LOS DOS LOBOS
Un anciano Cherokee estaba teniendo una charla
con sus nietos, acerca de la vida. Los niños querían saber sobre muchas cosas;
cómo ser buenas personas, por qué había personas malas, por qué tenían
intenciones no muy buenas.
El les dijo: “Una gran pelea está ocurriendo dentro
de mí; es entre dos lobos ...
“Uno es diabólico: iracundo, lujurioso, arrogante,
mentiroso, falso predicador, vanidoso, resentido, ladrón, abusador y asesino.
El otro es bueno: pacífico, amoroso, sereno,
humilde, generoso, compasivo, fiel, bondadoso, benevolente y honesto”.
Uno de los nietos, después de unos minutos de
reflexión, preguntó a su abuelo: “¿Y qué lobo ganará?”
A lo que el anciano Cherokee simplemente respondió:
“El que yo alimente”.
Desde el comienzo el juego de la vida ha estado
marcado por dos fuerzas que interactúan: orden y caos, amor y odio, luz y
sombra, son algunos de los pares con los que identificamos los opuestos de un
todo que le dan forma a la realidad. De hecho en nuestro tránsito por esta
existencia vivenciamos una serie de experiencias, en las que vamos aprendiendo
a través del contraste.
Es frecuente encontrar en los relatos de vida de
personas exitosas, que éstas han construido sus logros luego de superar y
asimilar las lecciones de experiencias de fracaso; también hay quienes han
logrado la salud y el bienestar, luego de superar fuertes procesos de
enfermedad, perturbación física y emocional.
Este parece ser el juego de la vida, un juego de
contrastes, matices, sombras y luces, un juego de opuestos que marcan el ritmo
y el sentido de la creación. En este sentido, vista desde una perspectiva
holística, nuestra existencia está marcada por un conjunto de experiencias que
promueven una serie de aprendizajes, todos ellos orientados al logro de mayores
niveles de conciencia.
En la leyenda cherokee que marca el comienzo de
esta columna se pone de manifiesto el juego de la vida a través de la lucha
entre los dos lobos, pero el anciano cherokee nos deja en sus palabras una serie
de enseñanzas implícitas sobre las cuales bien vale la pena reflexionar.
En la totalidad manifestada como el ser interior
del anciano se libra una lucha entre dos fuerzas representadas a través de
pares de opuestos, en este caso los dos lobos y la naturaleza a la cual
responden: amor – odio, compasión – resentimiento, arrogancia – humildad,
falsedad – verdad (…) La vida según las palabras del sabio es una lucha
constante entre esas dos fuerzas.
Pero quizá la esencia de la enseñanza se encuentra
en la respuesta que el anciano le da a la interrogante de uno se sus nietos
acerca de cuál de los lobos ganará, a lo que responde “el que yo alimente”.
¿Qué querría decir el anciano con esa respuesta?
¿Será que si uno alimenta un aspecto de la existencia el otro desaparece? ¿o
por el contrario, se mantiene como una fuerza latente dispuesta a surgir el
momento apropiado?
Aquí bien vale la pena retomar lo que ya hemos
expuesto: Desde el comienzo, el juego de la vida ha estado marcado por
dos fuerzas que interactúan: orden y caos (…) nuestra existencia está marcada
por un conjunto de experiencias que promueven una serie de aprendizajes, todos
ellos orientados al logro de mayores niveles de conciencia.
Eliminar uno de los aspectos que dan sentido al
gran juego de la vida es prácticamente imposible, a lo más que han logrado
llegar algunas corrientes de “desarrollo espiritual” es a promover la
transmutación de los llamados aspectos “negativos” de la personalidad o
agregados de nuestra sombra. Mas parece que por transmutar entienden reprimir y
en el peor de los casos cercenar.
Resulta que reprimir nuestra sombra es lo que les
da vida a nuestros propios demonios internos, en otras palabras alimenta y le
da fuerza a aquello que estamos tratando de controlar y eliminar. Aquí nos
encontramos una vez más con la reflexión del anciano cherokee, en cuanto al lobo que
ganará la batalla en nuestro interior, que no es más que aquel a cual
alimentemos.
Adaliz Buitriago
Nei Dan Magazine No. 253 (20-10-09)
Sección: "El sanador interno" (Adaliz Buitriago)
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