LA
NAVIDAD Y EL NACIMIENTO DE NUESTRO NIÑO DIOS*
(…) Vinieron del Oriente a Jerusalén unos magos…y he aquí la estrella que
habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta que llegando se detuvo
donde estaba el Niño. Al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.
Al entrar en la casa, vieron al Niño con su madre María, postrándose, lo
adoraron; abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.
Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes,
regresaron a su tierra por otro camino.
Después de que partieron ellos, un ángel del Señor se le presentó a José
y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto, porque
acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo, y él despertando hizo lo
que el ángel le dijo.
La navidad más que una
fiesta religiosa o familiar es el momento del año en el que celebramos la vida,
la salud, el amor, el crecimiento integral, los logros alcanzados a lo largo
del año. Existe en esta época una relación mágica entre la celebración del
nacimiento del Niño Dios, y el nacimiento de nuestro niño interno. De ahí que
sea una época propicia para reencontrarnos con el niño que alguna vez fuimos,
cuyas programaciones están guardadas en nuestro interior.
Más allá de las fiestas y
los encuentros entre familiares y amigos, la época decembrina es momento
propicio para la interiorización en el significado más profundo de las
tradiciones y enseñanzas que compartimos, como por ejemplo la del relato tomado
del Evangelio de San Mateo acerca de la Natividad, que abre la presente columna.
En este sentido, podemos
reinterpretar la presencia de los reyes magos en el relato, como la
representación de los guías y los guardianes que nos acompañan en la búsqueda
de nuestro niño interior, entendido como el conjunto de grabaciones guardadas
de los 0 a los 7 años de edad que, de adulto, se están reproduciendo
constantemente y afectan el comportamiento emocional del ser humano.
Otra forma de entender a
nuestro niño interior, es verlo como el aspecto de nuestra psique formado por
el conjunto de experiencias guardadas desde la infancia en la mente
inconsciente del ser, que al descubrirse potencializan al adulto del presente.
Puede entenderse también como una especie de “disco duro” donde se guardan las
experiencias de la infancia tanto gratas como desafortunadas y que al sanarse y
liberarse de la energía incoherente de estas últimas, se renace a una nueva
vida de abundancia, paz y prosperidad.
Tal vez por esto en la época
decembrina es muy común que las familias se reúnan para celebrar la vida,
compartir alimentos y presentes entre amigos, familiares y conocidos. Muchas
veces sin darse cuenta de que en el significado más profundo de estas
festividades en las que conmemoramos el nacimiento del Niño Dios se está ante
la oportunidad de celebrar y reencontrarnos con nuestro propio niño interior.
Por otra parte, la estrella que iba
delante de los Reyes Magos, guiándolos en la búsqueda del Niño Dios, se detuvo cuando
lo encontró sobre un pesebre. Esta estrella puede entenderse como el símbolo de
nuestro deseo de ser una mejor persona cada día, en sintonía con nuestra
divinidad interior.
De ahí que siguiendo
esta estrella, podemos llegar a conectar a través del poder la intención con nuestra
divinidad interior. Cuando en el relato bíblico la estrella se detuvo, nos está indicando el final
del camino. Indica el final de nuestra búsqueda y el comienzo del proceso de
sanación de nuestro niño para encontrar en él su verdadera dimensión de Niño Dios. El significado de los regalos es el siguiente: la mirra es la purificación; el incienso es adoración y comunicación con los dioses; y el oro es transmutación hacia la consciencia divina. De esto se entiende que, primero, hay que purificarse a través del trabajo consciente, para luego llegar a entender más nuestra conexión divina y reverenciarla, sólo así podremos llegar a la transmutación de lo terrenal a lo espiritual.
Avisados por revelación en un sueño (es decir con el trabajo del inconsciente) de que no volviesen a Herodes, ya que éste buscaba matar al Niño, se entiende que la clave es no permitir que se mate, que se olvide, que se vaya al fondo del calabozo, nuestro Niño Dios.
Cuando se apapacha al Niño Interior hay que hacerlo desde tu ser Virgen María, lo que ella encarna: la madre nutridora; y desde San José: el padre protector.
En medio del entorno mágico
de la unidad familiar, a su vez lleno de significados que produce la Navidad,
quiero recomendarte, desde este espacio de El Sanador Interno, que tengas en
cuenta a ese ser mágico, único, real y maravilloso que es el niño interior, quien vive
en lo más profundo y escondido de tu ser.
*Con información de:
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