LA URBE
DOLIENTE
El alma de Caracas está enferma. En su aire, la flauta del
viejo amolador nunca sonó tan triste. La música incompleta de la que huyeron
casi todas las notas dibuja la sonrisa de un payaso desdentado que cabalga el
carro de los helados. El aullido feroz de las cornetas profiere insultos y
maldiciones. De pronto una voz humana eleva un grito y quisiéramos taparnos los
oídos para no oír lo que tal vez sea una petición de socorro que no podríamos
atender ni derivar su urgencia hacia autoridades competentes, porque ellas no
existen.
El cuerpo de Caracas se yergue con dificultad y se abre
para mostrar sus llagas miserables en aceras y calles llenas de huecos y
montones de basura, en paredes descascaradas, en rejas y alambradas levantadas por el miedo.
El fulgor de las luces pálidas y escasas rubrica el terror de la noche y la
soledad de las calles caraqueñas.
Alma y cuerpo dolientes, la urbe que de sus habitantes no
ha recibido amor, pareciera decirnos: "Inútiles han sido las prohibiciones
de ensuciar las áreas públicas y de irrespetar los rayados que indican por
dónde deben pasar los peatones y frenar su marcha los choferes; inútil la
gentileza de los carteles con los nombres científicos y los de uso vulgar
colocados al pie de cada uno de los árboles, para que aquellos a quienes la
curiosidad del nombre detuviera, reflexionaran ante ese bello ser que sólo en
un pequeño pedazo de tierra tiene todo lo que necesita para vivir y
prosperar".
"Seres insensibles al dolor ajeno tocan cornetas
ensordecedoras frente a hospitales y clínicas, molestando al enfermo leve,
grave, o en trance de muerte. Las ordenanzas contra ruidos molestos podrían no
existir pues no hay autoridades que les otorguen vigencia. Un expropiador
vengativo, un tal farruco auspiciador de edificaciones que perturbarán la vida
de varias generaciones, un alcalde enfermo de desenfrenos y odios y otros
integrantes de la cleptocracia al mando, han destruido obras que me hacían
sobresalir en importantes ámbitos de la
vida social, como el bello e indispensable Parque del Este y el Teatro Teresa
Carreño, ayer escenario de presentaciones sublimes como las de I Musici y hoy
espacio en donde sólo se escucha la coprolalia del resentimiento y el
odio".
"Soy la ciudad capital con el mayor índice de
criminalidad en el mundo y exhibo, como el resto del país, las consecuencias de
una política económica desastrosa, inspirada en la ignorancia y la maldad de
quienes la condujeron, acabando con la producción agrícola e industrial,
robándose las divisas para importaciones y generando así la escasez, la
inflación galopante, las humillantes colas, los saqueos, y finalmente la
hambruna y el caos. El desamor que me
han dado, como una ola se ha devuelto y los golpea, pues ya no soy la ciudad de la eterna primavera, soy un
infierno en donde a menudo se ejecutan crímenes crudelísimos, soy el horror!,
el horror!... Sólo ustedes mismos, con mucho esfuerzo y sacrificios, pueden
cambiar mi realidad espantosa"
María Margarita López
Mayo
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