jueves, 28 de abril de 2016

ARTÍCULOS DEL ARCHIVO NEI DAN (Neidan Magazine 529)

LAS DOS PREGUNTAS



El ser humano en su cotidianidad dependiendo del lugar que ocupa en el gran juego de la vida, se hace y se responde infinidad de preguntas; así va avanzando –independiente de que tenga consciencia o no de esta situación- en el cumplimiento de su plan de vida. Ponernos a enumerar las interrogantes que se nos presentan en cada una de las etapas de desarrollo a lo largo de nuestra existencia podría resultar tedioso. Sin embargo hay dos preguntas que para mí marcan el paso de un nivel hacia otro en nuestro tránsito por esta vida, y son: ¿Quiénes somos? Y ¿De dónde venimos? Dos preguntas cuya respuesta puede parecer obvia, si las abordamos desde una perspectiva superficial.
Generalmente nos identificamos con la personalidad que hemos cultivado según las normas que dictan las convenciones sociales, nos identificamos con lo que creemos que somos según: el rol que desempeñamos en la sociedad (padres, hijos, hermanos, primos, tíos, sobrinos, abuelos, esposos); si somos bien parecidos o poco agraciados, si tenemos salud o estamos enfermos, nos identificamos con nuestro cuerpo físico; asimismo con nuestra ocupación o profesión.
De esta manera, construimos una vida basada en lo que creemos acerca de nosotros mismos y no en lo que somos en verdad. Por su parte nuestra relación con la divinidad también se construye a través de una visión antropomórfica de la misma, atribuyéndole caracteres humanos al Supremo Creador. Pero ¿cómo la fuente de donde emana todo lo que existe, incluyendo lo que no somos capaces de imaginar, podría tener una forma definida?
De pronto, dejar a un lado muchas de las cosas que nos han enseñado y aceptamos creer acerca de nosotros mismos, sea de gran ayuda en nuestro proceso de autoconocimiento. El siguiente es un cuento que conseguí en Internet que de pronto nos ayude a desplazar nuestro enfoque acerca de nuestra verdadera esencia y origen hacia otra posibilidad. Espero que nos sea útil a todos.

Una estrella de Esperanza
Existen millones de estrellas en el cielo. Estrellas de todos los colores: blancas, plateadas, verdes, doradas, rojas y azules. Un día inquietas, ellas se acercaron a Dios y le dijeron: Señor Dios, nos gustaría vivir en la Tierra entre los hombres.
“Así será hecho. Las conservaré a todas ustedes pequeñitas, como son vistas, para que puedan bajar para la Tierra” –respondió el Señor.
Cuentan que en aquella noche hubo una linda lluvia de estrellas. Algunas se acurrucaron en las torres de las iglesias, otras fueron a jugar y a correr junto con las luciérnagas por los campos, otras se mezclaron con los juguetes de los niños y la Tierra quedó maravillosamente iluminada. Pero con el pasar del tiempo, las estrellas resolvieron abandonar a los hombres y regresar al cielo, dejando la Tierra oscura y triste.
¿Por qué volvieron? –preguntó Dios, a medida que ellas iban llegando al cielo.
“Señor, no nos fue posible permanecer en la Tierra. Allá existe mucha miseria y violencia, maldad, injusticia”. Y el Señor les dijo: “¡Claro! El lugar de ustedes es aquí en el cielo. La Tierra es el lugar de lo transitorio, de aquello que pasa, de aquel que cae, de aquel que yerra, de aquel que muere, donde nada es perfecto. El cielo es el lugar de la perfección, de lo inmutable, de lo eterno, donde nada perece”.
Después que llegaron todas las estrellas y verificando su numero, Dios hablo de nuevo: “Nos esta faltando una estrella. ¿Será que se perdió en el camino?” Un Angel que estaba cerca replicó: “No Señor, una estrella resolvió quedarse entre los hombres. Ella descubrió que su lugar es exactamente donde existe la imperfección, donde hay límite, donde las cosas no van bien, donde hay lucha y dolor”.
¿Qué estrella es esa? –preguntó Dios. “Es la Esperanza Señor. La estrella verde. La única estrella de ese color” –respondió el Angel.
Y cuando miraron para la Tierra, la estrella no estaba sola. La Tierra estaba nuevamente iluminada porque había una estrella verde en el corazón de cada persona. Porque el único sentimiento que el hombre tiene y Dios no necesita tener es la Esperanza. Dios ya conoce el futuro y la Esperanza es propia de la persona humana, propia de aquel que yerra, de aquel que no es perfecto, de aquel que no sabe como será el futuro.

Recibe Amigo en este momento esta estrellita en tu corazón, la esperanza, tu estrella verde. No dejes que ella huya y no permitas que se apague. Ten certeza que ella iluminara tu camino, se siempre positivo y agradece a Dios por todo. Se siempre feliz y contagia con tu corazón iluminado a otras personas.
Adaliz Buitriago
Nei Dan Magazine No. 241 (14-07-09)
Sección: "El Sanador Interno)

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