quedaron paralizados de
asombro por lo sucedido, de modo que cuando los dos ladrones quisieron huir, ya
estaban rodeados de guardias del local y compradores indignados. Nuestra señora
M se convirtió en una heroína anónima, pues todos dieron por sentado que el
malandro había tenido un traspiés de pura mala suerte. Por supuesto, los
jóvenes no comentaron lo ocurrido, y doña M tampoco, ¿quién le iba a creer?
Pero sí, contra toda probabilidad de salir airosa, el Tai Chi había intervenido
a su favor y le había dado lo suficiente para triunfar en la difícil
circunstancia comentada.
La segunda historia es la de la señora F. Entraba
ella a su edificio, cuando de las escaleras surgió un hombre con una navaja en
la mano, que mantenía algo escondida detrás de sí, mientras con la otra mano la
conminaba a entregarle la cartera. Doña F estaba aterrorizada por la reluciente
navaja, de modo que estiró los brazos con fuerza, más que para darle la cartera
al sujeto, para poner distancia entre ella y el arma. Al mismo tiempo daba
instintivamente un pequeño paso en dirección de la espalda del asaltante, para
mantenerse lo más lejos posible de la navaja. Al estirar los brazos con fuerza,
puso la cartera en el pecho del hampón y no en su mano, y cuando éste
maniobraba para agarrarla, ella la volvía a traer hacia sí, dando otro pequeño
paso a la derecha. Esto se repitió varias veces como en un gag cómico de una
película de Jackie Chan. Exasperado, el hombre acertó a agarrar la cartera con
fuerza, pero justo en ese momento doña F la giró como un volante, de manera que
el ladrón, mal parado, tuvo que girar para no caer, y quedo de espaldas a la
señora, quien, dando un paso hacia él, lo empujó con el hombro con la fuerza
del movimiento y el peso del cuerpo. El tipo fue a dar de bruces contra una
pared soltando tanto la cartera como la navaja. Rápidamente giró para recoger
ambas, pero ya doña F le había dado un puntapié al arma, enviándola lejos, y,
dado que nunca había soltado la cartera, ésta seguía en su poder. El hombre
dudó durante unos segundos, pensando cual sería su próximo paso. Pero de
pronto, el ascensor se abrió y de éste salieron varios vecinos. Sorprendido, el
ladrón se dio a la fuga, sólo para ser atrapado en la calle por unos policías
que pasaban y que fueron alertados por los vecinos. La valiente doña F sufrió
una crisis nerviosa momentos después. ¿Quién iba a decir, al verla en ese
estado de postración, que momentos antes ella había neutralizado tan
eficazmente a un agresor armado que la doblaba en peso, y que por lo menos
tenía 30 años menos? Ella es otra heroína anónima del Tai Chi, y nos complace
sobre manera publicar su testimonio.
Quizá lo más importante de resaltar de estos relatos es que, aunque a lo largo de su historia el Tai Chi ha dado grandes
peleadores con reputaciones de invencibilidad, hoy día el arte, suave pero
seguramente, impregna a muchos practicantes de herramientas marciales hechas a
la medida de hombres y mujeres comunes, que no tienen pretensiones de ser
combatientes invencibles, súper hombres o temibles peleadores marciales.
Dándoles la posibilidad de dar pelea en circunstancias adversas con las armas
que le confiere el diseño anatómico de su cuerpo, aunado a un cierto
conocimiento vivencial de su desenvolvimiento bajo las leyes de la gravedad y de
la inercia, de las fuerzas centrípetas y centrífugas, además de algo de
espontaneidad y, por qué no, bastante de suerte…, como en todo combate.
Así
que, malandro, cuando veáis una dulce e inocente abuelita a la que parece muy
fácil robarle la cartera, pensadlo dos veces, porque puede tratarse de las
SÚPER-ABUELAS del Tai Chi, que regresan por ti…
R.
C.
Nei Dan Magazine No. 347 (13-12-11)
Sección "Artículos"
Nei Dan Magazine No. 347 (13-12-11)
Sección "Artículos"
ARTÍCULOS DEL ARCHIVO NEI DAN (ÍNDICE)
Buenísimo jjjj... es alentador ver que aún hay ocasiones en que el bien vence al mal :)
ResponderBorrar